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The Cure mantiene la atmósfera durante monumental concierto en el Bowl

El grupo británico The Cure, con el infaltable Robert Smith al frente, muestra su vigencia al contar con tres fechas seguidas en el Hollywood Bowl de Los Ángeles.

El grupo británico The Cure, con el infaltable Robert Smith al frente, muestra su vigencia al contar con tres fechas seguidas en el Hollywood Bowl de Los Ángeles.

(Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Pese a que su sonido es inmediatamente reconocible y a que se ha inclinado muy poco por las fusiones, The Cure es un grupo que, cuarenta años después de su fundación, no solo es capaz de sorprender, sino también de demostrar con su concisión interpretativa que se mantiene vigente, incluso cuando no ha lanzado un álbum inédito en cerca de una década.

Esa mezcla de carácter legendario y sentido de permanencia es lo que distingue a este conjunto de otros colegas suyos de los ‘80 que se refugian simplemente en la nostalgia, así como una de las razones principales por las que no se presentó en alguna feria al lado de agrupaciones semejantes, sino por cuenta propia y en el inmenso Hollywood Bowl, donde, además de todo, tendrá dos conciertos adicionales, esta noche y la de mañana, como parte de una gira nacional de 26 ciudades.

El deseo de no ser predecibles hace también que estos británicos rechacen la estrategia habitual de recurrir al mismo orden y listado de canciones en todo el tour, lo que se presta para elecciones impredecibles y, por supuesto, para que los fans más obsesivos los vayan siguiendo de presentación en presentación, siempre y cuando el presupuesto y las condiciones laborales se lo permitan.

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Curiosamente, pese a estos cambios constantes en su repertorio, ayer en el Bowl, el conjunto supo alternar correctamente las piezas para combinar lo más accesible de su obra con lo menos conocido, sin caer por ello en cambios intempestivos de ritmo; de hecho, aunque no son unos instrumentistas virtuosos, estos tipos se especializan en generar una atmósfera cautivadora y placentera que va creciendo con el paso de los minutos y que logró mantenerse a lo largo de casi tres horas, pese a que no estamos precisamente ante unos jovencitos.

Claro que el despliegue físico es muy limitado; el único realmente entusiasta en el plano de los movimientos fue el bajista Simon Gallup, miembro desde 1979, seguido de muy lejos por el guitarrista Reeves Gabrels, cuyos blancos cabellos hablaban claramente de su veteranía (lo gracioso es que es el más nuevo en la presente formación, aunque tocó ya en la banda noventera del inmenso David Bowie).

En realidad, el más estático fue Robert Smith, vocalista, guitarrista rítmico y líder indiscutible, quien tampoco habla mucho con la audiencia, pero posee un aura mítica y difícil de explicar en la que ha logrado mantener en líneas generales el aspecto extravagante de siempre, sustentado en sus cabellos alborotados y su infaltable maquillaje.

Tampoco le ha fallado la voz, que nunca ha sido espectacular pero que sí resulta de lo más expresiva y se conserva en el registro agudo de siempre a los 57 años de edad; y todos sus acompañantes -completados por el tecladista Roger O’Donnell y el baterista Jason Cooper- hicieron lo suyo con tanta solvencia que si uno cerraba los ojos podría imaginar que se encontraba en otra era.

En este caso, The Cure abrió fuegos sin demasiados rodeos, ya que los tres primeros temas de la velada fueron “Plainsong”, “Pictures of You” y “Closedown”, es decir, los tres primeros temas de “Disintegration” (1989), una de las placas más aclamadas de la banda y una que, como cuenta la leyenda, fue compuesta por Smith mientras recurría con generosidad a sustancias psicotrópicas. Eso hizo que la parte inicial fuera bastante alucinada, pese a que en esos momentos (las 7 y media de la tarde) era todavía de día y la luz del sol no combinaba tan bien con dichos climas.

Los éxitos del pasado anterior no se hicieron tampoco esperar demasiado, ya que pronto le llegó el turno a “In Between Days” (del 85), aunque se regresó pronto al “Desintegration” -es decir, el álbum más favorecido de la velada, y por mucho- a través de “Fascination Street” y “Lovesong”, ambas excelentes, antes de que sonara la infaltable “Just Like Heaven” con sus líneas de teclados tan sencillas como pegajosas.

A ese punto, cuando el new wave ya se había vuelto un tanto repetitivo, el quinteto viró hacia terrenos más densos con composiciones de diferentes épocas pero de ambientes semejantes a través de “Want”, del ‘96, y la muy ‘dark’ “One Hundred Years”, procedente del álbum “Pornography”, del ‘82.

Como sí ha venido sucediendo en otras paradas de la gira, The Cure hizo varios ‘bises’; el primero fue coronado por una versión absolutamente inspirada de “The Forest”, pieza que ya de por sí es de lo más hipnótica, mientras que el segundo se metió en terrenos incluso más raros para darle finalmente espacio a unos solos particularmente rockeros por parte de Gabrels y hasta a dos composiciones nuevas, “It Can Never Be The Same” y “Step Into the Light”, que hacen presagiar el advenimiento de un nuevo álbum.

Ya para la parte final, Smith y los suyos habían decidido que el mejor remate era a punta de ‘hits’, como para que todos los asistentes se fueran satisfechos a casa; y para ello, arremetieron con un trío perfecto, conformado por “Close to Me”, “Why Can’t I Be You?” y “Boys Don’t Cry”. En todo caso, las únicas lágrimas que vimos correr fueron de emoción; y si bien el público del Bowl no fue todo lo entusiasta que debería ser -ya se sabe; esto es Los Ángeles-, el lleno total del espacio hablaba al menos de cierto nivel de devoción.

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