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‘México no hará deportaciones masivas’

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Los Angeles Times

Si México tomó medidas enérgicas contra los migrantes centroamericanos, como afirmó recientemente el presidente Donald Trump, no hay evidencia de ello en esta remota ciudad del sur de México.

Unos 3,000 migrantes (en su mayoría llegados en caravanas recientes) encontraron hospedaje temporal en un complejo deportivo bañado por el sol, donde los residentes luchan por la sombra debajo de las tiendas de campaña y estructuras elaboradas con ramas y hojas de palmeras.

Pero no eran detenidos o preparados para la deportación, a cambio, tramitaban permisos que les facilitará el viaje hasta la frontera con EEUU.

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“Queremos que nuestros hijos tengan un futuro sin miedo a las pandillas”, confesó Óscar Amilcar, un salvadoreño acompañado de su esposa, dos hijos e inmigrantes de Guatemala y Honduras.

Todos planean reanudar el viaje pronto y presentarse ante las autoridades en EEUU para solicitar asilo.

Era una imagen muy diferente a la que pintó Trump a principios de este mes cuando anunció que retrasaba su amenaza de cerrar la frontera sur de su país porque las autoridades mexicanas “detuvieron a miles de personas y las devolvieron a sus países”.

“Nadie ha visto nada igual”, dijo durante una visita a Calexico, en California.

Cerrar la frontera tendría repercusiones económicas desastrosas, tanto para EEUU como para México y Trump enfrentaba presiones de todo el espectro político para rescindir su amenaza. El supuesto aumento en la aplicación de la ley mexicana ofreció cierta cobertura política.

Excepto que no parece haber ocurrido.

“México no tiene la intención de participar en deportaciones masivas o de detener las llamadas caravanas migrantes”, indicó Rocío González Higuera, jefa de política migratoria de la rama de derechos humanos del Ministerio del Interior del país.

“México implementa un proceso de migración ordenada, regulada y segura, con respeto a los derechos humanos”, detalló González en Tapachula, en un centro de migrantes justo al norte de la frontera con Guatemala, cuando se le preguntó sobre los comentarios de Trump. “Lo que otro país decida o diga, es responsabilidad de ese país, no de nosotros”.

Según las estadísticas publicadas por el gobierno mexicano, las acciones de ejecución contra los migrantes en realidad se han desacelerado desde que Andrés Manuel López Obrador asumió como presidente en diciembre.

Las deportaciones disminuyeron 16% y los arrestos 7% en diciembre, enero y febrero en comparación los tres meses anteriores. Las cifras de marzo aún no estaban disponibles.

Las reducciones se produjeron en medio de un número elevado de decenas de migrantes centroamericanos que se abrían paso a través de México a EEUU.

“La cantidad de centroamericanos que llegan aumenta casi de manera exponencial, pero las deportaciones se mantienen relativamente estables”, destacó Stephanie Leutert, quien encabeza la Iniciativa de Seguridad de México en la Universidad de Texas en Austin.

López Obrador hizo una promesa de campaña de respetar los derechos humanos de los migrantes y su gobierno insiste en ayudarlos en lugar de criminalizarlos, una postura que incluso ha perturbado a algunas personas en México que están hartas de la migración ilícita.

Con ese fin, ha emitido un número cada vez mayor de visas “humanitarias” para los migrantes que se dirigen al norte.

En enero y febrero, el gobierno proporcionó más de 19,000 visas de este tipo, casi un tercio del total para todo 2018.

Las visas permiten a los migrantes atravesar México hacia EEUU sin temor a ser arrestados y sin depender de costosos contrabandistas.

Pronto, dicen las autoridades mexicanas, los centroamericanos podrán solicitar las visas en sus países de origen.

México está especialmente preocupado por proteger a las familias con niños que dominan cada vez más el movimiento hacia el norte, agregó González, la funcionaria de política migratoria.

México ha estado en conflicto por mucho tiempo en el tema de la inmigración y no ha sido inmune a la presión de EEUU a lo largo de los años.

Desde 2015, según estadísticas oficiales, México ha deportado a más de 500,000 centroamericanos, en gran parte de las llamadas naciones del triángulo norte, Guatemala, Honduras y El Salvador, que son la principal fuente de migrantes con destino a EEUU en la actualidad.

Sin embargo, México carece de la voluntad y la mano de obra para sellar su frontera de más de 700 millas con Guatemala, según expertos y funcionarios.

El léxico oficial de México es que los detenidos y repatriados son “rescatados” (terminología que refleja la sensibilidad del tema en un país donde un gran número de sus propios ciudadanos han sido enviados a casa desde EEUU contra su voluntad).

Con Trump en el poder, la presión sobre México quizá nunca ha sido mayor.

Los políticos mexicanos parecen atrapados entre las inclinaciones humanitarias de López Obrador y las demandas de Trump para una represión.

“México tendrá que dar garantías a la Casa Blanca de que reforzará y fortalecerá su política migratoria y retomará el control que ha perdido de la frontera sur”, escribió este mes el periodista Salvador García Soto en El Universal de México en la víspera de la visita de Trump a Calexico.

Las fuerzas principales que impulsan el éxodo de Centroamérica (con economías lentas y violencia desenfrenada) probablemente no cambien pronto.

“México está en un lugar difícil porque no puede cambiar la política de inmigración de EEUU y no puede cambiar las condiciones en Centroamérica”, destacó Leutert.

Luego, hay presiones domésticas en México.

Muchos mexicanos muestran un creciente cansancio con la inmigración ilegal, quejándose de que el gobierno está ayudando a los centroamericanos más que a los pobres mexicanos.

Más de la mitad de la población que participó en una encuesta este mes de El Universal, acordaron que el gobierno mexicano debería actuar para detener el flujo de migrantes. Casi el 60% reflejó que los migrantes eran malos para sus comunidades, en comparación con el 34.2 por ciento que respondió de manera similar a la misma pregunta en octubre pasado, cuando las caravanas encabezaron los periódicos aquí.

Algunos informes sugieren que han surgido profundas divisiones dentro del gobierno sobre si se debe reforzar la aplicación o permitir que más centroamericanos ingresen al país.

En el complejo deportivo aquí en Mapastepec, Chiapas, 90 millas al norte de Guatemala, quedó claro qué lado gana por el momento.

Los inmigrantes llegaron a las instalaciones después de que los residentes de Huixtla (la cual recibió a los viajeros en caravanas el año pasado) rechazaron su presencia.

Ahora todos esperaban ser procesados para obtener visas humanitarias que les permiten proceder.

Muchos viajaban con menores. Se ha corrido la voz a las naciones de Centroamérica de que es más probable que los solicitantes de asilo sean liberados en EEUU si viajan en familia.

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