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¿Qué tan mortal es el nuevo coronavirus? Los científicos corren para encontrar la respuesta

Es el mayor misterio médico del planeta: ¿Qué tan mortal es el nuevo coronavirus de China?

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De todas las preguntas que los científicos esperan responder sobre el nuevo coronavirus que se está extendiendo por todo el mundo, la más apremiante es ésta: ¿Qué tan mortal es?

La única forma de saberlo es averiguar cuántas personas han sido infectadas, y ese es el verdadero desafío.

Se han confirmado más de 40.000 infecciones, pero los expertos están seguros de que hay al menos decenas de miles más. Algunos casos no han sido contados porque los pacientes no tenían muestras biológicas enviadas al laboratorio. Algunos nunca vieron a un médico, y otros tenían síntomas tan leves que ni siquiera sabían que estaban enfermos.

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Sin una imagen real del número total de casos, es imposible calcular una tasa de mortalidad. Es por eso que decenas de epidemiólogos y matemáticos están trabajando para resolver uno de los problemas de configuración más complejos del momento.

Los informes de situación de la Organización Mundial de la Salud proporcionan un límite superior de la tasa de mortalidad. Hasta el lunes, había 40.554 infecciones confirmadas por laboratorio en todo el mundo, que resultaron en 910 muertes. Un poco de aritmética simple indica que poco más del 2% de esas infecciones fueron mortales.

Pero como el recuento actual de infecciones es demasiado bajo, esa tasa de mortalidad, conocida formalmente como “tasa de letalidad” o “índice de letalidad”, es demasiado alta.

“Eso es algo que podemos decir con bastante certeza”, dijo Josh Michaud, quien fue epidemiólogo de enfermedades infecciosas del Departamento de Defensa durante la pandemia de gripe H1N1 en 2009.

La Dra. Nancy Messonnier, directora del Centro Nacional de Inmunización y Enfermedades Respiratorias de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, dijo que la tasa de mortalidad del 2% “ha sido relativamente estable” hasta ahora en este brote. “Pero si eso es ciertamente un caso real de tasa de fatalidad o no, no creo que tengamos la información en este momento para decirlo”.

Funeral workers disinfect themselves
Trabajadores de una funeraria se desinfectan después de manipular a una víctima de coronavirus en Wuhan, China.
(Chinatopix via Associated Press)

Cuando un brote implica un virus nunca antes visto, no hay atajos que los epidemiólogos puedan tomar para determinar cuántas personas se han enfermado y cuántas han muerto. Necesitarán indagar en una variedad de fuentes para ver la cantidad de muertes por coronavirus que fueron erróneamente atribuidas a otras causas, y viceversa. También necesitarán averiguar cuánta gente infectada nunca interactuó con el sistema médico.

Los investigadores del Royal College de Londres han modelado la propagación de la infección basándose en el número de casos confirmados y en el flujo de viajeros que entran y salen de Wuhan, China, antes de que las cuarentenas surtieran efecto. El equipo asumió que el virus tenía un período de incubación de cinco a seis días antes de que aparecieran los síntomas, y que los viajeros infectados fueron detectados cuando llegaron a sus destinos.

El resultado fue un recuento de casos entre 1,000 y 9,700 hasta el 18 de enero, fecha en la que el recuento oficial de infecciones era inferior a 300. Las incertidumbres del modelo dieron como resultado un amplio rango de error, pero el verdadero número de personas infectadas fue probablemente alrededor de 4.000, informó el equipo.

La OMS está creando su propio equipo de investigación para analizar la fuente original de la nueva cepa de coronavirus y la facilidad con que se propaga. Al perfeccionar esos parámetros, la OMS puede hacer que sus modelos sean más precisos.

Un buen modelo de brotes se parece mucho a un iceberg, dijo Marc Lipsitch, epidemiólogo de enfermedades infecciosas de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard.

La punta del iceberg - la parte que se ve - son los pacientes que mueren. Este es el número más fácil de evaluar por la simple razón de que los decesos son difíciles de pasar por alto.

Todas las demás personas infectadas son la parte del iceberg que está bajo el agua. Los epidemiólogos los dividen en niveles.

Justo debajo de la superficie están los pacientes que se enferman lo suficiente como para ser hospitalizados. Debajo de ellos están los pacientes que buscan atención médica básica. El siguiente nivel está formado por personas que cuidan sus enfermedades en casa, y el último es el de las personas que no tienen síntomas.

En 2009, cuando Lipsitch estaba ayudando a los CDC a determinar la gravedad de la gripe H1N1, él y sus compañeros de investigación reconocieron que ninguna fuente de datos podía captar los cinco niveles. Así que reunieron datos de vigilancia de varias partes del sistema de salud de EE.UU y los unieron para generar su modelo de iceberg.

Un empleado de un hospital de Chicago lleva una mascarilla durante el brote de gripe porcina H1N1.
(Antonio Perez / Chicago Tribune)

Un colaborador clave fue el Departamento de Salud e Higiene Mental de la ciudad de Nueva York. Los funcionarios de allí no trataron de contar a cada persona que se infectó. En su lugar, se centraron en documentar cuidadosamente cada paciente que fue hospitalizado. Gracias a esa precisión, los investigadores pudieron determinar la relación entre las hospitalizaciones y las muertes.

Mientras tanto, en la ciudad de Milwaukee, mucho más pequeña, no hubo suficientes muertes para hacer cálculos estadísticamente significativos. En su lugar, las autoridades decidieron contar cada uno de los pacientes con gripe H1N1 que buscaron algún tipo de atención médica. Sus registros permitieron a los investigadores medir la relación entre la visita a un médico de atención primaria y la admisión en un hospital.

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En los CDC, los trabajadores realizaron encuestas telefónicas para preguntar a las personas si habían presentado síntomas similares a los de la gripe alrededor del momento en que comenzó el brote en abril y mayo y, de ser así, si habían visitado a un médico.

La suerte estaba de su lado, dijo Lipsitch, porque cualquiera que tuviera una enfermedad similar a la gripe en la primavera casi seguro que tenía la nueva cepa de H1N1, ya que la gripe estacional había remitido. Ese no es el caso esta vez, ya que el coronavirus despegó en medio de la temporada de gripe.

En ocho meses, los científicos tenían un modelo fiable del virus H1N1 que incluía a todos, excepto a los que se infectaron sin darse cuenta.

Para contarlos, los investigadores tendrían que recoger muestras de sangre de miembros del público seleccionados al azar y analizarlos para detectar anticuerpos contra el H1N1, una señal de que la persona había estado expuesta y su sistema inmunológico había respondido. Pero esas pruebas llevaban demasiado tiempo y eran demasiado costosas para justificarlas.

En cualquier brote, los datos sobre la gravedad de la enfermedad tienden a ser muy elevados al principio, por la sencilla razón de que los pacientes más enfermos son los más notorios.

“Los pacientes que están peor son más propensos a buscar atención médica y ser diagnosticados”, dijo Messonnier.

En los primeros días de la pandemia de gripe H1N1, cuyo origen se encontró en el ganado porcino en México, parecía que el 10% de las personas infectadas en ese país morían de gripe. Entonces los trabajadores de la salud identificaron una serie de infecciones tan leves que la gente ni siquiera visitó a un médico. Una vez que se tuvieron en cuenta esos casos, la tasa de mortalidad se redujo por debajo del 0.1%, dijo Lipsitch.

“Al final, esa gripe no fue más mortal que la gripe estacional normal”, señaló Michaud.
Hay otra razón por la que los expertos creen que el recuento de casos de coronavirus está mal: la falta de datos.

Lo reconozcan o no, el brote tiene a los funcionarios de salud chinos con poco tiempo y escasos recursos. Es posible que los trabajadores no tengan la capacidad necesaria para llevar registros de los pacientes con infecciones leves, a pesar de que pertenecen al recuento total de casos, manifestó Michaud. Tampoco hay suficientes kits de prueba disponibles para diagnosticar a cada paciente que sospechen que está infectado. Incluso el recuento de muertes - la cifra más fiable - podría ser demasiado bajo.

Los expertos también sospechan que los funcionarios chinos están ocultando datos que podrían ser embarazosos para ellos, como el número de trabajadores médicos que han muerto hasta ahora.
“Necesitamos sacar este virus a la luz para poder atacarlo adecuadamente”, dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus, el director general de la OMS.

Otro factor que complica las cosas es que las tasas de mortalidad por una infección pueden variar en todo el mundo. Las disparidades en la calidad de la atención médica se ven exacerbadas en un brote, cuando las personas y los recursos se ven forzados al límite.

“La escasez ciertamente causará más muertes en Wuhan”, apuntó Del Río. Mientras tanto, si unas pocas docenas de pacientes “aparecieran en Atlanta, serían tratados con toda la capacidad e infraestructura”.

Un mapa que muestra la propagación del coronavirus en todo el mundo.

Los patrones de infección fuera de China serán más útiles para los funcionarios de salud de todo el mundo que cualquier dato de Pekín. El comportamiento del virus en los otros 27 países y territorios que lo tienen proporcionará una mejor imagen de su gravedad típica - y lo que sucedería si comenzara a propagarse en Estados Unidos.

Los científicos no descartan la posibilidad de que el virus evolucione de manera que lo haga más letal, o que lo ayude a propagarse de persona a persona (o ambas cosas). Pero señalan que no sería beneficioso para un virus matar a su huésped antes de que pueda propagarse a uno nuevo.

En este momento, el nuevo coronavirus parece tener más en común con la gripe común que con enfermedades exóticas como el Ébola o el Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS), ambas con tasas de mortalidad de alrededor del 40%.

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Entre un grupo de 17,000 personas con infecciones confirmadas de coronavirus, el 3% se clasificó como crítico, el 15% tenía infecciones graves y el 82% eran leves, reveló la Dra. María Van Kerkhove, jefa interina de enfermedades emergentes de la OMS. Del 2% que murió, muchos eran ancianos con problemas de salud subyacentes que los hacían más vulnerables.

“Podemos decir con bastante confianza que esto no está matando a la gente a diestra y siniestra”, declaró Del Río.

Una tasa de mortalidad del 2% puede parecer baja, pero es lo suficientemente alta como para causar un daño real en el peor de los casos en que el virus no se detenga.

“Si no puedes contener la propagación, todas las apuestas están cerradas”, aseguró Del Río. “El dos por ciento de la población de China - 28 millones de personas - sigue siendo bastante alto. ¿Y el 2% del mundo? Eso sería un desastre”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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