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Una advertencia sobre el coronavirus en la playa desató una ola de controversia, y más investigación científica

coronavirus beach
Seaside Reef, en Cardiff State Beach, se encuentra vacío el 5 de abril pasado. Todas las playas del condado de San Diego están cerradas debido al nuevo coronavirus.
(K.C. Alfred / San Diego Union-Tribune)

Una científica que enfureció a los surfistas cuando advirtió de posibles amenazas de coronavirus en el rocío marino reevalúa el peligro en medio de nuevas investigaciones

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Durante semanas, se ha debatido si ir a la playa o nadar en el océano aumenta el riesgo de contraer o transmitir el coronavirus. El problema molestó a los surfistas, abrumó a los corredores y ciclistas y confundió a cualquiera con necesidad del aire fresco y la libertad de la costa de California.

Entonces, cuando una científica sugirió la semana pasada que las salpicaduras de mar podrían exponer a las personas al virus, la controversia explotó.

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Abr. 13, 2020

Ahora, después de una lluvia de críticas encendidas así como de información nueva y de rápido desarrollo sobre el patógeno, la investigadora está reevaluando esta hipótesis.

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Kim Prather, química especialista en atmósfera de Scripps Institution of Oceanography, sigue creyendo que hay potencial para que las partículas virales viajen más de seis pies en el aire ventoso a lo largo de las playas, pero que nueva investigación sugiere que el agua del mar quizá no es más peligrosa ahora de lo que ya era antes de la pandemia.

“En este momento, no se sabe lo suficiente sobre este virus para sacar conclusiones distintas de la recomendación de larga data de evitar nadar y surfear en regiones donde el océano está contaminado, y verificar la calidad del agua antes de dirigirse a la playa”, comentó Prather esta semana.

“Sin embargo, la propagación comunitaria del SARS-CoV-2 en playas abarrotadas sigue siendo un problema”, señaló, ”especialmente dada la evaluación reciente sobre la posible aerosolización de este virus en partículas más pequeñas, que pueden viajar más de los seis pies que sugieren las pautas de distanciamiento social”.

En una entrevista con Los Angeles Times publicada a principios de la semana pasada, Prather aseguró: “No iría al agua así me pagaran un millón de dólares en este momento”.

En el artículo la especialista postuló que el SARS-CoV-2, el virus que causa COVID-19, podría ingresar al océano -a través de aguas residuales crudas o mal tratadas- y luego ser expulsado al aire a lo largo de la zona donde a menudo se practica surf.

Pero una nueva investigación publicada después de la entrevista modificó su pensar. El informe incluye la publicación acelerada de un estudio en la revista Nature, que encontró que el virus, al parecer, no es infeccioso en la materia fecal.

“El principal riesgo de exposición para la comunidad sigue siendo la contaminación de las aguas residuales y la escorrentía urbana hacia el océano, que puede aumentar después de tormentas importantes, como la que tuvimos esta semana”, señaló Prather en una entrevista de seguimiento, esta semana.

“Los efectos sobre la salud de la exposición a aguas contaminadas han sido objeto de numerosos estudios y los riesgos están bien documentados. Menos claros son los efectos de la exposición al aerosol producido en la pulverización marina del océano contaminado. Claramente, se necesita más investigación sobre este virus en particular para determinar si pierde poder infeccioso a través del tratamiento de aguas residuales y la exposición al aire, la luz solar y el agua”.

Los comentarios de Prather en días pasados, que buscaban ser una precaución para los bañistas, encendieron una tormenta de controversia, particularmente entre los surfistas, que ya estaban encerrados en un acalorado debate respecto a seguir surfeando en medio de las órdenes de quedarse en casa.

A través de correos electrónicos y comentarios en línea, algunos la acusaron de avivar el miedo y la histeria. También señalaron a Prather como científica y mujer, y escribieron obscenidades, insultos y en algunos casos usaron lenguaje amenazante.

En un mundo que se ha acostumbrado a encontrar contestaciones inmediatas a las dudas a través de internet, la incapacidad de los científicos de dar respuestas concluyentes a preguntas aparentemente simples, como “¿Es seguro meterse en el agua?”, ha agregado más frustración y ansiedad a las vidas afectadas por la pandemia.

Aunque la investigación sobre el SARS-CoV-2 avanza a una velocidad vertiginosa, la inseguridad sobre el futuro puede generar enojo y desconfianza, comprenden los expertos.

“Hay una situación sin precedentes, y la gente realmente no sabe lo que está sucediendo. Todo cambia día a día; lo que pensamos que era cierto hace dos meses claramente no es como vemos las cosas ahora, y todo ello crea una tormenta perfecta de desconfianza, desde un lugar de miedo”, expuso Vaile Wright, directora de investigación clínica y calidad de la Asociación Estadounidense de Psicología, quien explicó que el rango de reacciones también depende de la capacidad de una persona para tolerar o no la incertidumbre.

“Una forma de disipar esa frustración o ese miedo es atacar”, detalló. “Los que realmente son intolerantes con la incertidumbre se sienten muy amenazados, sumamente vulnerables en este momento; a menudo ven toda esta situación como injusta”.

Incluso para ella ha sido difícil saber cuáles son las acciones apropiadas por tomar y qué es lo que va demasiado lejos. “Nosotros, como humanos, preferimos las respuestas a las preguntas”, explicó. “Es lo opuesto a la ambigüedad que vivimos en este momento”.

De hecho, los científicos aún están investigando las características básicas del virus y las noticias evolucionan a una velocidad abrumadora.

En sólo una semana, la nación pasó de que le dijeran que las máscaras faciales eran innecesarias para quienes no son trabajadores de la salud, a un aviso a nivel nacional para usar máscaras de tela básicas y el pedido del alcalde de Los Ángeles, que instó a todos los residentes a cubrirse la cara cuando salgan de sus casas.

Además, esta semana, a las personas en Los Ángeles se les pide especialmente que no abandonen sus hogares si ello es posible, ni siquiera para comprar alimentos, a medida que el virus sigue propagándose.

Jennifer Savage, gerente de políticas de la Fundación Surfrider, en California, expuso que el ritmo de la nueva información es notable.

El grupo en sí recientemente cambió su mensaje basado en la última orientación y hallazgos de la ciencia, y pasó de instar a tomar medidas de distanciamiento social en la playa a la pauta de quedarse en casa para una mayor protección de toda la comunidad. La semana pasada, lanzaron su campaña #StayHomeShredLater (Quédate en casa, surfea las olas después).

Savage agregó que mucha gente apoyó el nuevo mensaje, pero reconoció que la crisis alteró la relación de las personas con las actividades al aire libre.

El océano, en particular, se considera un factor calmante y reparador, dijo, y ahora la imposibilidad de disfrutarlo “de hecho, podría poner a alguien en riesgo, o hacer que esa persona ponga en riesgo a otros; es lo contrario a todo lo que sentimos instintivamente”.

“Parece que cada día trae nuevas restricciones, y todos somos tan vulnerables en este momento, no sólo con la salud sino también ante el futuro económico”, añadió Savage. “Cuando escuchamos que el único lugar donde uno encuentra la paz y se libera de todo eso [está vedado]… Es algo muy humano culpar al mensajero”.

Prather, quien dirige el Centro de Impactos de Aerosol en la Química del Medio Ambiente, remarcó que las personas aún deben tener cuidado en la playa, especialmente si, como lo indica la información más reciente, el virus podría estar en el aire y viajar mucho más de seis pies.

La semana pasada, las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina enviaron una carta de “consulta rápida de expertos” a la Casa Blanca, en la que le informaban que el SARS-CoV-2 podría propagarse a través de bioaerosoles generados directamente por la respiración y el habla normales, además de por los estornudos y las gotas generadas por la tos.

“En este punto, el virus no se ha detectado en el océano o en el aire exterior, y los estudios sobre la transmisión en el agua y el aire apenas están comenzando”, destacó Prather. “... Sin embargo, dado que hay tantas cosas que aún no sabemos sobre el comportamiento de este virus, es importante que todos tomemos precauciones adicionales”.

Con la esperanza de llenar algunos de estos vacíos de información, Prather planea medir los patógenos en el agua de mar y en el aire a lo largo de la costa de San Diego y determinar cuáles -si es que hay- se transportan al aire en la atmósfera sobre las áreas de la costa donde se producen aguas residuales y escorrentía.

Investigaciones anteriores demostraron que ciertos tipos de bacterias y virus se transfieren del océano a la atmósfera cuando rompen las olas.

“Creo que los mensajes más útiles en este momento son: quedarse en casa es salvar vidas. Mantenga distancia”, señaló Prather. “Aunque seis pies podrían no ser suficientes si uno está cerca de alguien infectado”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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