Tras haber sido celebrada por todo lo alto en el Festival de Cine de Tribeca, donde se llevó el premio al Mejor Director Nuevo de Narrativa y el galardón Nora Ephron -que se entrega a talentos femeninos-, Michelle Garza Cervera se convirtió de pronto en una de las realizadoras más visibles del cine contemporáneo de terror.
Y lo logró gracias a “Huesera”, su primer largometraje como cineasta, escrito por ella misma al lado de su colaboradora Abia Castillo y dueño de una identidad propia que logra superar ampliamente el molde típico de las cintas de género sobre la maternidad al presentar a una protagonista distinta a las que se suele ver en esta clase de producciones y ubicarla en medio de un entorno social, geográfico y cultural de lo más específico.
Aquí, Valeria (Natalia Solián) es una joven de Ciudad de México que ha logrado quedar embarazada tras muchos esfuerzos, pero que va perdiendo la alegría inicial ante las presiones sociales que la rodean y las visitas cada vez frecuentes de una entidad macabra, lo que la llevará a tomar decisiones que la acercarán al misterioso mundo de las curanderas.
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Esta es solo una descripción rápida de un filme que sorprende en cada una de sus escenas y que, además de ser plenamente efectivo en el área del miedo, plantea temáticas complejas bajo el manto de la escuela de los sustos, como lo podrás descubrir si acudes a la Alamo Drafthouse del Centro de Los Ángeles, donde se encuentra ya en exhibición antes de su lanzamiento en Video On Demand del 16 de febrero.
En la entrevista con Los Angeles Times en Español que te ofrecemos a continuación, Cervera habló ampliamente del origen de la película (que, curiosamente, es una coproducción entre México y Perú), de su trabajo con la actriz estelar, del tono rebelde de la historia que plantea, de la presencia LGBT en el relato y de otros temas de interés.
Michelle, este es tu primer largometraje, pero ya tenías mucha experiencia en el área de la realización antes de filmarlo. ¿Cómo se dio ese proceso?
Había hecho seis cortometrajes que iban entre el horror y la ciencia ficción, con atmosferas que tendían hacia lo oscuro. Empecé con ellos en el 2013, y claro, fue un proceso largo, pero fui paciente; trabajé a veces como continuista y haciendo sonido, para adquirir experiencia en distintas áreas. Y mientras tanto, seguía desarrollando el guion de “Huesera”.
Lo interesante es que esta es una película de terror, pero también es una película feminista hecha básicamente por mujeres; una película con una espiritualidad muy particular; una película con mucha influencia del punk y una película que subvierte las normas del cine clásico de género, pese a que puede llegar a tener un estilo visual que rinde tributo a esos mismos clásicos. Y eso la volvía particularmente ambiciosa.
Tuve la suerte de que confiara en mí una bola de locos extremadamente talentosos, porque sí, desde el papel era un proyecto bastante ambicioso, sobre todo por tratarse de una ópera prima. Yo quería darle representación a la vida que tenemos en nuestras ciudades, donde podemos cruzar muchos mundos en un mismo día. Esta es una película llena de detalles y de símbolos.
Hay una gran participación femenina, más allá de lo que sucede con el reparto y con el guion: encontramos a una directora de fotografía, una productora y una editora. ¿Buscaste intencionalmente que se produjera algo así?
No era el objetivo, sino algo que se dio de manera completamente orgánica por el tema de la película. Me fui inclinando poco a poco hacia las personas que conectaban emocionalmente con la historia. De todos modos, creo que el balance es de 50-50, porque el diseñador de sonido, los músicos y uno de nuestros productores eran hombres. También hubo muchas personas ‘queer’ en los departamentos técnicos.
Logramos una convivencia bastante radical en el sentido de que se sentía un equilibrio real. Hubo momentos complejos en el rodaje que tuvieron que ver con las diferencias de género y que resolvimos a través del diálogo, para poder entender las dinámicas de poder que suceden, por ejemplo, entre personas del sexo masculino que llevan mucho tiempo en la industria cinematográfica y que se encuentran de pronto ante mujeres jóvenes que están entrando recién a la industria.
Estábamos filmando una película con muchos efectos especiales en solo cinco semanas, pero logramos finalmente un nivel de armonía del que me siento muy orgullosa.
El proceso de la maternidad y lo que esta implica para mujeres que no llevan necesariamente bien esa situación se encuentra al frente de la historia, lo que puede remitir a “Rosemary’s Baby”; pero lo que se ofrece aquí es una perspectiva feminista del tema, alejada de la imagen conformista o de la víctima eterna.
Mi coguionista y yo hicimos mucha investigación del horror. Hay varios libros interesantes que analizan los arquetipos y las figuras dentro del género, y muchas veces, incluso en películas que son fenomenales, se inserta un discurso que somete prácticamente a la mujer a un solo destino, sobre todo en las historias de maternidad. En ellas, el instinto maternal toma finalmente el control de tu vida, por más empoderada que seas.
Yo quería retar esa idea de manera deliberada, decir que es una construcción social, que hay otros rumbos que se pueden tomar legítimamente y que estos no tienen que dar como resultado una vida de miseria y de soledad.
Este es el debut de Natalia Solián en un largometraje de cine, y su actuación es impresionante. ¿Cómo la descubriste?
La había visto en el teatro, porque ella había hecho muchas cosas en ese medio, y cuando vi su propuesta de casting, supe de inmediato que ella era el personaje, sobre todo porque lo trabajó desde algo muy personal, debido a que es madre. Fue muy generosa en todo lo que ofreció, y es además una persona con un gran control corporal.
Le crees que está viendo un monstruo, le crees que está sintiendo una fractura ósea, y eso no es fácil. Yo estaba siempre preocupada en el set porque la veía sufrir mucho, pero tuvimos mucho cuidado y la mantuvimos protegida. Ahora somos grandes amigas.
“La Llorona”, que se puede ver desde este fin de semana en la plataforma Shudder, es el tercer largometraje de Jayro Bustamente (“Ixcanul”, “Temblores”) y su primera incursión en el género del terror.
Más allá de la tensión creciente y de los inesperados ataques de dolor a los que se enfrenta el personaje de Valeria, la película presenta imágenes bastante explícitas en términos de sexualidad femenina que se alejan también de lo que se suele ver en el cine de terror creado por hombres. En ese sentido, era necesaria una complicidad que no se hubiera podido lograr probablemente si el equipo de rodaje hubiera sido básicamente masculino, ¿verdad?
Cuando había que filmar esas escenas, el set entero era de mujeres. Creo que la puesta en escena de un director o de una directora tiene que ver con el modo en que cada uno ve el mundo, y lo que hice aquí fue colocar la cámara en servicio del simbolismo que buscaba en esas imágenes, no con la intención de ofrecer algo que se viera candente.
Por ese lado, hay otro personaje importante, el de la tía lesbiana de Valeria, que es interpretada por la gran Mercedes Hernández y que desafía por su parte las costumbres tradicionales y conservadoras de las otras mujeres de la familia. ¿Qué tan importante era para ti reflejar las vivencias de la comunidad LGBTQ en la película?
Para mí, era un importante mostrar un personaje como Valeria, que se había comprado el paquete completo del supuesto camino a la felicidad dentro de una relación heteronormativa y como parte de una clase social bastante privilegiada. Me interesaba mostrar estos caminos disidentes y paralelos, como los de su tía, su exnovia y el pasado que tiene con la escena del punk. Todas esas eran cobijas para un personaje afectado por una entidad siniestra que la está llevando a cuestionar su vida entera.
Esto marcaba una diferencia con otros relatos que me encantan, como el de Frankenstein, donde hay una soledad extrema en el ser roto; aquí, el personaje tiene muchas opciones para manejar las relaciones y la vida familiar. Lo que se refleja en la película tiene que ver con lo que veo en mí y en amigas que me rodean; la familia nuclear no es necesariamente lo que queremos, y hay que saber que existen comunidades que te pueden ayudar para que no estés sola.
Es también interesante el cruce que se muestra entre religiosidad popular, religión cristiana, prácticas como el yoga y rituales ocultos.
El proceso que tenía que llevar a cabo el personaje tiene todo que ver con lo espiritual, porque lo que hace la huesera es partirte desde lo más profundo. Usamos muchos elementos de chamanismo tradicional para darle representación a estas trabajadoras espirituales que habitan en las ciudades y que son normalmente representadas de manera equivocada en las películas.
Pero ellas mismas representan también a las personas de distintos ámbitos que pueden ayudarte porque ya han pasado por momentos de quiebre, ya han visitado sus infiernos personales y ya están del otro lado. Al trasladar eso al cine de terror, sonaba lógico convertirlas en una especie de brujas de Macbeth.
En “Huesera”, hay tantos temas interesantes que no se conectan directamente con el terror que podríamos dejar fácilmente de lado ese aspecto, pero eso no estaría bien, porque la película es muy aterradora y tiene algunas imágenes sumamente logradas en el plano sobrenatural pese a su bajo presupuesto. ¿Cuáles fueron los retos por ahí?
El género es muy complejo, sobre todo en su tercer acto. Hay mucho en “Huesera” que depende de los efectos de sonido y de los cortes de edición, y no de los trucos visuales, porque estábamos bastante limitados por ese lado. Resolvimos muchas cosas con el empleo de unas bailarinas que llevamos a un lugar muy especial de Chapultepec. Lo único que fue digital fueron los retoques, que empleamos para borrar prostéticos y difuminar cosas que no queríamos que se vieran.
Hicimos todo lo que pudimos ante cámara, y la verdad es que disfruté mucho de esa parte del proceso, tomando siempre en cuenta que no queríamos que el monstruo se pusiera por encima del arco de la protagonista. Para mí, esto es más un estudio de personaje que una historia de horror.
¿Qué tipo de espiritualidad tienes?
Crecí católica y en la adolescencia me convertí en atea, pero no es posible arrancar esa formación inicial, sobre todo en lo que se refiere a la culpa y los miedos. Me dejo guiar mucho por mis instintos y mis entrañas, y creo que hay algo más grande que mi simple existencia, aunque no sé cómo nombrarlo.
¿Cuáles son tus directoras favoritas?
Lucrecia Martel, de Argentina, que no hace cine de horror pero tiene una gran construcción sonora en sus películas. Lynne Ramsay, de Inglaterra, que me parece maravillosa. Sally Potter, que tiene además un libro fenomenal sobre dirección de actores que es esencial para mí. Y, por supuesto, Jennifer Kent, que hizo “The Babadook”. Siento que todas ellas han sido grandes influencias para mí.
Sé que tienes muchos proyectos entre manos. ¿Qué es lo más cercano?
Lo más importante para mí en este momento es mi siguiente película, “Palisada”, que se filmará este año y que tiene que ver con la relación entre una abuela y su nieta. Va por el lado del terror cósmico. También está por estrenarse en [la plataforma] Vix+ “La Hora Marcada”, un ‘reboot’ de la serie de los ’90 en la que participaron Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón. Ahora somos 9 directores latinoamericanos; cada uno dirigió y escribió su propio episodio.
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