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Tibia respuesta corporativa ayuda a falsificadores chinos

En esta imagen, tomada el 21 de octubre de 2015, empleados elaboran piezas de metal en un taller en la localidad de Rui'an, conocida por la fabricación de piezas de autos, cerca de la ciudad de Wenzhou, en la provincia de Zhejiang, en el este de China. (Foto AP/Ng Han Guan)
(Ng Han Guan / AP)
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Alex Theil caminó por una carretera estropeada e invadida por la hierba en Rui’an, un núcleo de la falsificación de piezas de motor en China. Sudando, pasó junto a un camión oxidado y después se detuvo ante un taller en un edificio bajo de concreto. Dentro había gente trabajando en silencio en grandes máquinas sucias. Un hombre lanzaba brillantes piezas de metal al suelo.

“Esto son probablemente tensores de un árbol de levas”, comentó Theil, un investigador que lleva dos décadas ayudando a las marcas occidentales a combatir a los falsificadores en China. “Son muy caros. También son bastante cruciales porque si el tensor se rompe, probablemente el motor se sobrecaliente y hay un riesgo de que pueda terminar con un motor en llamas”.

Muchas multinacionales están perdiendo la batalla para mantener falsificaciones potencialmente peligrosas fuera de los mercados accidentales. Las empresas tienen parte de la culpa porque muchas deciden combatir las copias de una forma que facilita el fraude generalizado, según entrevistas de Associated Press con más de una docena de abogados, agentes de seguridad e investigadores privados. Uno de ellos es Theil, que lleva años intentando corregir la estrategia que emplean las empresas occidentales para perseguir a los falsificadores.

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Una investigación de AP publicada la semana pasada descubrió un fraude sistémico en la industria antifalsificación china. Las grandes empresas multinacionales, ajenas a los problemas sobre el terreno, pagaron sin saberlo a los investigadores que fabricaban o vendían sus propios productos falsos. En otros casos, los investigadores colaboraban con los mismos falsificadores que se suponía debían combatir.

Muchas empresas afrontan las falsificaciones como un coste menor de hacer negocios en China. Pocas gastan el dinero necesario para combatir las poderosas redes clandestinas que dirigen el multimillonario sector de las falsificaciones en China. La incapacidad de las grandes firmas occidentales para combatir el fraude no es sólo una pérdida de dinero. También facilita que productos falsos potencialmente peligrosos se cuelen en las cadenas de producción globales y den más trabajo a la agencia estadounidense de Aduanas y Protección de Fronteras (USCBP, por sus siglas en inglés).

“No estamos más cerca de resolver el problema”, dijo Theil. “Si nuestra propia industria no fuera un factor importante para mantenerla en lugar de combatirla, la falsificación se habría eliminado hace mucho tiempo”.

A lo largo de los años, primero en la agencia de detectives Pinkerton y luego como director de investigaciones para Asia-Pacífico en General Motors, Theil vio fotos de funcionarios, falsificadores e investigadores brindando juntos en un gran banquete.

La gente a la que contrataba él mismo intentó extorsionar a los falsificadores pidiendo dinero por protección. Habló con investigadores corruptos que, armados con información interna de su trabajo con el personal de protección de marca, enseñaban a los falsificadores a hacer sus productos indistinguibles de los auténticos.

“Creí que todos éramos los buenos que trabajaban contra los malos”, comentó. “No es tan simple”.

Para 2008, Theil llegó a la conclusión de que necesitaba una estrategia totalmente distinta.

Dejó GM y fundó una firma de investigaciones llamada Harvest Moon. Reclutó a un equipo de investigadores locales en toda China y ofreció el doble e incluso el triple de los salarios habituales. Aun así, tuvo problemas para conseguir informantes locales: el 80% de la gente a la que abordó rechazó la oferta cuando insistió en estar presente en las redadas.

“Una vez se daban cuenta de que engañarnos era demasiado difícil, ya no les interesaba”, comentó.

La mayoría de las empresas externalizan las tareas contra las copias a investigadores a los que se paga por volumen. Más casos suponen más dinero y crean poderosos incentivos para el engaño en un sector con poca supervisión. Theil insiste en mantener un salario fijo para romper el ciclo destructivo del pago por comisiones. Eso le permite tratar las redadas como herramienta para reunir información y no como una forma de cobrar.

En noviembre, Thiel voló a Beijing para presentar los hallazgos de un año de trabajo para un nuevo cliente importante, Siemens AG. No presentó gráficos de barra que mostraran números de redadas siempre al alza.

En cambio, hizo un mapa con 28 empresas tapadera y docenas de distribuidoras controladas por una única red familiar de falsificadores. El grupo produce versiones falsas de conectores Siemens, componentes mecánicos clave en maquinaria que automatiza procesos industriales como cadenas de montaje.

“Todo el mundo quedó bastante impresionado”, dijo Beat Weibel, asesor jefe de propiedad intelectual de Siemens y que viajó desde Múnich para la reunión. Ahora el desafío es desarrollar una estrategia legal que pueda “hacerles daño de verdad. Eso es diferente que sólo registrar fábricas y tiendas clandestinas”.

El sistema de Theil es más caro y el éxito no es seguro ni fácil de medir. Organizar redadas puede costar varios cientos de miles de euros (dólares) al año. Presentar de tres a cinco demandas penales en China dispara los gastos a los millones, señaló Weibel.

Ése es un gran motivo por el que la mayoría de las empresas sigue pagando a ciegas a investigadores para que hagan más redadas, lo que alimenta un ciclo de corrupción que por ahora ha dejado casi intactos a los poderes tras el imperio de falsificaciones en China.

“Todo lo pagan las empresas occidentales inocentes o estúpidas que creen que con esta actividad de verdad resolverán el problema. No lo hacen”, afirmó Weibel. “Alimentan el sistema”.

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