Los mayores centros turísticos europeos lucen repletos, con fuerte presencia de estadounidenses
Después de tres años de limitaciones por la pandemia, se espera que este año el turismo en algunos de los destinos más populares de Europa este verano supere los récords de 2019, desde Barcelona, Roma, Atenas y Venecia, hasta las pintorescas islas de Santorini, en Grecia, Capri, en Italia, y Mallorca, en España.
VENECIA, Italia — Los turistas deben esperar más de dos horas para visitar la Acrópolis en Atenas. Las filas para los taxis en la principal estación de trenes de Roma son igual de tardadas. Hay tantos visitantes concentrados en la Plaza de San Marcos en Venecia y sus alrededores que las multitudes se agolpan para cruzar los puentes, incluso entre semana.
Después de tres años de limitaciones por la pandemia, se espera que este año el turismo en algunos de los destinos más populares de Europa este verano supere los récords de 2019, desde Barcelona, Roma, Atenas y Venecia, hasta las pintorescas islas de Santorini, en Grecia, Capri, en Italia, y Mallorca, en España.
Luego de que los europeos permitieron la recuperación del sector turístico el año pasado, el repunte de este verano es liderado en gran medida por los estadounidenses, beneficiados por un dólar fuerte y, en algunos casos, por sus ahorros durante la pandemia. Muchos llegan motivados por un “turismo de desquite”: tan ansiosos por explorar nuevamente otras latitudes que no se desaniman por las tarifas aéreas más altas y los mayores costos de hospedaje.
Lauren Gonzalez, de 25 años, aterrizó en Roma esta semana con cuatro amigos de la secundaria y la universidad para un paseo de 16 días por la capital italiana, Florencia y la costa, después de tres años de vacacionar solamente en Estados Unidos. Dicen que no les aquejan los altos precios ni las multitudes.
“Ahorramos y sabemos que este es un viaje significativo”, explica Gonzalez, quien trabaja en una agencia de mercadotecnia. “Todos tenemos veintitantos años. Es un (momento de) cambio en nuestras vidas... Esto es algo especial. Las multitudes no nos desaniman. Vivimos en Florida. Todos hemos estado en Disney World con el calor. Estamos bien”.
Los estadounidenses parecen igualmente imperturbables por los recientes disturbios en París y otras ciudades francesas. Hubo una pequeña caída en las reservas de vuelos, pero fue principalmente para viajes nacionales.
“Algunos de mis amigos dijeron: ‘Está un poco loco allí ahora’, pero creemos que el verano es realmente un buen momento para ir, así que simplemente tomaremos precauciones”, comenta Joanne Titus, una mujer de 38 años de Maryland, mientras paseaba por la Avenida de los Campos Elíseos, el emblemático bulevar comercial parisino.
El repunte una bendición para hoteles y restaurantes tras las restricciones de la pandemia de COVID-19, pero también hay un aspecto negativo: las promesas de repensar el turismo y hacerlo más sostenible fueron pasadas por alto en gran medida.
“La pandemia debería habernos enseñado una lección”, lamenta Alessandra Priante, directora del Departamento Regional para Europa de la Organización Mundial del Turismo de las Naciones Unidas.
En cambio, agrega, la mentalidad ha sido de “recuperar el efectivo. Todo se trata de los ingresos, del aquí y el ahora”.
“Tenemos que ver qué va a pasar dentro de dos o tres años porque los precios en este momento son insostenibles”, añade.
El alcalde de Florencia ha bloqueado la proliferación de nuevos apartamentos para alquileres de corto plazo en el centro histórico, que está protegido como sitio del Patrimonio Mundial de la UNESCO, mientras los alcaldes de otras ciudades artísticas de Italia piden una ley nacional para administrar el sector.
En otros lugares, las medidas contra el turismo de masas que estaban activas antes de la pandemia no han reaparecido, pero aún se están trazando las líneas de batalla: han aparecido grafitis que engañan a los turistas en Barcelona y los alejan del Parque Güell, en lugar de llevarlos hacia el sitio diseñado por Gaudí.
A pesar de los centros predecibles de turismo excesivo, en general los viajes hacia Europa y dentro del continente aún están un 10% abajo de los costos de 2019, según la Organización Mundial del Turismo. Eso se debe en parte a que menos personas visitan países cercanos a la guerra en Ucrania, incluidos Lituania, Finlandia, Moldavia y Polonia.
Además, los visitantes chinos no han regresado del todo. Los vuelos procedentes de China y otros países de la región Asia-Pacífico están un 45% abajo con respecto a 2019, según la empresa de datos de viajes ForwardKeys.
Grecia, que depende del turismo, espera 30 millones de visitantes este año, todavía por debajo del récord de 34 millones de 2019. Sin embargo, la cantidad de vuelos ha aumentado hasta ahora y los sitios más turísticos se llevan la peor parte.
El Ministerio de Cultura introducirá este mes un nuevo sistema de venta de entradas para la Acrópolis, con franjas horarias para los visitantes a fin de nivelar las multitudes. Pero no se discute todavía ningún remedio para la fila de cruceros en las islas de Mykonos y Santorini en las mañanas concurridas.
El ministro de Turismo de España, Héctor Gómez, lo calificó como “un verano histórico para el turismo”, con 8,2 millones de turistas que llegaron sólo en mayo, batiendo récords por segundo mes consecutivo. Sin embargo, algunos grupos hoteleros dicen que las reservas se redujeron en las primeras semanas del verano debido a la fuerte alza de los costos de los vuelos y las habitaciones.
Los costos aumentan a medida que los vuelos de Estados Unidos a Europa están un 2% arriba con respecto a los niveles de 2019, según ForwardKeys.
“El creciente apetito por los viajes de larga distancia desde Estados Unidos es el resultado del auge de los ‘viajes de desquite’ causado por los cierres por la pandemia”, opina Tim Hentschel, director general de HotelPlanner, un sitio de reservas. “Ciertamente, las grandes ciudades dentro de estos populares países europeos estarán concurridas durante el verano”.
Los estadounidenses han impulsado las visitas a los destinos italianos más deseados —como Roma, Florencia, Venecia y Capri— por encima de los niveles previos a la pandemia, según Federalberghi, la asociación hotelera de Italia.
Vienen con mucho poder adquisitivo acumulado: los turistas estadounidenses en Italia gastaron un 74% más en indulgencias libres de impuestos en los primeros tres meses del año, comparado con el mismo período de 2019.
“Luego está el resto de Italia, que vive del turismo italiano y europeo, y que en este momento todavía está por debajo de los niveles de 2019”, afirma Bernabo Bocca, presidente de Federalberghi.
Él cree que una recuperación general tomará otro año. Una desaceleración económica desalentó las llegadas de los alemanes, mientras que los italianos “son menos propensos a gastar este año”, agrega.
Y habrá que estirar la cartera: los costos de alojamiento en Florencia aumentaron un 53% con respecto al año pasado, mientras que Venecia experimentó un alza del 25% y Roma uno del 21%, según Codacons, un grupo italiano de defensa del consumidor.
Incluso un simple “gelato” costará un 21% más que el año pasado, debido a los precios más altos del azúcar y la leche.
Tal vez nada haya alentado más el aumento del turismo en lugares clave que un incremento en los alquileres de apartamentos a corto plazo. Puesto que el número de habitaciones de hotel es constante, Bocca, de Federalberghi, culpa a ese incremento por las grandes multitudes en Roma, que alargan las filas para los taxis y abarrotan los cruces peatonales, por lo que los autobuses urbanos no puedan continuar con sus rutas.
En Roma y Florencia, “caminando por la calle, por la puerta de cada edificio, sale un turista con una maleta”, señala.
Mientras que el alcalde de Florencia limita el número de alquileres a corto plazo en el centro histórico a 8.000, no se ha tomado ninguna medida en Venecia. La ciudad de los canales cuenta con 49.432 residentes en su centro histórico y 49.272 camas para turistas, y casi la mitad de ellas están en apartamentos disponibles para alquiler a corto plazo.
Los inconvenientes son “diarios”, recalca Giacomo Salerno, investigador de la Universidad Ca’ Foscari, de Venecia, quien se centra en el turismo.
Es difícil caminar por calles atascadas de visitantes o tomar autobuses acuáticos públicos “saturados de turistas con sus maletas”, subraya.
Los estudiantes no pueden encontrar viviendas asequibles porque los propietarios prefieren los ingresos de los alquileres vacacionales. La disminución del número de residentes significa una escasez de servicios, incluida la falta de médicos familiares debida en gran parte al alto costo de vida, impulsada por la demanda turística.
Venecia ha retrasado sus planes de cobrar a los visitantes de “entrada por salida” una tarifa para ingresar a la ciudad, con la intención de frenar las llegadas. Pero activistas como Salerno advierten que eso hará poco para resolver el problema de una población en declive y la invasión de turistas, y que en lugar de ello cimentará el destino de Venecia como “parque de diversiones”.
“Sería como decir que el único uso de la ciudad es turístico”, manifiesta Salerno.
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