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La comida rápida es algo común en EEUU, pero algunos de sus trabajadores apenas subsisten

TiAnna Yeldell, uma madre soltera de 44 años,
TiAnna Yeldell, uma madre soltera de 44 años, trabajando en Pizza Hut en Missouri City, Texas, el 14 de noviembre delo 2024.
(Eric Gay / Associated Press)

Los trabajadores de la industria de la comida rápida son desproporcionadamente hispanos —representan el 24,6% de la fuerza laboral de la industria, en comparación con el 18,8% de la fuerza laboral general—

El único momento que TiAnna Yeldell tiene para ella es cuando duerme, y eso no ocurre mucho.

La madre soltera de 44 años trabaja 80 horas a la semana para mantener a sus tres hijos de 8, 14 y 18 años. Durante el día, es chofer de reparto de Pizza Hut, donde gana 9,50 dólares por hora sin contar las propinas. Por la noche, limpia trenes para el sistema Metro de Houston, donde gana alrededor de 17 dólares por hora.

Los días en que tiene turnos en ambos lugares, Yeldell duerme solo dos o tres horas antes de levantar a sus hijos y prepararlos para la escuela. Luego repite el ciclo otra vez.

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Yeldell es una de los millones de trabajadores de la industria de la comida rápida en todo Estados Unidos que tiene dificultades para salir adelante. Cerca de dos tercios de ellos son mujeres, según la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, y muchas de ellas mantienen a sus familias con salarios mínimos fijados en el límite inferior federal de 7,25 dólares por hora. Los trabajadores de la industria de la comida rápida son desproporcionadamente hispanos —representan el 24,6% de la fuerza laboral de la industria, en comparación con el 18,8% de la fuerza laboral general—. Y más de la mitad de todos los trabajadores de comida rápida de Estados Unidos tienen 20 años o más, “contrario al mito de que es un trabajo que los adolescentes hacen solo para ganar algo de dinero extra”, dijo Tsedeye Gebreselassie, abogada de la organización de defensa sin fines de lucro National Employment Law Project (Proyecto Nacional de Derecho del Empleo).

El presidente Donald Trump —quien atendió la sección de papas fritas en un McDonald’s en Pensilvania durante la campaña electoral del año pasado— ha reconocido que el salario mínimo federal es “muy bajo” y que consideraría aumentarlo, pero asegura que hacerlo sería “complicado”.

Mientras tanto, un número creciente de estados han presionado para aumentar su salario mínimo ante la inflación récord de los últimos años. En noviembre, los votantes de Alaska aprobaron una iniciativa de ley que elevará el salario mínimo del estado de 11,73 a 15 dólares por hora para 2027. Los votantes de Missouri también aprobaron un incremento del salario mínimo de 12,30 dólares por hora a 15 dólares por hora para 2026. Y California —que tiene uno de los costos de vida más altos del país— aumentó en abril los salarios de los trabajadores de comida rápida específicamente, de 16 a 20 dólares por hora.

Para finales de este año, 23 estados y 65 ciudades y condados elevarán sus salarios mínimos, según un informe del National Employment Law Project de diciembre de 2024, el cual analizó la legislación en todo el país.

Pero no Texas, donde viven Yeldell y su familia. Es uno de los 20 estados con el salario mínimo federal de 7,25 dólares —y esa tasa no se ha movido desde 2009. Los legisladores demócratas en Texas han propuesto repetidamente una legislación para aumentar el salario mínimo en el estado sin éxito. Las leyes en Texas y en muchos otros estados impiden que las ciudades y los condados adopten sus propias leyes de salario mínimo, lo que presenta otro obstáculo.

Hoy, un salario digno para un adulto que cría a tres niños en el área metropolitana de Houston es de 57,65 dólares por hora, según la Living Wage Calculator (Calculadora de Salario Digno) del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Para Yeldell, no es posible salir adelante solo con su trabajo en un restaurante de comida rápida, por lo que debe trabajar en un segundo empleo.

Todavía con su visera y la camiseta gris con el eslogan publicitario “No One Out Pizzas The Hut”, se va de lado luego de un turno de trabajo reciente, con un codo apoyado sobre la mesa plegable rodeada de cuatro sillas también plegables donde come la familia. Los muebles de la sala de estar son pocos, pero la casa está limpia y ordenada. Un balde amarillo se encuentra cerca de la entrada y una aspiradora pequeña reposa contra la puerta del armario. Ella solo se toma un momento para descansar antes de ponerse unos pantalones deportivos de Looney Tunes y una camiseta amarilla, servir fajitas en platos para la cena de los niños y guardar las sobras. Después, los adolescentes desaparecen en sus habitaciones y su hijo menor, vestido con un pijama de Minecraft, se acurruca junto a ella en el sofá y juega en una consola de color rojo brillante.

“No quiero trabajar en dos empleos; estoy muy cansada. Pero tengo que hacerlo porque los trabajos no pagan lo suficiente”, dijo Yeldell. “No podría dar un techo a mis hijos … Ellos son lo primero; yo soy segunda”.

The Associated Press intentó comunicarse con Pizza Hut, así como con su empresa matriz, Yum Brands, para obtener comentarios sobre los salarios de los trabajadores de comida rápida, pero no recibió respuesta.

Los salarios son solo uno de los muchos temas que enfrentan los trabajadores de la industria de la comida rápida. Los horarios impredecibles, el acceso limitado a licencias por enfermedad pagadas y las interacciones desafiantes con los clientes moldean sus experiencias, dijo Daniel Schneider, codirector y cofundador de Shift Project, un proyecto conjunto de Harvard y la Universidad de California, San Francisco, que investiga las condiciones de trabajo del sector servicios.

El robo de salarios y otras violaciones de la ley también son comunes en la industria, agregó el experto laboral David Madland, miembro sénior del Center for American Progress (Centro para el Progreso Estadounidense).

“La industria de la comida rápida es notoria por sus bajos salarios y malas condiciones de trabajo”, prosiguió Madland. “Se la considera casi como el tipo de trabajo descartable típico del cual las políticas se han preocupado muy poco”.

Las entregas de Pizza Hut de Yeldell a veces se extienden hasta las 11 p.m. Lleva un cuchillo en el bolsillo y una linterna para protegerse.

A pesar de los desafíos, Yeldell mantiene una perspectiva positiva sobre su trabajo, que comenzó hace aproximadamente un año y medio como repartidora de entregas, y desde entonces ha aprendido a hacer “prácticamente todo” en su local de Fresno, Texas, lo que incluye hacer pizzas, tener listos los ingredientes y manejar la caja registradora.

“Pizza Hut es un trabajo realmente fácil, y el trabajo solo es difícil si tú lo haces difícil”, dijo. “Y yo aprendo rápido, así que no me molesta. El único momento en que es preocupante es cuando vamos lentos (no hay muchos pedidos) y dicen: ‘Oh, tenemos que reducir tus horas’”.

Compare Texas con California, que ahora tiene el salario mínimo más alto de cualquier estado desde que los legisladores aprobaron un salario mínimo de 20 dólares por hora para esos trabajadores.

Angelica Hernandez, de 51 años, quien ha trabajado en varios restaurantes McDonald’s durante 20 años y ahora trabaja para un local de Monterey Park en el condado de Los Ángeles, expuso que el aumento la ayudó a pagar el alquiler y las facturas a tiempo, evitar cargos por pagos atrasados y comprar “un poco más” en la tienda de comestibles. También le dio a su familia la oportunidad de salir a comer los fines de semana, “ese gusto no me lo daba porque no me ajustaba el dinero. Entonces … es un logro que hemos hecho los trabajadores de comida rápida” dijo.

Pero Hernandez añadió que gran parte del aumento fue absorbido por un reciente aumento de alquiler de 200 dólares. “Queremos un poco más para poder ahorrar dinero y decir: ‘Quiero comprar ropa’, y podérmela comprar y no estar juntando cada quincena para poder comprar ropa o sacarla (a) crédito”, agregó.

Ahora, Hernandez es miembro del California Fast Food Workers Union (Sindicato de Trabajadores de Comida Rápida de California) y concejal del Fast Food Council (Consejo de Comida Rápida) del estado establecido por la nueva ley de California y destinado a mejorar las condiciones laborales.

Los críticos de la ley dicen que seguir aumentando el salario mínimo no es la solución, y argumentan que eso ha elevado los precios y reducido las oportunidades laborales para los jóvenes, lo que perjudica a los franquiciados en una industria ya de por sí con márgenes estrechos.

“Cuando se ve un aumento drástico de los costos operativos en un período corto de tiempo, eso crea desafíos”, explicó Jot Condie, presidente y director general de la California Restaurant Association (Asociación de Restaurantes de California), que se opuso a la ley. Agregó que los franquiciados, quienes son esencialmente propietarios de pequeñas empresas, son los más perjudicados.

Pero un informe de septiembre del Institute for Research on Labor and Employment (Instituto de Investigación sobre Trabajo y Empleo) de la Universidad de California, Berkeley, calificó los efectos de la nueva ley como “benignos”, y encontró que la política no afectó negativamente al empleo y aumentó los precios alrededor de un 3,7%, o unos 15 centavos por una hamburguesa de 4 dólares.

Para Yeldell, aumentar el salario mínimo en Texas “sería más justo”.

“Si otros estados pudieron cambiar, ustedes pueden cambiar también”, dijo. Su agotamiento es evidente: sus movimientos son lentos y sus párpados se cierran. Entre sus dos trabajos, no tiene días libres, así que sus actividades con los niños tienen que realizarse los días que trabaja en uno, no en los dos empleos. Pero ella lo hace posible.

Un frío viernes por la mañana a las 7 a.m., acompaña a su hijo menor a la parada del autobús y luego conduce a través de la ciudad para que le tomen las fotos de graduación a su hija antes de que comience su turno en Pizza Hut.

En el estudio de fotografía, Yeldell y su hija posan para un retrato con un fondo que dice “Generación del ’25”. Yeldell viste un elegante vestido azul rey que dice “Faith” (Fe) en letras cursivas blancas, mientras que su hija lleva una toga y un birrete negros. Ambas mujeres llevan el cabello arreglado en largas y elegantes trenzas con las puntas rizadas.

“Al ser madre, hago lo que se supone que debo hacer por mis hijos”, manifestó.

Pero a pesar de su arduo trabajo, Yeldell expone que la familia tiene poco o ningún ahorro. En meses buenos, reporta que le sobran unos 100 dólares. A menudo, no tiene nada, lo que significa que no tiene dinero para vacaciones o salidas con los niños.

“Al final del día, he trabajado todas esas horas y en realidad no tengo nada que mostrar por ello, solo (poder) pagar algunas facturas”, dijo.

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La cobertura de The Associated Press sobre mujeres en la fuerza laboral y el gobierno estatal recibe apoyo financiero de Pivotal Ventures. La AP es la única responsable de todo el contenido. Encuentre los estándares de la AP para trabajar con organizaciones filantrópicas, una lista de patrocinadores y las áreas de cobertura financiadas en AP.org.

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