Anuncio

El MOLAA desempolva su colección permanente para ofrecer una impresionante exposición

Share via

Edward Hayes tiene un nombre de lo más ‘anglo’, pero habla perfectamente español, ya que si bien su padre es oriundo de Pensilvania, su madre es de Culiacán. Él mismo nació en San Diego, California, y creció en San Antonio, Texas; pero lo más importante para nosotros es que hace dos años y medio se mudó a Los Ángeles para convertirse en curador de exposiciones del Museo de Arte Latinoamericano de Long Beach (MOLAA).

Eso mismo le ha permitido encargarse de muchos de los detalles relacionados a la exposición retrospectiva de la colección permanente abierta hasta el 1ro de enero del 2017 en un centro cultural que acaba de cumplir dos décadas de existencia, y que sigue siendo el único de su clase que se dedica exclusivamente a autores hispanos contemporáneos. “Esta muestra va desde las obras que se encontraban aquí cuando el museo abrió sus puertas en el ‘96 hasta las que adquirimos hace dos semanas”, nos dijo Hayes.

“Creo que el tema central es el descubrimiento, porque encontramos a una pintora afroamericana que desarrolló su carrera en México, y exhibimos también trabajos de artistas de ascendencia latina que viven en Estados Unidos, algo que no ocurría antes de julio del 2014, cuando las exigencias de la comunidad chicana nos llevaron a cambiar la regla que nos impedía mostrar obras de autores que no hubieran vivido en algún país de Latinoamérica a lo largo de 15 años”, agregó el curador, quien también probó suerte en la pintura y en el béisbol antes de asumir su actual profesión.

Anuncio

De ese modo, la retrospectiva actual incluye un grabado de Esther Hernández que se vale de la caja del conocido producto Sun-Maid Raisins para elaborar una crítica sobre los abusos a los que fueron sometidos los trabajadores latinos encargados de la cosecha de la uva, así como una luminosa trilogía creada por Judith Hernández, representante del movimiento chicano de los ‘60.

La obra más antigua de la muestra, compuesta por 150 piezas, proviene de los años ‘20 y corresponde al uruguayo Joaquín Torres Garcíal. Se incorporan también propuestas de maestros tan reconocidos como los mexicanos Rufino Tamayo y José Clemente Orozco, el colombiano Fernando Botero y el ecuatoriano Osvaldo Guayasamín, así como un generoso segmento dedicado a Cuba y una llamativa sección de fotografía.

Como se puede apreciar en la parte inaugural de la muestra, todo esto empezó en la casa del fundador del MOLAA, Robert Gumbiner, un médico de St. Louis que, durante la década de los ‘60, viajaba a Baja California y Oaxaca con otros colegas para ofrecer sus servicios de manera gratuita a los más necesitados, y que durante estos recorridos se apasionó por el arte latinoamericano y lo empezó a coleccionar.

En los ‘80, Gumbiner adquirió el actual inmueble, que fue antes una pista de patinaje y un solicitado estudio de cine mudo (se llamaba Balboa), y lo convirtió en un centro para pacientes de la tercera edad; poco después, consciente de las cualidades terapéuticas que posee el arte, empezó a llevar las obras que tenía dentro de su residencia al mismo lugar, hasta que decidió transformarlo en un museo que se ha ido expandiendo en dimensiones y en propuestas con el paso del tiempo.

Gumbiner falleció en el 2009 a los 85 años de edad, dejando un legado que es imposible de olvidar; sin embargo, aunque sus descendientes se encuentran todavía relacionados al MOLAA, Hayes asegura que el centro ha ido adoptando un carácter cada vez menos privado, mientras suma tendencias ajenas al pensamiento de su fundador, para quien la fotografía no era una forma artística y que no consideraba la admisión de creadores que no procedieran directamente de Latinoamérica. Como se puede ver, este encantador rincón de Playa Larga ha ido evolucionando con el tiempo, y ese es un camino que sus organizadores planean mantener.

Anuncio