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Nazismo, fascismo: palabras con las que sus críticos relacionan a Trump muy a menudo

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La comparación fue, como mínimo, provocativa. El ex Gobernador William F. Weld, de Massachusetts, equiparó el plan de inmigración de Donald J. Trump con Kristallnacht, la noche de terror vivida en 1938 cuando nazis enfurecidos atacaron viviendas y negocios judíos en Alemania y asesinaron a miles de personas judías.

Pero si fue una analogía polémica, no fue la única. La campaña de Trump ha generado un debate apasionado sobre la naturaleza de su atractivo, así como advertencias de críticos de izquierda y derecha sobre el ascenso potencial del fascismo en Estados Unidos. Sus opositores más estridentes han comparado a Trump con Adolf Hitler y Benito Mussolini, según publicó The New York Times.

Para sus seguidores, dichas comparaciones son tácticas de difamación sumamente injustas para enlodar a los conservadores y atemorizar a los electores. Para un establishment bipartidista cuyos cimientos han sido sacudidos por el ascenso de Trump, dicen estos seguidores, es más fácil deslegitimar su apoyo que reconocer el enojo popular generalizado por el fracaso de ambos partidos para hacerle frente a los desafíos de la Nación.

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Sin embargo, el debate llega al tiempo que surgen interrogantes en todo el mundo sobre un resurgimiento del fascismo, definido en forma general como un sistema de gobierno que afirma poder absoluto y enfatiza un nacionalismo agresivo y, con frecuencia, el racismo. En lugares como Rusia y Turquía, líderes como Vladimir V. Putin y Recep Tayyip Erdogan emplean tácticas de dictador. En Austria, un candidato nacionalista estuvo a tres décimas de punto porcentual de convertirse en el primer Jefe de Estado de extrema derecha elegido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

En Hungría, un Gobierno autoritario ha tomado medidas severas contra los medios noticiosos y erigido vallas con alambre de púas para evitar la entrada de migrantes. Hay inquietud de que Polonia pueda seguir ese ejemplo. Partidos tradicionales en Francia, Alemania, Grecia y otros lugares han sido desafiados por movimientos nacionalistas en medio de una crisis económica y oleadas de migrantes. En Israel, las analogías con el fascismo hechas por un ex Primer Ministro y un general importante han exacerbado, de nuevo, el largo debate sobre la ocupación de territorios palestinos.

“El colapso financiero del 2008 mostró cómo la globalización crea perdedores así como ganadores”, dijo Mark Leonard, director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores a The New York Times.

“En muchos Países, los salarios de la clase media se han estancado y la política se ha vuelto una batalla por tajadas cada vez más pequeñas. Los populistas han remplazado la rivalidad entre izquierda y derecha con una lucha entre élites cosmopolitas y nativistas furiosos”.

Esa dislocación podría no llevar a una repetición de Europa en los 30, pero ha avivado un debate sobre las tendencias políticas globales. En ocasiones, hay cierta propensión a intentar hacer que movimientos políticos en curso encajen en ideas comprensibles -algunos se refieren a grupos terroristas en Medio Oriente como Islamofascistas-, pero los expertos señalan que sí hay un espectro que incluye al nacionalismo de derecha, la democracia iliberal y la autocracia populista.

“A un nivel mundial, la situación que afecta a muchos Países es el estancamiento económico y la llegada de migrantes”, dijo Robert O. Paxton, profesor emérito en la Universidad de Columbia y uno de los académicos más prominentes sobre fascismo. “Es un golpe doble que los gobiernos democráticos tienen enormes problemas para enfrentar”.

Trump desestima las etiquetas usadas por gente como Weld, un republicano veterano que ahora organiza una campaña quijotesca por la vicepresidencia como Libertario.

“Yo no hablo de su alcoholismo”, dijo Trump a través de una vocera, “¿entonces por qué hablaría él sobre mi tontamente percibido fascismo? No hay nadie menos fascista que Donald Trump”. Weld, quien en los 90 presuntamente apareció algunas veces en público tras haber bebido de más, prefirió no responder: “Dejaré eso en paz”.

Los estadounidenses están acostumbrados a la idea de que otros países podrían ser vulnerables a esos movimientos, pero aunque figuras como el Padre Charles Coughlin, figura demagógica en la radio, disfrutó de un amplio apoyo en los 30, ninguno de los dos partidos principales ha nominado nunca a alguien como Trump.

“Esto podría ser uno de esos momentos bastante peligrosos que recordaremos mientras nos preguntamos por qué lo tratamos como algo sin importancia en un momento en el que pudimos haberlo evitado”, dijo Robert Kagan, académico en la Institución Brookings, conocida por su internacionalismo de línea dura.

Kagan hizo una advertencia este mes con un artículo de opinión en The Washington Post, “Así es Como el Fascismo Llega a Estados Unidos”, que recibió mucha atención.

“He recibido mucha retroalimentación positiva de republicanos conservadores”, dijo. “Hay mucha gente que está de acuerdo con esto”.

Las comparaciones fascistas no son nada nuevo en la política estadounidense. Una búsqueda de “Barack Obama y nazi” o “George W. Bush y nazi” en Google produce muchas imágenes de los dos presidentes más recientes de Estados Unidos como fascistas con swastikas. Pero con Trump, esas comparaciones han ido más allá de los márgenes y entrado a las conversaciones del público general tanto en EU como en el extranjero.

El Presidente Enrique Peña Nieta criticó los planes de Trump de construir un muro a lo largo de la frontera con México y prohibir la entrada de musulmanes a EU.

“Así llegó Mussolini y así llegó Hitler”, dijo.

El actor George Clooney llamó a Trump “un fascista xenófobo”. El cómico Louis C.K. dijo, “el tipo es Hitler”. Eva Schloss, de 78 años, la hermanastra de Ana Frank, dijo que Trump “actúa como otro Hitler al incitar al racismo”. Todo llegó a tal grado que la esposa de Trump, Melania, se vio motivada a declarar que su marido “no es Hitler”.

Trump le ha dado muchas municiones a los críticos. Se tardó en denunciar al activista de la supremacía blanca David Duke y habló con beneplácito de que se golpeara a manifestantes. Ha elogiado a Putin y prometido ser su amigo. Se negó a condenar a partidarios que atacaron a una periodista con amenazas antisemitas. En cierto momento, Trump retuiteó una cita de Mussolini: “Es mejor vivir un día como león que 100 como oveja”.

Cuando Chuck Todd, del programa Meet the Press de la cadena NBC, le preguntó sobre el retuit, Trump le restó importancia el origen de la cita. “Sé quién lo dijo”, indicó. “¿Pero qué diferencia hace que sea Mussolini o alguien más?”.

“¿Quiere ser asociado con un fascista?”, le preguntó Todd.

“No”, respondió Trump. “Quiero ser asociado con citas interesantes”. Añadió: “Y definitivamente, oigan, llamó su atención, ¿cierto?”.

Los aliados de Trump desestiman las críticas al decir que tienen una motivación política y son históricamente sospechosas. Newt Gingrich, ex Presidente de la Cámara de Representantes, quien ha dicho que consideraría ser compañero de fórmula de Trump, dijo en una entrevista que estaba profundamente ofendido por lo que llamó comparaciones totalmente ignorantes.

“Trump no tiene una estructura política en el sentido en que la tenían los fascistas”, dijo Gingrich, quien alguna vez fue profesor universitario y tiene un doctorado en historia europea moderna. “No tiene el tipo de ideología que ellos tenían. No tiene a nadie que se parezca a los ?camisas cafés?. Todo esto son patrañas”.

Más allá de Hitler y Mussolini, el fascismo puede ser difícil de definir. Desde la Segunda Guerra Mundial, sólo figuras marginales se han identificado abiertamente de tal forma. En el discurso político moderno, la palabra se usa como epíteto. E incluso Hitler y Mussolini mostraron elasticidad en sus filosofías políticas cuando subieron al poder; Mussolini comenzó como izquierdista.

Paxton, el experto en fascismo, dijo ver similitudes y diferencias en Trump. Su mensaje sobre un EU en declive y sus pronunciamientos de “ellos contra nosotros” acerca de migrantes y extranjeros hacen eco a la Europa de los 30, dijo Paxton. Por otra parte, indicó, Trump difícilmente ha creado grupos juveniles violentos y uniformados. Además, los fascistas creen en un fuerte control del Estado, no en el individualismo y la desregulación que buscan reducir el papel del Gobierno.

Otros advierten sobre las comparaciones. “Leí el artículo de Kagan, por supuesto”, dijo Volker Perthes, director del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad, en Berlín. “Todo el fenómeno que describe plantea inquietudes, pero aun así yo no llamaría fascista a Trump o a su campaña. Tal vez con la historia alemana y europea en mente, somos un poco más cautelosos que otros para usar la etiqueta de fascismo”.

Perthes dijo que el fascismo verdadero exige dos elementos adicionales: un rechazo rotundo de la democracia y una definición más severa de orden. Jobbik, el partido de ultraderecha en Hungría, entraría en esta categoría, dijo, pero Norbert Hofer, el candidato de extrema derecha que estuvo a punto de ganar la Presidencia en Austria, y Trump, no encajarían.

Charles Grant, director del Centro para Reforma Europea, en Londres, distinguió entre partidos nacionalistas de extrema derecha, como el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia, y el fascismo real.

“Históricamente, significa la satanización de minorías dentro de una sociedad al grado en que se sienten inseguras”, dijo. “Significa fomentar el uso de violencia contra críticos. Significa una política exterior belicosa que podría llevar a la guerra, para exacerbar un sentimiento nacionalista. Lleva la xenofobia a los extremos. Y se muestra despectivo de un orden liberal basado en reglas”.

El debate sobre la terminología podría ignorar la gravedad de los males que allanaron el camino para Trump y sus contrapartes europeas. El magnate inmobiliario neoyorquino ha aprovechado el profundo descontento en un País en el que muchos sienten haber sido olvidados mientras se rescata a bancos de Wall Street, los recién llegados consiguen empleos, los terroristas amenazan a inocentes y China asciende económicamente a costa de Estados Unidos.

“Me parece que en países desarrollados y semidesarrollados emerge un nuevo tipo de política para el que tal vez la mejor categoría taxonómica sería nacionalismo populista de derecha”, dijo Stanley Payne, profesor emérito en la Universidad de Wisconsin-Madison. “Vemos un nuevo tipo de fenómeno que es diferente a lo que se tenía”, en el siglo 20.

Roger Eatwell, profesor en la Universidad de Bath, en Inglaterra, lo llama “democracia iliberal”, una forma de gobierno que mantiene los elementos de la democracia sin la realidad de la misma.

Las elecciones se consideran importantes para legitimar regímenes, dijo, pero en lugar de imponer un Gobierno de un solo partido, como en el pasado, los líderes autoritarios de hoy en día utilizan una variedad de recursos para controlar y/o manipular a los medios, intimidar oponentes, etcétera.

De cualquier forma, esto ha encontrado nichos de apoyo en ambos lados del Atlántico. Lilia Shevtsova, una politóloga en Moscú, dijo que el neofascismo en sociedades liberales de Occidente deriva de una crisis o disfunción mientras que en Países no liberales como Rusia y Turquía, refleja un intento de llenar el vacío creado por el fracaso de las nociones occidentales para ponerse al día.

El problema, añadió en entrevista con el rotativo estadounidense, es que el liderazgo político occidental en este momento es demasiado débil para combatir la marea.

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