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El aumento de casos de COVID-19 en el invierno parece inevitable; ¿podríamos detenerlo?

A doctor tends to a COVID-19 patient in an intensive care unit in Varese, Italy.
Un médico atiende a un paciente con COVID-19 en una unidad de cuidados intensivos en Varese, Italia. El aumento de casos en Europa es una de las razones por las que los expertos en salud se preparan para un “invierno oscuro” en Estados Unidos.
(Luca Bruno / Associated Press)
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Las temperaturas están bajando, las noches se hacen más largas, las fiestas de fin de año se acercan y la ciencia es clara: la pandemia está lejos de terminar. Nos espera un invierno largo y oscuro.

El número de nuevos casos por día de coronavirus en Estados Unidos se disparó de menos de 40.000 a principios de septiembre a más de 100.000 a principios de noviembre. El país ahora confirma más episodios en un solo día que los que China informaba al comienzo de la pandemia. “Es posible que estemos dando un giro, pero no en el buen sentido”, destacó Julie Swann, experta en sistemas de salud de la Universidad Estatal de Carolina del Norte.

Aunque ahora es inevitable un aumento invernal del COVID-19, los expertos advierten que la cantidad de infecciones y muertes que la temporada traerá aún no están escritos en piedra, y su magnitud depende de lo que hagamos desde ahora; cientos de miles de vidas podrían estar en juego.

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“Decir que un aumento es inevitable puede sonar a fatalismo”, señaló William Hanage, epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan, de Harvard. “Pero el hecho de que un incremento importante no se pueda evitar, no significa que el tamaño sea inevitable”.

Si Estados Unidos continúa relajando las restricciones de distanciamiento social y los requisitos del uso de mascarillas, hasta 500.000 estadounidenses más podrían morir de COVID-19 de aquí a fines de febrero, según científicos del Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud (IHME, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Washington. Eso se suma a los aproximadamente 240.000 decesos por COVID-19 que el país ya ha registrado.

Incluso si tomamos una acción colectiva sustancial, la cantidad de muertes debido al coronavirus podría superar las 100.000 entre la actualidad y el 28 de febrero, indicaron los investigadores del IHME. “Hemos superado el punto de poder controlar el virus”, resaltó Christopher Murray, director del instituto y líder del trabajo de modelado. “Hay demasiados casos activos”.

Los científicos advirtieron durante meses que el virus que causa el COVID-19 podría ser estacional, lo cual haría más fácil su propagación en los fríos meses de invierno, tal como ocurre con la influenza y los patógenos que causan el resfriado común.

La experiencia demostró que el SARS-CoV-2 es capaz de propagarse incluso cuando las temperaturas aumentan. Este verano, hubo brotes en un campamento nocturno en Georgia, una pista de hockey en Florida y en diversas prisiones en California. No obstante, según los especialistas, hay innumerables razones por las que el coronavirus se propagaría aún más rápidamente en el invierno.

Algunas se deben a la biología del propio virus. Los estudios han demostrado que el SARS-CoV-2 tiene más resistencia en condiciones frías que en cálidas. Cuando se expone a temperaturas de 80 grados Fahrenheit y 65% de humedad relativa, más de la mitad de las muestras virales se descomponen en solo 90 minutos. Pero cuando la temperatura desciende a unos 50 grados, con un 40% de humedad relativa, el virus puede sobrevivir en las superficies durante más de 24 horas.

El clima frío también afecta el comportamiento humano. Cuando la temperatura baja, se vuelve menos cómodo pasar tiempo al aire libre, donde el riesgo de infección es significativamente menor que en el interior. “Al virus le encantan los espacios interiores mal ventilados”, destacó Hanage. “Los buenos ventiladores pueden ser útiles, pero no son tan buenos como estar afuera”.

Los epidemiólogos también están profundamente preocupados por la próxima temporada navideña y las consiguientes reuniones familiares en las que es probable que integrantes de diferentes hogares se encuentren en espacios interiores y celebren, sin mascarillas faciales, durante horas. Los expertos temen que estas celebraciones puedan acelerar los brotes, lo cual sería particularmente peligroso para los familiares mayores, que enfrentan un mayor riesgo de desarrollar un caso severo de COVID-19. “El uso de mascarilla en interiores es extremadamente importante, especialmente si uno está en una comida familiar multigeneracional”, destacó Hanage. “Pero, por supuesto, la gente debe quitárselas para comer”.

Los recientes aumentos en los casos de coronavirus impulsaron a Inglaterra, Francia, Grecia, España y otros países europeos a restablecer los bloqueos. Para los expertos, es una prueba más de que un aumento invernal en EE.UU es casi seguro.

En todo el mundo, el patrón de infecciones por coronavirus ha imitado en gran medida la trayectoria habitual de los brotes de neumonía, con una alta concentración de casos en América del Sur durante el verano, seguida de un pico en Europa que comienza aproximadamente un mes antes que el de Estados Unidos, según investigadores del IHME.

Aunque el arco de casos de neumonía en Estados Unidos varía de un estado a otro, generalmente alcanza un mínimo en agosto y un máximo en las primeras semanas de febrero, destacó Murray.

El aspecto positivo es que durante los últimos ocho meses, los médicos avanzaron en el tratamiento de pacientes hospitalizados con COVID-19. Eso significa que más personas sobrevivirán. No obstante, un paciente con COVID-19 que sobrevive a una hospitalización aún sigue ocupando una cama que no estará disponible para alguien que luche contra el cáncer, que intente recuperarse de un accidente cerebrovascular o que esté librando su propia batalla contra el coronavirus. “Ya estamos viendo algunos hospitales colmados, y seguirán llenándose”, destacó el Dr. Michael Mina, especialista en enfermedades infecciosas de Harvard.

Todo esto puede hacer que uno sienta ganas de darse por vencido. Si un pico en invierno ya está en marcha, ¿vale la pena intentar combatirlo? Mina y otros destacan que la respuesta es un rotundo sí. Esperar a que llegue la inmunidad colectiva, ya sea mediante una vacuna eficaz o por la exposición natural al virus, no es la respuesta, resaltó. Es como ver a un enemigo arrojar bombas sobre nuestras casas y pensar: “Bueno, eventualmente se le terminarán”. “Si esta fuera una guerra real que estuviese matando a 200.000 personas, estaríamos construyendo bombarderos y misiles”, resaltó.

Un misil no detendrá el coronavirus, pero el uso generalizado de herramientas epidemiológicas sí podría: las pruebas rápidas que se pueden administrar en casa cambiarían las reglas del juego. También lo sería el rastreo de contactos sólido y un esfuerzo concertado para resistir la fatiga del aislamiento y distanciarse de aquellos que no comparten el hogar.

El simple hecho de hacer que las personas usen mascarillas cada vez que salen de sus hogares reduciría las tasas de infección en un 25%, indican los expertos.

“El control de infecciones informado no significa desinfectar todos los alimentos y no ir al supermercado”, dijo Hanage. “Significa ir solo a espacios interiores donde hay un alto cumplimiento del uso de cubrebocas y evitar los contactos cercanos, los espacios cerrados y las multitudes”.

Y aquí hay un pequeño rayo de esperanza: si nos comprometemos a vivir de manera diferente con el virus, entonces podríamos alterar su curso proyectado, advirtió Nicholas Reich, profesor de la Universidad de Massachusetts en Amherst, que ha estado desarrollando modelos de la transmisión del virus para los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).

“Es realmente complicado pronosticar un brote -especialmente una pandemia- con meses de anticipación, porque mucho depende de cómo respondamos como sociedad”, indicó. “Lo único que es inevitable aquí es que es difícil influir en el comportamiento humano, y la fatiga por el aislamiento es real”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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