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Incluso los angelinos que han seguido las reglas están hartos de distanciarse y las están incumpliendo

Ocean View Park in Santa Monica
Charlotte Cooper, izquierda, Abby Hércules y Gaby Cutini, todas de Los Ángeles, celebran el cumpleaños de Hércules en Ocean View Park en Santa Mónica.
(Jason Armond / Los Angeles Times)

Coronavirus: Algunos Angelinos aflojan sus límites personales mientras tratan de equilibrar la seguridad y la salud mental

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Durante casi dos meses, Sara McLean y su familia tomaron todas las precauciones contra la pandemia.

La artesana y su esposo sacaron a sus hijos de 6 y 12 años de la escuela unos días antes de que LAUSD cancelara la instrucción presencial el 16 de marzo. Se abastecieron de guantes, mascarillas y comida. No salieron de la casa, salvo para comprar comestibles dos veces al mes.

Pero a fines de abril, McLean comenzó a considerar que, por el bien de su cordura, podría romper con seguridad las restricciones de cuarentena establecidas para frenar la propagación del coronavirus. Comenzó invitando a una amiga a su extenso patio trasero en Mount Washington. Bebieron, cada una llevó su bebida, por supuesto, en sillas acolchadas ubicadas a muchos pies de distancia.

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Sintiéndose alentada por esa experiencia, McLean decidió organizar una fiesta del Día de la Madre en su patio trasero. Ella invitó a nueve mujeres, y cinco llegaron. Cada invitada tenía un lugar designado en el patio. McLean limpió cualquier superficie que sus amigas pudieran haber tocado después de que se fueron.

“Ya he establecido la premisa en mi mente de que no volveremos a la normalidad en corto plazo”, dijo McLean, de 45 años. “Así que me he estado preguntando, ¿cómo podemos cambiar nuestras vidas para poder seguir así y hacer cosas que eran importantes para nosotros antes de la pandemia?

Los funcionarios de salud siguen siendo inequívocos: se deben evitar todas las reuniones, y las órdenes de salud pública “con toda certeza” se extenderán hasta finales de julio.

Pero a medida que California experimenta su novena semana de cuarentena, muchos angelinos que han seguido estrictamente las órdenes de quedarse en casa han llegado a un punto crítico. Agotados y deprimidos por la soledad y una interminable procesión de reuniones de Zoom, han comenzado a aflojar sus límites personales mientras intentan equilibrar la seguridad y la salud mental.

“Fuimos muy cautelosas”, aseguró Gaby Cutini, quien se reunió con sus amigas cercanas Charlotte Cooper y Abby Hércules en el Ocean View Park de Santa Mónica el miércoles para compartir un pastel por el cumpleaños de Hércules. “Debido a que podíamos rastrear dónde habíamos estado y que no rompimos la cuarentena, sabíamos que estábamos socializando de manera segura”.

Entre la multitud responsable, estas primeras reuniones después de semanas de aislamiento han provocado una mezcla complicada de emociones, como la alegría y la culpa. Pero sobre todo, la conexión presencial en persona ha ofrecido un profundo alivio.

Ocean View Park in Santa Monica
La gente disfruta de un día en el Ocean View Park en Santa Mónica. Muchos de los que se han distanciado socialmente durante la pandemia de COVID-19 están empezando a romper las reglas: ver a amigos y familiares en parques o incluso en hogares.
(Jason Armond / Los Angeles Times)

Y aunque no las aprueban, los funcionarios de salud reconocieron que tales reuniones se volverán más comunes en las próximas semanas.

“Si bien no le recomendamos que cene con sus amigos... entendemos que puede haber circunstancias en las que haya otras personas que conozca cerca de usted”, dijo el viernes la directora de salud pública del condado de Los Ángeles, Bárbara Ferrer. “En esas circunstancias, manténga la distancia y póngase la mascarilla”.

Kayla Salisbury, maestra de arte en Century Community Charter School en Inglewood, fue una de las personas que evaluaron la situación. Después de semanas de abandonar su hogar en South Los Ángeles, ella y su prometido reunieron un pequeño grupo de amigos para una clase de yoga cerca del monumento conmemorativo de Martin Luther King Jr. en el Parque Estatal Kenneth Hahn para celebrar su 27 cumpleaños.

“Todos lo anhelamos”, dijo sobre el grupo, que fluía a través de sus vinyasas con mascarillas y tapetes separados a seis pies de distancia. “Y eso es algo de lo que hablamos cuando oramos después, estamos simplemente agradecidos y apreciamos lo maravilloso que era estar afuera y tomar un poco de aire”.

Anthony Cherro of Los Angeles relaxes in La Cienega Park in Los Angeles
Anthony Cherro de Los Ángeles se relaja en el parque La Ciénega.
(Jason Armond / Los Angeles Times)

Aunque el parque estaba más concurrido de lo que esperaba, casi todos llevaban una mascarilla y la gente mantenía una distancia respetuosa entre sí, expuso Salisbury. Ella señaló que el saber que la tasa de mortalidad había sido mucho más alta entre los angelinos negros -como ellos- los hizo tanto a ella como a sus amigos más cuidadosos.

Quienes visitan a amigos y parientes cercanos, incluso con mascarillas, tienen derecho a ser cautelosos, dijo Mark Nichter, profesor de antropología, salud pública y medicina familiar en la Universidad de Arizona. Las reuniones de amigos y familiares han sido una fuente común de eventos súper extendidos, y aquellos con lazos cercanos pueden tener dificultades para mantener una distancia social estricta.

“El distanciamiento social puede ser relajado alrededor de una mesa o en un espacio cerrado donde los abuelos están con nietos que no tienen la edad suficiente para entender las reglas”, escribió Nichter en un correo electrónico. “Los miembros de la familia pueden estar dispuestos a correr el riesgo si piensan que los otros miembros han sido razonablemente cuidadosos afuera”.

Fernanda Amaral estaba tan asustada por el coronavirus que sacó a su hijo Christopher de 11 años de la escuela dos días antes de que LAUSD cerrara oficialmente las aulas en marzo.

Pero a medida que pasaban las semanas, nuevas preocupaciones comenzaron a pesar sobre ella. A partir de este mes, le permitió a su hijo regresar a pequeñas prácticas de béisbol socialmente distanciadas en Ladera Park, atenuando su ansiedad materna con la pasión de él por el deporte.

“Simplemente me rompe el corazón que se esté perdiendo su última oportunidad de jugar Little League”, dijo Amaral, con la voz temblorosa por las lágrimas. “Me preocupa llevarlo allí y no quiero exponerlo a nada, pero tampoco deseo que se lo pierda”.

El instructor de boxeo Minju Shin dijo que más clientes lo han estado buscando en las últimas semanas, pagando para entrenar con él en Pan Pacific Park en el distrito de Fairfax.

“Cuando comenzó [la pandemia], la gente estaba realmente asustada”, señaló. “Pero ahora lo están menos”.

Los clientes de Shin han expresado su frustración por quedarse en casa, y él está feliz de proporcionarles una salida saludable. Cuidadosamente desinfecta su equipo y el de sus clientes antes y después de cada entrenamiento. También se aleja mucho de otros que pueden estar usando el parque.

“Siento que tengo que arriesgarme”, dijo sobre asumir un nuevo trabajo.

Tiene sentido que las personas conscientes estén comenzando a romper la cuarentena de manera modesta, comentó Ted Robles, psicólogo social de UCLA. Los humanos son criaturas sociales y es increíblemente difícil mantener meses de aislamiento.

“Esperamos que los demás nos den una idea de qué hacer”, destacó. “Cuantas más personas veas, más crees que está bien”.

También es natural considerar los costos y beneficios de cada acción, ya sea consciente o inconscientemente, dijo Robles. Es difícil para las personas ver y apreciar los beneficios del distanciamiento social, porque sus vidas no mejoran por eso, simplemente permanecen libres de virus.

Pero los costos del aislamiento, como no poder ganar dinero y aumentar la soledad, continúan creciendo. Y las personas están llegando a sus límites.

Esto es especialmente cierto para aquellos que viven solos.

Shannon de Zeeuw, una productora independiente, ha estado en cuarentena sola en su departamento de Echo Park. No había puesto un pie en una tienda de comestibles en más de un mes y salió sólo para pasear a su perro. La mujer de 34 años está enfurecida por las personas que corren por su vecindario sin mascarillas.

Zeeuw está agradecida por su salud y por poder pagar sus cuentas. Pero también ha sufrido intensos episodios de soledad, aburrimiento y depresión. Llegó al punto en el que realmente sólo necesitaba ver a un amigo.

Hace dos semanas, Zeeuw condujo hasta la casa de su mejor amiga en Venice. Se sentaron en el patio durante una hora y hablaron sobre los extraños giros que la vida había tomado desde la última vez que se vieron.

“Siento que en persona, es más fácil para los amigos hablar sobre otras cosas además de la cuarentena, como el trabajo que te agotó antes o la chica que te rompió el corazón”, dijo.

Desde entonces, Zeeuw ha recibido amigos, uno a la vez, y sólo aquellos que han estado en una cuarentena estricta, en su propio patio trasero. También ha conocido gente en el cercano Parque Elysian. Hacerlo se siente más seguro para ella que ir a la tienda de comestibles, donde hay cientos de personas que no sabe a quién han tocado.

Aún así, a veces se siente culpable por relajar algunas restricciones. “Pienso que… tal vez no debería estar haciendo esto”, dijo.

“Pero también estoy aprendiendo a vivir de esta manera”, enfatizó. “Mi salud mental es tan importante para mí como mi salud física”.

Para McLean, la artesana de Mount Washington, su fiesta de cinco personas para el Día de la Madre fue como un ensayo. Su cachorro Chihuahua-Dachshund, Ozzie, se acercó alegremente a sus invitados, sin saber que posiblemente podría ser un medio para transmitir un virus mortal. Y una de sus amigas abandonó su área designada y se acercó demasiado.

McLean en broma amonestó a su amiga por el desliz en su fiesta pandémica.

“Te sientas en tu lugar”, le dijo, “y ahí te quedas”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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