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¿Es cierto que las charter ‘drenan’ dinero de las escuelas públicas?

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Los títulos de las noticias dicen que las charter están “desviando”, “drenando” o “tomando” el dinero de las escuelas públicas tradicionales. Pero, ¿es realmente así?

A primera vista, la respuesta puede parecer obvia. Los distritos en Los Ángeles, Filadelfia, Chicago, Detroit y Newark pierden estudiantes debido a que éstos se inscriben en escuelas charter. Al igual que la mayoría de los sistemas escolares que son financiados con base en el número de alumnos que atienden, cuando disminuyen las inscripciones también lo hacen los ingresos totales del distrito. Un informe distribuido la semana pasada por el sindicato de Maestros Unidos de Los Ángeles afirma que el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD), pierde alrededor de $500 millones al año, debido a las charter.

Pero hay otra forma de hacer los cálculos. En California, los distritos con menos estudiantes tienen presupuestos menores. El presupuesto para el distrito unificado de Lindsay es una décima parte del otorgado al distrito unificado de Sacramento, puesto que Lindsay tiene una décima parte de los estudiantes con los que cuenta Sacramento. Cuando los alumnos se trasladan a las charter, los distritos siguen recibiendo la misma cantidad de dinero por cada estudiante -alrededor de $ 9,300 por alumno en promedio, en California- lo único que ocurre es que sólo trabajan para menos estudiantes.

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Así que, sí, si bien el LAUSD perdió ingresos en los últimos años, esos fondos estaban destinados a los estudiantes a los que ya no les brinda enseñanza. Y si un sistema educa a un menor número de estudiantes, ¿entonces no debe operar bajo menor presupuesto? Algunos dirán que las economías de escala funcionan de tal manera que, al perder estudiantes, el distrito no puede operar con menos dólares. Pero ese argumento no puede sostenerse. Hay aproximadamente 14,000 distritos de este país que pueden hacerlo, y la mayoría son mucho más pequeños que los distritos urbanos que están constantemente en problemas fiscales.

No es la menor inscripción de estudiantes lo que en sí es problemático; más bien, es el proceso de contracción lo que genera un caos fiscal. Uno podría esperar que una caída del 5% en la inscripción provoque una reducción proporcional del profesorado, los departamentos de oficinas centrales, administradores y así sucesivamente. En cambio, durante los últimos seis años, mientras que el LAUSD perdió cerca de 100,000 estudiante, su personal creció.

Cuando cae la inscripción de alumnos -independientemente de si se debe a que los estudiantes se trasladan a escuelas charter o por tasas de natalidad más bajas– los distritos tienen dificultades para reducir sus gastos de tal forma que coincidan con sus ingresos.

Las escuelas charter no tienen la culpa; la tienen las típicas prácticas presupuestarias de los distritos, que a menudo adquieren compromisos voluminosos, inflexibles y a veces hasta irreversibles de gastos, que sobreviven a sus administraciones o que no concuerdan con los ingresos. Se asignan personal en incrementos ligados a escuelas o departamentos. Y heredan las promesas de las obligaciones pendientes de pago como el cuidado de la salud para los maestros jubilados, que sólo son factibles si la matrícula y los ingresos del estado se mantienen. Estos costos heredados son una carga fiscal a los presupuestos futuros del distrito.

La situación, sin embargo, no es desesperante. Distritos como el LAUSD pueden escapar de esta disminución fiscal. Para ello, podrían comenzar por reestructurar sus presupuestos escolares para que automáticamente se expandan o contraigan conforme la cantidad de alumnos. En lugar de repartir un número fijo de personal para cada escuela, las partidas de dinero pueden hacerse por alumno. En docenas de distritos de San Francisco, Denver, Boston y Houston, el dinero del distrito se distribuye equitativamente según los aumentos de alumnos en todas las escuelas, conforme factores como la pobreza, la falta de vivienda o los alumnos aprendices de inglés.

De hecho, el LAUSD haría bien en reformular su presupuesto en torno a los estudiantes. Cada departamento de la oficina central podría conseguir un incremento fijo en dólares, por ejemplo $106 por alumno, para recursos humanos. Esto haría que el presupuesto del distrito sea inherentemente sensible a los cambios en la cantidad de inscriptos.

Los distritos también deben reconsiderar los compromisos de gastos a largo plazo, tales como los beneficios de salud para jubilados, que no son sostenibles cuando cambia el panorama financiero. La transparencia financiera de los costos heredados por alumno podría ayudar a crear consciencia pública para modificar estos acuerdos cuando no son más viables desde lo económico. Los legisladores estatales también podrían ayudar creando nuevos fondos, dependientes de la eliminación de este tipo de compromisos. Después de todo, a menudo son los estados los que obtienen un rescate cuando las finanzas del distrito se desmoronan.

Claramente, los ajustes pueden ser difíciles y dolorosos, independientemente de sus causas. Si los distritos se adaptan proactivamente, estos cambios podrían no impactar en las prioridades fiscales o de instrucción del sistema, ni tampoco generar pánico o forzar enormes (y muy poco populares) ajustes presupuestarios.

Marguerite Roza es directora del Edunomics Lab, de la Universidad de Georgetown.

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Traducción: Diana Cervantes.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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