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Amanda Miguel y Diego Verdaguer convencen con una buena dosis de nostalgia y mucha calidad musical

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No era la primera vez que Amanda Miguel y Diego Verdaguer se presentaban uno al lado del otro en la ciudad de Los Ángeles, ni mucho menos. En realidad, como lo señalamos ya en una nota anterior, tienen incluso una casa y un estudio de grabación por aquí, y hace un par de años, los fans de la misma región los pudieron ver también en un concierto a dúo con motivo de la parada local de su gira “Siempre juntos”.

Pero eso no quiere que la célebre pareja sentimental y artística haya saturado ya sus posibilidades en estos lares, como lo demostró la presentación de ayer en el Microsoft Theater de LA Live, que contó con una asistencia sumamente decente (y especialmente entusiasta) a pesar del miedo que viene generando la propagación del coronavirus y que parece haberse aumentado este fin de semana, como lo atestiguan los comentarios en las redes sociales.

El show, que correspondió a un nuevo tour llamado “A la carta” y que fue nuevamente producido por Ana Victoria, hija de estos artistas, ofreció lo que prometía, es decir, varios actos compartidos, momentos individuales de cada uno y una increíble cantidad de éxitos, aunque a diferencia de lo que ha venido ocurriendo en otras fechas, no encontró nunca a Miguel en el piano, una falta notable que se debió aparentemente a razones logísticas.

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Lo más interesante para nosotros es que, tal y como nos lo contó la misma cantante en una entrevista ya publicada, el espectáculo se enfocó en ofrecer versiones de los clásicos distintas a las habituales, apelando a ritmos que no se encontraban en las grabaciones originales y que le dieron un dinamismo musical muy particular a la faena, respaldados por una excelente banda de músicos jóvenes (casi todos mexicanos, con la excepción de las dos coristas) en la que figuraba una sección de vientos.

Esto se notó casi desde el inicio, cuando el primer segmento de Verdaguer empezó con una breve pero celebrada versión de su infaltable pieza “La ladrona”, prosiguió con una rendición de “Corazón de papel” marcada por evidentes influencias del reggae y concluyó en plan de cumbia gracias a la participación de una composición titulada “Tonta”.

Más adelante, en otra intervención a solas, el argentino le entró al frenetismo propio del ska para replantear “Usted qué haría” y se enfrascó en una reinvención del himno italiano “Volare” que empezó como reggae y terminó con sabor a ‘Big Band’.

Pero el segmento más diverso y propenso a la fusión fue el que se produjo luego, cuando tanto él como su esposa se sentaron en un podio (él con una guitarra acústica en las manos), rodeados de los demás músicos, con el fin de interpretar de manera ‘desenchufada’ varias piezas que adquirieron nuevas dimensiones mediante el uso de llamativos arreglos.

De ese modo, “Coco loco” (esa que dice “dame la mano, dame la otra”) y “Hagamos un trato” asumieron inesperados aires de son jarocho, mientras que la memorable balada “Ámame una vez más” fue presentada con un estilo muy sesentero y hasta psicodélico, convirtiéndose en uno de los puntos más altos de la velada.

La pareja anunció esta parte del concierto con una serie de mensajes verbales a los que les faltó probablemente mayor coherencia, pero que sirvieron para dejar en claro su repudio a los feminicidios constantes en México (donde radican ahora) y que mencionaron incluso al paro nacional de mujeres del 9 de marzo, demostrando con ello intereses que van más allá de las temáticas del amor y del desamor.

Debido al inexorable paso del tiempo, sería irracional esperar que Miguel y Verdaguer cantaran como lo hacían en sus mejores tiempos, sobre todo en el caso de la primera, que tiene ya 63 años y que se distinguió siempre por un poderío vocal que desde nuestra perspectiva se hubiera prestado perfectamente para una banda de rock metálico.

La misma artista lidió recientemente con problemas de salud que la obligaron a cancelar un show personal en el Auditorio Nacional de Ciudad de México (la única cancelación de toda su carrera, según ella), por lo que había también preocupación por su desempeño. Afortunadamente, aunque no hizo muchos desplazamientos en el escenario, terminó imponiendo su talento tras un inicio preocupante en el que la voz no parecía responderle como debía.

De ese modo, cuando le tocó entonar “Castillo”, lo hizo con toda la fuerza y el carácter épico demandados por la monumental pieza, dándole vida a otro de los instantes mágicos de la noche. Y más adelante, al regresar de manera individual, volvió a ponernos la carne de gallina con impetuosas interpretaciones de “Él me mintió” y “Así no te amará jamás”, enmarcadas por una adecuada instrumentación de estilo ‘hardrockero’ en la que no faltaron los impetuosos solos de guitarra.

El que no tuvo problema alguno al momento de cantar fue su esposo, aunque es necesario recordar que, con todo lo expresivo que resulta, su estilo vocal es mucho menos exigente que el de ella. Lo que sí le permitió mostrar un estado completamente inusual para su edad (tiene 68 años) fue su impresionante movilidad en la tarima y todos los movimientos que hizo sobre ella, incluyendo algunos saltos dignos de un jovencito y una actitud general de seductor que no lució nunca fuera de lugar.

Mientras Miguel se vale del dramatismo de su voz para impactar con letras que hablan de desgarro, lo de Verdaguer es sin duda más ‘light’ y festivo en términos generales, pese a que su repertorio incluye también comentarios sociales. Él mismo fue quien mencionó estos tópicos durante el concierto del Microsoft, concluyendo con un interesante mensaje de tinte motivador pero exento por suerte de desvaríos espirituales en el que dejó en claro que la felicidad completa no existe, pero que hay que luchar por lo que es correcto y mantener siempre limpia la consciencia.

Como se esperaba, el fin de fiesta llegó con “Volveré”, la composición más emblemática de Verdaguer, presentada a través de una larga versión que, además de conmover a los presentes, sirvió de paso para que tanto él como Miguel le aseguraran a sus admiradores locales que regresarán pronto para seguir entregándoles la música que hacen.

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