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Plácido Domingo se disculpó, pero no le creo

Plácido Domingo en el Dorothy Chandler Pavilion, en 2011.
Plácido Domingo en el Dorothy Chandler Pavilion, en 2011.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

Después de más de un año de negación rotunda, Plácido Domingo “se disculpó”, aparentemente por no entender que incluso él tenía que acatar los códigos morales y profesionales básicos.

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“La Bohème”, “La Traviata”, “Madama Butterfly”: la ópera está llena de mujeres sacrificadas en el altar temático de “muy poco, demasiado tarde”.

Y ahora tenemos la “disculpa” de Plácido Domingo.

El verano pasado, cuando dos noticias de Associated Press relataron las acusaciones de 20 mujeres, que aseguraban haber sido manoseadas, besadas, acosadas sexualmente y hostigadas por el tenor, quien usó su especial posición de influencia para forzar encuentros y silenciar cualquier queja, la portavoz de Domingo respondió alegando que: “La campaña de AP para denigrar a Plácido Domingo no sólo es inexacta sino poco ética”, que las afirmaciones estaban “plagadas de inconsistencias” y que eran “en muchos sentidos, simplemente incorrectas”.

A principios de esta semana, sin embargo, el tenor de renombre mundial cambió su discurso. No porque se haya iluminado, sino porque su gremio lo hizo.

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Una investigación realizada por el sindicato American Guild of Musical Artists concluyó que Domingo, durante dos décadas se había involucrado en un patrón de “actividad inapropiada” y que muchos testigos habían guardado silencio por años, por “temor a represalias”. Cuando esa conclusión tomó estado público, súbitamente el cantante lírico decidió que, después de todo, lo lamentaba mucho.

O, como señaló en su declaración: “Me he tomado el tiempo durante los últimos meses para reflexionar sobre las acusaciones que varias colegas han hecho en mi contra. Respeto que estas mujeres finalmente se sintieran lo suficientemente cómodas para hablar, y quiero que sepan que realmente siento mucho el daño que les causé”.

“Acepto toda la responsabilidad de mis acciones, y he madurado a partir de esta experiencia. Ahora entiendo que algunas mujeres pueden haber temido expresarse honestamente debido al temor de que sus carreras se verían afectadas negativamente si lo hacían. Si bien esa nunca fue mi intención, a nadie se le debe hacer sentir de esa manera”.

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Dic. 13, 2019

“Estoy comprometido con generar un cambio positivo en la industria de la ópera, para que nadie más tenga esa experiencia. Es mi ferviente deseo que el resultado sea un lugar más seguro de trabajo para todos en la ópera, y espero que mi ejemplo en el futuro anime a otros a continuarlo”.

Honestamente, esto haría sonrojar hasta a Don Giovanni.

Estoy segura de que todos estamos aliviados de saber que Domingo ha “madurado” a partir de esta experiencia -de eso se trata, ¿verdad?-, aunque exactamente qué “ejemplo” espera que otros sigan, no está claro. Negar, negar, negar y luego, cuando uno se ve obligado a hacerlo, ¿disculparse? La idea de que ha pasado los últimos meses reflexionando sobre cualquier cosa que no sea cómo minimizar el daño que las acusaciones tendrán en su carrera parece, en el mejor de los casos, demasiado optimista.

Plácido Domingo no es el primer hombre que, al ser acusado de mala conducta por varias mujeres, ofrece el anuncio casi autocomplaciente de que ‘ha pensado’ en el asunto. “Darse cuenta” de que es inaceptable toquetear, besar, exponerse, hablar con doble sentido o masturbarse frente a los empleados, compañeros de trabajo o cualquier persona que no sea la propia pareja sexual con consentimiento es, de hecho, una firma demasiado utilizada ya en las disculpas de la era #MeToo.

Después de ser acusado de hostigamiento sexual por ocho mujeres, Charlie Rose afirmó que había aprendido “mucho como resultado de estos eventos, y espero que otros también lo hagan”. Louis C.K., quien pasó años negando con vehemencia los rumores de que se había masturbado frente a sus colegas femeninas, finalmente no se disculpó porque dijo que pensaba que masturbarse frente a sus compañeras de trabajo estaba bien, ya que les había preguntado primero, sólo para comprender más adelante, “que cuando tienes poder sobre otra persona, pedirle [que te mire mientras te masturbas] no es una pregunta. Es en realidad ponerla en un aprieto”.

El hecho de que Domingo crea que el argumento de “la curva de aprendizaje” todavía funciona es irritante. Tal como su insistencia en que durante 20 años permaneció serenamente inconsciente de cuán inoportuno era para muchas mujeres su patrón de avances no solicitados e insinuaciones, o que se le permitió continuar con ello porque era Plácido Domingo y todo lo que eso implica.

De hecho, apenas unas horas después de dado a conocer el tema, otra mujer, la soprano Luz del Alba Rubio, realizó ante la agencia Associated Press otra serie de acusaciones. No es sorprendente, teniendo en cuenta que la disculpa de Domingo fue menos un pedido de perdón que un ejemplo casi perfecto de un ‘control de daños’.

Todas las casillas marcadas: respeto (por sus acusadoras), remordimiento (por cualquier daño que les haya causado) y arrepentimiento (el compromiso de “generar” el cambio positivo), no significan nada. En su texto no dio absolutamente ningún ejemplo concreto de cómo planea “generar” el cambio. A menos que tomemos en cuenta el correo electrónico del presidente del gremio, que se filtró y cuya noticia fue reportada en el New York Times, donde decía que los abogados de Plácido Domingo habían retirado una oferta de pago por $500.000 al sindicato si el grupo podía evitar que los detalles de la investigación tomaran estado público.

Quizá no sea el mejor ejemplo para garantizar que el mundo de la música se convierta en un lugar más seguro.

Si Domingo realmente lo lamentara, pondría su dinero como respaldo de eso que su famosa -y ahora infame- boca dice: pagaría los $500 mil de todos modos, establecería un programa para apoyar a las mujeres en todos los niveles en la ópera o fundaría una iniciativa para crear conciencia sobre el acoso sexual en la industria.

O podría pasar un tiempo reflexionando de verdad y luego brindar una disculpa más honesta, por beneficiarse y apuntalar un sistema en el que el poder es recompensado y sostenido por un ecosistema en el que unos pocos ungidos tienen la posibilidad de otorgar o retener favores, que afectan carreras y a instituciones enteras. El acoso profesional es una de las formas más efectivas de garantizar que ese sistema siga controlado por unos pocos, y el acoso sexual es la manera en que mejor funciona la garantía de que esos pocos sigan siendo en su mayoría hombres.

¿No sería genial si Domingo se comportara como un verdadero ‘maestro’ y dijera: “Lo siento, actué como un cerdo total. En algún momento comencé a creer que mi talento me colocaba por encima de las sutilezas sociales obvias y el decoro profesional, que mi capacidad de enriquecer a algunas personas y convertir a otras en estrellas significaba que se me concedía un acceso especial a todo, incluidos los cuerpos de las mujeres en cuyas carreras podía influir. No deberían haber hecho falta 27 -perdón, ¡28 mujeres!- y una investigación del gremio para hacerme entender que no puedo hacer lo que quiero, pero así fue, y lo siento”.

Hay muchas conversaciones sobre la complicidad que todos jugamos en la creación de “estrellas” cuyas acciones desagradables pasamos por alto o justificamos debido a su capacidad de crear arte y belleza excepcionales, y ciertamente el sexo es una fuerza de creatividad y comercio. Pero usar una posición de poder e influencia para ganar acceso físico con las personas no es sexo, es abuso.

Entonces, si alguien va a disculparse por abusar de su poder, entonces que se disculpe por abusar de su poder. Si no lo siente, que no lo haga.

De cualquier manera, como la estatua le dijo a Don Giovanni: ¡Ah! tempo più non v’è. Tu tiempo se ha acabado.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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