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Expertos en medicina tradicional china ayudan en secreto a los manifestantes heridos de Hong Kong

Chinese medical practitioners in Hong Kong
Li, a la izquierda, una practicante de medicina tradicional china, trata con acupuntura a Sunny, un manifestante que fue expuesto a gases lacrimógenos y sufrió un esguince muscular, en una clínica en Hong Kong, el pasado 11 de octubre.
(Marcus Yam / Los Angeles Times)

La medicina tradicional se revierte desde hace mucho tiempo en Hong Kong, un bastión de la tradición cultural china incluso entre los residentes que resienten el dominio del Partido Comunista Chino.

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El joven, conteniéndose el brazo derecho, entró en una habitación estrecha, del tamaño de un garaje para un sólo automóvil, con las ventanas cubiertas por papel para que nadie pudiera ver el interior.

El humo llenaba el lugar —una clínica— y flotaba detrás de una cortina, donde un médico había encendido un palillo de hierbas medicinales que parecía un cigarro.

“¿Son todos nuestros hijos e hijas?”, preguntó un segundo médico, usando lenguaje en clave para referirse a manifestantes que se unieron a marchas en contra del gobierno en Hong Kong.

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El primer especialista asintió y guió al joven, Oz, a una camilla.

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Los dos médicos tratan a los pacientes como parte de una nueva red clandestina de profesionales de la medicina tradicional china en Hong Kong, dispuestos a asistir a los manifestantes heridos que tienen demasiado miedo de acudir a los hospitales, donde pueden ser arrestados. Organizada a través de Telegram, una aplicación de mensajería cifrada que es popular entre los manifestantes, la red cuenta con más de 50 doctores en los 18 distritos de Hong Kong, que han asistido a cientos de ellos.

Los especialistas de la red usan medicamentos a base de hierbas y prácticas antiguas, como la acupuntura, que se cree que estimulan el qi del cuerpo, o la energía interna, y son largamente veneradas en Hong Kong, un bastión de la tradición cultural china, incluso entre los residentes que resienten el gobierno del Partido Comunista Chino.

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Algunos de los médicos tratan a los manifestantes en sus propias clínicas, por las noches. Otros piden prestado o alquilan espacio en salones de belleza, oficinas, centros comunitarios y organizaciones sin fines de lucro. Los doctores no ocultan sus identidades cuando asisten a los pacientes, pero solicitan que no se publiquen sus nombres completos ni fotografías, para evitar problemas con las autoridades o en sus empleos regulares.

Mientras Oz, quien también pidió que no se usara su nombre completo para evitar las repercusiones de las autoridades, yacía en la camilla, la doctora le introdujo una sola aguja en la pierna y una segunda en el brazo, sin hacerlo sangrar.

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Masajeó el brazo donde había colocado la aguja, presionándolo hacia adelante y hacia atrás como un rodillo. Luego sostuvo el palillo ardiente de artemisa, una hierba utilizada para tratamientos chinos tradicionales, sobre un punto de presión.
Según 3.000 años de tradición china, esta práctica, llamada moxibustión, estimula la circulación de la sangre y la energía, y ayuda a restablecer el equilibrio del cuerpo y liberar el dolor.

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Li, practicante de medicina tradicional china, trata con acupuntura a Oz, un manifestante con una torcedura de brazo, el lunes pasado, en una clínica en Hong Kong.
(Marcus Yam / Los Angeles Times)

Oz respiró hondo mientras contemplaba el techo a través de sus gafas de montura gruesa. Después de resultar herido en una protesta dos meses antes, se encontró esposado a una cama en un hospital normal mientras un oficial de policía antidisturbios lo vigilaba para asegurarse de que no escapara.

Desde entonces, renunció a los sistemas hospitalarios de Hong Kong. “A menos que esté literalmente a punto de morir, no iría a la sala de emergencias”, aseguró el joven, de 22 años de edad.

Miles de manifestantes, como Oz, han dejado de ir a los hospitales de Hong Kong, temerosos de ser denunciados por médicos y enfermeras por unirse a protestas masivas que han sacudido la ciudad durante 20 semanas.

Primero comenzaron como protestas contra un proyecto de ley de extradición que hubiera permitido la deportación de personas de Hong Kong —un territorio semiautónomo y excolonia británica que goza de un sistema legal separado— a China continental. Ese proyecto de ley fue descartado, pero los objetivos del movimiento evolucionaron hacia pedidos más amplios de responsabilidad policial y reforma política, para que los hongkoneses puedan votar su propio gobierno. Los manifestantes se han enfrentado con la policía de maneras cada vez más radicales, arrojando cócteles molotov y prendiendo fuego a negocios pro-China mientras los oficiales disparan gases lacrimógenos y balas de goma.

Más de 2.300 manifestantes han sido arrestados, al menos cinco de ellos en hospitales, según los abogados que trabajan con las personas detenidas. Docenas fueron acusados de disturbios, un delito punible con hasta 10 años de prisión. Entre ellos hay dos adolescentes que sobrevivieron a los disparos de la policía este mes.
Las autoridades afirmaron que la respuesta policial fue razonable, considerando el comportamiento de algunos manifestantes. Después de que un oficial disparó contra un civil, el jefe de policía de Hong Kong, Stephen Lo, declaró que el oficial había actuado en defensa propia para evitar ser atacado.

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Lee trata a un paciente en su clínica, que recibe a los manifestantes prodemocráticos que son heridos en enfrentamientos callejeros y temen ser arrestados si acuden a hospitales comunes.
(Kiran Ridley / For The Times)

Los médicos clandestinos hacen una clara distinción entre el gobierno chino y la cultura. Para ellos, el uso de la medicina tradicional es una forma de afirmar que los hongkoneses pueden desafiar la autoridad de Beijing sin rechazar sus raíces.

“La cultura china es una forma de vida. Lo que queremos derribar es un régimen que controla a las personas”, aseveró Lee, de 23 años, un estudiante graduado de medicina china que cofundó un grupo de Telegram que ahora tiene más de 14.000 miembros.

Lee estudió medicina tradicional china en la ciudad continental de Guangzhou durante cinco años. Aunque creció en gran medida alejado de la política, asistió a una protesta durante el Movimiento Paraguas de 2014 a favor de la democracia en Hong Kong, y se quedó al margen pensando que los manifestantes estaban locos.

“Me pregunté: ¿qué sentido tiene?”, dijo. “El gobierno chino ya tiene el control hace tantos años. ¿De verdad quieren derrocarlos? Es imposible”.
Pero cuando Lee se unió a las protestas contra la extradición a fines de junio, todo cambió. “Vi cosas que nunca había visto antes”, comentó. “Vi a la policía de Hong Kong golpeando a la gente. Olí el gas lacrimógeno. Vi a las personas llorar en las calles como si no tuvieran miedo a la muerte”.

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Los trabajadores empaquetan un tónico de medicina tradicional china desarrollado para tratar los efectos de la exposición al gas lacrimógeno en la clínica de Lee para manifestantes prodemocráticos.
(Kiran Ridley / For The Times)
En su clínica de Hong Kong, Lee instruye a un paciente sobre cómo usar un tónico que contrarresta los efectos de la exposición al gas lacrimógeno.
En su clínica de Hong Kong, Lee instruye a un paciente sobre cómo usar un tónico que contrarresta los efectos de la exposición al gas lacrimógeno.
(Kiran Ridley / For The Times)

Algo se retorció en su pecho: conmoción, tristeza, miedo, ira. “Sientes un impulso. Como, si no salgo ahora y peleo, tal vez no haya hongkoneses en el futuro”, expresó. “Ahora soy una de esas personas, que no quieren dar marcha atrás”.

La red de Lee creó un ungüento antiquemaduras y tónicos herbales con nombres como “TG Resolve” (solución contra gas lacrimógeno) y “Lung Saver” (protector de pulmones), remedios para la exposición a gases que sólo deben ser mezclados con agua caliente. Los entregan a los manifestantes, muchos de los cuales sufren tos crónica, problemas respiratorios, indigestión, menstruación irregular, insomnio, ansiedad y náuseas.

Algunos manifestantes también llegan con heridas más graves, por los enfrentamientos con la policía. Lee describió que una persona a quien atendió bajo supervisión en la clínica donde colabora tenía el pecho y los costados del torso magullados, con un tono negro y azul. El manifestante les dijo que los oficiales lo habían golpeado durante la detención. “Nunca podré perdonar a las autoridades de Hong Kong en esta vida”, aseguró Lee.

La red clandestina de doctores se llama Kwok Nan Chung Yi, o médicos chinos de calamidad nacional. El término Chung es un juego de palabras que significa “chino” y “leal” al mismo tiempo; significa que los manifestantes pueden recibir tratamiento gratuito, sin preguntas, sin ser identificados o denunciados a la policía.

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Un manifestante herido durante su arresto en una manifestación recibe un tratamiento de acupuntura, de un practicante de medicina tradicional china, en Hong Kong, el 14 de octubre.
(Marcus Yam / Los Angeles Times)

“Ayudamos a atenderlos. No aceptamos ningún dinero. Y si podemos, también los apoyamos a deshacerse de ese miedo”, explicó Lee.

Desde que comenzó el grupo, a principios de septiembre, ha tratado a más de cien personas. Estima que, con 50 médicos que atienden al menos a 50 individuos cada uno, el grupo ha tratado a un mínimo de 2.500 pacientes hasta ahora.

Los fondos de la red, alrededor de $2.550 a fines de octubre, provienen de donaciones, explicó, a menudo de pacientes mayores que insisten en pagar sus tratamientos.

En las clínicas, los consultantes usan términos intencionalmente vagos: “Me duele el brazo por arrojar objetos pesados”, dijo uno. “Tengo náuseas después de salir anoche”, señaló otro. “Comí un huevo de dragón”, les comentó un paciente, refiriéndose a su exposición a gases lacrimógenos.

Los manifestantes desarrollaron sus propias palabras clave, por temor a que la conversación pueda terminar como evidencia incriminatoria, especialmente porque las autoridades han dejado de otorgar permisos para la mayoría de las protestas, haciéndolas automáticamente ilegales. Entonces van a “soñar” en lugar de protestar, recogen “papelería” en lugar de máscaras y sombrillas, y viajan en “autobuses escolares”, automóviles conducidos por voluntarios que recogen a los manifestantes que huyen de la policía.

En un reciente lunes por la noche, generalmente el día más activo debido a que las protestas más grandes tienen lugar los domingos, un flujo constante de manifestantes se filtró en una de las clínicas.

Una mujer joven con el pelo morado remarcó que había estado tosiendo, estaba mareada y tenía diarrea severa desde el día anterior, por los gases lacrimógenos; su novio se había torcido el tobillo al huir de la policía. Un adolescente, delgado como un palo y de rostro serio, les solicitó un tónico para problemas respiratorios.

Oz, que llevaba pantalones cortos grises y una camisa arrugada de manga corta, se había esguinzado el brazo. No especificó cómo, sólo que le dolía después de arrojar repetidamente objetos pesados. Nacido en Shenzhen pero residente de Hong Kong desde los tres años de edad, en su infancia Oz quería ser oficial de policía. Recuerda haberse tomado una foto con una unidad táctica de la policía de Hong Kong llamada “Tigres voladores” durante la escuela primaria. Los agentes eran geniales, pensaba en ese momento. “Pero ahora sólo puedo describirlos como bestias”, reconoció.

El joven fue testigo de la agresión policial durante todo el verano, con arrestos crecientes de manifestantes pero sin investigación sobre la fuerza. El 21 de julio, agresores vestidos con camisetas blancas arrasaron una estación de transporte público y golpearon a civiles al azar mientras la policía no respondía a las llamadas frenéticas de ayuda a su línea directa. Oz perdió la confianza por completo en las autoridades.

Unas semanas después, fue arrestado durante una protesta. Varios policías saltaron sobre él y lo empujaron al suelo. La sangre brotaba de los cortes en los codos y las rodillas. Estuvo detenido durante 42 horas en una estación de policía, luego en el hospital.

Después de que su familia pagó su fianza, Oz se unió a las protestas. “Si realmente amas a tu país, intentas ayudarlo a no ir por el camino equivocado. Es como una relación de padres e hijos”, dijo. “Si los ves haciendo algo mal y no dices nada, no los amas”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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