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¿Crees que Los Ángeles no tiene estaciones? Estas equivocado. A continuación, te indicamos cómo distinguirlas

A family is seen walking under blooming jacarandas in Long Beach
Es una vista común en esta época del año, jacarandas floreciendo y las flores púrpuras que tapizan las aceras y su automóvil.
(Luis Sinco / Los Angeles Times)
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La gente que dice que Los Ángeles no tiene estaciones es poco observadora.

Por supuesto que las tenemos y son muchas más de cuatro. Hay, por ejemplo, la larga estación “¿Cuándo diablos va a llover?”. Tenemos la breve “¿Cuándo va a dejar de llover?”, la estación de “¿Huele a humo?”, y la de “¿Suéter o sudadera?”.

En este momento, estamos en la estación de “Oh, genial, ahora tengo que quitar esas malditas flores de jacaranda que tapizaron mi auto”.

En otros lugares, las ramas desnudas y la flora muerta son una característica estacional. Aquí tienes que mirar más de cerca qué está floreciendo y cuándo. Ahora mismo estamos al final de una floración de jacaranda bastante larga que convirtió los árboles en doseles ultravioleta.

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Para comprender el paisaje que ves, debes darte cuenta de que, como tú, probablemente no sea de por aquí.

La jacaranda, que proviene de Argentina, Paraguay y Uruguay, se volvió viral gracias a la influyente botánica y horticultora ornamental Kate Sessions, la oriunda de California que pintó el paisaje de principios del siglo XX con plantas (importadas y nativas) de la misma manera que Monet pintaba lienzos con nenúfares. Las primeras jacarandas pudieron haber sido traídas aquí unas décadas antes, cuando los barcos con destino a la fiebre del oro se detuvieron en puertos de América del Sur y los pasajeros pudieron haber decidido llevarse algo de esa brillante belleza azul lila con ellos.

Lo sé porque Frank McDonough me lo comentó. Es botánico y, durante casi 25 años, ha sido el consultor de información botánica en el Arboretum de Los Ángeles, que cualquier residente que afirme ser un verdadero angelino debe visitar. Publica un calendario anual de floración, al igual que la Biblioteca Huntington, la Galería de Arte y los Jardines Botánicos, para que pueda descubrir en estos jardines brillantemente mantenidos lo que va y viene, mes a mes, en el paisaje más grande del sur de California.

De él aprendí que el aspecto verde de Los Ángeles ahora casi no se parece a su yo prehumano. Este condado fue una vez una serie de humedales alimentados por arroyos y marismas del río Los Ángeles. Tenía bosques de robles y valles de pastizales.

Luego, hace por lo menos mil años, los nativos americanos quemaban tierra para hacer salir la caza y poder crecer más robles a fin de producir mayor cantidad de bellotas para comer.

Son los últimos cien años o más los que han hecho irreconocible el paisaje nativo. Antes de que el agua del Acueducto de Los Ángeles empapara el Valle de San Fernando, en 1913, el cultivo de trigo seco era tan abundante que el que se cosechaba en esta ciudad se vendía en lugares tan lejanos como China. Pero los cítricos sexys y suculentos inclinaron la balanza: el ícono naranja que se les dijo a los turistas que podían alcanzar desde la ventana de su tren y desde la ventana de su cocina en su nueva casa de Los Ángeles.

“Fue lucrativo”, comentó McDonough. Los productores de naranjas trajeron a arbolistas veteranos, especialmente de Italia, que hicieron una ciencia de los cítricos más grandes y mejores, señaló. Durante muchos años después, antes de que el olor gris del smog lo reemplazara, la fragancia de azahar hizo que los valles del interior, desde Pasadena hasta Riverside, olieran como a una boda de sociedad.

California tiene rosas y uvas nativas, pero demasiado escuálidas y desaliñadas para el gusto de los europeos, por lo que los padres españoles trajeron sus propias vides y acorralaron a los nativos americanos para cultivarlas. (“Fresno” fue una miniserie de 1986 que se burlaba de telenovelas como “Dynasty”. En su secuencia inicial, un conquistador come una uva nativa de California, hace una mueca, la escupe y dice: “¿Llamas a esto uvas? Saben a fresno”).

La Cámara de Comercio tuvo suerte; a principios de siglo, cuando se presentaba a Los Ángeles como el jardín del mundo, milenios de agua aluvial habían enriquecido el suelo de tal manera que prácticamente se podían tirar los frijoles mágicos de Jack en el suelo y estallaría un tallo de frijol gigante. Incluso el jardín de la cabaña más humilde de Los Ángeles podría verse tan exótico y llamativo como la ventana de una floristería de la Quinta Avenida.

Vintage postcard depicts a garden in bloom
Una postal fechada en 1911 de la colección de Patt Morrison muestra cómo se utilizó el clima favorable a las plantas del sur de California para publicitar tierras aquí.

“Por lo que yo llamaría ‘una campaña de propaganda’ para ayudar a desarrollar la tierra”, comenta McDonough, “por eso somos una de las áreas más sofisticadas en horticultura del mundo. No lo parece, ¿verdad? Pero lo somos”.

“Recuerde que la industria número uno vendía tierras. Impulsaron la idea de que se puede cultivar lo que quiera en California: ‘¡Tenemos mucha agua! ¡Miren, césped verde! ¡Miren, olmos!’, aunque a la larga, puede que esto no exista”.

Además, el sur de California era tierra incógnita, un lugar nuevo, inquietante e inestable que ponía nerviosos a los recién llegados. La investigación, indica McDonough, ha encontrado una y otra vez que “los paisajes muy cuidados nos hacen sentir seguros porque sabemos que hay alguien cerca, trabajando en ellos. Las áreas indómitas y de aspecto salvaje no nos hacen sentir seguros”.

Las plantas de trasplante que los recién llegados trajeron de sus antiguas granjas florecieron como locas, en parte porque sus enemigos habituales, los insectos y las enfermedades, se quedaron atrás. Con el tiempo, los insectos finalmente encontraron el buffet de Los Ángeles y comenzaron a darse un festín con estas plantas, y sin parásitos naturales aquí para detener a los insectos, el negocio agrícola tuvo que importar parásitos para perseguir a los insectos. Como señala McDonough, “Ese es un legado de la industria de los cítricos: la introducción de parásitos”.

"Twin Palms near Pasadena, Cal." reads a vintage postcard showing a pair of trees framing a small yellow home.
No hay palmeras nativas de Los Ángeles, pero se han convertido en una parte integral de nuestro paisaje. Esta pareja peluda de Pasadena está representada en una postal, con matasellos de 1909 y enviada por correo a St. Paul, Minnesota, de la colección de Patt Morrison.

La mayor parte de lo que podríamos llamar nuestra carismática megaflora fue traída aquí desde otra parte y prosperó. Es una deliciosa paradoja que la palmera, superada solo por la naranja en iconografía, no tenga una versión nativa en la cuenca de Los Ángeles. El más cercano crece en los cañones del desierto alrededor de Palm Springs.

Si la ciudad tiene una sola palmera mascota, puede ser la de faldón melenudo que se trasladó a Exposition Park en 1914. Antes de eso, pasó un cuarto de siglo saludando a los recién llegados en una estación de tren, e incluso antes de eso, alrededor de 1850, el año en que California adquirió la condición de estado, había sido desenterrada del desierto y transportada a la ciudad por su buen aspecto. Preparándose para los Juegos Olímpicos de 1932, los trabajadores plantaron 40.000 palmas de escoba por la ciudad como vestuario para los juegos de verano.

La bugambilia y la extravagante ave del paraíso, la flor oficial de la ciudad de Los Ángeles, son importaciones de Sudáfrica. Hace años, F. W. De Klerk, el presidente sudafricano que compartió polémicamente el Premio Nobel de la Paz con Nelson Mandela por poner fin al apartheid, llegó a la ciudad. Caminé con él durante una hora más o menos para una entrevista y varias veces me interrumpió para sacar el brazo por la ventanilla del automóvil y señalar las plantas, así como las flores sudafricanas que ahora estaban incrustadas en el paisaje de Los Ángeles. En la década de 1960, la ciudad rechazó sus propios árboles nativos para nombrar otra belleza sudafricana, el árbol de coral, como nuestro símbolo arbóreo oficial.

El elegante eucalipto, los fantasmas de color gris verdoso amados por los pintores al aire libre y por los cultivadores de cítricos que lo plantaron como protección contra el viento para sus plantaciones: eran la quimera de Ellwood Cooper. El horticultor originario de Pennsylvania que se mudó a California pensó que aquí, en lo que le denominaba con entusiasmo como el “paraíso del mundo occidental”, este árbol australiano sería ideal como combustible (no lo era). Y la alardeada resistencia a la sequía de los eucaliptos, indica McDonough, dependía de crecer en años de abundantes lluvias alternando con sequías ocasionales. Además, se encienden como antorchas tiki en el fuego. Pero ahora es difícil pensar en un paisaje del sur de California sin ellos.

La tuna está tan libre de asociarse con el desierto como un saguaro (hay uno que es nativo del condado de Kern), pero aquí se amansa en los jardines del patio trasero y su fruta zumba en licuados. Mi editor, aficionado a la jardinería, me comenta que, en el otoño, los árboles de guayaba hacen que vecindarios enteros huelan como el relleno de un pan dulce.

Si ha venido aquí desde otro lugar, es posible que se haya encontrado con la sorpresa y la decepción de las floraciones de los escenarios de películas de Hollywood. Son preciosos, pero a veces tan faltos de olor como la imagen de una flor.

Ahora, hay muchas plantas aquí que huelen muy bien. Las enredaderas silvestres del jazmín de capullos rosados en la primavera debe ser a lo que huele el paraíso eterno. Pero las flores que en otros lugares tienen un aroma tan potente como cierto perfume elegante local de la década de 1980, tan fuerte que fue clasificado como un “asfixia ascensores” y prohibido por algunos restaurantes; su versión de California puede decepcionarle.

¿Por qué, en un suelo tan mágico, sucedería eso? McDonough explica que el olor es generalmente para los polinizadores, no para nosotros, y en las áreas secas, los polinizadores como los murciélagos y las polillas emergen por la noche, o no están allí en absoluto, por lo que las plantas no se molestan en emitir fragancias. “Todas las plantas tienen un presupuesto de energía, y si tienes una planta que florece continuamente, hacer olor es una cosa que requiere alta energía” y no hacer olor podría ahorrar energía y agua. Así que siéntase contento de mirar, no de oler.

Pero cada febrero durante muchas décadas, las noches en Los Ángeles se han perfumado con lo que su nariz, comprensiblemente, identifica erróneamente como flores de naranja. Ese es el boj victoriano, pittosporum, popularizado hace cien años. Pero McDonough argumenta que están muriendo. Tal vez, especula, sea porque son clones cortados de las mismas plantas originales. Y también hay una enfermedad que mata los árboles llamada hongo cancro, que empeoramos con el uso de motosierras y sopladores, “que propagan las esporas del hongo intensamente”. Como un médico que se lava las manos entre pacientes, aconseja McDonough, los jardineros deben limpiar sus herramientas de poda cuando pasa de un árbol a otro.

Cuide los jardines y la flora de nuestras calles.

Las jacarandas han cerrado sus puertas por este año, pero en julio y agosto, los arrayanes, con su paleta de rosas y violetas, nativos de Taiwán, pueden ser igual de dramáticos.

A silk floss tree in bloom at Los Angeles County Arboretum
¿Quién dice que Los Ángeles no tiene color otoñal? Los árboles de seda florecen desde mediados de agosto hasta principios de noviembre en el arboreto de Los Ángeles.
(Frank McDonough)

McDonough es partidario del árbol de seda, que pronto se lucirá con flores como pequeñas orquídeas sobre un tronco puntiagudo que parece jurásico. El árbol de seda rosa más grande de los alrededores, tal vez de 90 pies de altura, se encuentra en el Hotel Bel-Air, plantado allí por Alphonzo Bell, el desarrollador de la zona, filántropo y un gran jugador de tenis. El hotel se encuentra en una propiedad que alguna vez fue su hogar.

Cada página del calendario de Los Ángeles ofrece un deleite en hojas o pétalos, incluso el otoño, cuando McDonough señala que la recolección de los árboles del mundo en el Arboretum puede hacer que el lugar sea tan vívido como un pequeño Vermont y mucho más exótico. El lema del sitio web California Fall Color es: “Amigo, aquí también tenemos otoño”.

Después de leer esto, si se inclina a elegir un bando, “plantas nativas” versus “plantas no nativas”, McDonough cree que esa es la actitud incorrecta. El verdadero conflicto es entre las plantas ahorradoras de agua y las extravagantes: Equipo Sorbos versus Equipo Succionador.

McDonough solía molestarse con esto último, con los paisajes de los jardines ingleses y el césped durante todo el año espeso como alfombra y verde como las chaquetas del Masters Tournament. Pero con los precios del agua subiendo, está seguro de que “el mercado se encargará de eso”.

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