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Los Mirlos desplegaron su vibrante cumbia amazónica en L.A. antes de su segunda presentación en Coachella

Al frente, Jorge Rodríguez Grández, vocalista y fundador de Los Mirlos
Al frente, Jorge Rodríguez Grández, vocalista y fundador de Los Mirlos, durante la presentación del 14 de abril del 2025 en el Roxy Theatre de West Hollywood.
(Sebastian Villamil)

No es la primera vez que están por aquí. En el 2018, impulsados ya por esa inusitada popularidad internacional de la cumbia amazónica que se produjo tras el lanzamiento de compilados musicales producidos por anglosajones, empezando por “The Roots of Chicha” (2007), Los Mirlos ocuparon las instalaciones de Union, un amplio club de Koreatown que no se llenó completamente, pero que albergó a una multitud realmente entusiasta.

Cinco años después, la legendaria agrupación limeña con filiación selvática volvió a nuestra ciudad para ofrecer un concierto en un local más pequeño (el Roxy de West Hollywood) que, tras el ingreso del público, no parecía tener espacio ni para un alfiler, y cuya marquesina pudo darse el lujo de ostentar el rótulo de ‘sold out’.

En teoría, a diferencia de lo ocurrido en Union, Los Mirlos no eran el acto central de la velada, que iba a ser cerrada por el nigeriano Seun Kuti, hijo menor del emblemático ídolo del Afrobeat Fela Kuti, quien conduce ahora el grupo original de su fallecido padre, Egypt 80. Pero lo cierto es que los peruanos no fungieron de teloneros, sino de co-cabezas de cartel, porque su acto duró lo mismo que el siguiente -es decir, 90 minutos-.

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Además, era evidente que eran los más esperados de la noche, porque, una vez que terminaron, muchas personas se fueron retirando progresivamente del lugar, aunque eso pudo deberse también a que los trámites se atrasaron, lo que extendió el asunto hasta un horario poco conveniente para quienes tenían que trabajar pocas horas después al tratarse de un día de semana.

Sea como sea, al borde del inicio del show, pactado para las 8 de la noche, había largas filas a la entrada del recinto, lo que pospuso la presentación e hizo que no todos los asistentes estuvieran dentro cuando se escucharon las primeras notas, media hora después de lo previsto.

Claro que, apenas abierto el fuego, la audiencia se entregó a sesiones de baile que se complicaban a veces por la abundancia de la multitud, pero que se fueron incrementando a medida que se desarrollaba un repertorio que, sin abandonar nunca los terrenos de la cumbia, fue realmente diverso en términos de intensidad y de velocidad.

Pese a que se formaron hace 45 años en Lima, la capital de Perú, Los Mirlos han representado siempre a la Amazonía, región en la que nació su vocalista y director Jorge Rodríguez Grández, quien se puso hace unos días al frente de la mítica agrupación durante una vibrante presentación que los llevó a visitar por primera vez la ciudad de Los Ángeles, y que reunió básicamente a una entusiasta audiencia juvenil en la pista de baile del club Union, ubicado en el 4067 de Pico Blvd.

De ese modo, si clásicos como “La danza de Los Mirlos” y hasta, cierto punto, “Sonido amazónico” -provenientes ambos de la década de los ‘70- remitieron de alguna manera a lo que se conoce en México como ‘cumbia rebajada’, pero sin manipulación algún por parte de sonideros, lo que escuchó esa vez adquirió varias veces una rapidez inusitada, como sucedió con los cortes “El poder verde” y “Cabalgando con ella”.

Lo que más impresionó fue la evolución instrumental de un combo que, en comparación al 2018, ha adquirido incluso más destreza, como consecuencia natural de la comunión que existe en una formación que mantiene solo a dos integrantes originales (el cantante y animador Jorge Rodríguez Grández y el guitarrista Danny Jhonston), pero que se encuentra completada por músicos jóvenes con los que se le ha dado vida a una mixtura que transita sin problemas por el surf rock, las melodías del Medio Oriente, las inflexiones de la salsa, el desenfreno del ska, la dulzura de la música andina y hasta los arranques del rock progresivo.

Además de la pertenencia amazónica del combo -que se debe principalmente a Rodríguez Grández, originario de la ciudad de Moyobamba-, Los Mirlos se enorgullecen de ser un conjunto que practica una vertiente psicodélica de la cumbia, como lo pregonan en sus conciertos; y aunque el tema de los psicotrópicos no abunda precisamente en sus letras, incluyeron en West Hollywood una pieza reciente que se titula “Un traguito de ayahuasca”, en referencia al brebaje ancestral que provoca alucinaciones supuestamente curativas.

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La agrupación peruana en el concierto angelino.
(Sebastian Villamil)

En realidad, el grupo, que ofreció este show tras su primera presentación en el Festival de Coachella del fin de semana pasado y antes de la que le toca hacer este viernes, no tiene ni ha tenido nunca mensajes elaborados. Como se sostiene básicamente en la destreza instrumental, las intervenciones de Rodríguez Grández (que es un sujeto evidentemente carismático) y de su joven hijo Roger son más bien arengas e invocaciones.

Hubo momentos con mucho más canto específico por parte de los dos, pero estos se dieron mayormente cuando le tocó el turno a los ‘covers’, que incluyeron “Mujer hilandera” y “Se ha muerto mi abuelo”, de Juaneco y su Combo, así como “Elsa”, de Los Destellos, y “Cariñito’, de Los Hijos del Sol, aunque no se puede ignorar la interpretación que hicieron de “Eres mentirosa”, un auténtico ‘hit’ de cosecha propia.

Como lo probó la orientación de los celulares que grababan, en términos musicales, Jhonston es el centro de la atención debido a su particular estilo de guitarra, que lo lleva a elaborar tanto sonidos placenteros y sinuosos como solos de poderío rockero, mientras comparte la labor de las seis cuerdas con Jorge Luis Rodríguez Pérez, el hijo menor de Jorge, quien además de ser muy bueno en ese instrumento, se encarga de los sintetizadores, responsables de algunos de los momentos más alucinados del conjunto.

Casi al final del concierto, su padre le dijo a los presentes que, una vez que él se retire -y, probablemente, que Jhonston también lo haga-, el grupo seguirá adelante liderado por sus descendientes, lo que indica la intención de que este sea un proyecto que perdure a través de las generaciones.

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Sea como sea, Los Mirlos mantendrá con seguridad la postura apolítica y despreocupada de una agrupación que, en el escenario, invitó a los anglosajones presentes a visitar la nación sudamericana para disfrutar de sus múltiples maravillas, pero que evitó mencionar el drama nacional que se está produciendo por allá ante las acciones cada vez cruentas de las bandas de extorsionadores que, hace solo un mes, asesinaron en plena calle a Paul Flores, cantante de Armonía 10, otro grupo fundamental -aunque no tan antiguo- de la cumbia peruana.

Tampoco se dijo nada sobre la muerte de Mario Vargas Llosa, el escritor peruano que ha sido ampliamente aclamado por su genialidad literaria y que falleció un día antes del concierto, pero que no le simpatiza a muchos peruanos debido a sus inclinaciones políticas de derecha y su pertenencia social. Se trató probablemente de una decisión destinada a no colocar ninguna temática provocativa o trágica en medio de una propuesta que destilaba constantemente jovialidad.

Y fue, curiosamente, una actitud completamente distinta a la de Kuti, quien, en medio de una enérgica presentación que lo encontró moviéndose inclementemente, cantando y tocando el saxofón mientras los demás músicos se enfrascaban en poderosas sesiones de funk, ofreció un largo discurso político contra los abusos de los poderosos tanto en el continente del que proviene como en otros lugares del planeta que no nos resultan precisamente ajenos. En su caso, el activismo va de la mano con la música, lo que hace que esta resulte incluso más poderosa.

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