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Un popular instructor de surf, QAnon, y el horror indescriptible de dos asesinatos

Matt Coleman admitió haber matado a su hijo de 2 años y a su hija de 10 meses.
(Austin & Dara Photography)
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Matt Coleman vivía con su esposa y dos niños pequeños en una calle tranquila que no estaba lejos de las playas de Santa Bárbara donde practicaba surf.

Era donde Coleman, de 40 años, estaba enseñando a su hijo pequeño a andar en patineta, y los vecinos a menudo veían a su esposa caminando con su bebé acunada en un portabebés sobre su pecho.

La oficina de Coleman era Leadbetter Beach, Campus Point y otros lugares a lo largo de la costa, donde fue titular de una escuela de surf y, durante años, dirigió un estudio bíblico, así como un grupo de surf. Los trajes de neopreno a menudo se secaban en el césped de la familia.

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Desde el exterior, parecía una vida idílica basada en la fe cristiana perdurable de Coleman y el profundo amor por su familia. Pero la existencia aparentemente serena escondía algo horrible que echó raíces en su mente.

Vecinos y amigos muy conmocionados han estado luchando por darle sentido a lo inimaginable: A principios de este mes, Coleman huyó con Roxy de 10 meses y Kaleo de 2 años a un pueblo costero mexicano. Poco después, confesó haber matado a sus hijos con una pistola de pesca submarina, informan las autoridades estadounidenses.

“Estamos lidiando con todas las emociones relacionadas con conocer a alguien, confiar en él, y, si afirman ser esto en su fe, ¿cómo podría suceder esto?”, se preguntó Tommy Schneider, pastor de Calvary Chapel de Santa Bárbara, cuyos feligreses incluyen a los niños que Coleman enseñó en su escuela de surf, Lovewater.

Los más cercanos a Coleman no han dicho nada públicamente sobre lo que pudo haber llevado a tal tragedia. Su esposa, Abby y familiares no respondieron a las solicitudes de entrevistas, y varios de los amigos cercanos de Coleman, así como su abogado, se negaron a comentar. Algunos que aceptaron hablar pidieron permanecer en el anonimato, no queriendo ser asociados con el incidente.

El propio instructor de surf ha ofrecido el único indicio de su pensamiento turbulento. Durante el interrogatorio, Coleman le comentó a los agentes del FBI que había sido influenciado por QAnon, un extenso movimiento impulsado por la conspiración que ha atraído principalmente a seguidores de derecha con sus afirmaciones de que los pedófilos adoradores de Satanás controlan el país y han conspirado contra el ex presidente Trump, según muestran los registros judiciales.

También les mencionó a los agentes que estaba “recibiendo visiones y señales”, por lo que necesitaba matar a los niños para salvar al mundo de los monstruos, según los registros judiciales. Más tarde, Coleman le aseguró a un agente que su esposa “tenía ADN de serpiente y podría haberlo transmitido a sus hijos”.

A security camera image shows a man and small child in front of a hotel desk. Both of their faces have been obscured.
Matt Coleman es visto en un video de vigilancia registrándose en un hotel en México con su hijo, según los fiscales, antes de que presuntamente matara al niño y a su hermana bebé con un arma de pesca submarina.
(Baja California Attorney General’s Office)

Los expertos advirtieron contra la especulación sobre cuánta influencia, si es que tuvo alguna QAnon en la decisión de Coleman de matar a sus propios hijos.

“No es inusual que las personas que tienen enfermedades mentales se angustien por cualquier objeto brillante en el discurso sociopolítico”, señaló Brian Levin, director del Centro para el Estudio del Odio y el Extremismo en Cal State San Bernardino. QAnon “es un menú flexible a la carta”, agregó, de modo que “las personas enfadadas, los extremistas incondicionales y las personas con dificultades emocionales pueden beber del mismo pozo”.

El resultado, agregó Levin, es que QAnon puede liberar seguidores para “construir su propio tipo híbrido de motivación para la violencia”.

Coleman nació en Santa Bárbara y creció surfeando, pescando con arpón y navegando a las Islas del Canal con su familia, según el sitio web de Lovewater.

Cuando era adolescente, participó en un grupo de jóvenes en Montecito Covenant Church, indicó Jon Ireland, quien era pastor de jóvenes en la iglesia en ese entonces y actualmente es el pastor principal de Oceanhills Covenant Church, de Santa Bárbara.

Asistió a la Point Loma Nazarene University, una escuela cristiana en San Diego, y en un momento se mudó a la ciudad de San Sebastián, en España, donde enseñó inglés, según su página de Facebook y el sitio web de Lovewater. Posteriormente, recibió una maestría en español de UC Santa Bárbara.

Luismi Arribas, quien se hizo amigo de Coleman en España y luego visitó a su familia en California, admitió que había pensado en el instructor de surf como una buena persona que era “realmente estricta con su religión y sus creencias”.

“Lo único que quería hacer en la vida”, comentó Arribas, “era casarse, formar una familia y surfear, y eso es lo que hizo”.

Coleman permaneció en su ciudad natal, trabajando como profesor de español y dirigiendo una sede local de una organización llamada Christian Surfers, que se reunía para estudiar la Biblia, comer y jugar con las olas. Era un grupo, indicó uno de los amigos de Coleman de esa época, que tenía como objetivo “llevar a los niños al agua y enseñarles acerca de Jesús”.

“Era realmente el genial hermano mayor del grupo”, comentó el amigo. “Tomó especialmente a los niños bajo su protección”.

En los correos electrónicos que Coleman envió al grupo en 2006, copias de los cuales se entregaron al Times, escribió efusivamente sobre la tutoría y el cristianismo. “¡¡¡Dios está haciendo algo realmente GRANDE con estos niños!!!”, señaló en uno. Terminó con otro: “Jesús es genial”.

Varios amigos que indicaron que habían perdido el contacto con Coleman en los últimos años lo describieron como alguien que hacía amigos fácilmente y para quien la fe religiosa era un pilar.

Los amigos agregaron que el instructor de surf no parecía estar demasiado interesado en la política, aunque le importaba lo suficiente como para cambiar de afiliación a un partido varias veces, según los registros de votantes. Fue independiente en 2000 y 2002, pero demócrata en 2004 y 2007. Para 2010, había cambiado de lealtad nuevamente para convertirse en republicano, lo fue durante muchas elecciones, incluida la presidencial del año pasado, según muestran los registros.

“De inmediato sentías que tenía integridad”, subrayó una mujer que asistió a la iglesia con Coleman, en Goleta, hace más de una década. Recordó cómo, cuando estaba luchando contra el cáncer, él se había acercado para llevar a su hijo a surfear.

“Era un tipo bueno y estable”, comentó.

Un amigo que conoció a Coleman en la iglesia cuando era un adulto joven mencionó que inmediatamente se unieron por su amor compartido por el aire libre y se fueron juntos en viajes por carretera. El surfista, indicó, viajaría a Rosarito, México, para surfear, el mismo lugar donde, según su confesión, mató a sus hijos.

Llamó a Coleman “un niño de oro, un niño surfista cristiano” que era “muy querido por todos”.

Pam van der Poel, quien ha tomado lecciones de surf en Lovewater con su esposo e hijas adolescentes durante los últimos cinco años, narró que vio a Coleman por última vez en la primavera, cuando llevó al instructor de la familia al hospital después de pisar una mantarraya.

“Él fue muy paciente”, aseguró, “y nunca actuó como si quisiera estar en ningún otro lugar, era como si le encantara su trabajo”.

El nunca se detuvo en realizar publicaciones llamativas en sus redes sociales. Después del nacimiento de Kaleo, Coleman escribió en Instagram, en octubre de 2018, que su nombre significaba “sonido” o “voz” en hawaiano y que su hijo fue “designado para traer el sonido de la paloma del cielo”. En otro mensaje de octubre de 2020, escribió que sentía que su hija, Roxy, “representaría un amanecer, o incluso un despertar, de años de gran bendición para nuestra familia y nuestra nación”.

Al mes siguiente, después de que Trump perdió la reelección presidencial, Coleman recurrió a las redes sociales para expresar la esperanza que sentía por el futuro, pero insinuaba una inquietud en su cosmovisión.

“¿Qué pasa si hay un tipo de gran renacimiento estadounidense después de los años del Covid, la censura y la división política que empoderará el corazón de cada persona para cobrar vida y explotar con ideas innovadoras, nuevos modelos de negocios, nuevos sonidos musicales y formas nunca vistas de construir una comunidad asombrosa?”, escribió en Facebook.

El sábado 7 de agosto, la esposa de Coleman se comunicó con la policía de Santa Bárbara para informar que su familia había planeado ir de campamento, pero en cambio su esposo se había ido en su camioneta Mercedes Sprinter con los niños y sin decirle a ella adónde iba, según una declaración jurada presentada ante el tribunal por un agente del FBI.

Su esposo no respondía a los mensajes de texto, pero ella no creía que pudiera dañar a los niños, comentó Abby Coleman a la policía. Aunque comentó que pensaba que eventualmente regresaría a casa, le preocupaba que no hubiera tomado un asiento de seguridad para el bebé. Él les diría más tarde a las autoridades que puso a su hija en una caja mientras conducía.

Al día siguiente, la esposa pidió reportar la desaparición de la familia, según la declaración jurada del FBI. Usando una aplicación de rastreo de iPhone, los funcionarios vieron que Coleman había ido a Rosarito, un popular destino turístico a una hora al sur de la frontera.

El instructor de surf se había presentado alrededor de las 8:00 p.m. el sábado en el hotel City Express en Rosarito con los dos niños, informó a los periodistas el fiscal mexicano Hiram Sánchez Zamora durante una conferencia de prensa. Coleman no tenía reservación.

Aproximadamente a las 3:00 a.m. del lunes, el surfista salió del hotel con los niños y las maletas, pero regresó solo alrededor de las 6:30 esa mañana. Una hora después, la policía local recibió una llamada de emergencia de que un trabajador de un rancho, a unos 30 kilómetros del hotel, había descubierto cadáveres en unos matorrales. Coleman salió del hotel unas horas más tarde.

En la aplicación de rastreo de teléfonos, Abby Coleman vio a su esposo moverse hacia el norte y decidió conducir hacia la frontera, indica en la declaración. Cuando un detective de la policía de Santa Bárbara y un investigador del fiscal de distrito llegaron a la casa de la familia el lunes, fueron recibidos por amigos de ella que les señalaron que acababa de irse a San Diego. Los registros judiciales no tienen registro si Coleman y su esposa hablaron o intercambiaron mensajes.

Las autoridades estadounidenses también estaban rastreando el teléfono del instructor de surf y vieron que se estaba acercando al cruce fronterizo en San Ysidro, según la declaración jurada. Cuando trató de volver a ingresar al país sin su hijo y su hija, se comunicaron con funcionarios mexicanos para indagar sobre los niños desaparecidos y se enteraron del horrible descubrimiento de los cuerpos esa mañana, según la declaración.

Coleman fue detenido y llevado a una sala de entrevistas en el cruce fronterizo. Al ser interrogado por agentes del FBI, hizo las increíbles afirmaciones sobre QAnon y confesó que había matado a sus hijos atravesándolos repetidamente con una pistola de pesca submarina, según su declaración jurada y el testimonio del fiscal mexicano.

Coleman está bajo custodia federal sin derecho a fianza. Su próxima comparecencia en la corte está programada para el 9 de septiembre en Los Ángeles.

Antes de su arresto por los asesinatos, el surfista nunca había sido acusado de ningún delito en Santa Bárbara, según la oficina del fiscal de distrito.

El Departamento de Policía de la ciudad denegó una solicitud de registros públicos del Times para obtener información sobre arrestos u otras interacciones que el departamento pudo haber tenido con la familia Coleman. Y un subdirector del Departamento de Servicios Sociales del condado no confirmó si la agencia había tenido contacto previo con la familia, y agregó que no divulga públicamente información sobre casos individuales.

Los asesinatos perturbaron el vecindario de clase media donde los Coleman alquilaron una casa.

La policía recorrió sus calles después de que el instructor de surf desapareciera. Una vecina mencionó que le comentó a un oficial que nunca había escuchado nada preocupante proveniente de la casa de los Coleman, solo las risitas ocasionales de los niños. Recordó haberlo visto cargar tablas de surf en su automóvil hace unas semanas y dijo que “parecía con los pies en la tierra, amigable y comprometido con su hijo”.

“Simplemente lo sientes por los niños y esa mamá. Yo lo lamento por él de varias maneras. Si realmente amaba a sus hijos, algo debe haberlo hecho estallar”, expresó.

Los viejos amigos del surfista han reaccionado de manera similar. La mujer que conocía a Coleman del grupo Christian Surfers admitió que vomitó cuando escuchó la noticia. El amigo que había viajado con él señaló que no había podido dormir.

“Es tan difícil de comprender”, comentó. “No puedo creer lo que pasó ni que fue él quien hizo esto. No es el Matt que yo conozco”.

Muchas familias en el estrecho mundo del surf de Santa Bárbara han evitado contárselo a sus hijos.

“Estamos totalmente traumatizados y es lo impensable”, expresó Jenny Keet, copropietaria de la escuela Surf Happens, que a menudo comparte playas con Coleman. “Definitivamente, como líderes de nuestra comunidad, sentimos que debemos involucrarnos en el proceso de curación y en la desestigmatización de la salud mental, pero ahora mismo es horrible”.

Schneider, el pastor de Calvary Chapel, decidió discutir la tragedia durante un servicio vespertino el miércoles después de los asesinatos. Llamó a las acciones de Coleman una “traición a la bondad de Dios”.

El pastor indicó que le habían preguntado una y otra vez cómo pudo haber sucedido.

“Todos sienten que lo conocen porque son una familia hermosa”, comentó, refiriéndose a las fotos que Coleman publicó de su esposa e hijos en las redes sociales.

Jono Shaffer, pastor de Oceanhills Covenant Church, que tiene feligreses que crecieron con el surfista, agregó que se había quedado sin palabras y que simplemente había estado apoyando a la gente en su dolor.

“No hay una respuesta que vaya a eliminar eso en este momento”, señaló.

Los investigadores del Times Scott Wilson y Julie Franco contribuyeron a este artículo.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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