En tiempos de coronavirus, los superhéroes callejeros y las demás atracciones de Hollywood Boulevard atestiguan la caída de su economía

Las mascotas vagan cerca de las calles vacías. Dos negocios cierran permanentemente. El virus significa problemas para uno de los bloques más emblemáticos de Los Ángeles.
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Javie Rubio, mejor conocido como el Mickey Mouse que saluda a los transeúntes sobre el Paseo de la Fama de Hollywood, estaba parado debajo de un toldo, mirando hacia una calle prácticamente vacía. Mientras pensaba en cuánto podría llevarse a casa por el día, frunció el ceño.
A lo largo de Hollywood Boulevard, Rubio y otros, también vestidos como personajes de dibujos animados, deambulaban por las aceras con baldosas, extendiendo periódicamente un brazo para captar la atención de los turistas que pasaban. Normalmente, el choque de puños que ofrece funciona como magia y atrae a los visitantes a tomarse una foto con él. Pero no ha tenido mucha suerte desde la pandemia. Ahora, la mayoría de las personas temen el contacto físico.
Después de cuatro horas bajo el sol del verano, Rubio, que rocía su disfraz todos los días con desinfectante, tenía $53 en su bolsillo. Para esta misma época el año pasado, volvía a casa, donde lo esperan su esposa e hijo, con 10 veces más. “Lo mínimo que hacemos ahora es para sobrevivir”, reconoce.
El coronavirus cambió fundamentalmente la vida en una de las encrucijadas más bulliciosas y locas de Los Ángeles, un lugar que atrae a millones de turistas cada año. Hollywood Boulevard es el centro de la economía turística de Los Ángeles, un lugar tan lleno de peatones que la ciudad ha considerado cerrar un tramo de la famosa calle a los automóviles.
Pero eso fue antes de marzo, cuando las empresas debieron cerrar sus puertas, el turismo desapareció y el mantra del distanciamiento social superó el deseo de ver y ser visto.
El verano es típicamente la temporada alta del Hollywood Boulevard, cuando visitantes de todo el mundo se unen a los lugareños para ir al cine, discotecas y restaurantes. Y aunque la intersección de Hollywood y Highland Avenue no está totalmente desierta, falta esa mezcla caótica de artistas callejeros, autobuses turísticos, vendedores ambulantes de recuerdos y gente tomándose autofotos frente al Teatro Chino TCL.
Con toda la magia del bulevar construida alrededor de grandes multitudes dispuestas a mezclarse entre sí en espacios cerrados, algunos se preguntan si el COVID-19 cambiará permanentemente la fisonomía de un lugar que ha sido un destino soñado durante casi un siglo.

Si bien el glamour de Tinseltown de la década de 1940 puede haberse desvanecido, la cuadra más concurrida de Hollywood siempre ha rebosado de turistas y de los comercios que los atienden. Cuando llega el momento del estreno de una película o una noche de Oscar, la multitud no tiene rival.
Rubio siempre podía contar con esa multitud; individuos con dinero en mano para tomarse una foto rápida. Pero con los emblemáticos cines y museos de la zona ahora cerrados, no hay mucha actividad para los visitantes allí.
En el exterior del Teatro Chino TCL -donde hasta hace poco la gente debía pagar $5 para ver las famosas huellas de las celebridades separadas de la acera entre barricadas- Kevin Daysal y su esposa, Yuqing Huang, intentaban dejar de lado por un rato la mala suerte experimentada durante la pandemia.

Ellos viajaron desde Atlanta para que Huang, de 29 años, pudiera hacerse una prueba que necesita para salir del país y recibir atención médica en China. “Ambos hemos perdido nuestro trabajo debido al COVID-19 y no tenemos seguro médico”, comentó Daysal, de 34 años. “Estamos tratando de pasar nuestro último día juntos antes de que ella se marche”.
El paseo no fue lo que esperaban. La mayoría de los lugares estaban cerrados, pero por el lado positivo, las pocas personas que caminaban por la calle lograban tomar mejores fotos. “Al menos no hay tanto tránsito”, comentó Huang.
Al otro lado de la acera, las luces parpadeantes del teatro El Capitán brillaban para unos pocos. Su entrada estaba oscura, y hasta el dinosaurio gigante en el techo del cercano museo Ripley’s Believe It or Not! llevaba una mascarilla facial.


Afuera, la mitad de la calle estaba bloqueada para proteger una leyenda de “All Black Lives Matter” pintada con tiza en el pavimento. El sitio, antes repleto de vendedores, tiene ahora un solo carrito de comida rápida, con un paraguas de tonos arco iris, en la esquina de Hollywood y Highland.
Armando López, de 60 años, preparaba los pimientos y las cebollas, volteaba meticulosamente los perritos calientes envueltos en tocino para garantizar una cocción uniforme y llamaba a posibles clientes. En las últimas semanas vende 10 unidades al día, si tiene suerte; una cuarta parte de lo habitual.
A varios metros de distancia, donde la música de las actuaciones callejeras antes reverberaba, lo único que rompía el silencio eran las chirriantes escaleras mecánicas de la parada de metro. Los datos que comparan junio de 2019 con junio de 2020 en las paradas de autobús de Metro en Hollywood y Highland muestran una caída del 71% en la cantidad de pasajeros. En la Línea Roja, la disminución llegó al 83%.
Al mediodía, un baterista se preparó para interpretar un repertorio de rock clásico en una calle casi vacía. La pandemia barrió con casi todos los artistas, y eso le dio la oportunidad perfecta para entrar en escena. “No he encontrado a nadie más que quiera hacer esto en este momento”, reflexionó Patrick Lamay, de 53 años. “Estoy viviendo un sueño”.
Los días en que los autobuses turísticos de dos pisos desfilaban por las calles bordeadas de palmeras también quedaron en el pasado. Solo una cuarta parte de las compañías de turismo reabrieron cuando la economía retomó algunas actividades, y ello dio algo de esperanza a empresas más pequeñas, como Hollywood Value Tours.

El propietario, Mohammed Jewel, fue el primero de entre dos docenas de compañías de turismo en comenzar a trabajar. Aunque tener menos competencia es favorable, no había muchos clientes para su negocio.
Jewel recortó su personal; ahora solo son él, el gerente y un par de conductores. En un día normal de julio, hacían 16 recorridos. Ahora, el número se redujo a dos.
Además, tuvo que reducir el precio de sus tours privados para persuadir a la gente de contratarlos.
En general, las empresas han reportado una disminución del 80% en los ingresos y una asombrosa cantidad de licencias y despidos, indicó la presidenta de la Cámara de Comercio de Hollywood, Rana Ghadban. “Los negocios no saben qué esperar. Es la incertidumbre de no saber qué va a pasar y cómo seguir las órdenes”, dijo.
Algunas tiendas volvieron a contratar empleados cuando pudieron reabrir, pero los recortaron una vez más cuando el gobernador Gavin Newsom ordenó un segundo cierre de California.

Britney Hernández, gerente de Souvenirs of Hollywood y Hollywood Experience, mantuvo abiertas sus tiendas, pero teme por su seguridad. “Las personas que vienen, los pocos turistas, no siguen las precauciones”, reconoció. “Es realmente preocupante porque queremos seguir adelante, pero todavía me encuentro con clientes enfadados, que me gritan cuando les pido que se coloquen una mascarilla facial”.
La tienda de recuerdos kitsch de Hernández, que vende camisetas a $5 e imanes de 99 centavos, estaba acostumbrada a los vaivenes del tráfico peatonal, pero nada comparado con esto. “Es un pueblo fantasma aquí ahora”, remarcó.
De igual manera, hasta que los turistas regresen, el espectáculo debe continuar.
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