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A un año del deslave en Guatemala, la pesadilla no acaba

En esta imagen, tomada el 27 de septiembre de 2016, un hombre carga con la puerta trasera de una camioneta mientras registra el vecindario abandonado de El Cambray en busca de materiales para revender en Santa Catarina Pinula, en las afueras de la Ciudad de Guatemala, un año después de un deslave que arrasó el barrio. En la zona del desastre no hay agua potable, ni luz, pero cuatro familias permanecen en las humildes casas que quedaron de pie a unos metros del deslave.

En esta imagen, tomada el 27 de septiembre de 2016, un hombre carga con la puerta trasera de una camioneta mientras registra el vecindario abandonado de El Cambray en busca de materiales para revender en Santa Catarina Pinula, en las afueras de la Ciudad de Guatemala, un año después de un deslave que arrasó el barrio. En la zona del desastre no hay agua potable, ni luz, pero cuatro familias permanecen en las humildes casas que quedaron de pie a unos metros del deslave.

(Moises Castillo / AP)
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Un año después de un deslave que mató al menos a 280 personas, el Cambray II es un pueblo fantasma al que algunos aún se aferran, porque no tienen a donde ir.

Las casas abandonadas o semienterradas; ropa, zapatos y juguetes son los testigos de lo que alguna vez fue un lugar activo en las afueras de la capital de Guatemala y que hoy es, literalmente, un cementerio.

Tras el alud del 1 de octubre de 2015, las autoridades mantuvieron por dos semanas las labores de rescate y excavaciones antes de suspender la búsqueda de más víctimas. El cálculo oficial es que al menos 70 personas quedaron desaparecidas, probablemente enterradas debajo de toneladas de tierra de la montaña que se vino sobre El Cambray II.

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Las autoridades dijeron que el deslave se debió a la erosión de la base de la montaña por el agua de las lluvias y un río que la bordeaba. La Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres estima que en Guatemala hay más de 8.000 puntos donde vive gente y son vulnerables a inundaciones, derrumbes y otros desastres, aunque ninguna de esas comunidades ha sido reubicada en el último año.

De Cambray II, unas 216 familias quedaron sin hogar. El gobierno presupuestó en 2015 alrededor de 2.6 millones de dólares, para construir 181 casas a unos kilómetros de ahí. Sin embargo, a un año de la tragedia apenas si se han construido 30, aunque ninguna es habitable aún: están sin ventanas, puertas, ni luz.

En la zona del desastre no hay agua potable, ni luz, pero cuatro familias permanecen en las humildes casas que quedaron de pie a unos metros del deslave.

“No tenemos a dónde ir”, dice Sonia Ramos, quien vive en una casa al pie de una parte de la montaña que se derrumbó. Las autoridades le han pedido deshabitarla, pero ella se niega y no hay ley que la obligue a salirse.

Su casa, que quedó en pie, se convirtió en el centro de operaciones de rescate de las víctimas de la tragedia y en la morgue provisional.

Carlos Cac Pedroza tenía 17 años el día de la tragedia y hoy está completamente solo. Toda su familia, su madre y siete hermanos, murió bajo las rocas y la tierra. “Yo soy de aquí, no me hallo si me voy, no sé vivir en otro lado”, dice el joven, a quien Ramos acogió en su casa.

Tiempo después del alud, Cac regresaba a donde una vez estuvo su casa y se echaba tierra encima diciendo que quería morirse, cuenta entre lágrimas Ramos.

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