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Eliminan el Día de la Madre en El Salvador

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“¡Quiero una bicicleta!”, decía Elsa Milena, de cinco años.

Escuchar con frecuencia estas palabras desmoronaba el corazón de Carmen Menéndez, habitante de un poblado difícil de encontrar en el occidente de El Salvador, en donde se ganaba la vida como empleada de una tienda de abarrotes.

El salario de la joven mujer apenas le alcanzaba para comer, pero en su mente repicaba, día y noche, la petición de la bicicleta. En su hogar, ella era padre y madre de sus hijas. La mayor de ellas, Fátima Guadalupe, entonces tenía 14 años.

Con el paso de las semanas, la impotencia golpeaba con más fuerza su interior. Al verse acorralada, Carmen decidió emigrar hacia el Norte. En ese momento la pequeña Elsa Milena pensaba que sería un viaje corto, por lo que no dejó de insistir en su deseo.

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“Te voy a comprar la bicicleta y todas las cosas que quieras”, dijo la madre al despedirse el 15 de marzo de 2014, dos días después de que su retoño cumpliera seis años. Aunque su objetivo era radicarse en México, terminó en suelo californiano.

Casos como este abundan en la sociedad salvadoreña en Estados Unidos. En los ’80, a raíz del conflicto civil, familias enteras abandonaron el país. En la época de la postguerra, las condiciones económicas y la inseguridad siguen causando estragos.

Durante mucho tiempo, fue el hombre el que salió en busca de mejores oportunidades. Sin embargo, las mujeres paulatinamente han ido sumándose a la ola migratoria, algo tangible en fechas como el 10 de mayo, al celebrar el Día de la Madre.

María Mercedes López, cónsul de El Salvador en Los Ángeles, sostiene que a raíz de los traumas sicológicos que enfrentaban los estudiantes que no vivían con la mamá, el sistema educativo cuzcatlecó modificó el concepto del festejo para esta ocasión.

“Hay lugares donde el Día de la Madre no se celebra”, dice enfática la diplomática. “En los colegios, en las escuelas públicas y privadas se celebra el Día de la Familia, fue un cambio que la misma realidad fue obligando”.

En respuesta a este nuevo mapa, desde el 2009, el plan social educativo del Ministerio de Educación (Mined) comenzó a girar alrededor de los valores de la familia, algo que según las autoridades se subraya en las reflexiones pedagógicas con los profesores.

De acuerdo a Renzo Valencia, director nacional de educación del Mined, al aplicar esta perspectiva se contribuye al desarrollo cognitivo, social y emocional de los alumnos que por distintas razones viven con familiares que no es la madre.

“No sólo es el tema de la violencia, la extorsión y el ‘bullying’; sino también este vacío que nos ha venido golpeando por años”, indica el funcionario, destacando que el sistema escolar público atiende a 1.4 millones de estudiantes desde preescolar hasta la secundaria.

“Para muchos niños que sus madres han migrado, la abuela se convierte en esa figura sustituta que establece los lazos cohesionadores de la familia”, agrega.

Este vacío es uno de los principales problemas que detectó la socióloga de UCLA, Leisy Ábrego al realizar su investigación sobre familias migrantes, la cual se plasmó en el libro “Sacrificing Families: Navigating Laws, Labor, and Love Across Borders” (2014).

Según la académica, es un paso importante que se denomine día de la familia; no obstante, considera que se debe reformar el currículo escolar y aplicar, de modo que se genere una reflexión sobre la migración que ocurre a nivel regional.

“Los que más sufren son los que no tienen a su mamá allí”, afirma Ábrego.

“En mi investigación nadie dijo que esto se cubría dentro de la escuela, todo mundo sabía que esta es una experiencia bastante común pero nadie lo platica. Ese silencio sobre el tema hace que sientan aún más estigmatizados”, asegura.

‘Es tiempo que te regreses’

En marzo pasado, cuando la pequeña Elsa Milena cumplió siete años, su madre le envió dinero a unos familiares para que le compraran la bicicleta soñada, en la que recorre las calles polvosas y empedradas del vecindario donde vive.

¿Qué estás preparando para el Día de la Madre? Se le pregunta a la niña vía telefónica.

“Una tacita, aunque sea un bolado [cosa] le voy a mandar”, responde con rapidez, palabras que aumentan el brillo de los ojos de su madre al escuchar la tímida voz.

¿La quieres mucho?

“Si la quiero mucho, mucho, mucho”, dice la pequeña.

Carmen, por su parte, sostiene que ante la ola de violencia vive con el alma en un hilo y lo que más desea es tener a su lado a las dos hijas, con quienes se la pasa soñando que les cocina su comida favorita.

“Elsa prefiere el pollo guisado con arroz y ensalada, Fátima es muy melindrosa [quisquillosa] le encanta los panes rellenos”, detalla.

“Ahora la chiquita me dice: ‘Ya me compraste la bicicleta, es tiempo que te regreses’”, concluye.

Fenómeno en números

Salvadoreños en EE.UU.

655,165 (Censo 2000)

1,648,968 (Censo 2010)

Remesas

4,217 millones (2014)

3,969 millones (2013)

3,910 millones (2012)

3,648 millones (2011)

3,539 millones (2010)

Miles de niños escapan de la violencia y muchos en busca de su madre

En el año fiscal 2014, al menos 68,541 niños y adolescentes ingresaron no acompañados a Estados Unidos, en lo que se considera la ola migratoria más grande en lo que va del Siglo XXI.

De ellos, 17,057 eran guatemaltecos, 18,244 hondureños y 16,404 salvadoreños, es decir que en comparación al 2013 este flujo aumentó en un 77%.

Mauro Verzeletti, director de la Pastoral Migratoria de la Arquidiócesis de San Salvador, asegura que entre 400 y 500 personas salen diariamente de El Salvador, incluyendo niños en busca de la reunificación familiar o que huyen de la violencia.

“Esto viene desde los ’80, el gobierno de Estados Unidos supuestamente hasta ahora se dio cuenta”, indica Verzeletti. “Aunque existen más riesgos en la ruta migratoria, la gente sigue saliendo por temor o sólo por tener mejores oportunidades”.

En septiembre de 2014, en un sondeo publicado por el periódico La Prensa Gráfica (periódico salvadoreño), muestra que el 43% de los salvadoreños encuestados desea abandonar el país. De ellos, el 30% expresa que por motivos de seguridad y el 24% por razones económicas.

En ese sentido, Suyapa Portillo, investigadora y profesora de Estudios Transnacionales del Colegio Pitzer, señala que las políticas estadounidenses siguen destrozando a los sectores más vulnerables.

“Después de la guerra hemos visto que las políticas neoliberales empuja a esos padres fuera del sistema laboral, la gente no puede sobrevivir trabajando en una maquila”, manifiesta la académica.

“La gente no se va porque quiere. En realidad están atrapados en un sistema que no respeta nada”, agrega.

Al final, plantea Joseph Wiltberger, profesor de Migración de la Universidad Estatal de California en Northridge, los grupos económicos y los gobiernos de la región muestran poca atención a la crisis humanitaria.

En parte, asegura el especialista, se debe a que ven a las personas en función de los dólares que mandan. El Salvador en los últimos cinco años recibió más de 19,000 millones de dólares en remesas, cifra que cada vez sigue creciendo.

“Hay un conflicto de interés”, cuestiona Wiltberger, “cuando vemos a los gobiernos enfocados en captar y utilizar mejor las remesas, y no tanto en tomar en cuenta el otro lado de la historia: el impacto humano”.

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