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Danny Trejo habla sobre como fue encasillado en papeles de ‘malo’— y ofrece un acercamiento a la mafia mexicana

Danny Trejo in front of an image of a person with a black eye patch
Danny Trejo en su casa de Los Ángeles documenta su insólito viaje de la cárcel a la pantalla en las nuevas memorias “Trejo: Mi vida de crimen, redención y Hollywood”.
(Mel Melcon/Los Angeles Times)
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En la repisa

Trejo: mi vida de crimen, redención y Hollywood

Por Danny Trejo y Donal Logue
Atria: 288 páginas, $ 27

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Recordando sus años entre rejas, el actor Danny Trejo a veces resoplaba o se frotaba la cara con las dos manos, como si recordara los traumas de hace medio siglo.

Algunas de estas historias ya han sido contadas; muchas han servido de base para su prolífica obra; y las más importantes están recogidas en sus nuevas memorias “Trejo: Mi vida de crimen, redención y Hollywood”. En la conversación, como quizá en el plató, aparecen en su cara algunos tics involuntarios.

“Cuando interpreto a esa persona loca y desquiciada, recuerdo que he estado allí, he visto eso”, dijo Trejo durante una entrevista en video desde su casa en Los Ángeles. “No quiero regresar a eso. Ese lugar al que puedes ir es muy, muy real”.

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Trejo, un actor de género de Hollywood muy querido tanto por sus papeles como por sus actos desinteresados fuera de la pantalla, consiguió su oportunidad en la industria después de visitar el rodaje de una película en 1985 para ayudar a alguien en el set que estaba luchando por recuperarse de una adicción. Él mismo lo había hecho. Décadas antes, en lo más profundo de la prisión estatal de Soledad, Trejo había prometido a Dios que ayudaría a sus semejantes todos los días si podía “morir con dignidad”. Y para entonces había decidido vivir en sobriedad.

Un asistente de dirección le paró ese día en el plató. “Tienes una buena apariencia”, le dijo el miembro del equipo. “¿Puedes interpretar a un convicto?”.

Esa fue una pregunta divertida. La primera vez que le llevaron a una comisaría fue a los 10 años, escribe. A partir de ese momento, pasó años dedicado al caos criminal en el Valle de San Fernando y en todo el estado, pasando por prisiones juveniles y estatales y pensando que nunca saldría vivo. ¿Podría interpretar a un convicto?

Danny Trejo and his friend Joey Meyer as youths in an old black and white photo
Danny Trejo y su amigo Joey Meyer, a la derecha, a principios de los años 60.
(Danny Trejo)
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Como extra en “Runaway Train” ese año, Trejo destacó tanto que se construyó una escena alrededor de su persona, mostrando las habilidades de boxeo que había perfeccionado en la cárcel. En poco tiempo, comenzó a aparecer en programas y películas como figura secundaria arquetípica: prisionero, el segundo recluso y el duro prisionero número 1 son algunos de los papeles que ha interpretado desde entonces.

“No sabía que me estaban estereotipando”, dijo Trejo a The Times. “Solo sabía que estaba trabajando. Y creo que el hecho de haber sido estereotipado durante tanto tiempo consiguió que mucha gente trabajara, así que simplemente abrimos la puerta”.

El rostro de Trejo, famoso por sus experiencias, ofrece una paleta expresiva ideal para el actor en el que se convirtió; puede transmitir rabia y humor como pocos villanos en la pantalla.

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En 1995, Trejo compartió una fascinante escena de muerte con Robert De Niro en “Heat”, de Michael Mann, una de las muchas que muestran la asombrosa habilidad de Trejo para interpretar a alguien a punto de morir. “Tengo el récord de muertes en el cine”, dijo. “Eso significa que trabajo mucho”.

Robert Rodríguez le dio entonces un papel emblemático en “Desperado”. Y en 2001, Rodríguez creó específicamente para Trejo el papel de Machete en “Spy Kids”, que luego se repitió en una serie de spinoff “Machete”, estableciendo quizá el único personaje en la historia del cine a caballo entre los géneros de aventura infantil y terror grindhouse.

Aunque la historia general de Trejo es bien conocida, en el libro, coescrito con el actor y amigo de toda la vida Donal Logue, se revelan por primera vez muchos otros detalles formativos. El resultado es un relato personal, a menudo sorprendente, que se cuenta entre las grandes memorias de California.

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El lector se sumerge en la cultura de barrio tal y como se vivía en el Valle en las décadas de 1950 y 1960. Desde una edad temprana, comprende la verdadera distancia entre el brillo del cercano Hollywood y su mundo de tráfico de drogas y violencia sin cuartel.

Pero a lo largo de la vida de Trejo, esos mundos también chocan de forma asombrosa.

Danny Trejo on a Harley-Davidson motorcycle near a 1956 blue and white Chevrolet Bel Air automobile
Danny Trejo con su nueva motocicleta Harley-Davidson, fabricada a medida, en su casa. Al fondo, su automóvil Chevrolet Bel Air de 1956.
(Mel Melcon/Los Angeles Times)

Un episodio que cristalizó fue cuando Trejo estaba sopesando ofertas para aparecer en dos películas en cartelera a principios de los años noventa. Una era “American Me”, que iba a ser dirigida por Edward James Olmos; la otra era “Blood In, Blood Out”, de Taylor Hackford. Ambas pretendían contar la historia de los inicios de la mafia mexicana.

Era un tema delicado. Trejo, con su imponente físico y sus años de servicio, habría encajado muy bien en cualquiera de las dos películas. Sin embargo, había un problema. La Mafia Mexicana, o “Eme”, es muy notoria por sus despiadadas ejecuciones, según las autoridades federales. En el sistema penitenciario ya se había corrido la voz de que el guión de “American Me” se tomaba libertades narrativas ofensivas -relacionadas con la violación en la cárcel y los códigos fraternales de la Eme- que estaban molestando a los líderes de la banda en el mundo real. Además, la película propuesta utilizaría explícitamente el término “Eme”, lo cual constituía otro problema serio.

Olmos, que quería contratar a Trejo, organizó una reunión. Trejo se presentó en Jerry’s, en Encino, como lo haría cualquiera para una reunión en Hollywood, con un atuendo informal. Sorprendentemente, Olmos apareció con “ropa de cholo completa”, escribe Trejo, incluyendo una “camisa azul abotonada en la parte superior y abierta hasta abajo”. Trejo relata que Olmos hacía el intento de hablar como si fuera un pandillero durante todo su encuentro.

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“Todo era ‘teatral’”, recuerda Trejo sobre el planteamiento de Olmos. “Y yo le dije: ‘Aquí no estás tratando con gente de teatro. Estás tratando con gente que se molesta y aparece a medianoche’”.

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Efectivamente, justo antes de una segunda reunión con Olmos, Trejo recibió un mensaje: Joe Morgan quería hablar.

Joe “Pata de Palo” Morgan, encarcelado en ese momento, era entonces el líder vivo de la Eme. “Joe Morgan no llama a la gente si no es para decir: ‘Estás muerto’”, dijo Trejo.

Atendió la llamada en el teléfono de la casa de su amigo Eddie Bunker, un conocedor de la industria al que conocía desde que estaban juntos en la cárcel. Morgan fue directo al grano. Le preguntó a Trejo qué película haría; Trejo contestó que se inclinaba por “Blood In”.

“Nunca olvidaré: ‘Oh, sí’, dijo Joe Morgan, ‘La bonita’”, recuerda Trejo con una carcajada. Morgan aprobó la elección.

Recordar esos primeros encuentros con Olmos llevó a Trejo a reflexionar sobre su lucha por ser tratado como un igual entre las élites de Hollywood. “Te voy a decir la verdad”, me dijo. “No creo que Eddie Olmos me haya aceptado todavía como actor”.

Olmos no respondió a una solicitud de comentarios sobre el pasaje. En el libro, Trejo destaca su admiración por Olmos y su defensa de los chicanos en Hollywood.

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Cast of "American Me"
Daniel A. Haro, a la izquierda, Pepe Serna, Cary Hiroyuki Tagawa, Edward James Olmos, Vic Trevino, Domingo Ambriz y William Forsythe en “American Me” en 1992.
(Tony Friedkin/Universal Pictures)

Logue, que creció en la región fronteriza de Calexico y conoció a Trejo por primera vez en el plató de “Reindeer Games” (2000), dijo en una entrevista que había inquietud por detallar los recuerdos de Trejo relacionados con “American Me”.

“Edward James Olmos es un gigante en nuestro mundo” del cine, manifestó Logue. “Lo que ocurrió allí fue esta interesante intersección con nuestro mundo, en el que francamente Danny siempre se cuestionó su papel”.

Olmos, un veterano de la industria muy respetado, hizo “American Me” como una obra de moralidad para advertir a los jóvenes sobre los peligros de la vida en prisión. Sin embargo, los efectos de la historia en el mundo real fueron inconfundibles: Dos asesores que laboraron en la película fueron asesinados, entre ellos un querido trabajador de intervención en pandillas. Trejo sostiene que hasta 10 personas fueron asesinadas en prisión o fuera del sistema en relación con la cinta “American Me”.

Para la mayoría de la audiencia estadounidense, el rol que la dio a conocer fue el que tuvo en “Vida”, la aclamada serie de Starz que hizo cuando recién había llegado de México y que tuvo un fuerte impacto debido a su sincera presentación de problemáticas sociales y de género vinculadas al área del Este de Los Ángeles.

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Trejo, por su parte, aceptó un pequeño papel en “Blood In, Blood Out”, una experiencia que le permitió volver a San Quintín por primera vez desde que estuvo preso allí, pero esta vez como actor.

Los mundos volvieron a chocar. Durante el rodaje, escribe, Trejo pudo deambular casi libremente por el interior de una instalación que para él era el lugar de tantos horrores. Los primeros pasajes del libro describen los peligros mortales que acechan en cada esquina de San Quintín. En un estado de “regreso al punto de partida”, incluso rodó algunas escenas dentro de la C550, su antigua celda real en el bloque sur de la prisión.

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Sus reflexiones en esos momentos clave están muy bien plasmadas.

“Hay que recordar”, señaló, “que en 1968 hice un trato [con Dios]. Dije: ‘Si me dejas morir con dignidad, diré tu nombre todos los días y haré todo lo que pueda por mis compañeros de prisión’, y mencioné ‘compañeros’ porque nunca pensé que saldría de la cárcel”.

Un año después abandonó la cárcel para siempre. A pesar de muchos baches en el camino, Trejo se transformó en un dedicado consejero de recuperación.

Danny Trejo in front of his 1956 blue and white car and a garage with the sign Machete's Garage
“Todo lo bueno que me ha pasado en la vida ha sido el resultado directo de ayudar a otra persona sin esperar nada a cambio”, escribe Danny Trejo en sus memorias.
(Mel Melcon/Los Angeles Times)

A lo largo del libro, ciertas figuras ocupan un lugar destacado, sobre todo su tío Gilbert, el hombre que, según Trejo, le introdujo en la vida delictiva desde una edad dolorosamente temprana. Logue, el coautor, dijo que las diversas figuras que entran y salen de la historia merecen cada una su propia crónica. “Si te adentras en la madriguera de todos estos diferentes personajes que aparecen en el libro de Danny, ves cómo la violencia engendra violencia generacional”, manifestó Logue. “Cuando somos jóvenes nos ocurren cosas que nos inician en este viaje”.

El lector tiene la sensación de que Trejo suaviza lo que podría haber sido una lectura más dura de muchos de esos personajes, incluidos sus padres. A medida que avanza la historia, la vida de sus propios hijos se convierte en un hilo conductor.

Las mujeres están siempre presentes en el libro de Trejo, desde las primeras líneas. Escribe con franqueza sobre su historial mixto con las esposas, recordando que alguien comentó que era el tipo de persona que amaba las bodas, pero no el matrimonio. “No era muy bueno para trazar líneas en mis matrimonios, pero respeté esa línea en la recuperación”, escribe en un momento dado.

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Danny Trejo and his wife in an old photo
Danny Trejo con su tercera esposa, Joanne, en 1976
(Danny Trejo)

La recuperación, en definitiva, es el motor de las memorias. Trejo, ahora con 77 años, tiene más de 400 créditos, según IMDb, un logro notable para alguien que difícilmente podría haber imaginado una carrera cinematográfica mientras rezaba en Soledad en 1968.

“Actuar no era algo nuevo para mí”, escribe Trejo. “Había actuado para sobrevivir a mi infancia. Había actuado como si no tuviera miedo cuando estaba aterrorizado. En Folsom, actué para mantener mi cordura. Tenía que moverme; tenía que hablar en voz alta; tenía que escuchar mi propia voz”.

Un análisis del Times ha encontrado que la representación latina en el cine y la televisión se ha estancado durante más de una década, incluso cuando la proporción de latinos en la población ha crecido.

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Hoy en día, reconoce lo lejos que tiene que llegar Hollywood para ampliar las oportunidades -y los papeles- más allá del duro prisionero número 1. Sobre el tema de la representación de los latinos, que ha sido objeto de una reciente serie de artículos en el Times, Trejo dice que acoge con agrado la creciente promoción. Pero lo que se necesita más claramente para cambiar las cosas, argumenta, es una mayor inversión directa de productores de alto poder de ascendencia latinoamericana.

“La gente de arriba, los latinoamericanos, no quieren producir películas”, dijo. “Alguien llamado Smith no va a decir: ‘Quiero un mexicano en el papel principal’. Dejen de llorar y empiecen a poner dinero”.

Puede sonar a amor duro, pero después de leer el libro y hablar con el hombre, uno sale con la sensación de que la dureza indomable de Trejo está al servicio de una filosofía más amable. Trejo lo resume en “Trejo”, en una máxima que la historia de su vida confirma. “Todo lo bueno que me ha pasado en la vida”, escribe, “ha sido el resultado directo de ayudar a otra persona y no esperar nada a cambio”.

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