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Tatiana Huezo: ‘En las cosas más sencillas y más pequeñas hay algo extraordinario’

La cineasta mexicano-salvadoreña Tatiana Huezo, del documental "El Eco"
La cineasta mexicano-salvadoreña Tatiana Huezo, del documental “El Eco”, posa para fotógrafos a su llegada al encuentro de nominados de la 66a edición del Premio Ariel de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, en la Ciudad de México, el miércoles 21 de agosto de 2024.
(Berenice Bautista / Associated Press)
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Tras abordar temas como desapariciones y violencia por el crimen organizado, la cineasta Tatiana Huezo buscaba una historia más pacífica, que encontró en la remota comunidad rural mexicana de El Eco y que la cautivó y la llevó a compenetrarse con sus habitantes por años.

La directora de “Tempestad” y “Noche de fuego” partió del tema de la infancia al estar en medio de la crianza de su propia hija, de ahora 12 años.

Buscando niños pensó en escuelas y decidió que fuera en un ámbito rural para observar su desarrollo. Así se alió con maestros del Consejo Nacional de Fomento Educativo, encargados de impartir clases de primaria y secundaria en comunidades sin escuelas establecidas. Cuando le presentaron el nombre de El Eco se sintió atraída inmediatamente.

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“Ya solamente el nombre del lugar evocaba para mí una posibilidad narrativa metafórica, simbólica, de lo que es crecer”, dijo Huezo en una entrevista reciente durante el encuentro de nominados del Premio Ariel de cine mexicano, galardones en los que compite su filme. “El Eco” se estrenará el jueves en salas de cine mexicanas.

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La comunidad de El Eco está a 3.000 metros de altura en una zona boscosa del estado central de Puebla donde el sol y el frío son extremos. Huezo dedicó unos cuatro años a su investigación de campo, es la preparación más larga que realiza para alguna de sus películas. Al principio se presentó como una narradora sin revelar que planeaba hacer una película.

“A veces se me cerraron las puertas, me llegaron a decir que si estaba ahí porque me iba a robar algún niño o alguna niña”, dijo.

Cuando ya tenía la confianza de los habitantes, Huezo los acompañó a la milpa, al valle a pastorear, llegó incluso a dormir en sus casas, a compartir la mesa y también sus momentos de dolor. El rodaje comenzó tras los cuatro años de investigación y duró cerca de un año y medio.

“Siendo testigo de sus necesidades, de sus conflictos personales, de sus relaciones, de sus discusiones, de sus juegos... Sin eso no hay película, no hay película con la intimidad y la cercanía que tiene ‘El Eco’”, señaló.

El filme compite en las categorías de mejor película, largometraje documental, dirección, fotografía, edición, sonido y música original en los Ariel de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas que se celebrarán el 7 de septiembre en Guadalajara, Jalisco.

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En la edición 2023 de la Berlinale ganó el premio de documental y el premio Encuentros a mejor dirección. En el Festival Internacional de Cine de Morelia, ganó en octubre pasado los premios de mejor largometraje documental mexicano de una directora mujer y mejor largometraje documental.

“Fue un rodaje tan largo que siempre sentí miedo de que la película no se tratara de nada”, señaló Huezo. “Siempre tuve esa duda y creo que uno de los aprendizajes más grandes de esta película es ahora, a mis más de 50 años y después de cuatro películas, tener la certeza de que en las cosas más sencillas y más pequeñas hay algo extraordinario”.

En una de sus escenas vemos cómo los hombres adultos de El Eco montan guardia para proteger su bosque de taladores clandestinos. En México, ha habido múltiples homicidios de defensores del medio ambiente, pero a pesar de esto, ellos están convencidos.

“Esa consciencia de que en la tierra está la vida, permea su mundo entero y son conscientes también del cuidado de su territorio”, dijo Huezo. “Pienso que los campesinos y sus comunidades de alguna forma son los últimos guardianes del territorio y de la naturaleza, de la tierra, en donde está esta vida”.

A estas dificultades, se suma el impacto del cambio climático, del que también fue testigo Huezo a lo largo de los años.

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“Fue darme cuenta del ciclo del clima, del cambio drástico que hay en el paisaje y en el clima cada vez, cada año, más extremo”, dijo. “Cuando llega la sequía se acaba el alimento, se acaba el agua, los animales se mueren y la vida parece que está a punto de romperse en mil pedazos, hay una enorme fragilidad en esta forma de vida”.

También vemos cómo las familias son afectadas por la migración cuando los jóvenes no tienen otra opción que salir a trabajar fuera de la comunidad y por la imposibilidad de estudiar más allá de la secundaria. Los habitantes de El Eco tampoco tienen una clínica cercana.

“Pero yo quiero sentir que a pesar de la fragilidad en la que viven estos seres humanos han adquirido algo que es único, que es una fortaleza casi extraordinaria para encarar la dificultad y que esta semilla ya está sembrada en ellos y mira para el futuro”, dijo Huezo.

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