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La riqueza, la clase y el trabajo remoto remodelan los nuevos poblados en auge de California, a medida que la gente huye de las grandes urbes

Fotografía. Brian y Rebecca Luke están con su hijo Bennett, de 1 año, en la cocina de su nuevo hogar en El Dorado Hills.
Fotografía. Brian y Rebecca Luke están con su hijo Bennett, de 1 año, en la cocina de su nuevo hogar en El Dorado Hills, California.
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)

El aumento de la migración hacia el este se ajusta a un patrón de familias que huyen de las ciudades densamente pobladas, una tendencia que se remonta a mediados del siglo XX.

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EL DORADO HILLS, California. - Rebecca Luke estaba ansiosa por mudarse con su familia fuera del Área de la Bahía, harta de los impuestos a la propiedad en ascenso, los épicos recorridos diarios en la ciudad y los precios de las casas dirigidos a los capitalistas de riesgo de Silicon Valley.

Como asistente ejecutiva en el campo de la tecnología médica, necesitaba estar cerca de la oficina de su empresa en Emeryville, entre Berkeley y Oakland. Su esposo, Brian, tenía un poco más de flexibilidad debido a los turnos de varios días que pasaba viviendo y trabajando en el Departamento de Bomberos del Condado de Santa Clara.

Pero cuando la pandemia golpeó y Luke comenzó a trabajar de forma remota desde su casa en Livermore, vio una oportunidad para mejorar la calidad de vida de su familia.

Algunos de los compañeros de trabajo de su esposo se habían mudado a un suburbio de Sacramento en crecimiento, pero aún asequible, llamado El Dorado Hills. En octubre, la pareja recogió a su hijo de 7 meses y se dirigió a su nuevo hogar.

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Ahora, cada vez que camina por su vecindario, Luke sabe que su familia tomó la decisión correcta.

“En el Área de la Bahía, no podía llevar a mi hijo y meterlo en la carriola para caminar hasta el parque o dar un paseo panorámico. Estaba muy congestionado, siempre en medio del tráfico”, comentó el hombre de 36 años. “Aquí puedo meterlo en la carriola y estar en el parque en cinco o diez minutos. Es una forma de vida diferente, más sencilla”.

La mayoría de los californianos que se mudaron en 2020 se quedaron en el estado, y muchos cambiaron la vida de la ciudad en el Área de la Bahía o Los Ángeles por comunidades suburbanas o rurales. Un número creciente de familias se ha mudado tierra adentro en los últimos años, según muestran los datos, impulsadas por la búsqueda de más espacios abiertos, un sentido de comunidad y viviendas asequibles.

Pero el cambio migratorio se hizo aún más pronunciado en medio de la pandemia, según los expertos, ya que las barreras para mudarse cayeron para muchos en las grandes ciudades, debido a una nueva capacidad para trabajar de forma remota.

Aunque los datos demográficos de quienes se desplazan hacia el este en los últimos años difieren de los de generaciones anteriores, este reciente aumento de la migración se ajusta a un patrón recurrente de familias que escapan de ciudades densamente pobladas hacia las regiones del interior, una tendencia que se remonta a los colonos de mediados del siglo XX que se convirtieron en los pioneros suburbanos del sur de California, indicó DJ Waldie, autor de “Holy Land: A Suburban Memoir”.

Más recientemente, en la década de 1990 y principios de los 2000, las familias se mudaron de los vecindarios del sur de Los Ángeles, agregó Waldie, y se dirigieron a vecindarios de Riverside y San Bernardino. Aquellos que se fueron entonces, muchos laborando en la construcción, la plomería y tareas eléctricas, antes de la Gran Recesión, tenían empleos muy diferentes a los de la tecnología y otros trabajadores altamente calificados que abandonan los centros urbanos hoy.

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“La migración hacia el interior hoy parece ser el desplazamiento de familias acomodadas que utilizan el trabajo remoto para vivir en otro lugar que no sea una ciudad costera cara como Santa Cruz o San Francisco”, puntualizó Waldie. “En la década de 1990, la migración hacia el interior la realizaban personas que solo eran marginalmente capaces de comprar una nueva casa. En su mayoría eran personas de color que se mudaban de partes del sur de California que estaban experimentando una epidemia de delincuencia”.

Entre los nuevos condados en auge se encuentra El Dorado, el lugar de nacimiento de la Fiebre del oro de California, que ha absorbido una afluencia de personas desde el Área de la Bahía que, en busca de hogares asequibles, escuelas bien calificadas y acceso al aire libre, han empacado y se han dirigido al noreste.

“Realmente es solo una oportunidad para las personas que se han sentido reprimidas y apretujadas en el Área de la Bahía, así como obligadas de tener que quedarse allí”, explicó Jon Yoffie, un agente de bienes raíces en El Dorado Hills.

Muchos recién llegados son familias jóvenes y jubilados que buscan más tierras o siguen a sus hijos adultos.

Real estate agent Morgan Larson, right, prepares to show a home to prospective buyers Gary and Karen Edmondson.
El agente de bienes raíces Morgan Larson, a la derecha, se prepara para mostrar una casa en Shingle Springs a los posibles compradores Gary y Karen Edmondson.
(Brian van der Brug/Los Angeles Times)

El condado de El Dorado, extendido a lo largo de un tramo de Gold Rush Trail de mediados del siglo XIX, nació en medio de un pueblo minero (Placerville todavía se conoce como Hangtown) y partes de él se han convertido en una comunidad de dormitorios en Sacramento. El condado, con una población de 193.000 habitantes, está constituido casi un 89% de raza blanca, según muestran los datos del censo. Su ingreso familiar promedio es de aproximadamente $83,000, más bajo que el ingreso promedio de $137,000 de El Dorado Hills, donde los exiliados del Área de la Bahía y los originarios de Sacramento han acudido en masa.

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Los Luke se unieron al flujo después de que casi una docena de compañeros bomberos de Brian se mudaron a El Dorado Hills en los últimos años. Sus amigos describieron un vecindario con sentido de comunidad, lleno de familias jóvenes.

Intrigados después de contemplar casas en línea, la pareja pasó su primer aniversario de bodas conduciendo por el área y observando las cuidadas casas.

Brian, de 38 años, quien alguna vez pensó que era “una locura” que sus compañeros de trabajo vivieran a más de dos horas de sus trabajos en el Departamento de Bomberos de Santa Clara y se despertaran a las 3:30 a.m. para viajar, de repente vio las ventajas.

“Llegamos en coche y pensamos: ‘Dios santo, ojalá hubiéramos sabido de esto antes’”, recordó.

Después de perder ofertas en dos casas, la pareja se mudó el otoño pasado a su nuevo domicilio en El Dorado Hills, aproximadamente el doble del tamaño de su casa de la década de 1920 en Livermore con 3600 pies cuadrados, “patio trasero enorme”, piscina y cocina al aire libre. La competencia no fue tan fuerte como en la Bahía, pero pagaron $110,000 sobre el precio inicial de $825,000 de la casa.

“Nuestros amigos que se mudaron aquí hace dos años desde San José nos comentaron: ‘Oh, solo tienes que ofrecer $1,000 más para demostrar que realmente quieres la casa’”, señaló Rebecca Luke. “No pueden creer cuánto ha cambiado la situación en términos de entrar en una casa”.

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El número de californianos como los Luke que abandonan el Área de la Bahía, en particular los de San Francisco, se ha disparado desde que comenzó la pandemia, según un estudio de marzo realizado por el California Policy Lab, organización apartidista.

Durante el cuarto trimestre de 2020, San Francisco experimentó el mayor cambio porcentual en las salidas residenciales (61%) de cualquier condado del estado, según muestran los datos, ya que las personas se llevaron su trabajo transportable e ingresos relativamente altos con ellos.

Muchos de los que abandonan el Área de la Bahía no se mudan lejos. Los condados de la región de la Sierra, incluido El Dorado, vieron una gran afluencia de migrantes de San Francisco en comparación con 2019. Unas 4,724 personas se mudaron a El Dorado en el cuarto trimestre de 2020, según un informe de marzo: un crecimiento del 23.8% en llegadas en comparación con el año anterior. Los condados vecinos de Amador y Placer experimentaron un crecimiento de 22.5% y 12%, respectivamente.

“La asequibilidad es un factor, pero creo que la calidad de vida también lo es”, señaló Yoffie, el agente de bienes raíces. “Siempre le digo a la gente que lo que me llamó la atención cuando nos mudamos aquí es que te detienes en una parada de cuatro vías y la persona que tienes delante te indica que vayas primero. No es Mayberry, pero es cómodo”.

La relación entre el Área de la Bahía y el condado de El Dorado se ajusta a un patrón clásico, mucho antes de la pandemia, de personas de altos ingresos que se mudan a un área de bajos ingresos y aumentan el costo de vida.

Overhead view of homes on a ridge
El amanecer en El Dorado Hills, que se ha convertido en un destino popular para las mudanzas del Área de la Bahía y Sacramento.
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)
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“Vemos personas que se mudan con salarios de una región diferente y luego compran viviendas no relacionadas con la economía local”, subrayó Bernadette Austin, directora ejecutiva del Centro para el Cambio Regional de UC Davis, quien está investigando patrones migratorios junto con otros académicos.

El Dorado ha mantenido su ambiente de pueblo pequeño, dicen los residentes, pero los recién llegados lo están haciendo más caro y diverso.

Bill Roby, de 67 años, y su esposo, James, se mudaron a El Dorado desde el Área de la Bahía en 2005, donde se establecieron en seis acres en Shingle Springs, una parte rural del condado con parcelas más grandes y espacios abiertos.

“Es un entorno muy rural donde ni siquiera puedo ver la casa de mi vecino”, mencionó Roby, quien, como la mayoría de los residentes del condado de El Dorado, vive fuera de las dos ciudades incorporadas de Placerville y South Lake Tahoe.

Antes de mudarse, Roby, quien trabajaba como gerente de operaciones para una organización sin fines de lucro, sintió que siempre estaba compitiendo por espacio. Ahora, director ejecutivo de la Fundación Comunitaria El Dorado, señaló que no solo ha visto un aumento dramático en la cantidad de personas que migran a la región desde 2020, sino también un mayor grado de participación cívica. En el último año, puntualizó Roby, ha habido “mucho escrutinio” sobre los puestos locales, como quién está siendo elegido como comisionado de un comité de la Junta de Supervisores.

“La gente tiene tiempo, está prestando atención y está planteando preocupaciones ideológicas”, explicó. “Creo que esto resume la gran conversación que está teniendo lugar en El Dorado: ¿Dónde se ve la comunidad a sí misma?”.

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Aunque no ha experimentado animosidad, Roby ha escuchado a algunos lugareños decir que quieren mantener el aura más conservadora y subdesarrollada de su región, y temen que los recién llegados estén cambiando ese carácter. Alrededor del 41% de los votantes activos en El Dorado son republicanos, según datos de 2020 del departamento de elecciones del condado, mientras que el 31% son demócratas. Aproximadamente el 21% están registrados sin preferencia de partido.

“De mis tres vecinos, dos se mudaron porque sintieron que el condado se estaba volviendo demasiado liberal”, comentó Roby.

Es demasiado pronto para saber si los nuevos habitantes permanecerán en El Dorado durante los próximos años, o si algunos regresarán al Área de la Bahía y otras ciudades más grandes, señaló Austin, investigador de UC Davis. Pero algunos indicadores, como si los residentes están iniciando negocios, haciendo inversiones económicas o enviando a sus hijos a la escuela, pueden indicar si la gente se quedará.

“No creo que sea todo o nada”, agregó Austin. “No creo que sea un gran éxodo. No veo que las empresas de tecnología renieguen de las indicaciones de que las personas podrán trabajar de forma remota”.

Los migrantes con mayores ingresos también están creando nuevos empleos para los lugareños de clase trabajadora, comentó Ruth Zermeño, promotora y miembro de la comunidad capacitado para brindar educación sobre la salud, quien trabaja con New Morning Youth and Family Services en Placerville.

“Dado que hay más familias que vienen a vivir a esta área, necesitan servicios de limpieza. Hay más oportunidades de trabajo también en los restaurantes como cocineros y meseros”, continuó, y agregó que también ha habido un repunte en los trabajos de jardinería y construcción. Los datos de la Oficina del Censo muestran 619 nuevos permisos de construcción de viviendas para el condado en 2020, el año más reciente para el que hubo cifras disponibles.

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Woman sits on Jeep's bumper parked in front of rows of grapevines
Lexi Boeger en los viñedos de su familia en Placerville, California, el 31 de marzo.
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)

Sin embargo, a algunos lugareños les preocupa que el nuevo dinero del Área de la Bahía esté creando nuevas desigualdades. Sentada bajo un dosel de árboles en la bodega de Placerville de su familia, Lexi Boeger presentó el “complicado ecosistema” de cómo los recién llegados impactan al condado.

“El tipo de cambio entre un dólar del Área de la Bahía y un dólar de Placerville es bastante alto”, explicó desde debajo del ala de su sombrero que bloqueaba el sol de la tarde.

La familia de Boeger compró la finca de la bodega, que se remonta a la Fiebre del Oro, en 1972. Emplea a unas 60 personas, algo grande para El Dorado, aunque pequeña en comparación con muchas contrapartes en Napa o Sonoma.

Steven Schwarzbach disfruta de una tarde en el patio de su casa en Placerville
(Brian van der Brug/Los Angeles Times)

Los nuevos pobladores parecen abrazar estar rodeados de viñedos ondulados y vistas a las montañas, comentó. Algunos han añadido catas de vino, incluida la especialidad de la bodega Boeger, la “barbera”, a su lista de entretenimiento local.

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Pero la escasez en la oferta de viviendas ha provocado una “crisis” para muchos de sus amigos que no pueden permitirse el lujo de meterse en el mercado de hogares, indicó.

“Estoy en esa situación”, mencionó Boeger, quien vive en un apartamento de 800 pies cuadrados en los terrenos de la bodega con su hijo y su hija después de haber dejado recientemente el negocio familiar. “Y no hay nada que pueda hacer para aumentar su salario aquí, porque hay un tope. Es una economía rural; no genera esa cantidad de dinero “.

Aun así, Boeger, quien se identifica como una “libertaria ecologista”, ve el valor en “el efecto cultural de tener nuevas personas con diferentes experiencias y nuevas perspectivas, especialmente en una comunidad insular”.

Otros residentes desde hace mucho tiempo tienen una visión mixta de la creciente popularidad de la región con los nuevos pobladores del Área de la Bahía.

Steve Schwarzbach subió las escaleras de la imponente casa del árbol en su propiedad de Placerville en un día laborable reciente y recordó los cambios que ha visto en el condado desde que él y su esposa compraron su casa en 1980. En ese momento, pagaron $68,000 por un acre. Más tarde compraron otros cuatro acres al lado.

Atraído por empleos de docencia para él y su esposa, Schwarzbach se mudó a su vecindario cuando todavía era una comunidad de granjas agrícolas que ganaba el interés de los trabajadores de Sacramento. El rafting recién comenzaba a hacerse popular, indicó, y cuando era joven eso lo atraía como un pasatiempo de verano.

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“Estaba acostumbrado al buen café en el Área de la Bahía y eso era desconocido aquí. Ni siquiera se podían comprar buenos frijoles y no había internet”, mencionó mientras una bandada de pavos caminaba por el extenso campo debajo de su escondite arbóreo.

El trabajador jubilado del Servicio Geológico de Estados Unidos puntualizó que ha habido más diversidad de pensamiento en los últimos años, “personas con visiones más amplias, más mundanas, más cosmopolitas y menos parroquiales”. Pero le preocupa construir McMansions que sacrifiquen árboles en aras de más metros cuadrados interiores o vistas de un millón de dólares.

“Aquí arriba no ha crecido tanto, algo que me gusta. Si se mantiene en el 1%, estoy de acuerdo con eso”, indicó, refiriéndose a su casa en las colinas. “Si llega al 15%, cambiará el carácter del condado”.

A Schwarzbach también le preocupa que aquellos que se trasladen a las colinas vecinas no siempre sepan cómo mantener su tierra para mitigar los riesgos, mientras se conserva una armonía con el paisaje rural.

“Las áreas que colindan con Sacramento están más urbanizadas, pero los lugares que están más arriba en las carreteras y valles son tan boscosos y densamente verdes como cualquier otro”, señaló Seva Rodnyansky, profesora asistente de política urbana y ambiental en Occidental College. “Entonces, a medida que la población del condado crece, es probable que haya más casas en las colinas o en el bosque y eso continuará agregando riesgos de incendio”.

Steve Schwarzbach hangs a wooden birdhouse to the side of a tree
Steve Schwarzbach cuelga una nueva casita para pájaros en un árbol en su casa en Placerville, donde él y su esposa han vivido desde 1980
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)
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Para aquellos que están empacando desde partes más cosmopolitas del estado, hay elementos de compensación. Kyle Sherman extraña la oferta gastronómica: la amplia variedad de pescado que pedía durante las cenas de sushi con su esposa y su relación cercana con las personas que trabajaban en su restaurante italiano favorito en San Mateo.

Pero cambió su membresía del club privado de golf en la Bahía por una dentro de la comunidad cerrada de El Dorado Hills, a la que se mudó el otoño pasado. Una de sus hijas ahora está matriculada en la escuela secundaria local y la otra es estudiante universitaria.

“Si mis reuniones terminan a las 4 en punto, saltaré en mi carrito de golf, bajaré y golpearé pelotas de golf en el campo o jugaré seis, siete u ocho hoyos”, explicó Sherman, que trabaja de forma remota para una empresa de tecnología que proporciona comunicaciones basadas en la nube.

Para Sherman y su familia, la decisión de mudarse se redujo a la calidad de vida y a ver cuánto se extiende un dólar en El Dorado en comparación con la Bahía.

“Dólar por dólar, el valor no está ahí”, aclaró el hombre de 46 años, sentado en la sala de televisión de su casa de 1.67 millones de dólares.

La familia vendió su casa de San Mateo de 1,800 pies cuadrados por aproximadamente el mismo precio que pagaron por la nueva, cambiando su lote de 6,000 pies cuadrados por casi un acre de terreno con una casa de más del doble del tamaño. Su hogar de dos pisos tiene un patio trasero de dos niveles con una piscina, canchas de baloncesto y otras comodidades.

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Waldie, el autor, mencionó que el aumento hacia el este de condados como El Dorado demuestra cómo las divisiones culturales, socioeconómicas y étnicas que persistieron desde finales de la década de 1870 hasta principios de los 2000 en California se están mezclando, en parte como consecuencia de los cambios en los patrones de trabajo y movilidad, pero sobre todo porque el estado se ha quedado sin enclaves que ofrecen el sueño costero del estado sin costar millones.

“Los californianos y los aspirantes a californianos se están mudando a estos lugares porque no hay ningún otro lugar en la entidad”, enfatizó.

En el extremo este de El Dorado, a unas 80 millas de la casa de Sherman, Fran Faulknor y su esposo, Graham, se mudaron a una casa en South Lake Tahoe en septiembre pasado después de reflexionar sobre la decisión durante varios años. Como sucedió con muchas familias impulsadas por una pandemia, la capacidad de trabajar de forma remota consolidó su decisión de irse de San Mateo.

Faulknor, quien trabaja para una empresa de gestión de inversiones, adora el estilo de vida activo y al aire libre que define a Tahoe. Su esposo creció visitando el lago y las montañas durante las estadías en la casa de sus abuelos.

La pareja suele andar en bicicleta de montaña, caminar con su pitbull, Bella, de 11 años, y hacer snowboard en el invierno. Pero saben que son “la definición de” gentrificadores, admitió Faulknor, y están tratando de ser “buenos miembros de la comunidad, no solo entrar y tratar de cambiarla”.

Se han unido a Tahoe Area Mountain Bike Assn. y están ayudando a iniciar un viaje semanal con los lugareños en un esfuerzo por integrarse lo mejor que puedan. Se han hecho amigos de sus vecinos, muchos de los cuales son residentes desde hace mucho tiempo, y el esposo de Faulknor está buscando oportunidades de consultoría que le permitan asociarse con empresas locales.

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“Somos la definición de yuppies adinerados que resultan en precios fuera del alcance de los locales y cambiar la tradición de muchos años”, agregó Faulknor.

Pero, indicó, los recién llegados también pueden alterar las comunidades de una manera respetuosa y útil. Ese es el tipo de crecimiento del que les gustaría formar parte.

Esta es la primera de una serie ocasional de artículos sobre californianos en movimiento, tanto hacia otros estados como dentro del Estado Dorado.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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