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Se apegaron a sus creencias antivacunas. Ahora estos docentes y trabajadores escolares están sin empleo

L.A. Unified film teacher Jamal Y. Speakes Sr.
El ex profesor de producción cinematográfica, Jamal Y. Speakes Sr., ya no puede pasar la cerca perimetral del Centro Valley Oaks de Estudios Enriquecidos en Sun Valley, porque rechazó la vacuna contra el COVID-19. En su lugar, trabaja de forma remota, enseñando diferentes materias a los estudiantes.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)
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Dos profesores, un asistente de enseñanza y una gerente de cafetería, se opusieron al mandato de vacunación contra COVID-19 para los empleados de las escuelas de Los Ángeles. Uno permanece enseñando, pero perdió una posición muy querida; otra fue despedida directamente. Un empleado que ganó una exención está sin empleo de todos modos. Otra cedió a inocularse en el último minuto, pero solo por una crisis familiar.

Sus opiniones contra los antígenos son atípicas entre unos 73.000 colegas, el 95% de los cuales ha recibido al menos una inyección. Pero Jamal Y. Speakes Sr., Hovik Saponghian, Angela Karapetyan y Nadine Jackson pagaron un precio por mantener creencias personales frente a los mandatos de políticas de salud pública y los expertos que citan pruebas sólidas de que las vacunas contra COVID-19 son seguras, así como efectivas.

El Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD por sus siglas en inglés) fue uno de los primeros sistemas escolares del país en exigir que los empleados se inocularan. La fecha límite del 15 de octubre provocó un aumento de última hora entre miles de personas que dudaban. La ausencia de vacuna significaba que no se podía ingresar al campus y, probablemente a ningún empleo.

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Se acercan fechas límites y decisiones similares para los trabajadores de la ciudad de Los Ángeles, incluidos los oficiales de policía y los bomberos, quienes obtuvieron una extensión esta semana para recibir sus vacunas antes del 18 de diciembre o enfrentar una “acción correctiva”, que incluye iniciar un proceso de despido.

Según cifras recientes proporcionadas por el LAUSD, 2.214 empleados del distrito no solicitaron o no recibieron una exención. Han perdido sus trabajos o están en camino de hacerlo. Alrededor de 1.500 personas consiguieron una exención: 175 por una condición médica grave o discapacidad y 1.325 por una “creencia religiosa sincera”.

El veterano profesor de preparatoria, Speakes, solicitó una exención religiosa y la obtuvo. ¿El costo? Tuvo que renunciar al popular programa de producción de películas que construyó en el Centro Valley Oaks de Estudios Enriquecidos en Sun Valley. Sus clases se concentraban en enseñar a los estudiantes habilidades detrás de la cámara.

“A la luz de mis creencias seriamente sostenidas de seguir a Dios, mi corazón, alma y mente pertenecen al Creador Todopoderoso Elohim”, comentó Speakes, de 50 años, “va en contra de mi fe y conciencia que me inyecten algo de esto en mi cuerpo. Realmente creo que se ha demostrado que el sistema inmunológico dado por Dios es el más fuerte contra las enfermedades transmisibles”.

También tiene otras justificaciones, incluida la cautela “como un hombre afroamericano con la historia negativa prolongada con este país y sus experimentos gubernamentales”. Se refiere, en parte, a los experimentos de Tuskegee, de 1932 a 1972, en los que investigadores del gobierno de Estados Unidos utilizaron a hombres negros con sífilis para estudiar los efectos de la enfermedad en lugar de iniciar un tratamiento o intentar curarlos.

Speakes fue asignado a trabajar en City of Angels, un programa de aprendizaje remoto donde el maestro no tiene contacto en persona con estudiantes o colegas. Su transferencia y la de otros docentes generalmente desplazaba a un profesor sustituto u otro docente que ya trabajaba con un grupo de estudiantes, interrumpiendo aún más un programa que ha sido caótico e ineficaz para muchos.

Su nueva asignación es un ajuste desafiante.

“Soy profesor de cine y tengo clases de cálculo avanzado, historia de Estados Unidos, gobierno, salud, biología, educación física y química”, comentó Speakes. Si bien se supone que los estudiantes deben trabajar de forma independiente en una plataforma digital llamada Edgenuity, “¿qué pasa si un estudiante tiene una pregunta o necesidades especiales y necesita ayuda con [cálculo] o química? No podrán obtener respuestas ni ayuda de mí, que se supone que soy su profesor”.

A los estudiantes que dejó atrás tampoco les está yendo tan bien.

“La escuela no va a ser la misma sin el Sr. Speakes”, mencionó el estudiante de tercer año Steve Orantes. “Siempre traía energía y alegría a sus clases. Pero hoy nadie sintió eso”.

Según Orantes y otro alumno, un profesor sustituto hizo que los estudiantes se sentaran en silencio e hicieran la tarea para otras clases. Algunos estudiantes jugaron con sus teléfonos.

Hovik Saponghian, un asistente de enseñanza en la Escuela Primaria Saticoy, también en Sun Valley, solicitó con éxito una exención religiosa pero no puede regresar a ese campus y parece poco probable que conserve su trabajo en el LAUSD.

Un asistente de enseñanza es un trabajo en persona, que está fuera del alcance de los no vacunados.

“Mi fe cristiana me influye, así como la idea de tener cuidado con lo que pongo en mi cuerpo y tener la capacidad de decidir lo que debo hacer es algo que creo que se aplica a todos, sean religiosos o no”, puntualizó Saponghian, quien, como otros entrevistados, tiene una larga lista de razones. “Tuve COVID y la influenza fue significativamente peor que el coronavirus para mí. Tampoco me gusta cómo las empresas que fabrican estas vacunas no son fiables o no son responsables de los riesgos para la salud”.

Como asistente de enseñanza, se había acercado a los niños de su escuela a medida que continuaba su propia educación y esperaba regresar como su docente consumado el próximo año, especialmente en un programa bilingüe armenio.

“No hay palabras para explicar la alegría que tengo al trabajar con estos niños y la felicidad de verlos hablar, leer y escribir en armenio”, explicó Saponghian. “Extraño a esos jóvenes todos los días”.

A Saponghian se le pagará hasta el 31 de octubre y pasará al estado de suspensión sin paga. Algunos empleados desplazados pero exentos están usando vacaciones, así como días de enfermedad, y luego planean sobrellevar los meses de licencia sin goce de sueldo, tal vez trabajando en empleos temporales, con la esperanza de que el mandato se elimine antes del próximo otoño.

La consecuencia es oficial para Angela Karapetyan; esta semana, la junta de Granada Hills Charter despidió a la docente de matemáticas con 18 años de experiencia junto con otros siete empleados. Karapetyan, de 39 años, comentó que ella y otros trabajadores se habían ofrecido a realizarse pruebas diarias de coronavirus, pagar sus propias pruebas y usar doble cubrebocas.

“Enseñar es lo que me ha gustado hacer toda mi vida”, explicó Karapetyan, quien este año tuvo tres cursos de álgebra y tres de precálculo. “Es la única carrera que he tenido. Nunca quise hacer nada más”.

El COVID tocó a su familia directamente. Su caso fue leve, pero su esposo tuvo que ser hospitalizado el pasado Día de Acción de Gracias.

“Hay una razón por la que sobreviví al COVID”, enfatizó. “Hay una razón por la que Dios me quiere aquí. No puedo recibir esta vacuna y tampoco mi familia”.

Ella planea sacar a su hija, de 11 años, y a su hijo, de 13, de las escuelas de Los Ángeles una vez que el mandato los alcance. Tal vez les enseñe en casa o encuentre una escuela privada. Pero también está la pérdida de sus ingresos y beneficios con los que lidiar.

A woman on a hiking trail with two cyclists in the distance
Nadine Jackson escribió a la Junta de Educación de Los Ángeles denunciando a “todos los encargados de la toma de decisiones que escogieron quitarnos la libertad de elegir”.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

Nadine Jackson, la gerente de servicio de alimentos en Banning High School en Wilmington, se opuso tan firmemente a la vacunación que denunció en una carta a la Junta de Educación, llamando a “todos los encargados de la toma de decisiones que escogieron quitarnos la libertad de elegir, a los funcionarios que no nos defendieron sabiendo que esto no está bien, y a aquellos que tienen miedo de hablar”.

Ella culpa a una inyección contra la influenza hace 12 años por un ataque grave que la llevó al hospital y por su asma.

Jackson, de 51 años, es una orgullosa graduada del LAUSD que terminó la escuela preparatoria en 1989 como madre adolescente y completó un programa alternativo en Watts para estudiantes en riesgo de abandonar la escuela.

Su “primer trabajo real”, como ella lo llamó, fue como trabajadora de cafetería durante tres horas en la Escuela Secundaria Drew. Tomó clases en su tiempo libre y gradualmente ascendió: trabajadora principal de la cafetería, gerente de la cafetería I, II y III. Ha trabajado en Castelar Elementary, Dorsey High, Fleming Middle, de regreso a Drew Middle y finalmente en Banning, supervisando un personal de 11 personas.

Después de que las escuelas cerraron el 13 de marzo de 2020, Jackson estuvo allí el primer día que el LAUSD comenzó a distribuir comidas a la comunidad.

“Algunos días servimos más de 14.000 bolsas de comida y eso no incluye las cajas del banco de alimentos. Nosotros, yo, estábamos allí todos los días”, subrayó Jackson. “Fuimos elogiados y considerados héroes”.

También trabajó por turnos como enfermera vocacional con licencia, incluso en el tratamiento de pacientes con COVID.

“Hemos pasado de héroes a nada”, puntualizó. “Como estadounidense, donde pensaba que éramos libres, elijo decir lo que pasa en mi cuerpo”.

“Soy la persona que recibió un certificado de agradecimiento hace unas semanas”, mencionó en su carta a la Junta, “con todas sus firmas, agradeciéndome y felicitándome por treinta años de servicio a este distrito”.

Jackson estaba resuelta, mirando las ofertas de trabajo en Amazon y pensando en conducir una plataforma, hasta que sucedió lo inesperado.

El 29 de septiembre, un accidente de motocicleta en la autopista dejó a su esposo con un brazo roto, una pelvis fracturada y una columna desprendida. Se sometió a tres cirugías importantes en una semana. No puede trabajar y los beneficios para la salud del LAUSD se han convertido repentinamente en un salvavidas.

“Tengo una nueva batalla y perder no es una opción”, comentó Jackson. “Tengo que luchar para restaurar a mi esposo a su salud total”.

Ella les mencionó a sus compañeros de trabajo: “El diablo ha estado ocupado”. Uno respondió: “Quizás Dios ha estado ocupado, asegurándose de que usted se vacune”.

Aunque sus opiniones no han cambiado, el día antes de la fecha límite, el jueves 14 de octubre, se vacunó.

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