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Tania Libertad le cantará a los muertos durante su esperado regreso a Los Ángeles

La cantante peruana Tania Libertad durante uno de sus conciertos.
(Archivo de la artista)
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No tenemos el gusto de verla mucho por aquí, al menos sobre un escenario. Suele visitar Los Ángeles para encontrarse con su amiga Salma Hayek, pero no se ha presentado públicamente en concierto desde hace cerca de una década, pese a que, en cierto momento, ocupó en numerosas ocasiones las prestigiosas tarimas del Royce Hall, el Disney Hall y el Hollywood Bowl.

Se trata de una ausencia lamentable en vista de que, a los 72 años de edad, Tania Libertad sigue siendo una de las cantantes más celebradas del mundo latinoamericano, y continúa interpretando con el poderío de siempre una selección de temas procedentes de nuestros países que le ponen la carne de gallina a cualquiera. En realidad, el tiempo no parece pasar por ella, como lo demuestra el impresionante aspecto juvenil que ostenta.

Es por eso que hay que celebrar por todo lo alto, y por adelantado, la actuación que ofrecerá este sábado 26 de octubre en el evento del Dia de los Muertos del cementerio Hollywood Forever, que no la encontrará en el estrado principal (¿qué pasó con eso, señores organizadores?), pero que promete causar sensación cuando se desarrolle en el entarimado de La Catrina, a partir de las 7.30 p.m.

Por nuestro lado, lo menos que podíamos hacer era contactarnos con esta auténtica señora de la canción para obtener la entrevista en texto y en video que les ofrecemos a continuación, y en la que, además de destilar el carisma y la simpatía que la han distinguido desde sus inicios, la oriunda de Chiclayo, Perú, habló extensamente del show de este fin de semana, de lo que ha significado para ella vivir desde hace 44 años en México (que es, evidentemente, su segundo hogar), de su carrera y de los tiempos que vivimos. Salud por ella, con pisco y con tequila.

Tania, tú cuentas con un repertorio súper grande, porque tienes una carrera larguísima. ¿Has elegido una selección de canciones en particular para esta presentación del Día de los Muertos?

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No; pregunté si tenía que hacer un repertorio específico, porque no he estado nunca en este festival, y me dijeron que hiciera lo que hago siempre. De todos modos, incluiré temas como “La Llorona” o “La Bruja”, que es un son veracruzano, pero que yo interpreto en forma de festejo. Lo cierto es que hago muchas de mis canciones con ritmos peruanos, aunque sean originalmente mexicanas. También haré el “Ave María” de [Franz] Schubert; me emociona mucho poder cantarla en un cementerio

¿Interpretaras algún tema específicamente peruano? Dime que sí.

Están ensayados, pero yo siempre hago los repertorios a última hora. Por el lado de los valses, “El plebeyo”, probablemente, que es lindísimo. Además, yo le he hecho un arreglo minimalista. Ya sabes que mirar desde la margen opuesta nos hace reinventar las cosas, y yo, desde México, he reinventado el vals peruano.

Sigues teniendo presente a tu país de origen. No es algo que hagan necesariamente todos los inmigrantes.

Aquí en casa, se ha comido desde siempre comida peruana, y de la mejor, porque yo cocino. Ayer mismo que estábamos ensayando, les hice a mis compañeros unas papitas a la huancaína para que ‘botaneen’. Siempre estoy ensayando y cocinando. Me acuerdo de haber grabado discos completos a donde llegaba con las ollas llenas de arroz con pato, ceviche, tamales.

Muy cerca de donde estoy vivía [Armando] Manzanero, y él, como adorador del Perú, venía siempre a pedirme que le hiciera tamalitos o un seco de res, de cabrito o de pollo. Es mi forma de abrazar a los que quiero.

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La intérprete peruana vive en México desde hace más de cuatro décadas.
(Archivo de la artista)

Entonces, no solamente cocinas, y cocinas bien, sino que tienes una variedad impresionante de platillos. Podrías poner un restaurante.

Sí, pero no lo voy a hacer. Yo no sabía cocinar. Aprendí a hacerlo desde la nostalgia, desde mis recuerdos. Cuando llegué para quedarme ya definitivamente, lloré mucho el primer mes, porque extrañaba terriblemente a mi país. Pero el primer día del siguiente mes ya estaba en un súper comprando cosas para intentar abrazarme a mí misma, porque comía solita. Y a partir de eso es que empecé a invitar a mis amigos y a hacerme fama de cocinera.

Por lo que me dices, aprendiste a cocinar de manera empírica; ¿pero cómo fue el proceso de aprendizaje del canto? Porque tienes una técnica impresionante.

No hubo un proceso. En mi casa se enteraron de que cantaba cuando llegué a la final de un concurso de aficionados, a los siete años de edad. Vengo de una familia sumamente pobre; soy la única mujer de ocho hermanos, y de esos hermanos, seis de ellos eran obreros en las haciendas azucareras alrededor de Chiclayo. Mi mamá era enfermera en el Hospital Obrero y mi papá era guardia civil. Yo andaba sola por todos lados.

Cuando llegué a esa final, le tuve que decir a mi mamá, porque yo tenía unos zapatitos muy jodidos. Nos compraban un solo par para todo el año, y cuando los piececitos crecían, nos cortaban las puntas para que salieran por ahí los dedos. Fue entonces que ella me compró mis primeros zapatitos de charol.

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Parece ser que yo, desde niña y de manera intuitiva, supe colocar la voz para que no se me dañara la garganta. Pero cuando ya estaba viviendo en Lima y andando con todos los artistas de allá, como [la cantante] Alicia Maguiña, [la compositora e intérprete] Chabuca Granda, [el poeta] Juan Gonzalo Rose, [el poeta] César Calvo y muchos mas, Alicia me dijo: “Tania, tienes que estudiar canto, porque tu voz es muy bonita, pero si no tienes la técnica, no te va a durar”. Fue ella ya la que llevó a mis primeras clases de canto, y eso es algo que he seguido desarrollando hasta ahora.

Pero soy muy mala estudiante, por lo que los maestros me duran tres meses. La que más me está durando es Diana Jiménez, porque voy a su casa los fines de semana y ella a veces viene hasta aquí. Practico todos los días. Es la manera que tengo de mantener mi timbre vocal y mis tonos, porque conservo los que tenía cuando empecé.

Diana es la mamá de Salma Hayek, de quien también eres amiga, ¿verdad?

A Salma la conocí primero. Me contó que era mi fan, que me iba a ver al Auditorio Nacional siempre que yo cantaba ahí. Más adelante, empecé a ir a Los Ángeles y hacíamos tremendas pachangas, cantando rancheras y todo eso. Después me presentó a su mamá.

Hay muchos artistas que han perdido casi sus voces por andar de pachanga. ¿Las tuyas no eran tan ‘bravas’, o tu garganta es más resistente?

Las mías eran más ‘bravas’ que las de cualquiera [risas]. Yo de repente agarraba fiestas en Oaxaca con [el escultor Francisco] o con [el pintor] Rodolfo Morales, y eran de tres días sin dormir. Tomando mezcal, cantando en el desayuno en una casa, yendo a otra para el almuerzo, a una más para la comida, y así.

Pero bueno, en cierto momento, me di cuenta de que ya no podía vivir la vida loca, y paré un poco. Me tomo dos, tres tequilitas para cantar, pero hasta ahí.

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Tuviste cáncer de mama y lograste superarlo. ¿Cómo te sientes ahora?

Estoy bien. Como he tenido tanto trabajo, no he podido ir a hacerme mis exámenes de mastografía y ultrasonido, pero los voy a hacer al regresar de Los Ángeles. La última operación fue en el 2017. Hasta el año pasado, todo estaba bien.

Estuviste en Lima este año, ofreciendo dos conciertos al lado de Eva Ayllón. Socialmente, las cosas no van nada bien por allá, pero Perú no es el único país con problemas.

No; yo creo que todo está mal. Siento que estoy viviendo cosas que pensé que habíamos superado desde hace tiempo.Como esto de las polarizaciones. Pensé que no íbamos a estar al borde de unas guerras tan tremendas como las que estamos viendo, como estas invasiones de todo tipo.

Me da una enorme tristeza y se me han quitado las ganas de hablar sobre el tema. Antes, yo era muy participativa y comunicaba todo. Pero como ahora las cosas están tan divididas, no sé si la persona que está a mi lado me va a responder horriblemente.

Por eso, trato de cantar, de contar cosas amables y de reírme mucho. Durante las reuniones con mis amigas y mis amigos, trato de aportar algo que nos brinde un momento de relajación, de paz y de buen humor. Yo me río mucho. Yo creo que eso ejercita la cara y que por eso me veo como me veo. Además, estoy segura de que el tequila tiene sus bondades.

Sé que no quieres hablar de temas políticos, pero México tiene ahora a su primera presidenta directamente elegida, y eso es un hecho histórico.

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Sí, claro; pero cuando me dicen: ‘es tiempo de mujeres’, les respondo, ‘no, el tiempo lo va haciendo cada uno’. Yo tuve mi propia lucha desde chiquita. Yo aprendí a defenderme desde niña. Yo tenía siete hermanos hombres y un padre dictador.

Mi lucha fue desde entonces. Andaba ahí, sacando los guantes para enfrentarme a mis hermanos, y mi mamá nunca me defendió, aunque era una mujer muy buena. Tuve conflictos y supe salir airosa de todo eso, pero tuve siempre muy en claro que yo era igual a cualquier otro ser humano. Tenía que hacer la misma fila para conseguir trabajo que los hombres, y no pretendía que ellos me cedieran su lugar. Ahora, por mi edad, tal vez les pida: “Oiga, ayúdeme con mi maleta”. Porque además soy chiquita, y no llego hasta la parte de arriba de los aviones [risas].

La batalla hay que darla primero en nuestras casas, después en nuestros centros de trabajo y más adelante en las escuelas. A cada quien le toca jugar un papel importante en la sociedad.

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