Columna: ‘Descubrí que vivía en negación’
Creció como hijo único, sus dos hermanos son mucho mayores que él. Pablito, por lo tanto, fue el hijo de mami y consentido de toda la familia; sólo su padre protestaba de vez en cuando por tantos mimos. Sin embargo, su madre lo defendía y lo justificaba, argumentando que aún estaba pequeño para asumir cualquier responsabilidad.
Hasta que llegó a la secundaria, fue un niño mimado que cumplía con las expectativas de mamá; pero luego se volvió rebelde y grosero. Nuevamente, su madre lo justificaba diciendo que eran cosas de la edad, más adelante empezó a salir con sus nuevos amigos y, a partir de ese momento, la vida familiar se volvió un caos.
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La primera señal de alarma ocurrió en la escuela. Pablito bajó sus calificaciones y se convirtió en un chico problemático. Posteriormente, la policía lo arrestó por vagancia, pero su madre salió al rescate. En el hogar, empezaron a desaparecer ciertos objetos de valor, así como pequeñas cantidades de dinero; por su parte, los hermanos mayores reprochaban a sus padres la falta de límites y reglas claras.
Al cumplir 18 años de edad, era poco menos que un delincuente, sin oficio ni beneficio. Para ese entonces, los regaños y castigos del padre, a Pablito le entraban por un oído y le salían por el otro, y como siempre, su mamá salía al rescate.
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Para la madre de este muchacho no había descanso, tenía que escuchar los reclamos de su esposo e hijos. Al mismo tiempo, vivía con el alma en vilo, pensando dónde andaría su hijo. Por las noches era otro tormento, imaginando que algo le pudiera pasar.
María Mercedes, la madre de este joven, llegó a un grupo de autoayuda buscando una respuesta para “enderezar” a su hijo. No obstante, lejos de encontrar una receta mágica, fue descubriendo que su conducta más que ayudar a Pablito lo hundía cada día más.
A medida que aumenta el abuso de opiáceos, el Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de EE.UU recomienda por primera vez que los médicos de atención primaria examinen a todos los adultos para detectar el uso de drogas ilícitas.
“Descubrí que vivía en negación, simplemente no quería ver en lo que se había convertido mi hijo, tuve que aceptar que cada vez que le abría la puerta y le daba de comer, o creía alguna de sus mentiras y le daba dinero, era tanto como ir yo misma a comprarle la droga”, reflexionó.
Nuestra amiga está aprendiendo una dura lección: Si quieres que tu hijo cambie, cambia tú. Desde aquí la felicitamos y le enviamos un abrazo, pues el valor para cambiar de esta madre, es un camino seguro al sano juicio.
Recuerde, su testimonio puede ayudar a otros. Escríbame, mi email es: cadepbc@gmail.com
GRUPOS DE AYUDA
Lugar: Liberty Community Plaza
Dirección: 14181 Telegraph Road, Whittier, CA 90604
Reuniones: Martes 6:30 p.m.
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