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Cada vez llegan más solicitantes de asilo, y este refugio para migrantes en San Diego no conoce el descanso

Eitan Peled guides a mother and her daughter at the airport for her travel to the east coast on Wednesday.
Eitan Peled, de Jewish Family Services, escolta a una madre y su hija al aeropuerto de San Diego para su vuelo a la costa este, el miércoles.
(Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune)
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Eitan Peled tiene una colección de nuevas selfies en aeropuertos, aunque no ha viajado a ningún lado recientemente. Las fotos documentan los últimos momentos de los solicitantes de asilo en San Diego antes de abordar los aviones que los llevarán a reunirse con esos familiares a quienes han pasado años tratando de alcanzar. En esos momentos, los recién llegados finalmente se sienten tranquilos; relajan los nervios que los acompañaban incluso hasta en la camioneta hacia el aeropuerto.

Peled usa las imágenes como seguimiento de los días que transcurren mientras él y otros miembros de Jewish Family Service intentan brindar el mayor apoyo posible a los solicitantes de asilo que pasan por el programa de refugio para migrantes de esa organización.

Si bien los niños migrantes no acompañados detenidos recientemente al cruzar la frontera llegan pronto al Centro de Convenciones de San Diego, las familias que piden asilo son refugiadas en la ciudad, desde hace años, por el Jewish Family Service. A medida que el número de solicitantes liberados en el área aumentó, este mes, la entidad hizo un llamamiento para que más personal y voluntarios ayudaran a repartir comidas, hacer arreglos de viaje y guiar a los recién llegados por el aeropuerto de San Diego.

A man kneels and hands a young child a bag of food in a doorway
Un niño acepta una entrega de comida de Eitan Peled, de Jewish Family Service, en San Diego.
(Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune)
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Mientras tanto, el personal del refugio trabaja las 24 horas del día para reconstruir la capacidad del lugar después de meses de menor necesidad durante la pandemia, todo mientras navega por las complicaciones y las precauciones del COVID-19. “Cada vez que logramos que una familia viaje, hacemos espacio para aceptar a otra”, afirmó Peled.

Esa es la premisa que lo mantiene trabajando los siete días de la mayoría de las semanas.

El refugio abrió por primera vez a fines de 2018, cuando la administración Trump impidió que los funcionarios de inmigración ayudaran a las familias peticionarias de ese beneficio a hacer arreglos de viaje para llegar a sus destinos finales en Estados Unidos, y comenzó a liberarlas en autobuses en los centros de tránsito, sin ningún apoyo.

Cuando comenzó la pandemia y la administración Trump emitió una orden -conocida como Título 42-, que autorizaba a los funcionarios a expulsar de inmediato a quienes cruzaran la frontera, la cantidad de familias que llegaron al refugio disminuyó.

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Los voluntarios de Jewish Family Service ayudan a entregar alimentos a las familias que piden asilo, en San Diego.
(Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune)

Pero a partir de noviembre, la ocupación en el refugio -reestructurado después del COVID a habitaciones de estilo hotel en lugar del espacio para dormir común que existía antes de la pandemia-, volvió a aumentar lentamente.

En febrero, Jewish Family Service comenzó a recibir solicitantes de asilo que estaban en el programa Permanecer en México, de la administración Trump, conocido oficialmente como Protocolos de Protección al Migrante (o MPP, por sus siglas en inglés). A medida que el presidente Biden pone fin al programa, los solicitantes de asilo con casos judiciales de inmigración activos en MPP pueden ingresar a Estados Unidos en varios lugares, incluido el puerto de entrada de San Ysidro.

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Al principio, los solicitantes de asilo de MPP llegaban en grupos de 25 por día. La cifra aumentó a alrededor de 50 por jornada.

Luego, en marzo, sin previo aviso, la Patrulla Fronteriza comenzó a enviar al refugio migrantes que habían sido detenidos tan lejos como Yuma, Arizona.

Hasta el 25 de marzo, el espacio recibió a más de 2.000 personas este mes. El número representa más de 490 en todo febrero y 144 en enero, según Kate Clark, abogada del Jewish Family Service.

La organización sin fines de lucro no contaba con personal para tal incremento, y ello ha significado largos días de tareas para Clark, Peled y todo el equipo. El servicio se complace en ayudar a más personas, pero necesita mayor cantidad de personal para que la atención mantenga la calidad que debe tener, afirmó Clark. “No es una crisis”, agregó. “Es solo una contingencia”.

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Eitan Peled coordina la distribución de alimentos y los horarios de llegada de los huéspedes desde un camión de reparto en el refugio de Jewish Family Service, en San Diego.
(Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune)

Mientras que algunos miembros del personal del refugio están transportando a los solicitantes de asilo al aeropuerto de San Diego a las 3:30 a.m., los días de Peled generalmente comienzan alrededor de las 7:30 en el puerto de entrada de San Ysidro.

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El hombre joven, de 27 años, suele llevar lo que él llama su “uniforme”: una camiseta que dice ‘En nuestra comunidad, nadie se queda solo’. Este exdirector del programa de protección y migración infantil de UNICEF de EE.UU espera que el mensaje ayude a los solicitantes de asilo a distinguirlo de las fuerzas del orden y otros funcionarios gubernamentales. En el puerto, él y el equipo legal del Jewish Family Service verifican el papeleo de los peticionarios después de haber confirmado sus identidades con los oficiales de Aduanas y Protección Fronteriza.

Un día antes, a los solicitantes de asilo les realizan la prueba de COVID-19 en un refugio provisional en Tijuana. En el puerto de entrada, el personal médico de UC San Diego Health lo hace por segunda vez.

Luego suben a un autobús de Jewish Family Service, decorado para ayudar a los solicitantes de asilo a celebrar el momento, que los deja en uno de los cuatro hoteles donde la organización sin fines de lucro tiene habitaciones reservadas, y estos se ponen en cuarentena allí hasta que reciben los resultados de sus exámenes.

Clark ve cómo las lágrimas de alegría corren por los rostros de los solicitantes de asilo mientras caminan hacia el autobús. “Hay un momento en el que, de repente, se dan cuenta de que ya no están bajo custodia”, agregó Peled.

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Eitan Peled trabaja en la oficina preparando las bolsas de comida a bordo para las salidas al aeropuerto, por la mañana y por la noche.
(Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune)

El viernes pasado, entre los primeros a quienes Peled ayudó a subir al autobús estaba una familia venezolana de tres personas, Meivys, Edixón y su hija de cuatro años, quienes habían estado en Tijuana en el marco del programa Permanecer en México durante casi dos años.

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Peled también fue quien les llevó el almuerzo a su hotel ese día, haciendo rodar un carrito del hotel por el pasillo con botellas de agua y bolsas de comida que podían calentarse en los microondas de las habitaciones. “¡Aleluya!”, exclamó una mujer, riendo, cuando llamó a su puerta para entregar la comida. Otra preguntó en portugués sobre los resultados de su prueba COVID. Los brasileños son uno de los grupos más grandes que ha recibido el refugio en marzo. Peled le respondió en español, esperando que lo entendiera debido a las similitudes entre los dos idiomas. Ella le dio las gracias y cerró la puerta.

Peled ve el trabajo que está haciendo Jewish Family Service como una intersección entre lo que el sistema de asilo es, y lo que podría ser. “Nos manejamos dentro del contexto de un sistema de inmigración quebrado y respondemos a las necesidades de personas vulnerables que intentan navegarlo”, comentó. “Mientras transitamos por ese sistema deteriorado, abogamos y trabajamos para construir uno que funcione mejor”.

Los solicitantes de asilo que son liberados al refugio porque eligieron cruzar la frontera sin permiso y terminaron detenidos por la Patrulla Fronteriza son un síntoma del sistema fallido, remarcó. El proceso para cerrar el programa MPP, que no requiere que los solicitantes de asilo pasen tiempo en celdas, agregó, podría ser un modelo de cómo será el procesamiento de asilo humano sin custodia, en el futuro.

El refugio donde Jewish Family Service atendía a los solicitantes de asilo antes de la pandemia se convirtió ahora en un centro de almacenamiento de comida y suministros, así como en la oficina donde los trabajadores y voluntarios llaman a las familias para hacer arreglos de viaje.

Peled se reunió con Clark allí el viernes por la tarde para decidir quién recogería a los solicitantes que dejaría la Patrulla Fronteriza ese día.

Al principio, la Patrulla Fronteriza no notificaba al refugio sobre las liberaciones hasta que los migrantes ya estaban en una parada de autobús, comentó Peled, y el personal se apresuraba a enviar a alguien a buscarlos.

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Desde entonces, han establecido comunicación con los agentes en las estaciones de la región para poder coordinarlo, indicó Peled. Mientras él y Clark hablaban, llegó otro correo electrónico de la Patrulla Fronteriza que alertaba sobre llegadas adicionales.

Peled acompañó a Meivys, Edixón y su hija al aeropuerto, el lunes por la noche. Ellos y los otros solicitantes de asilo que recogió en los dos hoteles en los que paró con la camioneta de 15 pasajeros de la organización, lo estaban esperando en el vestíbulo.

A man sits at a table in front of a laptop talking on a cellphone
Eitan Peled trabaja en la oficina de Jewish Family Services de San Diego para coordinar horarios de recogida de los recién llegados.
(Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune)

Una vez en la camioneta, preguntó en español: “¿Quién quiere ser DJ? ¿A qué artista quieren escuchar?”.

“Salsa”, respondió una mujer después de una pausa tímida.

Cuando Peled la presionó para que nombrara a un artista, ella eligió a Marc Anthony.

En el aeropuerto, dejó a parte del grupo en una de las terminales para esperarlo mientras escoltaba a la otra mitad hasta la puerta de embarque. La mayoría iba a Miami.

Un supervisor de la Administración de Seguridad en el Transporte reconoció a Peled y fue a ver qué necesidades especiales tenía el grupo para los controles de identidad. A veces, los solicitantes no tienen pasaportes o sus documentos de viaje están vencidos. El grupo del lunes pasó relativamente bien: solo un hombre tenía un pasaporte vencido, y se le efectuó una evaluación adicional.

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Fue solo después de pasar por seguridad que los inmigrantes comenzaron a charlar; sus tensiones finalmente se aliviaron sabiendo que nada más se interponía entre ellos y sus vuelos. Para una madre y una hija de Nicaragua, esa era la primera vez que subían a un avión. Peled intercambió golpes de puño con el grupo y les deseó lo mejor antes de regresar rápidamente a la otra terminal para ayudar a la familia venezolana a registrarse y pasar por seguridad. En la puerta, su pequeña hija comenzó a picar la bolsa de comida que les habían dado para el viaje, mientras la pareja recordaba todo lo que habían vivido hasta ese día.

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Eitan Peled guía a una madre y su hija por la seguridad del aeropuerto de San Diego, antes del vuelo.
(Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune)

Mientras estaban en México, compartían un apartamento con otra mujer venezolana que había sido enviada de regreso a Tijuana en el marco del MPP. Tenían tanto miedo del vecindario en el que vivían que nunca salían, recordó Meivys. Uno de sus vecinos era un traficante de drogas, que fue allanado por militares y policías.

Después de que el propietario les subió la renta, pasaron el resto de sus días en Tijuana yendo de un lugar a otro, quedándose con quienquiera que los acogiera por un tiempo. “Fue difícil, pero damos gracias a Dios por poner buenas personas en nuestro camino”, comentó Meivys en español.

Cuando la familia recibió la llamada con su turno de ser procesada en Estados Unidos, se relajó por primera vez en años. Una vez en EE.UU, el sentimiento se profundizó. La primera noche en el hotel de San Diego, durmieron hasta la tarde. “Lo que les digo a quienes esperan es que tengan fe”, resaltó Meivys. “La espera es dura, pero vale la pena”.

Sus sueños de una vida en Estados Unidos se centran en su hija y las oportunidades que la niña tendrá aquí. La mujer bromea con cariño sobre el acento mexicano de su niña; efecto de que la pequeña pasó la mitad de su existencia en ese país.

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Antes de dejar a la familia para abordar el avión, Peled hizo una pausa para tomar su tradicional autofoto.

El lunes terminó su trabajo cerca de las 11 p.m. “Mañana, lo haremos todo de nuevo”, concluyó.

A man, woman and child walk beside an airport luggage carousel.
Eitan Peled guía a una madre y su hija por el aeropuerto de San Diego.
(Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune)

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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