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El coronavirus podría empeorar la cifra de muertos por las olas de calor veraniegas, advierten los funcionarios de salud

Coronavirus under a microscope
Una imagen de un microscopio electrónico muestra el SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19. Los científicos dicen que este coronavirus ha mutado y se ha vuelto más contagioso.
(Associated Press)
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A medida que el verano llega a EE.UU, los expertos en salud pública advierten que el coronavirus podría hacer que las intensas olas de calor sean más letales, agregando un problema al devastador número de muertes que ya ha sufrido el país.

Las altas temperaturas se extendieron por todo el sudoeste inusualmente temprano este año, desde Phoenix a Las Vegas, y los residentes del sur de California, cansados de la cuarentena, se acercaron a las playas.

Incluso antes del brote, las partes más calurosas del país luchaban por proteger a sus habitantes del clima estival que, alimentado por el calentamiento global, es cada vez más peligroso. Ahora, la epidemia del COVID-19 presenta una crisis adicional: la posibilidad de que millones de personas se autoaislen en hogares y apartamentos que no pueden mantener frescos.

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Esta es una posibilidad especialmente preocupante para los adultos mayores y los residentes de vecindarios pobres, donde las personas suelen vivir en hogares más viejos, menos eficientes y con menor probabilidad de tener aire acondicionado.

Según un estudio de 2019 realizado por científicos de USC, aproximadamente un tercio de los hogares en el Gran Los Ángeles, y aproximadamente la mitad en los vecindarios cerca de la costa, no cuentan con refrigeración.

Aquellos que sí tienen aire acondicionado pero que viven al día, en tanto, pueden ser reacios a usarlo constantemente para evitar elevadas facturas de consumo eléctrico.

Según Rupa Basu, jefa de la sección de epidemiología del aire y clima de la Oficina de Evaluación de Peligros para la Salud Ambiental de California, el efecto del virus podría amplificarse, en parte, porque mata a tasas más altas a aquellos que ya son más susceptibles al calor extremo. Para las personas mayores y los estadounidenses con afecciones médicas crónicas, “es como ser atacado dos veces”, consideró.

En esencia, quienes más necesitan quedarse en casa corren el mayor peligro de morir allí durante una ola de calor. “El mensaje es realmente complicado”, agregó Eric Klinenberg, profesor de sociología en la Universidad de Nueva York y autor de “Heat Wave: A Social Autopsy of Disaster in Chicago” (Ola de calor: una autopsia social del desastre en Chicago). Los funcionarios de salud deben ser honestos en relación a los peligros del virus y sobre quién tiene un riesgo más alto, explicó. Pero también es importante que los mayores y aquellos con problemas de salud sepan que no deben quedarse solos en sus hogares todo el día.

“Tenemos millones de personas que envejecen solas y sienten que necesitan quedarse en casa”, señaló. “Y el aislamiento social, combinado con el calor extremo, es un asesino seguro”.

Muchos estadounidenses se han refugiado en sus hogares, saliendo sólo para comprar alimentos o para una breve caminata, y esos esfuerzos resultaron vitales para frenar la propagación del virus en puntos candentes como Nueva York y Nueva Orleans. Sin embargo, ese progreso no ha sido uniforme. Aunque algunos estados comienzan a levantar las restricciones instados por el presidente Trump, continúan surgiendo brotes en prisiones, plantas empacadoras de carne, y ciudades y condados que antes no habían sido afectados, en las zonas rurales del sur y medio oeste.

La administración advirtió que sin una cura o vacuna, alguna forma de distanciamiento social probablemente se mantendrá durante todo el verano.

Con esto en mente, las ciudades han cerrado centros para personas mayores, bibliotecas, piscinas públicas y gimnasios -lugares de refugio para esos días extremadamente calurosos-, que también podrían convertirse en lugares de contagio durante una epidemia. En California, las autoridades estatales y locales se han enfrentado respecto de cerrar las playas.

Los estadounidenses de clase media aún pueden encerrarse en sus casas y automóviles con aire acondicionado, pero para los residentes de bajos ingresos y los adultos mayores con presupuestos ajustados, quedarse únicamente en el hogar durante el verano podría ser peligroso.

Una investigación reciente realizada por un profesor de ingeniería ambiental de USC, George Ban-Weiss, y su equipo, sugiere que las comunidades más vulnerables al calor extremo tienen algunas de las tasas más bajas de contar con aire acondicionado y las más altas en pobreza. En Compton, Inglewood y Lynwood, sólo alrededor del 40% de los hogares tienen refrigeración.

Ninguna de las 6.500 unidades que posee y administra la Autoridad de Vivienda de la ciudad de Los Ángeles (HACLA, por sus siglas en inglés) tiene aire acondicionado, ni siquiera en el Valle de San Fernando, donde las temperaturas estivales pueden ser especialmente difíciles.

Eric Brown, un portavoz de HACLA, señaló que la mayoría de las viviendas públicas de la ciudad se construyeron en los años 30 y 40, antes de que el aire acondicionado se considerara esencial. Los residentes pueden instalar sus propias unidades de ventana si obtienen el permiso de la agencia que siempre los ha otorgado, agregó.

La situación es sólo marginalmente mejor en las viviendas públicas administradas por el Condado, donde aproximadamente la mitad de las unidades, incluidas todas las ocupadas por residentes mayores, tienen refrigeración.

En Arizona, donde el aire acondicionado puede ser una cuestión de vida o muerte, los funcionarios de salud pública y los investigadores del calor temen por la población sin hogar del estado y aquellos que viven en casas móviles construidas hace décadas, antes de los códigos de construcción modernos.

Notoriamente difíciles y caras para enfriar, las casas móviles pueden superar fácilmente los 90 grados en su interior durante el verano. Sus residentes, que tienden a ser mayores, ya están representados en exceso entre las muertes relacionadas con el calor. David Hondula, un climatólogo que estudia el impacto del calor en la salud en la Universidad Estatal de Arizona, enfatizó que otro factor al que los investigadores están prestando atención es el abuso de sustancias. Las personas que luchan contra la sobriedad tienen un mayor riesgo de morir por exposición al calor extremo, consideró. Con los cambios abruptos generados por la pandemia de coronavirus -cuando 30 millones de estadounidenses solicitaron el seguro de desempleo- la ansiedad es la norma y los grupos de apoyo a las adicciones, incluido Alcohólicos Anónimos, debieron optar por reuniones en línea. Todo ello hace que más individuos sean susceptibles. “El estrés y la preocupación por el coronavirus podrían conducir a un mayor uso de esas sustancias que afectan la capacidad personal para hacer frente al calor”, destacó Hondula.

La combinación del virus y el verano está obligando a los funcionarios de salud y gerentes de emergencias a reconsiderar los protocolos establecidos desde hace mucho tiempo para responder al calor extremo. Durante el último mes, los funcionarios públicos de Arizona se unieron a una conferencia telefónica semanal, de una hora de duración, para discutir estrategias que brinden refugio e incluyan la distribución de agua, sin que se propague inadvertidamente el coronavirus entre las personas a las que intentan ayudar.

Cuando la primera ola de calor del año llegó al suroeste, la semana pasada, envolviendo a la región en un récord de temperatura para abril, las autoridades de Arizona y Nevada se apresuraron a abrir centros refrigerados para las personas que no tienen aire acondicionado en casa.

En el condado de Maricopa, Arizona, que pasó cinco días bajo una advertencia de calor excesivo, el coronavirus complicó los esfuerzos. Muchos de los edificios públicos que normalmente sirven como refugios fueron cerrados y su personal se aisló en sus hogares, lo cual limitó la cantidad de centros frescos que podían abrir al público y supuso una mayor carga para las organizaciones benéficas y los grupos religiosos.

Según Brande Mead, director de servicios humanos de la Asociación Maricopa de Gobiernos, un grupo de planificación regional con sede en Phoenix, las donaciones de agua embotellada también disminuyeron. “El agua y otros suministros pueden ser difíciles de obtener en este momento”, afirmó. “En muchas de las tiendas de comestibles, el pasillo del agua está vacío”.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU hicieron un llamado a las ciudades y estados que operan centros de refrigeración para que mantengan al menos seis pies entre las personas y controlen a sus visitantes. Les pidió incluso que controlen la temperatura corporal de la gente antes de que ingresen. “Si es posible”, según las pautas de la agencia, “proporcionen, muestren o presenten síntomas de COVID-19”.

La agencia agregó que los estados deberían ampliar las iniciativas que ayudan a las personas a pagar sus facturas de servicios públicos, como el Programa de Asistencia de Energía para Hogares de Bajos Ingresos, a manera de reducir la cantidad de individuos que usan los centros de refrigeración.

A raíz del brote de coronavirus, aproximadamente la mitad de los estados prohibieron que los servicios públicos corten los suministros de electricidad, gas o agua de los clientes que tengan facturas vencidas. En otros estados, los usuarios dependen de la generosidad de sus compañías de servicios públicos, muchos de los cuales acordaron voluntariamente suspender las desconexiones.

Pero no está claro si esas suspensiones durarán todo el verano, y existe un desacuerdo considerable entre los proveedores de servicios y los funcionarios públicos sobre si tales pasos realmente benefician a los clientes morosos.

En 2019, cuando se supo que una mujer de Arizona había muerto después de que se cortara su electricidad por falta de pago, la Comisión de Corporaciones de Arizona, que supervisa los servicios públicos, aplazó las desconexiones de la energía durante el verano. Cuando la suspensión terminó, a mediados de octubre, algunos clientes debieron afrontar facturas asombrosamente altas.

Es muy pronto para decir si esa medida salvó vidas. Las estadísticas oficiales de muertes relacionadas con el calor para 2019 aún no se han dado a conocer, pero según Hondula los datos preliminares muestran que no hubo una reducción dramática. En el condado de Maricopa, se cree que 196 individuos fallecieron por exposición al calor el verano pasado, frente a 182 en el año anterior. “Que se corte la electricidad no es la única parte de esta historia”, enfatizó Hondula.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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