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Este pub de cerveza artesanal prospera gracias a su ingrediente secreto: trabajadores con discapacidades

Brewability
Alex Randall, cantinero de Brewability en Englewood, Colorado, quien es ciego, sirve una cerveza del grifo mientras Chelsea Whitaker, asistente de terapia ocupacional, observa.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

Los camareros tienen autismo, síndrome de Down y parálisis cerebral. Algunos son ciegos, sordos o tienen lesiones cerebrales traumáticas

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La palabra “normal” a menudo se evita, por subjetiva y polarizadora, pero normal es todo lo que Wilber Wilson siempre ha querido ser.

Para él, eso significa no tener un impedimento del habla, no estar atrasado en el desarrollo y no ser llamado “retrasado”. Normal significa servir la cerveza perfecta.

“Mire a mi bebé”, dice su madre, Lathan Wilson, mientras observa un video de él en su teléfono.

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Él sostiene una cerveza bajo un grifo, la vierte, mueve el vaso y la corona con una pulgada de espuma. “Nunca pensé que iba a poder hacer eso”, afirma con orgullo. “Cuando trabaja ahí, se siente normal”.

Pero no hay nada de normal en Brewability, un pub de cerveza artesanal en los suburbios de Denver, llevado adelante casi en su totalidad por personas con discapacidades. Los camareros tienen autismo, síndrome de Down y parálisis cerebral. Algunos son ciegos, sordos o tienen lesiones cerebrales traumáticas.

Brewability in Englewood
Sarah Bogucki y su esposo, John, reaccionan después de dar una propina a Anthony Scott, un cantinero de Brewability. Scott tiene parálisis cerebral.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

Todos aquí ponen en acción sus habilidades al máximo. Un barman casi ciego juzga si un vaso está lleno por el peso. El proceso de elaboración paso a paso atrae a las personas con autismo, que anhelan la rutina. Un joven parcialmente sordo resulta ser un gran oyente. “Todos los que entran tienen una historia muy interesante que contar”, remarcó Tony Saponaro, de 29 años, un cantinero que usa dos audífonos.

Tiffany Fixter, de 35 años, abrió Brewability Lab en Denver en 2016, y una pizzería dos años después, con el objetivo de integrar completamente a las personas con discapacidad en el negocio. La sociedad les dijo lo que no iban a poder hacer; ella mostraría lo que sí podían.

Pero rápidamente notó que los viejos prejuicios tardan en desaparecer; que mezclar negocios e idealismo puede ser costoso y que ser pionero puede resultar muy solitario.

Durante su infancia en Lincoln, Nebraska, Fixter a menudo ayudaba a niños discapacitados en su escuela primaria. Luego continuó siendo voluntaria con adultos autistas, durante toda la universidad. Más tarde tomó un trabajo como maestra de educación especial en una parte áspera de Kansas City, Missouri, antes de mudarse a Denver para supervisar un programa diurno para adultos con discapacidades mentales y físicas. Pocos de ellos trabajaban. Los que lo hacían, a menudo eran tratados como niños, destinados a empacar comestibles o trapear pisos, pero no a manejar dinero o interactuar con los clientes.

Entonces, Fixter tuvo una idea.

“Quería tratarlos como adultos”, remarcó, “y ¿qué es más adulto que la cerveza?”. Cuando su jefe la despidió por “falta de creatividad”, ella abrió Brewability Lab.

Fixter codificó por colores los grifos de cerveza. Los clientes recibían un menú que decía: “naranja” es rubia ámbar; “verde” es India Pale Ale. Era más fácil para los empleados que no sabían leer, además se agregó braille a los grifos.

También había una “sala de descanso sensorial” para los sobreestimulados. En ella había poca luz, una manta pesada y auriculares con bloqueo de ruido. Algunos empleados autistas entraban allí repetidamente.

Los gerentes sin discapacidades los mantenían atareados. Los empleados ganaban el salario mínimo estatal para quienes reciben propinas, ahora de $8,98 por hora. Por una variedad de razones, incluyendo problemas de salud, nadie del personal discapacitado trabajaba a tiempo completo, y la mayoría vivía con la familia.

Fixter finalmente trasladó el pub a la cercana Englewood y lo renombró Brewability. Su madre vendió una panadería de su propiedad para financiar la compra del nuevo edificio.

En diciembre de 2018, abrió Pizzability en el acaudalado vecindario Cherry Creek de Denver. Contrató nuevos empleados y trabajadores de pub.

En un día reciente de diciembre, un empleado con síndrome de Down recibió un pedido de pizza de pepperoni. Miró las fotos colgadas de las pizzas disponibles y siguió las instrucciones paso a paso. Aplastó la masa, sirvió la salsa y cuidadosamente repartió los ingredientes. Cuando estuvo lista, un trabajador autista sonriente hizo cambios cuidadosamente para el cliente.

Pizzability in Denver
Avery Becker sirve una pizza a los clientes Larry Johnson, a la izquierda, y Marcus Stone, en Pizzability. “Las personas no entienden las discapacidades invisibles”, afirmó Becker. “‘No pareces enfermo, entonces, ¿por qué sigues viviendo con tu madre?’”, te pregunta la gente. “Ahora tengo más confianza porque puedo decir que cuento con trabajo”.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

“He estado en restaurantes de clase alta, donde la gente no es tan amigable”, expresó Lou Winne, de 66 años, que estaba almorzando. “Tal vez necesitan un poco más de ayuda que otros, pero creo que pueden hacer lo que quieran”.

Aún así, el negocio iba lento. Fixter había ido de puerta en puerta repartiendo pizza gratis y regalando cupones. También explicaba su filosofía de emplear personas discapacitadas en las joyerías de alta gama, restaurantes y tiendas especializadas que la rodeaban en la zona. Nada funcionaba.

También estaban las redes sociales. “La gente decía cosas feas y odiosas”, recordó Fixter. “No querían ver a personas en sillas de ruedas. Llegaron a comentar que debíamos contratar modelos y poner a aquellos con necesidades especiales en el fondo”.

La televisión local informó sobre esos comentarios, y eso provocó una oleada de gente ansiosa por mostrar su apoyo al lugar. Las filas trascendían la puerta. La espera para comer una pizza podía llegar a las cuatro horas. Sin embargo, dos semanas después, el negocio volvió a la normalidad. “La gente entraba y se tomaba selfies, luego daba la vuelta y se iba”, comentó Fixter.

La mujer había invertido sus ahorros en Pizzability, sin éxito. El sitio perdía efectivo a borbotones.

“Erré el tiro”, dijo. “No encajamos aquí”.

Pizzability cerró el 14 de diciembre y ella volvió a Brewability.

Más tarde esa noche, Fixter llegó al bar para organizar un concurso de suéteres navideños feos. El lugar estaba lleno. Santa y la señora Claus estaban en camino. Una banda tocaba “My Way” de Frank Sinatra, luego “Silent Night”. Grandes copos de nieve caían afuera.

Wilber Wilson, de 39 años, llevaba antenas de espuma en su cabeza mientras servía cerveza. El hombre había crecido en Louisiana, donde un médico le comunicó que debía ser institucionalizado. “Dijeron que sería un vegetal o una amenaza para la sociedad, que nunca aprendería a leer y escribir”, comentó su madre.

La mujer le consiguió terapia ocupacional y del habla. Aún así, era acosado, le decían cosas horribles. Él se metía en peleas durante la escuela. “No creo que las personas se den cuenta de que tienen los mismos sentimientos que tú y yo”, remarcó ella. “Entonces, cuando los llamas ‘retrasado’, duele, marca muy profundamente”.

Uno de los maestros del chico descubrió cuánto le gustaban los deportes, entonces comenzaron a leer la sección de deportes del periódico todos los días. Eso le ayudó a leer y escribir.

Cuando comenzó a servir cerveza, le tomó cinco turnos poder hacerlo correctamente. Al principio, no inclinaba el vaso y abría demasiado el grifo. ¿El resultado? Una pinta de espuma. El maestro cervecero Tanner Schneller le enseñó a inclinar el vaso, a ir despacio con el grifo y a enderezar el vaso al final. Con el tiempo, el hombre al que le dijeron que no podía aprender, había dominado la técnica.

“Cuando me contrataron, me cambió la vida”, manifestó. Su impedimento para hablar era fuerte, por lo que su madre ayudó a transmitir sus palabras. “Quiero ser más independiente y un día mudarme de la casa de mi madre”.

Alex Randall, de 29 años, un camarero casi totalmente ciego, llena los vasos sintiendo su peso. También maneja la caja de efectivo sabiendo qué compartimento contiene qué billetes.

Brewability in Englewood
Alex Randall, de 29 años, camarero de Brewability y ciego, visita a su perro guía, Paolo, durante un descanso.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

Un joven ordenó media docena de cervezas y luego se detuvo. “¿Quieres escribirlo?”, preguntó.

“No”, respondió Randall. “Las personas con discapacidad visual son famosas por su memoria”, dijo. Su perro guía, Paolo, dormitaba atado a un barril de cerveza, al otro lado del salón.

Chelsea Whitaker, una asistente de terapia ocupacional, patrullaba la parte trasera del bar, en busca de signos de sobreestimulación. El ruido y las luces pueden causar problemas con los empleados. Las personas con autismo pueden abrazarse a sí mismas; uno repite: “Estás bien, estás bien”, una y otra vez. “La mayoría de ellos nunca han trabajado antes y las habilidades que aprenden aquí ayudarán en la transición a otros aspectos de la vida”, comentó Whitaker. “Son capaces de hacer mucho más de lo que la gente piensa”.

Avery Becker, de 22 años, pasó años en el hospital por múltiples problemas médicos. Sus intestinos no pueden absorber nutrientes y se alimenta a través de un tubo. Las úlceras estomacales le causan dolor crónico. “Las personas no entienden las discapacidades invisibles. No pareces enfermo, entonces, ‘¿por qué sigues viviendo con tu madre?’, pregunta la gente”, manifestó. “Me siento con más confianza ahora, que puedo decir que tengo trabajo. Antes no contaba con un propósito, no tenía nada que hacer en mi día. Esto me ha abierto muchas puertas”.

Pizzability
Crysta Bartram, a la izquierda, y Chelsea Whitaker, asistente de terapia ocupacional, en Pizzability. Con excepción de los gerentes, el personal de la tienda está compuesto por personas que tienen discapacidades mentales y físicas.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

La cervecería, con un personal de aproximadamente 25 personas, tiene un pequeño letrero en la puerta que dice que contrata a personas discapacitadas, pero algunos clientes no se dan cuenta de inmediato.

Ken Kreutzer, de 61 años, se sentó en el bar. Llevaba un cuaderno donde deja cuenta de todos los bares de cerveza que ha visitado en Colorado. Este era el número 221. Pidió al personal que firmara el libro.

Randall se acercó y escribió su nombre.

“¿Puedo firmar también?”, preguntó el cantinero, Aaron Harris, quien es autista.

Kreutzer se dio cuenta lentamente de dónde estaba. Y sonrió. “Guau; este lugar me alegró el día”, reconoció.

Fixter todavía se sentía un poco deprimida por haber cerrado Pizzability. No fue un fracaso, dijo, sino “una experiencia de aprendizaje extrema”.

Combinar los dos negocios significa una sobrecarga de personal, pero ella no quería despedir a nadie. “¿Cómo podría hacer eso?”, se pregunta.

Pizzability in Denver
Tiffany Fixter recibe un abrazo de la empleada Micah Rosenbaum en Pizzability, que cerró sus puertas el 14 de diciembre y se fusionó con Brewability, en el suburbio de Englewood, Denver.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

A lo largo de los años, ha recibido mensajes de todo el mundo, de aquellos ansiosos por copiar su negocio o expresar su apoyo. “Todos nos están mirando”, dijo. “Quieren ver si tengo éxito o no”.

Para quienes trabajan esta noche, la respuesta parecía clara: un cantinero autista bromeaba con los clientes, uno casi ciego hacía un cambio y Wilber Wilson servía la cerveza perfecta.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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