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La historia de Europa marcada por la inmigración

Mohammed al-Haj, con una chaqueta azul, espera en el exterior del hospital donde las autoridades serbias registran a los refugiados en la localidad de Presevo. Bajo una llovizna fría que lo convirtió todo en barro, familias se agolpaban en las veredas o alrededor de fuegos encendidos en barriles. Vendedores ambulantes hicieron su agosto vendiendo mantas y ropa a los viajeros. Mohammed compró la suya azul a uno de ellos. Albanos de la etnia local hicieron también negocio vendiendo los documentos de registro, que según ellos obtenían de contactos en la policía, a migrantes por hasta 100 euros (110 dólares). Mohammed obtuvo finalmente sus papeles gracias a la buena suerte y a su desenvolura. Durante las horas que hizo fila en el hospital, entabló conversación con un policía serbio. Congeniaron y el agente y un compañero le preguntaron si sabía la existencia de insurgentes islamistas camuflados entre los migrantes. Mohammed les dio su correo electrónico para mantenerse en contacto y el policía le dio los documentos a Mohammed y sus amigos.

Mohammed al-Haj, con una chaqueta azul, espera en el exterior del hospital donde las autoridades serbias registran a los refugiados en la localidad de Presevo. Bajo una llovizna fría que lo convirtió todo en barro, familias se agolpaban en las veredas o alrededor de fuegos encendidos en barriles. Vendedores ambulantes hicieron su agosto vendiendo mantas y ropa a los viajeros. Mohammed compró la suya azul a uno de ellos. Albanos de la etnia local hicieron también negocio vendiendo los documentos de registro, que según ellos obtenían de contactos en la policía, a migrantes por hasta 100 euros (110 dólares). Mohammed obtuvo finalmente sus papeles gracias a la buena suerte y a su desenvolura. Durante las horas que hizo fila en el hospital, entabló conversación con un policía serbio. Congeniaron y el agente y un compañero le preguntaron si sabía la existencia de insurgentes islamistas camuflados entre los migrantes. Mohammed les dio su correo electrónico para mantenerse en contacto y el policía le dio los documentos a Mohammed y sus amigos.

(Santi Palacios / AP)
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La mezquita de Brick Lane de Londres fue inicialmente una iglesia para protestantes perseguidos por los católicos de Francia, que inspiraron la palabra “refugiados”. Posteriormente los judíos la transformaron en una sinagoga y en la actualidad los musulmanes se quitan los zapatos en la entrada antes de orar.

Las distintas olas migratorias, como los estratos de las rocas, cuentan una historia que es vital que Europa recuerde mientras hace frente a la llegada de cientos de miles de personas que buscan refugio y una vida nueva.

Desde una perspectiva histórica, los sirios, iraquíes y demás que arriesgan sus vidas por llegar a Europa simplemente siguen una vieja tradición que llevó a la gente a abandonar su tierra y buscar otros horizontes. Un tránsito constante de ciudad a ciudad, de país a país, de masa terrestre a masa terrestre, ayudó a crear la Europa rica, fuerte y diversa que tanto atrae a quienes buscan asilo, fusionando personas, ideas y tecnologías.

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Viajeros europeos de todo tipo, desde intrépidos comerciantes medievales como Marco Polo hasta los veinteañeros de hoy que crecieron en un continente sin fronteras y lo recorrieron en vuelos baratos, ya sea para ver un partido de fútbol o en busca de trabajo, amor u otras cosas.

En todo el continente, las huellas de la inmigración son visibles. El Kremlin de Moscú, por ejemplo, se parece al castillo Sforza de Milán porque artesanos italianos ayudaron a construirlo en el siglo XV. En la Viena del siglo XVI, los italianos llevaron chimeneas y dieron nacimiento a una nueva industria, la de la limpieza de chimeneas, según Annemarie Steidi, experta en migraciones de la Universidad de Viena.

“Todavía hay gente que limpia chimeneas en Viena que son descendientes de estos suizo-italianos”, relató. “Es la historia de Europa. Un grupo tras otro que llega, se asimila y cambia nuestra sociedad”.

El aporte que puedan hacer estos nuevos inmigrantes dependerá en parte de cómo se adapten y cómo sean recibidos. Igual que los inmigrantes del pasado, deberán enfrentar el temor de que les quitarán empleos, viviendas y otros recursos a los nativos. Pero al sacar raíces, ellos y sus hijos seguirán enriqueciendo la compleja trama europea.

“Siempre hubo una intensa resistencia” a los inmigrantes “y se dijo que no tenían por qué venir, que nos estaban invadiendo”, expresó la socióloga de la Universidad de Columbia Saskia Sassen. “Pero se incorporan y agregan capas” al tejido social.

La asimilación no se sencilla. En la década de 1950 hubo disturbios raciales en Inglaterra, en los años 2000 inmigrantes africanos fueron perseguidos por turbas en el sur de España y en el 2005 hijos de inmigrantes prendieron fuego a vehículos en graves disturbios ocurridos en Francia.

Incluso la llegada de gente con muchas similitudes étnicas y culturales fue resistida. En 1893 turbas de franceses asesinaron e hirieron a decenas de obreros italianos que trabajaban en salinas del sur de Francia. Protestantes hugonotes --los “refugiados” originales-- que se escaparon de Francia en el siglo XVII fueron bien recibidos en Gran Bretaña, aunque vistos con recelo. Por “ser diferentes”, inmigrantes que hablaban checo generaron grandes temores en Viena en el siglo XIX, aunque se “asimilaron completamente” en dos o tres generaciones, según Steidl.

Lo mismo sucederá con los nuevos migrantes, pronosticó la experta.

“Serán europeos algún día. Y Europa será distinta”, expresó. “Los inmigrantes nos están cambiando y nosotros los estamos cambiando a ellos”.

Hijo de indios e inglés de corazón, Sunny Bhopal simboliza esa noción. Su abuelo se fue de la India a Inglaterra en 1975 y abrió un negocio de telas en el que trabaja él, frente a la Mezquita de Brick Lane.

El joven de 27 años, nacido en Londres, hace fuerza por la India cuando juega su equipo de cricket, pero se siente “más inglés” cuando viaja al país de sus antepasados.

“No me siento en mi casa”, manifestó. “Mi casa está en Inglaterra”.

La colonia española de París es un ejemplo de lo rápido que puede ser la integración. En lo que se conocía como la “Pequeña España”, al norte de la ciudad, una capilla y un teatro que servían a esa comunidad han cerrado sus puertas. Sigue habiendo un centro cultural en el que se reúnen jubilados españoles, pero que no atrae demasiado a sus hijos.

“Llegará el día en que no quedará nada si no hay una nueva ola inmigratoria” de españoles, afirmó Gabriel Gaso, director de una organización que agrupa a asociaciones de españoles.

Los sirios y demás inmigrantes, así como quienes los reciben, se embarcan en un nuevo proceso de asimilación. Los inmigrantes son recibidos a veces con hostilidad, especialmente en Hungría, cuyo primer ministro Viktor Orban dijo: “Si dejamos que vengan todos, van a destruir Europa”.

Europa, sin embargo, sería muy distinta sin los inmigrantes. Si sus antepasados no se hubiesen ido de Irlanda, los Beatles tal vez no se hubieran conocido en Liverpool. Albert Einstein tal vez no hubiera recibido el Premio Nobel de física de no haber vivido y estudiado en Alemania, Italia, Suiza y Estados Unidos. Si el abuelo paterno de Angela Merkel, Ludwig Kazmierczak, no se hubiese ido de lo que hoy es Polonia a Berlín, ¿habría ella llegado a ser canciller alemana y habría sentido tanta solidaridad con quienes ahora llegan a Europa?

Los hugonotes llevaron nuevas industrias a Inglaterra, como la de los tejidos de seda. Al asimilarse, su iglesia pasó a ser una metáfora de la diversidad humana, convirtiéndose en una capilla metodista, en una sinagoga y ahora en una mezquita.

“Imagínese a Londres sin su gran tradición de recibir a extranjeros que siempre terminan haciendo aportes”, dijo el historiador Dan Cruickshank. “Sin eso, Londres sería un sitio provincial y lúgubre”.

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