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CRÍTICAS. Un John Wick amplificado, dos dramas europeos de lujo y más estrenos de la semana

Una escena de "John Wick 4".
Una escena de “John Wick 4”.
(Murray Close/Lionsgate)
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El cese aparente de las lluvias en nuestra región trae consigo el lanzamiento de la nueva entrega de una de las franquicias de acción más grandes de todos los tiempos, que llega acompañada de propuestas mucho menos aparatosas, pero igualmente interesantes para quienes gusten del buen cine.

JOHN WICK: CHAPTER 4

Director: Chad Stahelski

Reparto: Keanu Reeves, Donnie Yen, Bill Skarsgård

Género: Acción / Thriller

Nadie va a ver una superproducción hollywoodense de acción con la idea de exponerse a una historia profunda enmarcada dentro de conceptos filosóficos relevantes, y en ese sentido, “John Wick: Chapter 4” no adopta una ruta distinta a las tres cintas que la han antecedido, igualmente dirigidas por Chad Stahelski.

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Para quienes estén familiarizados con la saga, esto implica saber que lo que tendremos aquí es básicamente a un ex asesino a sueldo perseguido por una cantidad indeterminada de otros asesinos a sueldo a los que se enfrentará a golpes y balazos en medio de espectaculares escenas de pelea estupendamente coreografiadas y protagonizadas por algunos de los mejores exponentes mundiales de las artes marciales, a los que se suma ahora el chileno Marko Zaror (“Kiltro”, “Machete Kills”).

Sin embargo, “JW4” no es una película a la que se pueda llegar alegremente sin conocimiento alguno de lo que se ha visto anteriormente. De hecho, entre todas las secuelas, es la que más depende de hechos ya presentados, como lo demuestra la larga escena de diálogos que se produce casi al inicio del metraje para mostrarnos la situación actual de personajes secundarios y presentarnos a los nuevos, así como la osada decisión de postergar por muchos más minutos de lo recomendable la aparición de la primera secuencia de acción propiamente dicha.

“JW4” dura casi tres horas, es decir, mucho más que todas las entregas previas, lo que resultaría inadmisible en una franquicia de esta clase que no fuera tan popular y tan querida; y aunque la decisión merece ser cuestionada (el asunto de los diálogos extensos -que no son necesariamente brillantes- se repite varias veces), no perjudica finalmente la sensación con la que salimos de encontrarnos ante una de las cintas de género mejor filmadas de todos los tiempos.

Como era de esperarse, Reeves no tiene mucho que hacer en el plano dramático; a estas alturas, sus expresiones particulares y su carisma natural son suficientes como para sostener a un personaje marcado por el dolor que, por supuesto, obliga al intérprete a verse involucrado en una serie cada vez más extensa de combates mano a mano en los que él mismo participa casi siempre de manera directa y sin ayuda de dobles, lo que ha dado como resultado algunos de los momentos más emocionantes en la historia del cine dentro del plano estrictamente visual.

Aquí, el asunto se amplifica y se diversifica hasta límites que pueden llegar a ser abrumadores (de nuevo: la película dura casi tres horas), pero que generan casi siempre un gran nivel de entusiasmo, como sucede durante una desquiciada escena de persecución automovilística en la rotonda del Arco del Triunfo de la que tendrían que tomar nota los productores de la saga de “Fast & Furious” y en la contundente e hilarante secuencia que se desarrolla a lo largo de las interminables escaleras que conducen a la Basílica del Sagrado Corazón, también en París. Finalmente, lo que tenemos ante nosotros es la mejor muestra de que incluso el cine más comercial puede alcanzar momentos definitivamente artísticos cuando sus creadores se lo proponen.

TORI AND LOKITA

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Directores: Jean-Pierre y Luc Dardenne

Reparto: Pablo Schils, Mbundu Joely, Charlotte De Bruyne

Género: Drama

Si lo tuyo son las películas de acción, no puedes perderte “John Wick 4”. Pero si tus intereses van por un lado más social y propositivo, la apuesta para esta semana debería ser “Tori and Lokita”, la nueva cinta de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, que no estará precisamente en todas las multisalas del país, pero que se estrena este viernes en el Landmark’s Nuart Theatre de Los Ángeles.

Los protagonistas de la nueva producción de los creadores de “Two Days, One Night” (que le dio a Marion Cotillard una nominación al Oscar) son justamente Tori (Pablo Schils) -de 11 años- y Lokita (Mbundu Joely) -de 16-, dos inmigrantes africanos que han llegado a Bélgica en busca de una vida mejor y, claro está, de un estatus legal que les permita dejar de trabajar en los negocios turbios que tienen a la mano, entre los que se encuentran la venta de drogas y el penoso otorgamiento de favores sexuales.

Para ello, se hacen pasar por hermanos y se ven sometidos a una serie de entrevistas con agentes de inmigración que recuerdan fácilmente lo que sucede con las personas que llegan a Estados Unidos en circunstancias similares. Eventualmente, Lokita encontrará trabajo en un hangar clandestino donde se cosecha marihuana, pero el nivel de dependencia que existe entre ella y Tori hará que las cosas se salgan rápidamente de control.

Ambos actúan frecuentemente con una irresponsabilidad que sería motivo de incredulidad si no proviniera de unos personajes que, finalmente, son prácticamente unos niños expuestos a condiciones a las que no deberían estar expuestos, y cuya inocencia es siempre resaltada en el guion escrito por los mismos Dardenne, quienes obtienen actuaciones absolutamente creíbles por parte de sus actores no profesionales y filman todo sin artificios ni piruetas visuales con la finalidad de obtener una recreación directa, cruda y finalmente pesimista del drama que cuentan.

RODEO

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Directora: Lola Quivoron

Reparto: Julie Ledru Kaïs, Yannis Lafki Ophélie, Antonia Buresi

Género: Drama

Siempre podemos contar con los franceses cuando se trata de encontrar esa clase de películas intensas, irreverentes y atrevidas que son prácticamente la antítesis de lo que ofrece Hollywood. Y esto se aplica perfectamente a “Rodeo”, el nuevo filme galo que se estrena este viernes en el Laemmle Royal de Los Ángeles.

Aquí, Julia (Julie Ledru) es una inmigrante caribeña de escasos recursos y de fiero temperamento cuya obsesión por las motocicletas la lleva primero a emplear ingeniosos recursos para adueñarse de los costosos vehículos y luego a integrarse a una pandilla completamente masculina que se dedica tanto a participar en desfiles arriesgados e ilegales como a hacer trabajos para su misterioso líder encarcelado.

La actitud profundamente rebelde y callejera de Julia le traerá problemas con algunos de los integrantes de su nuevo círculo y generará admiración entre otros, en medio de una situación inusual que la colocará cada vez más cerca de la esposa del líder, Ophélie (Antonia Buresi), quien se encuentra prácticamente enclaustrada en una residencia al lado de su pequeño hijo.

El carácter impredecible de la protagonista, brillantemente interpretada por la fascinante Ledru, incrementa la sensación de tensión en una cinta que, pese a colocar al frente a unos motociclistas, se aleja completamente de la ruta adoptada por “Fast & Furious” al estar dirigida por una mujer con experiencia previa en el documental, Lola Quivoron, quien le otorga un estilo crudo y realista antes de incursionar abiertamente en terrenos más espirituales y metafóricos, y que aprovecha el relato a su disposición -escrito entre ella y Antonia Buresi- para hacer unos comentarios sobre la identidad sexual, el racismo y la desigualdad que no llegan a un destino concreto, pero que no dejan nunca de ser originales.

SANSÓN AND ME (SANSÓN Y YO)

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Director: Rodrigo Reyes

Género: Documental

“Sansón and Me”, un documental inusual que se estuvo exhibiendo ya en algunas salas independientes de nuestra área y que se podrá ver una sola vez este viernes en la American Cinematheque, se encuentra casi completamente hablado en nuestro idioma, porque si bien su núcleo central se desarrolla en los Estados Unidos, muestra la relación que se establece entre un cineasta mexicoamericano (Rodrigo Reyes, el director del trabajo) y Sansón Noe Andrade, un mexicano indocumentado, recluido en una prisión californiana, que solo habla español y sufre una condena de por vida debido a su participación en serios actos delictivos.

Reyes, que conoció a Andrade al servirle como traductor en la corte, decidió hacer una película sobre la vida del prisionero para tratar de entender lo que había llevado a un joven de 19 años hasta ese punto; pero como Andrade estaba impedido de aparecer ante las cámaras, contrató a un actor sin experiencia (Gerardo Reyes) con la finalidad de interpretarlo en la época actual, empleando diálogos creados sobre la base de las conversaciones de audio y el intercambio epistolar que se produjeron realmente durante un largo periodo de tiempo entre el realizador y el reo.

El cineasta fue más allá al ir hasta el pueblo en el que nació Andrade y pedirle a diferentes miembros de su familia que interpretaran a otros miembros de la familia en el pasado (como sus padres y él mismo de niño), lo que le sirve para demostrar que la pobreza, la falta de oportunidades y la exposición permanente a la violencia que se viven en muchas zonas del territorio azteca son un caldo de cultivo prácticamente inevitable para el surgimiento de individuos que no pueden funcionar adecuadamente en una sociedad que pretenda ser civilizada.

Lo interesante por aquí es que, además de involucrarse en el relato cuando menciona circunstancias de su propia vida, Reyes -el realizador- revela constantemente sus procesos de trabajo ante los espectadores, generando un curioso nivel de metalenguaje que, además, le da la oportunidad de mostrarnos que la situación de los Andrade no ha mejorado considerablemente con el paso de los años, lo que significa, obviamente, que la triste historia se repetirá.

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