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Coachella gana millones, pero los vecinos mexicanos explotados no reciben nada de ese dinero

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Fui al Festival de Música y Artes del Valle de Coachella en 2003, y eso fue suficiente. La reunión de Iggy Pop y los Stooges fue increíble, por supuesto, y Café Tacuba tocó como los dioses del rock en español. Más allá de eso, mis recuerdos de las otras actuaciones son vagas y no a causa de ninguna droga o golpe de calor.

Lo que está alojado en mi memoria, en cambio, es el camino a casa. Estuve con mi amiga Carolina Sarmiento, quien ahora es profesora de planificación urbana en la Universidad de Wisconsin. Mientras navegábamos por los serpenteantes pasos de montaña de la autopista 60 al oeste de Beaumont, todo lo que podíamos hablar era de la disparidad entre la inconformidad ‘hipster’ que acabábamos de vivir y la desgarradora pobreza justo al sur del festival, en ciudades como Mecca, Thermal y la ciudad de Coachella.

“¿Crees que las personas que fueron al concierto saben de la existencia de los trabajadores agrícolas a su alrededor?”, preguntó Carolina.

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“No”, respondí. Y estoy seguro de que todavía ahora no lo saben.

Goldenvoice, la subsidiaria de AEG Live que creó y dirige el festival de música de Coachella, ha creado un fenómeno con su festival. En 2017, la asistencia diaria promedió fue de 125,000 personas (eran solo 30,000 cuando fui) y registró $ 114 millones en ingresos brutos. La Asociación Económica del Valle de Coachella y la Oficina de Convenciones y Visitantes de Greater Palm Springs estimaron que solo en 2016, el impacto económico de los eventos de Goldenvoice (que también ejecutan los juegos de Stagecoach y Desert Trip) fue de $ 704 millones.

El 39% de la población en el este de Coachella Valley vive en la pobreza, casi el doble de la tasa estatal.

Todo maravilloso y genial, ¿verdad? Nop. A pesar de toda la atención que los asistentes al concierto, los actos musicales y los promotores han traído al Valle de Coachella, nada de eso ha mejorado las vidas de los latinos que hacen que la región funcione el resto del año.

Me acordé de esto después de leer dos historias notables publicadas justo antes del fin de semana del festival. En el artículo de Longreads, “Coachella Underground”, el reportero Gabriel Thompson rastreó las vidas de inmigrantes indocumentados que permanecen invisibles para los asistentes al concierto. Él describe el valle como “una tierra de extremos, un lugar que no tiene sentido pero que, no obstante, existe como un testamento a la arrogancia, al trabajo duro y los canales de riego, y también al racismo”. En su pieza multimedia, “En el valle de Coachella”, la novelista Susan Straight y el fotógrafo Douglas McCulloh utilizaron la plataforma de geografía digital de ESRI para poner literalmente en el mapa a las personas que trabajan y viven todo el año en ese sitio.

Ambos artículos reflejan la realidad: el 39% de la población en el este del Valle de Coachella vive en la pobreza, casi el doble de la tasa estatal. En el Distrito Escolar Unificado de Coachella Valley, el 99% de los estudiantes son latinos. Los residentes viven en viviendas precarias y trabajan bajo un sol brutal para alimentar una industria agrícola multimillonaria constituida principalmente por dátiles y melones. Están aterrorizados por la administración Trump, pero siguen con la vida diaria. Para estas familias, la bonanza del festival es inexistente. Es cliché compararlo con un espejismo en estas partes, pero ¿qué mejor que describir algo tan cercano pero tan lejos?

Estas obras de periodismo deberían volverse virales; en cambio, Thompson obtuvo 18 Me gusta en la página de Facebook de Longreads, mientras que el reportaje de Straight duplicó esa cantidad en la página de ESRI.

Los asistentes al festival de Coachella simplemente no pueden molestarse con los detalles de las vidas difíciles de las personas que los rodean. Oh, pero Goldenvoice sugiere que le importan: su sitio web enumera las organizaciones benéficas locales a las que dona, como el Coachella Valley History Museum y el Mizell Senior Center en Palm Springs. Y ha entregado más de 1,000 entradas para el festival a estudiantes locales de secundaria, desde 2011.

Esos esfuerzos simbólicos me recuerdan lo que Disneyland solía hacer: regalar obsequios a los estudiantes en Anaheim como yo, para que no le preguntáramos por qué sus enormes ganancias nunca llegaban hasta los vecindarios donde vivía la chusma.

No me veas como un aguafiestas o un socialista, por favor. Me hubiera encantado ver a las leyendas de la cumbia Los Ángeles Azules interpretar en el escenario principal de Coachella este año. Y Goldenvoice no tiene la obligación de mejorar la injusticia económica que se vive en el desierto.

En las Montañas de San Jacinto que marcan el horizonte, se puede observar un cielo hermoso con los tonos dorados de la puesta de sol. La imagen se ha convertido en una parte tan importante del arte pop del sur de California como en las etiquetas de cajas naranjas de 1930 y 1940, que muestran escenas pastorales de abundancia. Ambas imágenes son una fusión de fantasía y propaganda. Y en ambas, fuera del marco, se encuentran los mexicanos explotados. Pero, oye: Beyoncé tuvo una actuación de lujo, así que todo está bien, ¿no?

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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