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En la búsqueda de su tía, inmigrante crea movimiento #TodosSomosFlor denunciando desaparecidos en El Salvador

Flor María García fue vista por última vez el 16 de marzo en Cojutepeque, El Salvador.
(Cortesía de Jorge García/Todos Somos Flor)
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La intempestiva desaparición de Flor María García fue un golpe demoledor para Jorge García. Este joven, residente en Las Vegas, trae a la memoria que en 2008 no pudo hacer nada ante el asesinato de su abuela materna en El Salvador. Ahora está determinado a mover cielo y tierra en la búsqueda de su tía.

“Sea quien sea, caiga quien caiga, quiero que se le haga justicia, que el caso de mi tía no sea uno más que quede archivado”, dijo categórico el joven de 22 años, que suspendió sus estudios en la Universidad de Nevada, Las Vegas, para viajar junto a sus familiares a buscar a quien considera su “hermana mayor”.

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García, originario de Sonsonate, entró a Facebook pocas horas después de enterarse de lo ocurrido a la hermana de su mamá. El 17 de marzo, a las 2 de la madrugada, creó la cuenta “Todos somos Flor” que a 100 días de esta desaparición cuenta con cerca de 20 mil seguidores y sigue creciendo.

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“Es mi tía, pero la relación que llevo con ella es como mi hermana mayor”, dijo acongojado el joven salvadoreño que antes de moverse a Nevada vivió en Vallejo, California. “Desde el principio lo sabemos nosotros, no es el único caso”, reconoció García, quien agradece el apoyo recibido en las redes sociales.

Aparecen junto a Flor (izquierda), su sobrino Jorge y su hermana Isabel, quienes realizan la búsqueda de la joven de 33 años.
(Cortesía de Jorge García/Todos Somos Flor)

De acuerdo a datos de la Fiscalía General de la República (FGR) de El Salvador, entre enero y abril de 2021 se reportaron 415 desapariciones, mientras que en 2020 en ese mismo período se tuvieron 196 casos denunciados, lo que representa un incremento cercano al 112%.

Este fenómeno, sin embargo, no es reciente. Entre la década previa al conflicto y durante el enfrentamiento armado, entre 1970 y 1992, se estima que hubo 8 mil desapariciones perpetradas por miembros de los cuerpos de seguridad estatal y grupos paramilitares, pero con la llegada de los Acuerdos de Paz se redujo ese tipo de delito.

“Es como el contagio de COVID, no se dice nada, pero está proliferando”, reaccionó Teresa Tejada, directora ejecutiva de la Asociación de Salvadoreños de Los Ángeles (ASOSAL), al referirse al incremento de las desapariciones, algo que relacionó con la ola de refugiados que salió en medio de la guerra.

“Nosotros somos el producto, que nos venimos porque ya no podíamos vivir en El Salvador”, manifestó Tejada. “Allá por 1990, 1991 y 1992, la gente venía en barbaridades para varios países y Estados Unidos era uno de ellos, todo mundo queriendo irse, salimos como judíos por todos lados”.

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Entre las desapariciones de 2021 se incluye a Flor María García, de 33 años. Esta mujer, madre de dos hijos de 4 y 5 años, salió de Cojutepeque, en el departamento de Cuscatlán, el 16 de marzo pasado. Según el relato del esposo, Joel Valle, un día antes acordaron que ella viajaría a la capital salvadoreña.

La joven mujer salió a las 6:30 a.m., aproximadamente. El esposo, odontólogo de profesión, estaba todavía dormido por lo que no sabe cómo iba vestida, contó a la familia. A las 9:30 p.m., Valle se comunicó con Isabel García, hermana de la desaparecida. “¿Ha llegado Flor a Sonsonate hoy?”, preguntó.

Al enterarse que no había llegado y no estaba con su hermana, se corrió la voz de la desaparición. Jorge, por su parte, después de crear la página de Facebook comenzó a buscar información de los locales que posiblemente hubiese visitado su tía en San Salvador, en donde compraría insumos médicos.

Después de un poco más de tres meses, las autoridades no tienen información del caso.

“Nosotros hemos hecho investigaciones por nuestra parte también, [pero] nadie la vio”, explicó el sobrino con cierto nerviosismo.

Jorge viajó a El Salvador el pasado 25 de marzo. Junto a él iban el padre de Flor y dos familiares más. En su estancia allá han tocado las puertas de las diferentes instituciones gubernamentales y medios de comunicación.

Flor María García, de 33 años, es buscada por sus familiares en El Salvador y Estados Unidos.
Flor María García, de 33 años, es buscada por sus familiares en El Salvador y Estados Unidos. La joven desapareció el 16 de marzo en la ciudad de Cojutepeque.
(Cortesía de Jorge García/Todos Somos Flor)

Como resultado de la difusión en redes sociales, en donde utilizan la etiqueta #TodosSomosFlor, el 27 de marzo el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, se refirió a este caso en conferencia de prensa.

“Tenemos el caso de Flor, por ejemplo, que está desaparecida desde hace días y otros tantos que igual están desaparecidos, y a diario, la policía está generando reportes de inteligencia, de donde está la persona, quiénes pueden ser los sospechosos”, indicó el mandatario.

Los familiares no han dejado de llamar. Contactan a los fiscales y policías casi a diario. En la página de Facebook llevan un conteo de los días que Flor tiene desaparecida. En solidaridad, también incluyen casos de otras personas que están angustiadas en una búsqueda similar de un ser querido.

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Este miércoles, divulgaron el caso del joven Daniel Ernesto Luna Castillo, desaparecido el 2 de junio pasado. “Él fue visto por última vez en la parada del Estadio Cuscatlán, ruta 44, por el Hermano Lejano”, se leía en la publicación que rápidamente fue compartida por otros cibernautas.

La gente les hace llegar sus historias, dijo García. Él entiende que no todos quieren publicar estos casos debido a posibles amenazas, por eso divulga las desapariciones de otros. De igual manera, toma información de otras páginas que han surgido con el mismo tipo de contenido.

Esta página apenas lleva dos meses de creada, agregó, pero las interacciones y visitas del público alcanzaron ya los 4 millones.

“Las personas están escuchando, no solo soy yo; hay una población que voluntariamente nos ha ayudado a compartir, gracias a esa gente que compartió [el caso de Flor] llegó a oídos del presidente Bukele”, dijo.

“Yo lo veo como un movimiento”, apuntó García, detallando que mientras hayan desaparecidos nadie podrá silenciar las denuncias en las redes sociales, y, por esa razón, muestra empatía con otras familias. “La página lleva el nombre de mi tía, pero ese ‘Todos somos Flor’ incluye a todos”, subrayó.

Jorge García busca a su tía, Flor María García, desaparecida en El Salvador desde el 16 de marzo de 2021.
(Cortesía de Jorge García/Todos Somos Flor)

La divulgación de desaparecidos, sin embargo, es contrario al mensaje de triunfalismo que prodiga el gobierno.

La administración Bukele se ufana por tener un país más seguro y exalta la reducción de asesinatos, al destacar según reportes del gobierno que en 2020 se registraron 1.322 homicidios en todo el territorio salvadoreño. Es decir que al comparar con el 2019, hubo una disminución del 45% de crímenes.

El gobierno atribuye este logro al denominado Plan Control Territorial, y se desliga de los pactos o treguas con pandillas, que sí han sido identificadas en administraciones pasadas; no obstante, investigaciones periodísticas y expertos plantean que no puede haber reducción de violencia sin negociación con grupos criminales.

Carlos Carcach, investigador y coordinador del Centro de Políticas Públicas de la Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN), señaló que el plan de Bukele no ha golpeado el control que tienen las pandillas, a eso atribuye que sigan las extorsiones y las desapariciones en una situación más grave.

“La fiscalía resuelve el 50% de estos casos y el otro 50% queda sin resolver. El 5% de todos los desaparecidos se encuentran muertos”, indicó el investigador en entrevista realizada en febrero pasado.

“Hay negociaciones directas entre el gobierno y las pandillas, porque no solo han mantenido su capacidad de generar violencia, han fortalecido su situación económica-financiera, sino que cada vez más han ido adquiriendo mayor poder político, cada vez son actores con más elementos a favor en una negociación con cualquier gobierno”, señaló Carcach.

El 28 de marzo pasado, dos días después de asumir como ministro de seguridad, Gustavo Villatoro cuestionó y pidió que no se utilicen las redes sociales para denunciar las desapariciones. Según explicó, la información que publican los familiares de las víctimas sirve para que criminales cometan otros delitos.

“Las redes sociales no son mecanismo de denuncias de este tipo de crímenes”, criticó.

Lo que algunos expertos plantean es que el gobierno está tratando de minimizar este tema y aunque el aparato estatal busque la manera de que no salgan a luz las denuncias, siguen surgiendo más casos.

Un caso reciente es el asesino capturado el 7 de mayo anterior en Chalchuapa, ciudad ubicada al occidente de El Salvador. En el patio de la casa de este expolicía se han encontrado al menos 15 cadáveres en una fosa clandestina, víctimas que en su momento se reportaron como desaparecidas.

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Según una publicación de la revista Factum, se ha confirmado que 13 cadáveres se enterraron entre el 2020 y 2021, lo que dio al traste con la versión del gobierno de que se trataba de crímenes cometidos mucho tiempo atrás.

“La delincuencia se ha transformado, ya no abandonan los cuerpos en la vía pública, o en los sitios donde han sido asesinados, sino que los entierran”, valoró Jeannette Aguilar, investigadora y autora del estudio “Desaparición de Personas en El Salvador”, publicado en abril pasado.

El estudio, publicado por la Fundación de Estudios para la Aplicación del Derecho (FESPAD), plantea que este fenómeno se viene incrementando desde inicios de la década del 2000. Ahí se indica que solo entre el 2014 y 2019 la fiscalía salvadoreña registró más de 20 mil denuncias de desapariciones.

“Hemos venido diciendo que los muertos [a manos de las pandillas] no se han reducido a ese nivel [que dice el gobierno], sino que han sido desaparecidos”, apuntó Aguilar.

“La realidad se está imponiendo con el caso de Chalchuapa por ejemplo y eso no lo van a poder detener, porque el país es desde mi perspectiva un gran cementerio clandestino”, añadió la investigadora, detallando que existe un subregistro porque muchas personas no reportan a sus desaparecidos.

Lo peor de este fenómeno, afirmó Aguilar, es que las familias están solas. Existe una indiferencia e indolencia a investigar las denuncias de desapariciones.

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— Ricardo Valencia, profesor de California State University, Fullerton

Ante ese escenario, la investigadora sugiere que se activen los mecanismos de denuncia internacional y protección en materia de derechos humanos. Al mismo tiempo, a través de la presión y sanción para el Estado salvadoreño se puede lograr que las investigaciones de estos casos avancen.

En ese sentido, Aguilar considera que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos pueden retomar algunos casos y emitir resoluciones, como ha sucedido con antecedentes en otros países del sur sobre todo de las desapariciones de las dictaduras.

A juicio de Ricardo Valencia, profesor de la California State University, Fullerton, este fenómeno se está convirtiendo en un tema transnacional que ha comenzado a erosionar la imagen del gobierno de Bukele, porque el logro que tanto ha promovido se está desmoronando como un castillo de arena.

“El tema de los desaparecidos le quita el control de la narrativa [al gobierno]”, analizó el académico de origen salvadoreño.

“Al presidente y al gobierno les molesta mucho que este tema puede afectar su popularidad interna; mientras más salvadoreños en Estados Unidos con familiares desaparecidos salgan, se convertirá en un tema que llamará la atención de los congresistas estadounidenses”, aseguró Valencia.

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Esa olla de presión se genera a raíz de la falta de respuesta de las autoridades. En un cable de la agencia Efe, se indica que en lo que va del 2021, según datos de la fiscalía salvadoreña, de las desaparaciones reportadas se han encontrado con vida a 123 personas, mientras que 10 estaban muertos.

García, por su parte, solo piensa en encontrar a su tía. A veces dice que se deprime porque le llegan a su mente ideas y preguntas de las condiciones en las que podría estar Flor María. Se pone a reflexionar si estará con vida, si la han golpeado o tiene comida. En medio de la zozobra trata de aferrarse a su fe.

“La esperanza es que si una persona sabe algo, o le hizo algo, a través de estas publicaciones [en las redes sociales] le pueda llegar a alguien, que si tiene información se comunique. Nosotros lo único que queremos es recuperarla a ella”, concluyó García.

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