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El funeral de George Floyd marca el momento de sanar y ajustar cuentas para Minneapolis y el país

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Fuera de la pequeña capilla de la universidad, la multitud se reunía y cantaba: “¿Cómo se llama? George Floyd!”

Dentro, su hermano menor, Rodney Floyd, se acercó a un atril blanco cerca de un ataúd negro y dorado.

Tenía una petición para los dolientes: “¿Pueden decir su nombre, por favor?”

Y ellos respondieron: “George Floyd”.

El monumento en el centro de Minneapolis estaba reservado a familiares, amigos y a los activistas de derechos civiles, políticos y celebridades que la familia había invitado.

En los 10 días transcurridos desde que George Floyd murió a manos de un policía de Minneapolis, su nombre se ha convertido en un grito de guerra en un movimiento nacional contra el racismo y la violencia policial.

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“Era un hombre fuerte”, dijo Philonise Floyd, otro hermano, sobre su hermano de 1.80 metros. “Tenía una gran habilidad con las palabras” porque motivaba a la gente.

“Toda esta gente vino a ver a mi hermano”, señaló. “Todos quieren justicia. Nosotros queremos justicia para George. La va a conseguir”.

Glenn y Freda Mulbah viajaron desde un suburbio de Minneapolis para pararse afuera de la capilla con sus cinco hijos, de 18 meses a 16 años. Austin, su hijo mayor, dijo que decidieron venir porque “están participando en la historia”.

“Sólo quiero sentirme más seguro en mi sociedad, y estar ahí para mis hermanos pequeños y verlos crecer”, manifestó. “Con suerte, las cosas van a cambiar con todo mundo aquí afuera protestando”.

Añadió: “Aunque se necesitaría un milagro”.

Shafi, una joven de 21 años nacida en Kenia que ha vivido toda su vida en el lado sur de Minneapolis, comentó que aunque no podía estar dentro de la capilla, quería estar ahí para pedir justicia para Floyd.

“Ahora mismo es un silencio”, dijo. “Un silencio que representa la oportunidad de cambio en el futuro”.

Entre los invitados que se encontraban en el interior de la capilla estaban los líderes de los derechos civiles Martin Luther King III, el reverendo Jesse Jackson y el reverendo Al Sharpton, el representante demócrata de Minnesota Ilhan Omar y la senadora Amy Klobuchar, el actor Kevin Hart y el ex jugador de la NBA Stephen Jackson, amigo de la infancia de Floyd.

Los familiares compartieron historias sobre el amor de Floyd por la comida y el baloncesto y su dura crianza en el Tercer Distrito de Houston, un barrio negro al sur del centro de la ciudad.

“No teníamos mucho”, dijo Rodney Floyd, “pero teníamos una casa llena de amor”.

Benjamin Crump, el abogado de la familia de Floyd, pidió que las protestas continuaran.

“Va a ser necesario un esfuerzo en conjunto luchando en las cortes y fuera de ellas para conseguir justicia para George Floyd”, dijo desde el atril.

Sharpton, que pronunció el discurso de homenaje a Floyd, animó a los dolientes “a no sentarse aquí y actuar como si nada hubiera pasado”.

“George Floyd no debería estar entre los difuntos”, manifestó. “No murió por problemas de salud comunes. Falleció por un mal funcionamiento de la justicia penal americana”.

Sharpton no nombró al presidente Trump, pero hizo referencia al ahora famoso incidente en el que las fuerzas de seguridad dispersaron violentamente a los manifestantes para que él pudiera caminar desde la Casa Blanca hasta una iglesia histórica al otro lado de la calle y sostener una Biblia para una foto.

“No podemos usar las Biblias como apoyo”, manifestó Sharpton. “Y para aquellos que sus agendas no tienen nada que ver con la justicia - esta familia no dejará que se use la memoria de George como un accesorio”.

En declaraciones dirigidas al gobernador de Minnesota Tim Walz y al alcalde de Minneapolis Jacob Frey, a quien llamó por su nombre, Sharpton dijo: “Hay una diferencia entre los que piden la paz y los que piden la tranquilidad”.

También anunció una marcha en Washington en agosto, en el aniversario del discurso “Tengo un sueño” del reverendo Martin Luther King Jr. para pedir una legislación de reforma de la policía y la justicia penal.

“Lo que le pasó a Floyd sucede todos los días en este país”, señaló. “Pónganse de pie en nombre de George y digan: ‘Quítenos la rodilla del cuello’”.

El miércoles, el general Keith Ellison anunció un incremento en los cargos contra el ex policía de Minneapolis Derek Chauvin, quien le rompió el cuello a Floyd con su rodilla y se enfrenta en este momento a un cargo de asesinato en segundo grado, y otros tres oficiales que se encontraban presentes en la escena del crimen, ahora acusados de “ayudar e instigar” a cometer un homicidio en segundo grado. Los cuatro oficiales fueron despedidos poco después de la muerte de Floyd.

“Cometieron el delito del que se les acusa”, dijo Ellison el jueves justo antes del servicio fúnebre, en una conversación sobre la tensión racial en Estados Unidos, organizada por el Washington Post. “Creemos que el jurado tomará una decisión objetiva, imparcial y basada en la evidencia de que son culpables, porque lo son”.

“No hay nadie que haga lo que estos oficiales le hicieron a George Floyd y se salga con la suya”, manifest´ó Ellison.

En el exterior del monumento, vehículos militares camuflados de la Guardia Nacional rodaban cerca de donde cientos se habían reunido en un parque y alrededor de la capilla de la universidad.

Algunos llevaban carteles de protesta, otros repartían agua y comida gratis, y los vendedores mostraban camisetas mientras escuchaban el servicio por los altavoces.

Al final del servicio, el silencio se instaló sobre los dolientes.

Permanecieron en silencio durante 8 minutos y 46 segundos, el tiempo que Chauvin se había arrodillado sobre el cuello de Floyd fuera de una tienda de la esquina a sólo dos millas y media de la capilla.

Cuando terminó el tiempo se reanudaron los cánticos: “¡Procesen a la policía! Sin justicia no hay paz!”

“¿Cómo se llama? George Floyd!”

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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