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Dalai Lama: necesitamos educar el corazón

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Cuando el presidente de los Estados Unidos dice “los Estados Unidos primero”, está haciendo felices a sus votantes. Puedo entenderlo. Pero desde una perspectiva global, esta afirmación no es relevante. Todo está interconectado hoy en día.

La nueva realidad es que todos somos interdependientes de los demás. Los Estados Unidos son una nación líder del mundo libre. Por esta razón, hago un llamado a su presidente para que piense más acerca de los problemas a nivel global. No existen fronteras nacionales para la protección del clima o la economía global. Tampoco fronteras religiosas. Ha llegado el momento de entender que somos los mismos seres humanos en este planeta. Queramos o no, debemos coexistir.

La historia nos dice que cuando las personas sólo persiguen sus propios intereses nacionales, hay conflictos y guerras. Esto es miope y representa una mente estrecha. También es poco realista y desactualizado. Vivir juntos como hermanos y hermanas es el único camino hacia la paz, la compasión, la atención plena y más justicia.

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La religión puede hasta cierto punto ayudar a superar la división. Pero la religión sola no será suficiente. La ética secular global es ahora más importante que las religiones clásicas. Necesitamos una ética global que pueda aceptar tanto a los creyentes como a los no creyentes, incluidos los ateos.

Mi deseo es que, algún día, la educación formal preste atención a la educación del corazón; que enseñe amor, compasión, justicia, perdón, atención plena, tolerancia y paz. Esta educación es necesaria desde el jardín de infantes hasta las escuelas secundarias y universidades. Me refiero al aprendizaje social, emocional y ético. Necesitamos una iniciativa mundial para educar el corazón y la mente en esta era moderna.

En la actualidad, nuestros sistemas educativos están orientados principalmente hacia los valores materiales y la capacitación de la comprensión. Pero la realidad nos enseña que no llegamos a la razón únicamente mediante la comprensión. Deberíamos poner mayor énfasis en los valores internos.

La intolerancia conduce al odio y la división. Nuestros hijos deben crecer con la idea de que el diálogo -y no la violencia- es la mejor y más práctica manera de resolver conflictos. Las generaciones jóvenes tienen la gran responsabilidad de garantizar que el mundo se convierta en un sitio más pacífico para todos. Pero esto únicamente puede convertirse en realidad si educamos no sólo el cerebro, sino también el corazón. Los sistemas educativos del futuro deberían poner mayor énfasis en el fortalecimiento de las habilidades humanas, tales como la cordialidad, el sentido de unidad, la humanidad y el amor.

Veo cada vez con mayor claridad que nuestro bienestar espiritual no depende de la religión, sino de nuestra naturaleza humana innata: nuestra afinidad natural por la bondad, la compasión y el cuidado de los demás. Independientemente de si pertenecemos a una religión, todos tenemos una fuente fundamental y profundamente humana de ética dentro de nosotros. Necesitamos nutrir esa base ética compartida.

La ética, a diferencia de la religión, se basa en la naturaleza humana. A través de la ética podemos trabajar para preservar la creación. La empatía es la base de la convivencia humana. Creo que el desarrollo humano depende de la cooperación, no de la competencia. La ciencia también nos dice esto.

Debemos aprender que la humanidad es una gran familia. Todos somos hermanos y hermanas: física, mental y emocionalmente. Pero todavía nos enfocamos demasiado en nuestras diferencias en lugar de nuestras similitudes. Después de todo, cada uno de nosotros nace de la misma manera, y también muere de la misma manera.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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