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Suicidio, un escape a las pandillas

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Apuntó el arma a su cabeza. Estaba decidido. A sus 17 años sabía que quería morir, suicidarse, salir así finalmente de su pandilla y de las peleas callejeras.

“Si es el tiempo para morir, voy a morir”, recuerda Andy Rodríguez haber pensado esa tarde de mayo cuando intentó quitarse la vida jugando a la ruleta rusa.

La pistola, creía, era su única salida de las pandillas, un mundo al que entró con facilidad, pero ocho años después se convirtió como una soga al cuello que no podía desatar.

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Casos como el de Rodríguez no son hechos aislados. Los intentos de suicidio son sucesos comunes entre los afiliados a las pandillas, afirma Álex Sánchez, expandillero y director de la organización Homies Unidos; sin embargo, indica que lo más frecuente es el suicidio policial o en defensa del nombre que representan.

“Algunos se van a atacar un barrio contrario sabiendo que los pueden matar, porque prefieren hacer un acto de valor para que se les recuerde como héroes; al final, pertenecer a una pandilla es un suicidio en si, porque desde que entras tienes una sentencia”, advierte.

Sánchez destaca que hay muchos que al verse abrumados por el ambiente en el que se mueven, utilizan diferentes callejones para encontrarse finalmente con el suicidio como única alternativa.

Así, las vidas de quienes deberían ser el futuro de esta nación se desvanecen y los factores que los empujan hacia ese mundo siguen ganando terreno, mientras las familias siguen llorando a los suyos en el hospital o en la morgue.

“Vemos casos de vez en cuando; pero saben que si no reconocen el peligro de cualquier forma van a morir, ya sea con otros pandilleros o con la policía, algunos se suicidan de esa manera”, explica Brian Jhonston, jefe del Departamento de Medicina de Emergencia del hospital White Memorial.

En este centro médico, ubicado al este de la ciudad, reciben casos de una y otra pandilla, por lo que han tomado medidas para convertir sus instalaciones en un terreno neutral, donde atiendan con dignidad a cada paciente sin importar su historial.

En los diferentes vecindarios de Los Ángeles existen 450 pandillas, las que en total aglutinan a 45 mil miembros, según la policía local; en todo Estados Unidos, son 33,000 agrupaciones de esta naturaleza, las que cuentan con 1,400,000 personas en sus filas, destaca la Agencia Federal de Investigaciones (FBI).

Mario Matute, terapeuta y miembro de la mesa de directores del Pacifica of The Valley Hospital, asegura que el suicidio en los pandilleros está conectado al consumo de alcohol y drogas, generando primero euforia y luego depresión.

“Ellos enfrentan un manojo de problemas emocionales, así como la presión social y familiar; al tratar de escapar consumen drogas que afectan el sistema nervioso y terminan en depresión profunda, lo que comúnmente conduce al suicidio”, explica el especialista.

Aunque no hay estadísticas ni estudios especializados sobre este problema entre las pandillas, si es confirmado que entre los 10 y 24 año, el suicidio es la segunda causa muerte en toda la nación sin importar la afiliación, esto según la Fundación Jason.

Incluso, cada día en promedio, se reportan 5,400 intentos de suicidio entre estudiantes de los grados 7 al 12, edades en las que los muchachos están generalmente vulnerables a involucrarse con estas agrupaciones.

En 1998, en el oeste de la ciudad, se dio una guerra entre pandillas. El saldo fue de cinco muertos y otros tantos heridos. A raíz de este caso sangriento, en el 2002, se creó Pico Youth and Family Center (PYFC) para ofrecer programas de prevención.

Óscar De La Torre, fundador de la institución, considera que los pandilleros viven graves problemas sicológicos y sociales, algo que se ve reflejado al observar como los miembros de estas agrupaciones luchan por su territorio, hasta con su propia vida.

“El suicidio es parte del trauma”, asegura el experto. “Nadie nace pandillero, pero la pobreza, marginación y abandono los conduce a ese ambiente, por eso necesitamos ayudarlos”.

Al recordar sus experiencias, Andy Rodríguez volvió a vivir los temores de antaño, un sudor frío lo recorre y se trasladó en el tiempo cuando puso la pistola en su cabeza.

El miedo era desgarrador, las drogas lo habían seducido y no encontraba la luz al final del túnel. Sin embargo, bastó el sonido de la pistola al momento de apretar el gatillo para que volviera a la realidad.

“El arma no disparó”, dice aliviado sobre lo que el califica como un milagro, porque lo vio como una señal para cambiar de dirección. Poco a poco fue alejándose de los amigos, cambió de vecindario y encontró buenos mentores.

En el 2011, Rodríguez se graduó de licenciatura en Sociología de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y hoy comparte su testimonio con estudiantes antes de que ingresen al mundo de donde no saben si podrán regresar.

EL DATO

ORGANIZACIONES CON PROGRAMAS PREVENTIVOS
Homies Unidos. Tel. 213.383.7484
Pico Youth and Family Center. Tel. 310.396.7101
Street Gangs. Tel. 323.681.9979
Centro Comunitario Bresse. Tel. 213.387.2822

CIFRAS DE SUICIDIO
Un estadounidense muere por suicidio cada 12.95 minutos
1 millón de personas intentan quitarse la vida cada año
90% de los fallecidos han sido diagnosticados con un problema siquiátrico al momento de que ocurre el suicidio
40,000 estadounidenses muere por suicidio anualmente

Fuente: Fundación Americana para la Prevención del Suicidio

EL ROL DE LAS ARMAS
Investigadores de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) condujeron un estudio, publicado en enero de 2014, donde se reveló que alguien con acceso a armas de fuego es tres veces más propenso a cometer suicidio, y casi el doble de probabilidades de ser víctima de un homicidio en relación con alguien que no la tiene.

“Nuestro análisis muestra que el acceso a las armas de fuego es un factor de riesgo significativo para los hombres que se suicidan y para las mujeres que son víctimas de homicidio”, enfatizó Andrew Anglemyer, experto en el estudio de diseño de datos y análisis, en un artículo dado a conocer por la UCSF.

De acuerdo al estudio, alrededor del 75% de los suicidios ocurren en los hogares de las víctimas, y un porcentaje similar de mujeres víctimas de homicidio mueren en sus casas. Mientras que en los hombres la cifra es de 45%.

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