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Cuauhtémoc Blanco, alcalde de Cuernavaca, se despide de las canchas ante 60 mil espectadores

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¿Quién ganó ayer el partido América contra Morelia, jugado en el Estadio Azteca ante más de 60 mil espectadores? Eso qué importa, lo que importa es que fue la despedida de Cuauhtémoc Blanco, último tlatoani americanista que, a sus 43 años regresó a la cancha a hacer lo que mejor sabe: burlar la ley con una cuauhtemiña.

El oriundo de Tepito ya se había retirado dos veces: en 2007, en un juego América-Pachuca y, en 2015, con el Puebla, que derrotó a las Chivas. Tan se había retirado que en 2015 fue candidato por el Partido Socialdemócrata de Morelos y ganó la Alcaldía de Cuernavaca, donde despacha (es un decir) desde el primer día de este año.

Pero, de repente, en la novena jornada, el equipo de Televisa lo incluyó en su alineación para un juego de temporada.

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“Oficialmente no tenemos nada que avale el registro o nada que nos especifique que está debidamente registrado”, dijo el vicepresidente del Morelia la semana pasada, Roberto Hernández, sorprendido también por el número de camiseta que el América le entregó al Temo.

Oficialmente, los jugadores de primera división deben escoger para su casaca números del 1 al 35. Pero eso tampoco importa, el equipo canario le dio el 100, el número de su aniversario que cumplirá en octubre. Un 100 grandotote con el que Cuauhtémoc Blanco salió a calentar el estadio una hora antes del juego, como mostrando quién manda en la cancha.

Con las manos rígidas a los costados, dando brinquitos, pecho al aire, como un niño consentido, medio calvo y medio gordo, iba de un lado a otro del césped, con un graderío a medio llenar. Aficionados rendidos ante lo que el tepiteño significa: el desmadre cariñoso.

“La verdad es que el mexicano confunde muchas cosas con Televisa, la política y el club América. Para muchos antiamericanistas y, tal vez, para algunos americanistas, Televisa y el América representan la corrupción. Tal vez, tal vez, pero la verdad, nada que ver. Una cosa es ser futbolista y otro es ser político. Hoy se demuestra como futbolista y mañana será político”, decía, aventando saliva, un joven de jeans azules, camiseta amarilla, sentado a mitad de la tribuna.

Sonaba el silbatazo y 60 mil almas perseguían a un gordito al grito de “¡Oee, oeee oeee, Temoo, Temooo!”. El joven se fue a ocupar su lugar mientras del otro lado de las tribunas, hacia el norte, volvía a aparecer la mano del Temo: 34 personas se pusieron de pie y con las letras impresas en sus playeras formaron una frase.

“Cuauhtémoc estamos contigo Cuernavaca”, decía la frase que se le ocurrió a Eduardo Bordonave, líder del Partido Democracia Social y síndico de Cuauhtémoc Blanco, quien, compartido, días antes nombró alcalde virtual a su mánager, José Manuel Sanz.

Y si con su primer salario le regaló un pastel a su mamá, en su despedida les regaló pases a sus empleados en la Alcaldía.

“Uuuy, se vino todo el municipio”, dijo una supervisora del Ayuntamiento.

Hasta el mismo secretario de Desarrollo Social, Israel Yúdico Herrera, explicó el acarreo.

“En lo que yo me quedé veníamos 800 compañeros, pero eso fue a las 12 del día”, detalló y luego posó haciendo la figura del flechador del viento.

Les regalaron boletos, al menos dos por trabajador, llegaron antes de las 14:00 horas y sólo tuvieron que pagar, incluso no todos, 60 pesos, contaban, siempre atentos al águila americanista que ya hacía una cuauhtemiña, esa jugada de retener, casi ilegalmente, el balón con los dos pies y saltar como una rana.

Pero presenciar un partido de futbol en vivo tiene una desventaja: la vista amplía el aburrimiento de un futbol mexicano que, salvo en un torneo olímpico, nunca ha ganado nada. Así que el espectáculo era un jugador viejo y, entre el público, arriba, estallaba el tam tam, caía el confeti. El estadio, casi lleno, coreaba hasta las fallas del americanista. El público hacía un espectáculo de sí mismo.

“Somos el ritual del caos, papi”, gritó un hombre.

Al minuto 37, antes del medio tiempo, Cuauhtémoc dejó la cancha tras algunos pases, hacer una cuauhtemiña y dar un tiro al poste.

El Temo se despidió con golpecitos en el pecho y levantando el dedo índice, como disparando al aire. Se acabó el juego, larga vida a las cuauhtemiñas. El América ganó 4 a 1.

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