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CRÍTICAS. Hormigas rebeldes, la Brontë más ‘dark’ y otros estrenos en salas y plataformas

Una escena de "Ant-Man and the Wasp: Quantumania".
Paul Rudd como Scott Lang/Ant-Man, Kathryn Newton como Cassandra “Cassie” Lang y Evangeline Lilly como Hope Van Dyne/Wasp en una escena de “Ant-Man and the Wasp: Quantumania”.
(Marvel Studios)
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Esta semana, los fanáticos incansables de las historias de superhéroes tienen un motivo especial para celebrar debido al lanzamiento de una producción que inaugura un nuevo ciclo en la saga interminable de Marvel. Los demás espectadores pueden refugiarse en títulos que adoptan una tendencia mucho más terrenal.

ANT-MAN AND THE WASP: QUANTUMANIA

Director: Peyton Reed

Reparto: Paul Rudd, Evangeline Lilly, Jonathan Majors

Género: Superhéroes / Acción / Aventuras

Sin ánimos de emular al maestro Scorsese, y reconociendo lo mucho que he disfrutado a través de los años de las películas de Marvel (y a veces de las series, empezando por “WandaVision”, que es una maravilla), debo decir que, a estas alturas del asunto (han sido más de 30 largometrajes desde 2008), me resulta imposible sentir un entusiasmo desmedido ante el estreno de cualquiera de estas cintas.

En ese sentido, no esperaba mucho de la que da inicio a la Fase 5 del MCU (¿no les digo?), “Ant-Man and the Wasp: Quantumania”, tercera entrega ‘individual’ de un personaje que, a fin de cuentas, está lejos de ser uno de mis superhéroes favoritos. Pero el tipo que lo interpreta en la pantalla (Paul Rudd) me ha caído siempre bien, la química entre él mismo y su coestrella Evangeline Lilly ha sido de lo más efectiva, y las dos producciones que lo han mostrado fuera de los Avengers (incluyendo a “Ant-Man and the Wasp”) han tenido un nivel de entretenimiento y de calidad visual que le debe mucho a la labor del director Peyton Reed.

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Reed regresa al cargo para imponer esas características en el filme que se encuentra ya en cartelera y que, como su nombre lo indica, vuelve a lidiar con el Reino Cuántico, un concepto de la física que, trasladado al MCU, se plasma en una dimensión alterna de dimensiones subatómicas que facilita además los viajes en el tiempo. Ahora, Scott Lang (Rudd) y Hope van Dyne (Lilly) se unen a los padres de la segunda, Hank Pym (Michael Douglas) y Janet van Dyne (Michelle Pfeiffer), y a la hija del primero, Cassie (Kathryn Newton), en un viaje inesperado que tendrá varias sorpresas.

El Namor de Tenoch Huerta y su lugarteniente están dispuestos a todo por el bienestar de su pueblo

La primera de ellas es que el Reino Cuántico, presentado con anterioridad de modo mucho más simple, adquiere el aspecto de un vasto mundo lleno de poblados y de criaturas extrañas que remite de inmediato al universo de Star Wars, algo que, si nos preguntan, es un giro bastante perezoso, aunque promueva la exhibición de momentos visuales cuyo nivel de impacto dependerá del modo en que el espectador tolere el empleo abundante de efectos digitales (o CGI).

De manera acertada, el guion de Jeff Loveness -autor de cómics y libretista de “Rick and Morty”- mantiene el tono ligero de las entregas previas, más allá de la alusión a ciertas problemáticas sociales -Cassie es una activista que aboga por los ‘homeless’- y al empleo ocasional de términos como “freedom fighter” y “socialismo” -que espantarán probablemente a los conservadores-; y aunque Lilly pierde relevancia en provecho de Newton, quien pasa al frente, nuestro amigo Rudd está particularmente divertido.

Pero uno de los logros mayores de la cinta es la presentación de Kang El Conquistador -presente en los cómics desde mediados de los ’60-, un supervillano que, sin ser en teoría muy diferente a los demás -es otro destructor empedernido de civilizaciones enteras-, se encuentra brillantemente interpretado por Jonathan Majors (“Lovecraft Country”), quien logra darle toda clase de matices imprevistos.

EMILY

Directora: Frances O’Connor

Reparto: Emma Mackey, William Weightman, Fionn Whitehead

Género: Drama histórico

Olvídate por favor de las Kardashian y recuerda -o descubre recién- que, a mediados del siglo XIX, existieron tres hermanas cuyo reconocimiento no se debía a ‘reality shows’, romances escandalosos ni maniobras de la prensa de chismes, sino a sus grandes habilidades literarias. Nos referimos a las Brontë, representadas principalmente en la actualidad por Charlotte (autora de “Jane Eyre”, la novela clásica que ha sido llevada al cine y la televisión en numerosas ocasiones), pero distinguidas también por la labor de Emily y Anne, responsables de títulos considerados como piezas esenciales de la literatura inglesa.

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La segunda, creadora de “Cumbres borrascosas” (“Wuthering Heights”), una memorable novela gótica que ha contado quizás con más adaptaciones a la pantalla grande y a la chica que “Jane Eyre”, es el centro de atención de “Emily”, una atractiva película británica que se encuentra desde hoy en salas selectas y que, en medio de las amplias libertades en las que incurre, recrea la etapa inmediatamente anterior a la escritura del libro con una pasión y un vuelo cinematográfico dignos de la mayor consideración.

En el plano estrictamente histórico, sería fácil condenar una cinta que inventa incluso un gran romance para convertirlo en desencadenante esencial del despegue literario; por ese lado, “Emily” muestra plenamente sus costuras comerciales. Pero la estrategia sirve al menos para despertar el interés de las grandes audiencias en una historia que merece ser revisada, y que más allá de cualquier agregado o exageración, nos lleva a conocer de cerca a una mujer que, pese a las restricciones y los prejuicios de la época, logró dejar una huella indeleble en la historia de la literatura universal.

Para ser claros, se sabe muy poco de la vida personal de esta integrante del ilustre clan, quien ha sido siempre caracterizada como una persona extremadamente tímida y antisocial que nunca llegó a enamorarse -pero que tenía una relación muy estrecha con su desventurado hermano Branwell, rescatada también en el filme-. En manos de la estupenda Emma Mackey (“Sex Education”), Emily se convierte en una joven ‘dark’ y rebelde que tiene ideas muy claras sobre los dogmas de la religión y que coquetea con las drogas, lo que puede servir para conectarla con el público actual pero no responde necesariamente a los escasos hechos recolectados.

Sin embargo, en su primera incursión como director y guionista, Frances O’Connor, conocida anteriormente por su amplia labor como actriz, logra que todos estos elementos se sientan naturales al respetar el espíritu de la época retratada y ofrecernos un relato fílmico cuya capacidad para el entretenimiento va de la mano con una puesta en escena francamente exquisita.

THE FIRST FALLEN

Director: Rodrigo de Oliveira

Reparto: Johnny Massaro, Renata Carvalho, Victor Camilo

Género: Drama / LGBTQ+

Cuando se piensa en las películas narrativas que se encuentran vinculadas a la temática del VHI/SIDA y que han contado con una difusión masiva, lo primero -y quizás único- que viene a la mente es la existencia de dos títulos comerciales: “Philadelphia” (1993), que le dio al ‘hetero’ Tom Hanks su primer Oscar por la interpretación de un abogado gay afectado por el virus, y “Dallas Buyers Club” (2013), en la que el personaje principal -encomendado a otro ‘hetero’, Matthew McConaughey- era un consumidor de drogas heterosexual.

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Sin embargo, la presencia de la infección -que era una condena de muerte hasta mediados de los ’90- en el séptimo arte se ha dado desde mediados de los ’80, y los realizadores latinoamericanos se han encargado también ocasionalmente de usarla de manera frontal en sus historias, como fue el caso del legendario director argentino-brasileño Héctor Babenco, quien la convirtió en elemento central de su magistral drama carcelario “Carandiru” (2003).

Ahora, a través de ‘Os Primeiros Soldados” (“The First Fallen” en Estados Unidos), que se podrá ver en Video On Demand a partir del 21 de febrero, Brasil nos ofrece una nueva propuesta vinculada de manera estrecha a la temática que, sin llegar ni por asomo al nivel de Babenco, posee momentos realmente interesantes y se distingue por trasladarnos a la época donde se revelaron los primeros casos vinculados al VIH en la nación sudamericana con la finalidad de ofrecernos un relato mayormente ficticio, pero marcado por poderosas emociones y reveladoras interpretaciones.

Pese a que tarda mucho en despegar y a que sus largas escenas de diálogos son demasiado estáticas, el filme, creado y actuado por miembros de la comunidad ‘queer’ y personas que viven actualmente con el VHI a cuestas, se siente siempre realista y honesto; y el segmento principal, que muestra a tres amigos refugiados en una casa sin contacto con el mundo exterior mientras sus condiciones de salud empeoran paulatinamente, se encuentra coronado por una estupenda actuación de Johnny Massaro, quien se pone en la piel de un joven biólogo cuyos prometedores planes de vida se desmoronan súbitamente ante la irrupción de un mal que no comprende y que lo ha convertido prácticamente en un paria social.

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