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Mon Laferte se entrega a la diversidad y acentúa la teatralidad en su ambicioso concierto angelino

Mon Laferte durante su concierto en el Kia Forum de Hollywood, el 25 de mayo del 2024.
(Timothy Norris/Getty Images)
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Pese a que inició su carrera en su Chile natal, y a que fue allí donde grabó su primer álbum, Mon Laferte alcanzó realmente el estrellato después de mudarse a México. Y ese éxito no le llegó tampoco de inmediato, ya que fue recién su tercer disco (el segundo grabado en la nación azteca) el que empezó a darla a conocer de manera internacional.

De hecho, durante sus presentaciones actuales, la cantante y compositora chilena interpreta únicamente temas que van desde esa producción hasta la más reciente, “Autopoiética”, que se lanzó en noviembre del 2023 y que es el centro de atención de su actual gira, la misma que llegó el sábado pasado al Kia Forum de Inglewood, California.

Sea como sea, a estas alturas, y con nueve trabajos discográficos de estudio a sus espaldas, Laferte tiene no solo material de sobra para elegir, sino que, en medio de su filiación a la escena musical alternativa, ha probado suerte con fortuna en diferentes géneros y estilos, lo que le ofrece la posibilidad de brindar presentaciones dinámicas y eclécticas.

“Autopoiética” es, justamente, una clara muestra de lo dicho. La teoría se probó desde la primera parte del show, dedicada, con una sola excepción, a la interpretación de temas procedentes de ese disco: “Tenochtitlán”, un sugerente trip hop con una letra contundente dirigida a quienes la menosprecian (o, directamente, la desprecian); “Te juro que volveré”, una cumbia rebajada de peculiar sonido; “NO+SAD”, un reggaeton extraño e intencionalmente confuso; “Metaformosis”, una cumbia de carácter más accesible, y “Autopoiética”, un electro dance desatado.

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Más adelante, Laferte retomó los cortes procedentes del mismo trabajo para entonar “Préndele fuego”, una bossa nova rebosante de erotismo en el plano lírico, seguida por “Pornocracia”, un son montuno que acentúa incluso más las referencias sexuales (su videoclip, disponible en YouTube, es especialmente osado). Y ya para el cierre, se entregó a “Casta Diva”, una composición inclasificable con pinceladas ‘sinte’ y una parte final saturada por el ‘autotune’.

Los éxitos de siempre

Lo interesante aquí es que Laferte no recurrió a este artilugio típico de los reggaetoneros que no saben cantar para ocultar sus deficiencias vocales, sino como una opción estética, porque ella misma posee una voz prodigiosa cuya capacidad para alcanzar notas altísimas no es tan evidente en el “Autopoiética” (debido probablemente a una decisión personal como respuesta a quienes han acusado a la artista de excesiva), pero que se ha desplegado generosamente en muchas de sus creaciones.

Creaciones que, por supuesto, no faltaron en el repertorio del Forum, incluso en la primera parte, que le dio cabida a “Tormento”, una balada de desamor increíblemente intensa y decididamente bluesera en la que la protagonista de la noche deslumbró, como lo hizo más adelante durante la interpretación de cortes afines a la Nueva Ola y a la balada latinoamericana de los ‘70 como “Aunque te mueras por volver” y “Tu falta de querer”, donde el desgarro emocional resulta esencial.

Estamos hablando de un estilo particularmente agudo que no es fácil de lograr. Durante el segmento medio del show, que encontró a Laferte al lado de su guitarrista en plan completamente acústico y a un extremo de la plataforma que se había instalado al medio del auditorio, la garganta de la artista dio muestras de una flaqueza preocupante mientras se entregaba a su propia visión de la ranchera (a través de “Se me va a quemar el corazón”) y exhibía el incuestionable talento que tiene para componer boleros de sabor tradicional (como es el caso de “Funeral”, la excelente pieza que se escuchó en ese momento).

Parece que ella misma le estaba dando un descanso a sus cuerdas vocales, como lo hizo también cuando le tocó el turno a “Amor completo”, otra balada de estilo ‘retro’ que dejó casi por completo (valga la redundancia) en manos de la audiencia (o, mejor dicho, en sus gargantas).

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Tampoco estuvieron a su favor la condiciones de sonido en la primera parte del concierto, es decir, la que estuvo dedicada mayormente a los cortes del reciente álbum, y que además de sentirse saturados en el plano musical (lo que podría ser parte de su propuesta), no permitieron que se entendiera el contenido de las letras.

Otro momento del show musical.
Otro momento del show musical.
(Timothy Norris/Getty Images)

En pleno crecimiento

Para que quede en claro, hasta el momento, Laferte se había presentado en locales mucho más pequeños o como parte de festivales en lo que respecta a esta parte del mundo, lo que la obligaba a prescindir casi por completo de escenografías elaboradas.

En este caso, las cosas han cambiado radicalmente, con la implementación de un ambicioso diseño de producción que la coloca supuestamente en medio de una pintura enmarcada y que tiene además fuertes elementos de cabaret.

Se trata, eso sí, de un cabaret postmoderno con tintes ‘kitsch’ donde, además de la inconfundible presencia de una Laferte que, al menos en el Forum, vestía un elaborado traje -barroco y a la vez sensual-, no había bailarinas con poca ropa, sino unos bailarines de aspecto intencionalmente ambiguo que no eran únicamente buenos en los terrenos de la danza, sino que fungieron también de coristas. Las referencias a la comunidad LGBTQ fueron particularmente fuertes al inicio del show.

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El problema con esta vistosa puesta en escena es que quienes nos encontrábamos sentados en las partes laterales del coloso no veíamos casi a la cantante -y menos a sus músicos- debido a la colocación de este marco gigante. Afortunadamente, la visibilidad mejoró una vez que la estrella y sus acompañantes decidieron colocarse en un área más céntrica de la tarima y en el pasillo de la plataforma.

Un largo repertorio

En consonancia con lo que ha venido sucediendo con el resto de la gira, Laferte ofreció un espectáculo de 2 horas y media que, a pesar de su diversidad, se hizo finalmente demasiado extenso y le dio cabida a canciones que no merecían necesariamente estar ahí, como “A Crying Diamond”, una balada bienintencionada -y ciertamente interesante- sobre abuso infantil que compuso en inglés pese a que no habla el idioma.

Tampoco convenció la larga colaboración que tuvo con Ximena Sariñana, la actriz y cantante mexicana de pop que le abrió el show y con la que se lleva obviamente de maravilla, pero cuya carrera musical ha sido inconsistente -y que posee una voz considerablemente débil en comparación a la suya-.

Ambas compartieron el tabladillo no solo para la interpretación de “Flaco”, una simpática pieza extraída del quinto álbum de Laferte, sino también para cantar “Un error”, una composición de Sariñana que no es precisamente sobresaliente.

Aunque la mayor parte del público se quedó en el recinto hasta que se escuchó la última nota, no vimos nunca auténticos actos de baile en ninguna parte del auditorio (teníamos acceso al panorama completo desde la posición en la que nos encontrábamos), ni siquiera cuando se escuchaban los temas más bailables. Parece que los fans locales de Laferte no saben bien qué hacer con su música, aunque esta les guste. Y eso no es necesariamente malo.

A fin de cuentas, al final de la velada, la cantante, que asegura sentirse tan mexicana como chilena, afirmó con voz emocionada que llenar un lugar como el Forum era un sueño hecho realidad, y reconoció que hacerlo era todavía más sorprendente en vista de lo distintos entre sí que han sido sus discos. “Gracias por ser gente de mente abierta y por ser tan ching…”, decretó.

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