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La abuela y Disneyland: Los padres que se lanzaron para obtener las inyecciones contra el COVID para niños anhelan una ‘vida normal’

Nicole Fahey sits with her daughter Adelina, 6, as she receives a child's dose of the Pfizer vaccination
Nicole Fahey se sienta con su hija Adelina, de 6 años, mientras recibe la vacuna pediátrica de Pfizer-BioNTech de la enfermera Shirley Alfonso, en Eugene A. Obregon Park, en Los Ángeles.
(Gary Coronado / Los Angeles Times)
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Ahora que Alex de Córdoba finalmente puede vacunar a su hija de 6 años contra el COVID-19, ¿qué van a hacer ahora?

“Vamos a Disneyland”, respondió De Córdoba.

El residente de Laurel Canyon aprovechó la oportunidad para aplicarle el antígeno contra COVID a su hija mayor, una de las decenas de millones de niños en todo el país que se volvieron aptos para recibir las vacunas esta semana, después de que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) recomendaran la inyección pediátrica para niños de 5 a 11 años.

Aunque las hospitalizaciones por COVID-19 han descendido en el condado de Los Ángeles desde su punto más alto de verano, a De Córdoba se le ha recordado regularmente que la pandemia aún no ha terminado, más recientemente cuando la escuela primaria le informó que su hija tendría que ser puesta en cuarentena después de un caso de coronavirus, lo que los obligó a posponer su fiesta de cumpleaños. Se ha mantenido cauteloso con los viajes y otras actividades potencialmente riesgosas con sus hijos mientras esperan la oportunidad de ser inoculados.

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“Como padre, lo más triste para mí es darme cuenta de que esta pandemia podría haberse reducido mucho más cuando las vacunas estuvieron disponibles” si más personas se hubieran aplicado las inyecciones, comentó De Córdoba. “Es imperativo inocularse y volver a la vida normal”.

Para él y su familia, eso significa ir a Disneyland. Para Carla Brizuela-Pérez, quien vive en Walnut, significa finalmente llevar a sus gemelos de regreso a los patios de recreo bajo techo y a las barras de mono, de las que se han apartado durante la pandemia.

Poder finalmente inocular a sus hijos de 6 años “trae una sensación de paz y consuelo, así como saber que hicimos nuestra parte para proteger a nuestras familias, nuestros seres queridos y nuestra comunidad”, señaló Brizuela-Pérez.

Y para Jennifer Arrow, no solo significa cosas concretas: Cenar en restaurantes con su familia o visitar un Chuck E. Cheese y dejar que los niños se vuelvan locos con la pizza, sino también aliviar la carga emocional de la pandemia.

“No he confiado en el mundo en general desde que surgió la pandemia. Simplemente parecía que era arriesgado estar con otras personas y con niños pequeños en particular”, explicó Arrow, una madre que se queda en casa con cuatro niños en Culver City.

“Una vez que los niños estén vacunados, creo que me sentiré cómoda creyendo que lo ‘normal’ ha vuelto, tal como lo es”, explicó Arrow.

Muchos padres se apresuraron a programar citas esta semana para sus hijos recién elegibles. Kaiser Permanente indicó que el miércoles, el primer día que abrió las citas, había programado más de 67.000 inoculaciones durante las próximas seis semanas para niños de 5 a 11 años en el sur de California.

En Bellflower, Brianne Archer comentó que había estado siguiendo de cerca cada avance del proceso federal para implementar las inyecciones pediátricas, tanto que su hija de 6 años comentó un día sobre vacunarse: “No lo sabremos hasta el 2 de noviembre, ¡es cuando se reúnen!”.

Hizo citas de inoculación para sus dos hijos en CVS. Es posible que los niños no tengan un “gran riesgo de contraer COVID”, señaló Archer, pero “si no tienen que sufrir, debería aprovechar eso”. Está deseando llevarlos a visitar a su madre en Ohio.

Los niños pequeños han tenido un riesgo menor de desarrollar una enfermedad grave y muerte por coronavirus en comparación con los adultos, con entre 0% y 0.03% de los casos entre los niños resultando en decesos, según datos recopilados de la mayoría de los estados por la Academia Estadounidense de Pediatría.

Aun así, eso hizo que el COVID-19 fuera comparable con la octava causa principal de muerte entre niños de 5 a 11 años en el período de un año que terminó el 2 de octubre, con 66 decesos reportados a nivel nacional en ese tiempo, según un análisis de los CDC que compara los datos de mortalidad de 2019. Los niños también pueden sufrir de “COVID prolongado” en el que los síntomas persisten durante meses, como fatiga, dolores de cabeza, dificultad para concentrarse, junto con dolores musculares y articulares.

Los niños han representado una parte cada vez mayor de los casos de coronavirus a medida que las personas mayores han podido vacunarse, y los niños de 5 a 11 años representan más del 10% de los casos en todo el país a principios de octubre, aunque solo comprenden 8.7% de la población de Estados Unidos.

La rápida propagación de la variante Delta llevó a un aumento nacional en las nuevas hospitalizaciones por COVID-19 para niños y adolescentes en agosto, lo que agregó una nueva urgencia al impulso para un antígeno pediátrico. Los funcionarios de salud indican que inocular a los niños no solo los protegerá de enfermedades graves, sino que limitará su propagación, así como la mutación del virus, y ayudará a mitigar o evitar una quinta ola de la enfermedad este invierno.

Las encuestas nacionales muestran que los padres están divididos sobre la vacunación de niños de 5 a 11 años: aunque el 27% de los padres encuestados respondieron que los inocularían de inmediato, el 33% indicó que “esperarían para ver” y el 30% contestó que definitivamente no vacunarían a sus hijos, según encuestas recientes de la Kaiser Family Foundation. Alrededor del 5% señaló que inocularía a sus hijos solo si fuera necesario.

“No todos los padres vacunados van a decidir inocular a sus hijos, pero creo que los padres que sí se han vacunado tienen más probabilidades de estar convencidos cuando se trata de sus hijos”, señaló Liz Hamel, vicepresidenta y directora de opinión pública e investigación de encuestas de Kaiser Family Foundation.

Laura Powell mencionó que ella y su esposo eran “los primeros en la fila” para recibir los antígenos contra COVID-19, pero se ha opuesto a la idea de un mandato de vacunación para sus niños de 5 y 9 años, que van a la escuela en Pleasant Hill en el condado de Contra Costa. En una carta a los reguladores federales, explicó que no podían aceptar someter a sus hijos a “un riesgo desconocido para su salud por un beneficio infinitesimalmente pequeño”.

“Solo esperamos que haya suficientes datos sobre seguridad antes de que llegue cualquier mandato”, señaló Powell.

Los CDC han recomendado los antígenos para niños, argumentando que son seguros, así como efectivos, y que, en los ensayos clínicos, los efectos secundarios de las inyecciones fueron “leves, autolimitados y similares a los observados en adultos y con otras vacunas recomendadas para niños”.

“El efecto secundario más común fue un brazo adolorido”, indicó la agencia esta semana. “Las vacunas contra COVID-19 se han sometido por el control de seguridad más intensivo en la historia de Estados Unidos, y lo seguirán haciendo”.

El Dr. Lucio Loza, médico de medicina familiar de Kaiser Permanente en Santa Ana, comentó que “es totalmente comprensible que la gente dude” cuando se trata de sus hijos.

Pero “la ciencia es sólida” y los ensayos clínicos para niños más pequeños han tenido mucho éxito, explicó Loza.

“Teniendo en cuenta la cantidad de vacunas que se han administrado en todo el mundo”, una cantidad que ahora asciende a miles de millones, “me siento muy cómodo al recibir el antígeno, promoviéndolo, aplicándolo a mis amigos y mi familia, así como a quienes más amo, mis hijos”, explicó Loza, cuyos hijos de 7 y 11 años fueron inoculados el jueves en Kaiser Permanente en Tustin.

A pesar de esas garantías, más de las tres cuartas partes de los padres encuestados señalaron que estaban muy o algo preocupados de que no se supiera lo suficiente sobre los efectos a largo plazo de la vacuna contra COVID-19 en los niños, encontró la Kaiser Family Foundation. Casi la misma cantidad, el 71%, indicó que temía que su hijo pudiera experimentar efectos secundarios graves a causa de las inyecciones.

Rostom Sarkissian, residente de Granada Hills, ha mantenido a sus hijas pequeñas en clases en línea debido a preocupaciones sobre el coronavirus. Está inoculado y ha instado a otros miembros de su familia a que reciban las vacunas.

Pero Sarkissian planea esperar hasta enero o febrero para inocular a sus hijos de 5 y 7 años, a menos que los casos de coronavirus alcancen niveles altos este invierno, y comenta que quiere ver los datos sobre los efectos secundarios después de que más niños hayan recibido las inyecciones. Su esperanza es que una vez que se vacunen, pueda detener “la constante evaluación de riesgos”.

Nicole Rieck, de Oceanside en el condado de San Diego, mencionó que no se opone a los antígenos en general, pero cita que la novedad de la vacuna contra COVID-19 la hace cautelosa al momento de inocular a su hija de 5 años.

Ni ella ni su esposo están aún inoculados. “Quiero ver más datos de estudios a largo plazo sobre los efectos secundarios, qué tan efectiva es durante largos períodos de tiempo”, explicó Rieck. “Y siempre he sido más cautelosa con lo que les doy a mis hijos”.

En el condado de Orange, la Dra. Kate Williamson explicó que tranquiliza a los padres preocupados por los efectos a largo plazo del antígeno informando que “las partículas que se introducen en el cuerpo para hacer que el sistema inmunológico cree este ejército literalmente desaparecen en unos días”.

Para la vacuna de Pfizer-BioNTech, el ARN mensajero “es realmente un mensajero, diciéndole al cuerpo: ‘Oye, debes construir este ejército’, y luego ese mensajero se disuelve”, explicó Williamson, pediatra del Providence Mission Hospital en el condado de Orange. “Y lo que te queda es un sistema inmunológico más inteligente porque ahora está advertido”.

Además de los temores sobre los efectos de los antígenos, algunos padres también tenían preocupaciones prácticas sobre la aplicación de las vacunas a sus hijos, según muestran las encuestas de la Kaiser Family Foundation. Más de un tercio señaló que les preocupaba tener que tomarse un tiempo libre del trabajo para inocular a sus hijos o cuidarlos si tenían efectos secundarios.

Una cuarta parte de los padres señaló que les preocupaba tener que pagar un costo, a pesar de que el antígeno es gratuito para el público. Esas preocupaciones eran mucho más comunes entre los padres de menores ingresos que entre los más ricos, mostraron las encuestas.

A medida que los padres más ansiosos comienzan a reservar citas para inocular a sus hijos, algunos tienen la esperanza de que las vacunas puedan ayudar a aliviar otras restricciones relacionadas con el COVID para los niños, como el uso de cubrebocas en la escuela. Kim Silverstein, quien organizó una cita de inoculación el jueves para su hijo de 11 años, mencionó que espera que el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles extienda su mandato de vacunación a niños de 5 a 11 años para las vacaciones de primavera.

“Si el 100% de los estudiantes y adultos en la escuela estuvieran completamente inoculados, entonces el dejar de usar los cubrebocas en los campus podría hacerse realidad”, señaló Silverstein.

Los redactores del Times, Rong-Gong Lin II y Lucas Money, contribuyeron a este artículo.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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