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DACA sacó a los ‘Dreamers’ de las sombras; ahora, algunos planean subir el volumen a sus reclamos

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El 5 de septiembre pasado, la Casa Blanca anunció sus primeros pasos para poner fin al programa que protegió de la deportación a miles de personas, creado durante la era de Obama.

Los padres de Bryan Peña llevaron siempre una vida en los márgenes. Eran inmigrantes que vivían indocumentados en Lincoln Heights, habiendo llegado al país desde Guatemala cuando su hijo era lo suficientemente pequeño como para cargarlo sobre sus espaldas. Su papá encontró trabajo reparando automóviles; su madre limpiaba casas. Ambos mantenían en secreto su pasado.

Peña, sin embargo, asistió a una escuela secundaria orientada a la justicia social, desarrolló interés en el baloncesto, el cine y la cocina, y recientemente comenzó a estudiar enfermería en Cal State L.A.

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El joven de 18 años de edad es categórico acerca de su estatus de ‘Dreamer’, tal como se los llama, e incluso llegó a narrar su historia frente a una multitud, durante un mitin de inmigración.

Pese a la eliminación, por parte del presidente Trump, del escudo que protegió a 800,000 Dreamers de la deportación, Peña se niega a escabullirse repentinamente hacia las sombras. En lugar de ello, planea hablar más abierta, enfática y públicamente acerca de su derecho a permanecer en el país. “Es aquí donde quiero vivir”, afirmó peña. “Es la única vida que conozco”.

Si bien alguna vez fueron una población vulnerable de menores que llegaron a los EE.UU. sin autorización, los Dreamers pronto tuvieron una ventaja sobre sus padres. Capaces de integrarse con las comunidades, les resultó fácil asimilar el único país al cual consideran su hogar.

Asistieron a la universidad, lograron tener una carrera, compraron casas y se sintieron protegidos con su estatus bajo el marco del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés).

Ahora, la amenaza de deportación los ha llevado a manifestarse, impulsados por fuerzas polares: tienen todo que perder, y pronto podrían tener nada que perder.

“La gente se suscribió a DACA y siguió con sus vidas”, afirma Roberto Gonzáles, profesor asistente de la Universidad de Harvard, quien estudia a los jóvenes indocumentados durante la última década. “No tenían que estar estresados por sus circunstancias; entonces bajaron la cabeza, fueron a la escuela, buscaron empleos y cuidaron de sus familias”.

Gonzáles sostiene que la participación estudiantil en el movimiento por los derechos de los inmigrantes experimentó una cierta calma después de que muchos se sintieran seguros con su estatus. Ahora, cree que se verá un resurgimiento del activismo estudiantil, junto con una movilización masiva de educadores, funcionarios electos, celebridades y corporaciones, para luchar contra la derogación del DACA, que tiene fecha de expiración en marzo próximo a menos que el Congreso adopte medidas legislativas.

Luisa López Alejandre, de 18 años, está entre quienes se unieron a la convocatoria. Durante la mayor parte de su vida, la residente de Santa Ana no sintió necesidad de salir a las calles para protestar. Alejandre, quien llegó desde México a los cinco años de edad, sin autorización, obtuvo su estatus mediante DACA y nunca imaginó tener que limpiar hoteles sin aparecer en la nómina, como su madre. En lugar de ello, tomó cursos adicionales en preparatoria y fijó su meta en ser socióloga.

Pero luego de la elección de Trump, Alejandre reevaluó su futuro. Comenzó a asistir a manifestaciones por los derechos de los inmigrantes y se adentró en el movimiento. El martes,

día en que se anunció el final de DACA, la joven sostuvo una bandera estadounidense y un megáfono, y se dirigió en un discurso a cientos de personas. “Ustedes son más que DACA, o que un extranjero”, gritó. “Son seres humanos”.

Rocío Lopez, diseñadora de productos en Silicon Valley, también se ha vuelto más abierta con sus creencias. La joven, de 28 años, recientemente comenzó a revelar su estatus de Dreamer a sus compañeros de trabajo y conocidos, y cambió su foto en Facebook por una imagen de apoyo a DACA.

López trabaja dentro del mismo tipo de edificio de oficinas que alguna vez sus padres limpiaron, después de dejar México y llegar al este de Palo Alto. Casi cada aspecto de su vida fue moldeado desde entonces por el programa aprobado por el expresidente Obama; éste le dio “tranquilidad”, dice, y le permitió enfocarse en su carrera y empleo para compañías tradicionales, que ofrecían buenos beneficios.

Desde entonces pudo ayudar a sus padres y pagar sus cuentas médicas. “Pero ahora, cada día que entro en la oficina es como si fuera una bomba de tiempo”, afirmó López. “Es difícil. Trabajo con otros colegas y todo el mundo está creciendo, convirtiéndose en diseñadores sénior, eventualmente gerente y, luego, director. Y saber que eso no es un camino para mí es muy deprimente”.

Aunque está rodeada por muchos que defienden las opiniones progresistas sobre la inmigración, López todavía se encuentra con quienes se sorprenden al conocer su estatus. “El problema es que la gente no entiende que son sus vecinos; es la gente con la que fueron a la escuela”, expresó.

Los organizadores sostienen que los activistas en estos días proponen una nueva dinámica. Temerosos de lo que podría sucederles a ellos y a sus familias, también están envalentonados y decididos a hacerse oír. “Es una combinación de miedo, pero también de valentía -de querer levantarse, de no ser empujado a las sombras, de desear que se reconozca su dignidad humana”, explicó María Brenes, directora ejecutiva de InnerCity Struggle, que promueve la organización comunitaria en el este de Los Angeles.

Anthony Ng, un defensor de políticas de Asian Americans Advancing Justice, en L.A., predice un cambio distintivo en cómo la gente protestará después de que las noticias del final de DACA se asienten. “La urgencia ante perder un medio de vida y los hogares creará un efecto dominó en la gente y la hará más creativa”, afirmó. “Muchos querrán luchar más o expresarse abiertamente”.

El propio Ng llegó sin autorización desde Filipinas a los 11 años, con sus padres. Después de graduarse de UC Irvine, fue uno de los primeros asiáticos en solicitar los beneficios de DACA. Él y su hermana ingresaron al programa, y su hermano se convirtió en ciudadano estadounidense hace más de ocho años a través del matrimonio. Su madre recibió su tarjeta verde hace más de un año. La idea de estar separados les resulta aterradora.

“Estoy listo para continuar la lucha”, aseguró Ng. “DACA era una solución temporal, un apósito. Todo el mundo lo sabía también. Por eso, cuando seguimos avanzando en pos de nuestros derechos debemos incluir a todos los indocumentados. ¿Para qué sirve que algunos miembros de la familia se queden y que otros se vayan?”.

Horas después de que la Casa Blanca anunciara, el martes, que DACA sería eliminado, miles de personas acudieron a Placita Olvera, en el centro de Los Ángeles. “Somos los poderosos, poderosos inmigrantes”, gritaban muchos, levantando letreros.

Entre los numerosos carteles, el de Zuleyma Chazari se destacaba. En rosa fuerte y con forma de mariposa, rezaba: “Representa el amor”. Esta estudiante de biología de USC, de 21 años, creció en Gardena después de haber inmigrado sin autorización, con su madre, hace más de una década. “Llamaré a las puertas; visitaré las casas de la gente “, aseguró Chazari sobre su decisión de difundir la defensa de DACA. “No somos criminales… No queremos ningún daño para el país; queremos hacerlo mejor “.

Después de aproximadamente una hora, la muchedumbre comenzó a marchar, gritando ante cada bocinazo antes de detenerse en el ayuntamiento. Algunos pronunciaron discursos, aunque eran difíciles de oír entre los asistentes, que aplaudían y generaban sus propios gritos entusiastas.

Entre los oradores se encontraba Sean Tan, de 24 años, estudiante de posgrado en políticas públicas, en la UCLA.

De pie en la escalera, tomó el micrófono y se presentó. “Soy Sean, soy indocumentado y no tengo miedo”.

Tan y su familia llegaron de Filipinas con visas de turismo cuando él tenía 11 años; nunca se fueron. El muchacho recibió su permiso DACA en 2012, el cual supuestamente durará hasta septiembre de 2018. Tan planea seguir protestando, así como trabajar con los organizadores comunitarios para apelar a legisladores locales y federales por más protecciones.

“Creo que es importante dar la cara, especialmente ahora que la administración Trump y otras fuerzas están amenazando nuestro sustento”, expresó Tan. Aunque admitió que está asustado por la posibilidad de la deportación, cree que la amenaza supera cualquier temor.

“No conseguimos el programa DACA sin iniciar un movimiento”, resaltó.

Peña, de Lincoln Heights, también estuvo en la manifestación. Al ver la multitud, que incluía a muchos que se habían acercado para apoyar a amigos sin estatus autorizado, sintió esperanzas. “Esto es una señal de que somos bienvenidos aquí”, resaltó, señalando los carteles que exponían mensajes como “¡Protejamos a las familias inmigrantes!” y “Dejen que mis estudiantes sueñen”.

California, consideró, parece ofrecer una cierta seguridad a favor de los derechos de los inmigrantes, a diferencia de otros estados. La exmaestra de Peña, Peta Lindsay, apareció pronto y le entregó un letrero amarillo brillante donde podía leerse: “#DefendamosDACA. Plenos derechos para todos” y “¡Los inmigrantes ahora!”. Juntos comenzaron a cantar el mensaje, de pie, uno al lado del otro.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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