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Columna: Lo que podemos aprender de Jerry Brown

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El 2 de noviembre de 2010 escribí en este espacio un comentario titulado “Un voto muy dudoso por Jerry Brown”. El estado se encontraba en medio de una terrible crisis económica, con un eterno déficit multimillonario, recortes severos a la educación pública y una tasa de desempleo tan alta como las icónicas palmeras de California.

Acaba de terminarse el desastroso mandato de ocho años de Arnold Schwarzenegger, quien reemplazó al destituido gobernador Gray Davis. En ese entonces Brown era un candidato con poca chispa cuyos mejores años como político estaban en el pasado. El anuncio de su candidatura fue como leer sobre un jugador de futbol que regresaba a las canchas después de jubilarse.

“California no puede con otro gobernador malo. Ya hemos tenido suficientes”, escribí en aquel entonces. “Pero ahora hay que escoger entre usted y su contrincante (Meg Whitman), dos opciones, en mi opinión, malas.”

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Eso fue hace cuatro años. El martes pasado el gobernador Brown fue reelegido contundentemente para un cuarto mandato histórico (fue gobernador dos veces en los 1970 y 1980). Brown, a sus 76 años, ha demostrado ser un líder efectivo y un político inteligente que le ha dado la vuelta a California.

Hay varias cosas que he aprendido de nuestro gobernador. La primera, es que me equivoqué cuando lo catalogué como una opción mala. Brown ha demostrado que además de ser un gobernador capaz, tiene mucho que enseñarnos, incluyendo lo siguiente:

1) La edad es solo un impedimento mental. De terminar su cuarto mandato como gobernador, Brown tendrá 80 años. Ya quisiéramos muchos de nosotros desplegar el nivel de energía y dedicación que demuestra todos los días en el Capitolio de Sacramento. Las personas que lo conocen describen a una persona altamente disciplinada que lleva una vida modesta y ascética que le permite dedicarse a su pasión: servir al público. Mucho de eso se debe a su experiencia como gobernador, alcalde de la ciudad de Oakland y secretario de estado. Pero también a su estabilidad espiritual gracias los años como jesuita y después como estudiante de budismo.

2) California sí es gobernable. Los gobernadores que precedieron a Brown dejaron a California en caos. El déficit era mayor con cada año que pasaba. Pero en solo cuatro años, Brown le dio la vuelta a un déficit de 25 mil millones de dólares y ayudó a convertirlo en un superávit de 4 mil millones. La tasa de desempleo sigue alta (7.4 por ciento), pero cuatro puntos porcentuales menos de cuando comenzó (durante su primer mandato se generaron alrededor de 1 millón de empleos en California). Pero quizás más importante, le ha vuelto la confianza a California, un estado que en los últimos años se había convertido en la burla de la nación.

3) Los mejores políticos son los políticos invisibles. Un buen político es como un buen árbitro de futbol: si no te das cuenta que está ahí, quiere decir que hizo bien su trabajo. Y eso es precisamente lo que Brown ha tratado de hacer. Él no es mucho de estar en eventos públicos y de estar tratando de convencer al público de hacer esto o de hacer aquello, como lo hacía el excéntrico e inefectivo exgobernador Schwarzenegger. Brown trabaja con líderes, empresarios y políticos sin hacer mucho ruido, y hasta ahora las decisiones que ha tomado han sido por el bien del público.

4) Vale la pena ser un político del centro. Mientras los políticos intentan cortarse la cabeza unos a otros en Washington DC., Brown ha logrado encontrar un buen punto medio entre los demócratas y republicanos. Es famoso por decir que su filosofía política es parecida a remar con una canoa: para irse en una dirección recta, hay que remar un poco para la izquierda y un poco para la derecha. Aunque es verdad que disfruta de mayorías demócratas en la legislatura estatal, en California la animosidad ideológica es mucho menor que en lugares como la capital del país. Esto le ha dado la oportunidad de tener conversaciones productivas con los líderes de ambos partidos.

Brown no es un gobernador perfecto y no va a resolver todos los problemas de California. Sin embargo, si la historia es un indicador, tenemos todavía más que aprender de él durante los próximos cuatro años.

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