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Muy afectada por el coronavirus, El Paso descubre que la enfermedad no respeta elecciones ni fronteras

An attendant talks to a motorist at a coronavirus testing site at Ascarate Park in El Paso.
Un asistente habla con un automovilista en un sitio de pruebas de coronavirus en Ascarate Park en El Paso. A medida que la ciudad informa un número récord de casos activos de coronavirus, el fiscal general de Texas demanda para bloquear las órdenes de cierre locales.
(Cengiz Yar / Getty Images)
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Como muchos estadounidenses, Jazmín Cabrera y su esposa, Miriam Cereceres, pasaron la noche del martes viendo cómo llegaban de a poco los resultados electorales. Pero la pareja de El Paso tenía mucho más que la política en sus mentes.

Cereceres, embarazada de seis meses de su primer hijo, se había enfermado una semana antes, con fiebre y tos intensa. Pronto, Cabrera también se contagió.

Sus pruebas de coronavirus dieron positivo, dos casos más en lo que se ha convertido en uno de los mayores brotes de este tipo en el país. Ahora su enfoque era simple: hacer lo que sea necesario para mantenerse fuera de los hospitales de El Paso, tan abarrotados que algunos pacientes estaban siendo trasladados en avión a otras ciudades.

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“Estoy realmente preocupada por ella y el bebé”, afirmó Cabrera. “Empezamos a sentirnos mejor, pero luego tuvimos muchos malestares de nuevo”.

Mientras que el resto del país estaba preocupado por las elecciones presidenciales, y se preveía que el recuento de votos se prolongaría hasta el final de la semana, quedaron grandes focos de Estados Unidos consumidos por el virus. El miércoles, el país informó por primera vez de más de 100.000 nuevos casos de coronavirus en un día, un claro recordatorio para quienquiera que tome la Casa Blanca de que la pandemia está empeorando.

El virus fue un tema definitorio en las campañas del presidente Trump y Joe Biden, destacando la respuesta fallida de Estados Unidos y las complejidades de un patógeno que no está limitado por fronteras. Esta ciudad desértica a un tiro de piedra de México habla de los desafíos que enfrentará una nueva administración para controlar la enfermedad mientras protege el comercio transfronterizo y alivia las dificultades económicas.

Pocos lugares se han visto tan abrumados por el virus como El Paso. La ciudad y el condado circundante, con una población de 840.000, reportaron 3.100 nuevos casos el miércoles, superando el récord diario anterior en más de 1.000.

El número de pacientes —1.041 hospitalizados, 311 en unidades de cuidados intensivos— también batió récords.

“Nuestros hospitales están cerca del límite”, advirtió Héctor Ocaranza, autoridad de salud de la ciudad y el condado de El Paso, quien instó a “todos a hacer su parte para detener este virus”.

El reciente aumento dramático de casos aquí es la peor crisis que sacudió a El Paso desde que un supremacista blanco ingresó a un Walmart con un rifle semiautomático, el año pasado, y mató a 23 personas.

Al igual que esa tragedia, que cobró víctimas de Estados Unidos y México, el brote de coronavirus ha sido de naturaleza binacional, con muertes diarias e índices de infección en la ciudad mexicana de Juárez que también baten récords.

Esta frontera siempre ha sido algo intangible: una línea arbitraria que cruzan a diario decenas de miles de individuos por motivos laborales, escolares y familiares. El paisaje, marrón, seco y salpicado de cadenas montañosas, se ve igual en ambos lados.

La iniciativa de ambos países para limitar los viajes no esenciales redujo los cruces fronterizos a menos de un tercio. La pandemia prosperó en medio de las idas y venidas, y los cementerios de la región reciben un flujo constante de dolientes.

Después de que Cereceres diera positivo, pero antes de que comenzara a experimentar síntomas, Cabrera viajó a Juárez para recoger los medicamentos recetados por el médico de su esposa. Sin saberlo, infectó a un primo en ese viaje.

Otra pariente en Juárez, de una rama diferente de su familia, pasó la semana pasada conectada a un respirador en un hospital mexicano junto a su hija, que también estaba enferma. El martes, la madre murió.

El Paso y Juárez han instituido toques de queda en los últimos días, aunque el de México es más estricto; los residentes quedan confinados a sus hogares después de las 7 p.m. En ambas ciudades, los supermercados están inundados de personas que compran alimentos en caso de aislamientos más amplios.

Los datos de compañías de tecnología, incluida Facebook, muestran que el movimiento en El Paso se desaceleró entre un 20% y un 40% desde que se impuso un toque de queda a las 10 p.m., afirmó el Dr. Ogechika Alozie, un experto en enfermedades infecciosas que es miembro del grupo de trabajo para el COVID-19 de la Asociación Médica de Texas. “Este no es el año para tener una cena de Acción de Gracias con 20 personas”, resaltó. ”Este no es el año para que toda la familia desenvuelva los regalos debajo del árbol”.

Hace solo unos meses, El Paso celebraba su éxito en la lucha contra el virus, incluida una tasa de positividad tan baja como 4.5% a principios de septiembre.

Pero no todos estuvieron de acuerdo sobre la mejor manera de contener el patógeno, y el alcalde republicano de la ciudad discutió públicamente con un juez del Condado que ordenó que se cerraran las empresas no esenciales.

Ahora casi una cuarta parte de todas las pruebas dan positivo. Las autoridades han construido un hospital improvisado dentro del centro de convenciones de la ciudad y han traído dos morgues móviles adicionales. El centro está inquietantemente vacío, su colección de nuevos hoteles de moda en edificios Art Deco restaurados no tienen huéspedes, excepto por el personal de emergencia sanitaria, enviado desde otras partes del país.

Pero ciertos ritmos culturales, desde las barbacoas en los patios traseros hasta las fiestas de los Dallas Cowboys, no han cesado, lo cual ha llevado al aumento de las infecciones. Richard Pineda, director del Centro Sam Donaldson de Estudios de la Comunicación de la Universidad de Texas en El Paso, expuso que al principio dudaba de las afirmaciones de los epidemiólogos de que las tradiciones de la región eran en parte culpables.

Ahora ya no duda. “La estructura familiar estrecha que está ligada a la cultura mexicoamericana, las reuniones familiares multigeneracionales son una parte clave de eso”, dijo.

El alcalde de Juárez escribió recientemente una carta al secretario de Relaciones Exteriores de México, pidiéndole que impida que los estadounidenses ingresen al país y en la cual advirtió que “los cruces indiscriminados están contribuyendo muy activamente a la propagación del virus”.

El alcalde, Armando Cabada, salió de un hospital en silla de ruedas este miércoles, dos semanas después de ser hospitalizado por COVID-19. Un brote en el Ayuntamiento de Juárez se cobró la vida de un miembro de su administración, el director de turismo Alejandro Siller, el 23 de octubre pasado.

La inquietud resuena a ambos lados de la frontera. “Crecí en El Paso y nunca sentí miedo”, destacó Pineda. “El tiroteo en Walmart fue la primera vez que tuve temor. No había vuelto a sentir eso hasta la semana pasada”.

Los que pueden se quedan en casa, incluido Pineda, que sobrevivió a un ataque cardíaco y está especialmente en riesgo ante esta situación. Pero mucha gente no puede permitírselo. “Hay que ir a trabajar para cobrar”, expuso Javier Corral, un electricista de 34 años que una mañana reciente se quitó la mascarilla para comerse una quesadilla en un banco del centro de la ciudad.

Corral estaba en un descanso de su trabajo de construcción cercano, donde varios trabajadores recientemente dieron positivo por coronavirus. “Se siguen enfermando uno tras otro”, remarcó. “Todo el mundo acabará contagiándose allí. Compartimos las mismas herramientas”.

Él detesta ir a trabajar en estas circunstancias, pero hay pocas opciones. “Las facturas no dejan de llegar”, reconoció.

Incluso para una futura madre atenta a la necesidad de cubrirse la cara, el virus fue inevitable.

Cereceres se contagió en la clínica veterinaria donde trabaja. Tanto ella como Cabrera, que trabaja en un concesionario de automóviles, tienen empleos en los que deben “estar muy cerca de la gente”.

Cabrera cree que la ciudad debería cerrar sus actividades por completo durante dos semanas para frenar la propagación del virus.

La pareja se alegró de saber, el miércoles, que su candidato en las elecciones presidenciales, Joe Biden, parece en camino al triunfo. Cabrera espera que el demócrata pueda controlar la pandemia. Pero por ahora, su atención está enfocada en la salud de su esposa y el niño que esperan. “Simplemente manténganse a salvo”, dijo. “Eso es todo lo que tenemos que hacer”.

La corresponsal especial Gabriela Minjares, en Ciudad Juárez, contribuyó con este informe.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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