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Análisis de noticias: ¿Qué salió mal en Afganistán?

Afghans try to raise the national flag of Afghanistan at Pashtunistan Square in Kabul
A pesar de la presencia de combatientes talibanes a su alrededor, los afganos exhiben la bandera nacional, el jueves, durante una manifestación del Día de la Independencia, en la plaza de Pastunistán, Kabul. La festividad celebra el fin del dominio británico en el país, logrado en 1919.
(Marcus Yam / Los Angeles Times)

Hace veinte años, la misión parecía directa, clara y justa: invadir Afganistán y perseguir, capturar o matar a Osama bin Laden, autor intelectual de los ataques terroristas del 11 de Septiembre, y su banda armada de seguidores.

Lograr ese objetivo también incluyó el derrocamiento de los talibanes, y de manera constante la misión se transformó en un vasto y complicado experimento para remodelar una sociedad que pocos estadounidenses entendían.

Después de una guerra que se extendió por cuatro presidencias estadounidenses, más de un billón de dólares y decenas de miles de vidas perdidas, los talibanes, una vez derrotados, recobraron el poder en una rápida marcha a través de Afganistán, donde apenas encontraron resistencia, ocuparon el palacio presidencial y llevaron a las tropas estadounidenses restantes a un solo reducto: un aeropuerto, ahora también inundado de afganos desesperados por huir.

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A pesar de su poderío militar, experiencia e inversión, Estados Unidos calculó mal la velocidad y el absolutismo con que los talibanes podían tomar control de Afganistán para devolver ese país ya golpeado a las mismas personas que EE.UU buscó derrotar; cualquier avance en la construcción de la nación, la educación y los derechos civiles están ahora en peligro.

Muchos se preguntan por qué, y quién tiene la culpa.

El ejército afgano “decidió no luchar por su país”, afirmó el lunes el asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, horas después de que militantes talibanes ingresaran a la capital, Kabul, y ocuparan la residencia del presidente.

El miércoles, mientras aumentaban las críticas a la retirada y comenzaban las acusaciones y los balances, el general del ejército Mark A. Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto, estuvo de acuerdo y reconoció una culpa más amplia.

Las fuerzas de seguridad afganas “tenían el entrenamiento, el tamaño y la capacidad para defender su país”, comentó en una tensa sesión informativa en el Pentágono. “Esto se reduce al tema de la voluntad y el liderazgo. No vislumbré, ni nadie lo hizo, el colapso de un ejército de ese tamaño en 11 días”.

De hecho, la realidad es mucho más complicada.

Echar toda la culpa al ejército, el gobierno y el pueblo afganos ignoran las directivas, la política y la falta de conocimiento de Estados Unidos. También es un análisis vacío de lo que EE.UU intentó hacer en Afganistán en las dos décadas desde que el presidente George W. Bush inició la invasión.

Marines stationed at Camp Rhino in Afghanistan perform a weapons test.
Marines en Camp Rhino en el sur de Afganistán realizan una prueba de armas antes de salir a patrullar por la noche, en diciembre de 2001.
(Rick Loomis / Los Angeles Times)

La invasión

Durante años, la red terrorista Al Qaeda, de Bin Laden, prosperó en Afganistán bajo los talibanes, que entonces gobernaban la mayor parte del país. Poco después de que Al Qaeda atacara a Estados Unidos, el 11 de septiembre de 2001, matando a casi 3.000 personas, Bush envió tropas estadounidenses a Afganistán para atacar al grupo terrorista donde vivía.

Tomó una década asesinar finalmente a Bin Laden, en 2011, en Pakistán. Una distracción durante esa década fue la desafortunada decisión de Bush de iniciar una segunda guerra en Irak, a pesar de que el país no tenía relación con los ataques del 11 de Septiembre. Hoy, oficiales militares y analistas señalan que la amenaza de Al Qaeda disminuyó pero no ha desaparecido. Las franquicias de Al Qaeda surgieron en partes de África, por ejemplo, donde no operaban anteriormente. Además, según las Naciones Unidas, los talibanes nunca rompieron por completo sus vínculos con Al Qaeda, a pesar de su promesa de hacerlo.

Los talibanes se rindieron en diciembre de 2001, aunque muchas de sus fuerzas se escondieron en cordilleras impenetrables o en el vecino Pakistán y otros países. Pero la misión de Estados Unidos recién comenzaba. Pasó a la fase de “construcción de la nación”, un intento de crear instituciones democráticas, abrir los derechos civiles para todos, incluidas las mujeres, y diseñar un sistema de libertad familiar para Occidente pero desconocido en Kabul.

Muchos expertos sostienen que hubo pasos en falso por parte del ejército de Estados Unidos y sus socios civiles: juzgar mal las culturas locales desde Vietnam hasta Bosnia, estropear objetivos realistas y cometer graves errores.

La creación de un ejército independiente

Muchos observadores ahora se preguntan cómo un ejército construido con casi un billón de dólares en fondos de Estados Unidos y la OTAN durante dos décadas y toneladas de equipo, desde cohetes hasta vehículos Humvees, pudo colapsar tan rápidamente. Parece que mientras los talibanes marcharon por todo el país en las últimas dos semanas, sus combatientes encontraron poca resistencia por parte del ejército entrenado por EE.UU.

Informes de varias capitales provinciales destacaron que los ancianos locales y los jefes tribales negociaron con las tropas talibanas que avanzaban y acordaron no levantar las armas contra ellos a cambio de una resolución pacífica. Algunos afganos dicen que el acuerdo se extendió a todo el país.

“El liderazgo en un momento se rindió y le dijo a las fuerzas de seguridad que no resistieran”, comentó esta semana Roya Rahmani, hasta el mes pasado embajadora afgana en Estados Unidos. “Durante las últimas semanas, recibieron continuamente llamadas de Kabul pidiéndoles que se rindieran, que no se resistieran”.

Las fuerzas de seguridad afganas y las tropas terrestres operaban sin el poder aéreo que había sido vital para evitar los avances de los talibanes. En algún momento, no está claro cuándo, cesaron los ataques aéreos de apoyo. En las últimas semanas, Estados Unidos se negó a brindar la mayor parte del apoyo aéreo, dejando a las tropas afganas solas.

Bajo la tutela de Estados Unidos, el ejército afgano se volvió cada vez más dependiente de sus patrocinadores estadounidenses, por lo cual la retirada de ese apoyo fue devastadora.

“Le dieron dependencia a las fuerzas afganas”, señaló Laurel Miller, ex enviada especial interina para Afganistán y ahora en el International Crisis Group, al describir la estrategia de Estados Unidos.

Miller destacó que los esfuerzos de EE.UU ignoraron con demasiada frecuencia los hechos sobre el terreno, subestimaron la influencia de los poderosos señores de la guerra regionales y no tuvieron suficientemente en cuenta la vasta corrupción y el colapso de la moral entre las bases, así como las deficiencias en el liderazgo y el mando afganos.

Miller y otros también dieron algo de crédito a los talibanes como combatientes: ferozmente dedicados y celosamente motivados. Estratégicamente, los talibanes, mientras buscaban reagruparse, concentraron muchas de sus operaciones en el norte de Afganistán, evitando un resurgimiento de la llamada Alianza del Norte, milicias que ayudaron inicialmente a derrotar a los talibanes. La Alianza siguió fortaleciéndose incluso durante un aumento temporal de tropas ordenado por el entonces presidente Obama.

El ejército estadounidense cometió un gran error al intentar crear un ejército que reprodujera los estándares estadounidenses, lo cual tenía poco sentido en Afganistán, explicó James Stavridis, ex comandante supremo aliado de la OTAN responsable de Afganistán. “Creo que probablemente los capacitamos de una manera que no los preparó para este momento, en el sentido de que tratamos de convertirlos en una mini versión de nosotros mismos”, declaró Stavridis a MSNBC. “Dependiente de la inteligencia, dependiente de la cobertura aérea… Resulta que no era la fuerza que se necesitaba para derrotar a los talibanes”.

New Afghan army troops march during their graduation ceremony at the Afghan Military Academy in Kabul.
Nuevas tropas del ejército afgano marchan durante su ceremonia de graduación después de un programa de entrenamiento de tres meses en la Academia Militar Afgana, en Kabul, en enero.
(Rahmat Gul / Associated Press)

Corrupción y ‘liderazgo faltante’

Los niveles de corrupción en el ejército y el gobierno afganos fueron algo que los funcionarios estadounidenses nunca aceptaron.

La administración Biden afirmó repetidamente que el ejército afgano era una fuerza de combate de 300.000 personas, empequeñeciendo a los talibanes. Pero las nóminas del ejército y la policía afganos contenían miles de soldados “fantasmas”, combatientes que no existían pero que figuraban en la lista para que los funcionarios pudieran huir con sus pagos.

Un guardián del gobierno, el inspector general especial para la reconstrucción de Afganistán (o SIGAR, por sus siglas en inglés), en los últimos años encontró una brecha entre los niveles de fuerza registrados y reales en las decenas de miles de personas; en las provincias sureñas pro-talibanes, entre el 50% y el 70% de los puestos policiales estaban ocupados por individuos inexistentes, detectó la agencia.

La corrupción generalizada también sirvió para desmoralizar a las fuerzas de combate afganas, que según muchos eran formidables y relativamente profesionales. En los últimos meses, cuando estaba claro que los estadounidenses se marcharían y los talibanes ganarían influencia en Moscú y Beijing, numerosos combatientes afganos perdieron la esperanza. No se les pagaba; a menudo no tenían comida ni municiones.

Los funcionarios de la administración Biden, enfrentando esta semana imágenes de afganos que intentaban trepar a aviones militares estadounidenses en el aeropuerto de Kabul para escapar del país, siguieron culpando a los líderes afganos. El presidente de ese país, Ashraf Ghani, huyó el domingo de allí mientras los talibanes tomaban el poder, sin dejar un gobierno de transición a cargo.

“Se puede enviar recursos, se puede capacitar, se puede apoyar, se puede asesorar y ayudar, pero no se puede comprar la voluntad”, enfatizó el lunes el portavoz del Pentágono, John Kirby, al explicar el colapso del gobierno afgano. “No se puede comprar liderazgo, y eso faltaba”.

Sin embargo, el liderazgo del gobierno afgano quedó fuera del trato que la administración Trump hizo con los talibanes.

El acuerdo entre Trump y los talibanes

La retirada de Afganistán fue ordenada por el ex presidente Trump, cuyo gobierno se sentó con los talibanes el año pasado -los primeros representantes de Estados Unidos en hacerlo- para negociar esencialmente un acuerdo de retirada. Esto no sirvió para abordar problemas más amplios en el país y marcó por completo al gobierno afgano.

Trump fijó una fecha límite de retirada en mayo, y Biden insistió en que estaba obligado por lo que Trump negoció, a pesar de que los talibanes violaron muchos términos del pacto. Dejaron de atacar a las fuerzas estadounidenses, pero no redujeron otros tipos de violencia. Biden, que calificó la guerra en Afganistán como imposible de ganar, fijó una nueva fecha límite para el 11 de septiembre, con la reducción de tropas desde el 1º de mayo. Más tarde adelantó la fecha límite al 1º de septiembre.

La caída ante los talibanes fue “impulsada por el hecho de que tanto Trump como el presidente Biden no solo anunciaron fechas límite para la retirada del apoyo militar de Estados Unidos, sino que luego recortaron ese apoyo a niveles en los que las fuerzas afganas no podían sobrevivir y en los cuales muchos políticos afganos y las figuras del gobierno estaban dispuestas a hacerse a un lado o rendirse”, comentó Anthony Cordesman, un analista veterano del Center for Strategic and International Studies, en un ensayo publicado esta semana. Sin embargo, agregó Cordesman, el rápido ascenso de los talibanes “es el colapso de un castillo de naipes que tardó unos veinte años en construirse y que fue impulsado tanto por fallas a nivel civil como militar”.

Recriminaciones

“Hay una oscura ironía aquí”, destacó Benjamin Friedman, director de políticas de Defense Priorities, un grupo de Washington que apoya la retirada de Estados Unidos de Afganistán. A pesar del trágico y letal desorden de los últimos días, señaló, Afganistán puede estar más en paz pronto que en mucho tiempo, aunque sin duda se volverá a imponer una represión generalizada de las minorías, las mujeres, los disidentes y otros. Pero los militares, los funcionarios civiles y los expertos tendrán que rendir cuentas, dijo, “por cómo se equivocaron tanto”.

“No se puede imaginar una reprimenda más sorprendente para el proyecto de construcción de la nación de Estados Unidos”, destacó. “Estábamos construyendo un estado fallido, no arreglándolo”.

Además, agregó, era un estado que dependía demasiado de la ayuda extranjera y estaba formado por una historia de facciones armadas y centros de poder tribales en competencia.

Un nuevo informe emitido por SIGAR del pasado martes incluyó una lista de errores de Estados Unidos y juzgó la situación general en Afganistán como “sombría”. “El gobierno estadounidense no entendió el contexto afgano y, por lo tanto, no adaptó sus esfuerzos en consecuencia”, señaló el organismo de control.

“La ignorancia de los contextos sociales, culturales y políticos imperantes en Afganistán ha sido un factor que contribuyó significativamente a los fracasos en los niveles estratégico, operativo y táctico”, expuso el informe.

Algunos críticos del manejo de la retirada por parte de Biden han sugerido que podría haber mantenido un contingente de fuerzas en Afganistán para preservar lo que era esencialmente un punto muerto entre el gobierno respaldado por Estados Unidos y los talibanes.

Para Annie Pforzheimer, ex subdirectora de misión de la Embajada de Estados Unidos en Kabul, el estancamiento era mejor que las escenas actuales de talibanes vestidos de negro azotando a los residentes y yendo de puerta en puerta, posiblemente en busca de afganos que trabajaban con estadounidenses.

“Se trabajaba para mantener a los talibanes fuera de las capitales de provincia, y eso era importante”, destacó. “¿La mayoría de los afganos corrían atemorizados? ¿Estábamos sacando gente de Kabul en avión? El statu quo no era genial, pero esto es mucho peor”.

Biden, sin embargo, fue inflexible, y muchos dentro y fuera de la administración estaban convencidos de que, en lugar de un punto muerto, los talibanes lanzarían una nueva guerra si las tropas estadounidenses no comenzaban a retirarse para la fecha prometida por Trump.

“¿A cuántas generaciones más de hijas e hijos de Estados Unidos me harán enviar a luchar en la guerra civil de Afganistán, cuando las propias tropas afganas no lo hacen?”, preguntó Biden esta semana, en defensa de la retirada. “¿Cuántas vidas estadounidenses más serán necesarias? ¿Cuántas filas interminables de lápidas en el Cementerio Nacional de Arlington? ¿Vale la pena?”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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