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En Long Beach, un programa para jóvenes con autismo es un camino hacia la autosuficiencia

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Alexander Ryan se considera a sí mismo como un joven ambicioso, y está orgulloso de haber logrado una meta que se había fijado hacía tiempo: tener un trabajo de medio tiempo en T.J. Maxx y llegar allí mediante el transporte público.

Este joven de Encino tiene 21 años de edad, y en parte atribuye sus logros a un programa en el cual ingresó poco después de que, a los17 años, fuera diagnosticado con lo que anteriormente se conocía como el síndrome de Asperger. El programa se llama College Internship Program y se lanzó a nivel nacional en 1984 para ofrecer capacitación laboral, asesoría en habilidades sociales y otros servicios para ayudar a que jóvenes con discapacidades -incluyendo a aquellos dentro del espectro autista- puedan ser tan autosuficientes como les sea posible.

El espectro autista es una pluralidad de trastornos neurológicos que incluye el anteriormente llamado síndrome de Asperger. Estos varían en severidad y, generalmente, le hacen más difícil la comunicación a quienes lo sufren. Aproximadamente 1 de cada 68 niños ha sido diagnosticado como dentro del espectro, según una estimación elaborada por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), y más de 83,000 californianos tienen algún grado de autismo.

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El programa de Long Beach asumió el desafío específico de ayudar a los jóvenes dentro del espectro de autismo a prepararse para las difíciles circunstancias a los que muchos se enfrentan cuando ya no tienen derecho a los servicios garantizados del gobierno federal, tales como escuelas públicas, terapia conductual o del habla, o maestros especializados.

Apenas los estudiantes con discapacidades llegan a los 22 años de edad o se gradúan de la escuela preparatoria, se termina el dinero federal dedicado a la educación para ellos. A pesar de que hay dinero para los jóvenes adultos con discapacidades de desarrollo, no todo el que lo necesita lo obtiene, y estas personas con frecuencia se ven obligadas a esperar. Más de un cuarto de los adultos dentro del espectro del autismo no reciben ningún servicio, según un estudio nacional realizado por la Universidad de Drexel en 2015. En California, el dinero de los impuestos llega a cuenta gotas a los centros regionales -centros locales que ayudan a las personas con discapacidad a lo largo de sus vidas- y a veces financian programas como la pasantía laboral que ayudó a Ryan.

Mucho antes de que Ryan se enterara de que estaba dentro del espectro de autismo, él sabía que era diferente. Asistió a una escuela en Sherman Oaks para estudiantes con discapacidades. Siempre se sintió nervioso, tenía problemas para hacer preguntas y se sentía nervioso de decir “no”. El diagnóstico, dijo, cambió su perspectiva. “Es más bien un regalo en lugar de una maldición”, dijo Ryan, quien tiene grandes ojos azules enmarcados por sus lentes. “Uno llega a ver el mundo de una manera muy diferente”.

La mayoría de los 17 estudiantes que participan del programa de Long Beach en el que Ryan está inscripto viven juntos en un edificio de apartamentos, justo al lado de la carretera Pacific Coast Highway. Allí aprenden a cocinar, administrar su dinero, acomodarse a su lugar de trabajo y a socializar. El objetivo final es la autosuficiencia. El programa reporta que el 75% de sus alumnos trabajan a tiempo completo o parcial.

En T.J. Maxx, Ryan trabajó de tal manera que pasó de una pasantía a ser ahora un asociado de ventas, con responsabilidades como almacenar la mercancía, desempacar ropa y ayudar a los clientes. Él aspira a ser un representante de almacén para la empresa. En el futuro, él quizá quiera formar una familia, dice, pero antes debe averiguar qué tan estricto debe ser un papá. Además, también quiere aprender a conducir.

Ryan y otros de los jóvenes aseguran que ayudar a adultos jóvenes con autismo a lidiar con sus cuestiones de autonomía es, en gran parte, lo que el programa de Long Beach hace. Durante una mañana reciente, un estudiante se sentó delante de un maestro y leyó en voz alta una descripción de empleo para un puesto en PetSmart. “Estaría en piso la mayor parte del tiempo”, dijo el muchacho. “¿Te sientes cómodo haciendo eso?”, le preguntó su maestro. “Sí”, respondió. “Sólo necesito conocer todos los productos”.

Algunas lecciones son menos tangibles. La estudiante Claire Bachman, de 20 años, relató que pasó muy malos momentos en la escuela Agoura High School. Ella no se sentía cerca de la gente y no sabía cómo hablar en grupos. “Me sentía excluida”, explicó, frunciendo sus cejas entre frase y frase mientras sostenía entre sus manos una pelotita anaranjada antiestrés, para calmar sus nervios. El programa de Long Beach, afirmó, le enseñó no sólo cómo lavar su ropa y cómo asistir a sus clases en Long Beach City College, sino también a relacionarse con las personas. “Intento olvidar todo lo que ocurrió en la preparatoria”, dijo. “Yo soy una persona diferente ahora”.

Claire sabe acerca de los estigmas asociados con autismo y puede definir con precisión cómo ella se diferencia de muchas personas de su edad: tiene espasmos nerviosos, su habla no es perfecta, le gusta poner presión en sus rodillas, explicó. Pero está aprendiendo a solucionar sus dificultades. “Realmente quiero ser una mujer fuerte e independiente”, aseguró.

joy.resmovits@latimes.com

Twitter: @Joy_Resmovits

Traducción: Diana Cervantes.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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