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CRÍTICA. ‘Black Widow’ descubre emociones y a una aliada de lujo en su esperada aventura solista

Scarlett Johansson como Black Widow/Natasha Romanoff y Florence Pugh como Yelena en una escena de "Black Widow".
Scarlett Johansson como Black Widow/Natasha Romanoff y Florence Pugh como Yelena en una escena de “Black Widow”.
(Jay Maidment / Marvel)

Los momentos emotivos y de familia le dan un valor agregado a esta ‘Black Widow’

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Aunque te resulte difícil de creer, no todo el mundo es fanático de las producciones vinculadas a los Avengers; y no hablamos solo de los devotos del ‘enemigo’ -es decir, quienes se inclinan por los títulos procedentes de la cantera de DC Comics-. Sin embargo, quienes adoran a los superhéroes de Marvel han estado de plácemes en los últimos tiempos, y lo seguirán estando supuestamente desde este fin de semana con el estreno de la lograda (y muy esperada) cinta individual de “Black Widow”.

Vamos por partes, aunque no necesariamente extraídas de las fábricas del tristemente desaparecido Tony Stark. En medio de los prolongados y dramáticos meses con los que nos castigó la pandemia, la plataforma de Disney+ se convirtió en la vitrina exclusiva de exhibición de tres series (todas ellas buenas) vinculadas directamente a estos personajes y protagonizadas por los mismos intérpretes de la gran pantalla: “WandaVision” (que es la mejor), “The Falcon and the Winter Soldier” y, más recientemente, “Loki”.

Pero, se piense lo que se piense de la industria hollywoodense, no hay nada como ver a estos sujetos en una pantalla gigante y en medio de relatos largos con presupuestos descomunales, que es justamente lo que sucede con “Black Widow”, una superproducción de 134 minutos y 200 millones que debuta este jueves en la noche no solo en salas -aprovechando sin duda las reaperturas actuales y la posibilidad de contar con audiencias masivas-, sino también en Disney+ -pero con un pago adicional y muy considerable de $30, incluso si estás suscrito a la plataforma-.

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Yendo al origen

Por supuesto, estamos ante una obra que merece verse en un cine, aunque no nos animamos a exigirle todavía a los fans que la vean de ese modo, sobre todo porque ronda ahora por estos lares una nueva cepa del infame virus, y porque sabemos que hay muchos que han rechazado la vacunación. Pero decimos que es conveniente apreciarla en la pantalla más grande que se pueda incluso cuando notamos que se trata de una cinta en la que las escenas de diálogo son muchos más extensas de lo que se pensaba, mientras que las de acción se hacen a veces esperar.

Claro que esto sucede cerca de la mitad del metraje, porque hay mucho movimiento en la primera parte, cuando se nos traslada a mediados de los ’90 para mostrarnos a una pre adolescente Natasha Romanoff (interpretada entonces por Ever Anderson) al lado de su hermana no biológica Helena Belova (interpretada entonces por Violet McGraw) mientras viven en Ohio al lado de sus padres adoptivos, que se revelan más adelante como los espías rusos Alexei Shostakov (David Harbour) y Melina Vostokoff (Rachel Weisz).

El hogar aparentemente ideal deja de serlo cuando se desata una persecución espectacular no exenta de balazos, y más adelante, hay momentos adicionales de lucha cuerpo a cuerpo, saltos vertiginosos en medio de tejados, rescates imposibles y todos esos elementos que son indispensables en un trabajo como este, mientras Natasha (interpretada ahora por Scarlett Johansson), ya prófuga de los Estados Unidos, decide reunirse en Budapest con Yelena (ya interpretada por Florence Pugh) tras dos décadas de separación. Esos momentos y esos elementos llegan combinados con aportes emocionales que, más adelante, encuentran reposo durante una larga secuencia de inesperada intimidad.

Esta se produce cuando Natasha y Yelena se reencuentran con Alexei y Melina en la casa campestre de la última, donde los sucesos de la historia de grandes dimensiones le dan paso a un intercambio verbal propio de una familia disfuncional que está tratando de saldar cuentas con el pasado, y que, en medio de su natural dramatismo, poseen también adecuadas cuotas de humor.

“The Falcon and the Winter Soldier” es una nueva creación para la pantalla chica de Marvel Studios que sigue los pasos de “WandaVision” en lo que se refiere al uso de los actores y los personajes interpretados por ellos mismos en las superproducciones cinematográficas de esta compañía que hemos visto en los últimos años.

Mar. 17, 2021

Calma tras la tormenta

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La decisión de bajar ocasionalmente las revoluciones que toma el guion de Eric Pearson (“Thor: Ragnarok” y “Godzilla vs. Kong”), reforzada sin duda por la destacada directora australiana Cate Shortland (“Sommersault”, “Lore”), es moderadamente arriesgada para un ‘blockbuster’ así, porque puede poner a prueba la paciencia de los simples amantes del bullicio interminable, pese a que no alcanza nunca la profundidad ni la complejidad anheladas; pero, además de darle un toque muy particular al proyecto entero, permite que se luzca la versatilidad histriónica de la maravillosa Pugh, a quien habíamos visto ya en un complejo rol psicológico gracias a la película de terror “Midsommar”, y que tiene aquí la posibilidad de mostrarse simultáneamente como una muchachita vulnerable y una combatiente formidable.

Por ese lado, su desempeño es tan notable que llega a opacar el de Johansson (y de paso el de Harbour y el de Weisz, que hacen muy bien lo que les toca), aunque, a estas alturas, es necesario recordar que las reacciones mesuradas, reservadas y un tanto frías por parte de Natasha (quien sigue pateando traseros de manera impecable) han sido siempre parte del personaje, que aparece ahora mucho menos sexualizado que cuando se inició su participación en la saga.

Eso tiene que ver también con la implementación de una historia en la que el logrado villano principal, Dreykov (Ray Winstone), quien controla el temible Red Room en el que se mantiene cautivas a muchas mujeres, se erige como una especie de símbolo supremo del Patriarcado opresor. No puede ser una casualidad, aunque el mismo Red Room (donde se forman asesinas de élite bajo control mental) ha formado siempre parte de la mitología de Black Widow y es una parte esencial de los traumas que tiene la protagonista.

Florence Pugh destaca particularmente en la cinta.
(Kenin Baker / Marvel )

La mano femenina

Más allá del desarrollo convincente de estos detalles feministas, Shortland (que procede de la escena ‘indie’ y cuyos filmes anteriores se centraban en los personajes) filma las fastuosas escenas de acción con un estilo visual comprensible (lo que no es necesariamente la norma en esta clase de propuestas) en el que se infiltran algunas referencias cinéfilas específicas (sobre todo por el lado de “Moonraker”), y logra finalmente ofrecernos una aventura completamente digna de aprecio, incluso cuando el periodo en que se desarrolla (en medio de la línea temporal existente entre “Captain America: Civil War” y “Avengers: Infinity War”) la volvía supuestamente secundaria dentro del gran esquema del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU).

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Finalmente, no podemos dejar de mencionar el importante aporte latino que le da a la película Gabriel Beristain, director de fotografía mexicano que ha trabajado cumpliendo el mismo puesto en títulos como “Blood In Blood Out” y “Blade II”, que colaboró ya de manera más discreta en muchos episodios de la saga de los Avengers y que, en este caso, implementa brillantemente la visión de Shortland para la creación de las secuencias en las que nos aproximamos a la sensibilidad de los personajes.

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