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‘Es muy cruel’: Ordenan un nuevo bloqueo total para una ciudad británica, pero no para las zonas aledañas

A woman walks past a boarded-up shop in Leicester, England
Una mujer pasa por una tienda cerrada, el 30 de junio, en el centro de Leicester, Inglaterra.
(Rui Vieira / Associated Press)
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Las calles están llenas de gente en Londres una vez más, pero no en Leicester.

En Birmingham, la segunda ciudad más poblada de Gran Bretaña, se puede ir a la oficina. Ello no ocurre en Leicester, a menos de 50 millas de distancia.

En los bares de Liverpool, los juerguistas pueden levantar una copa. ¿En Leicester? No tanto; una mesa bloquea la entrada al Barley Mow, una taberna ubicada cerca del centro de la ciudad. “Estamos un poco celosos de los pubs en otras ciudades”, expresó una camarera ante un periodista visitante. No había servicio de mesa, comentó, y se refirió a un letrero que anunciaba pintas de cerveza y sándwiches para llevar.

Así es la vida en Leicester, la primera ciudad en Gran Bretaña en reimponer un bloqueo estricto por coronavirus desde que ese país comenzó a salir gradualmente de su largo confinamiento. Mientras que los restaurantes, bares, museos y salones de belleza en el resto de Inglaterra fueron libres de recibir a los clientes nuevamente desde el 4 de julio pasado, fecha que le siguió a la reapertura de los grandes almacenes y algunas otras tiendas casi tres semanas antes, en Leicester el proceso se revirtió.

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Con el 10% de todos los casos positivos de COVID-19 en el país y una tasa de infección tres veces mayor que la de la ciudad más próxima, el secretario de Salud británico, Matt Hancock, ordenó el cierre de Leicester una vez más. Las escuelas fueron suspendidas nuevamente, se prohibieron las reuniones de más de seis personas y se desaconseja viajar fuera de la urbe, de unos 342.000 habitantes.

“Algunos dicen que el bloqueo local es innecesario. Desearía que fuese cierto”, comentó Hancock. “Pero lamentablemente, sigue siendo vital para la salud de todos en Leicester, y para el resto del país, que estas restricciones estén vigentes”.

Tales marchas atrás locales de la libertad se están volviendo más comunes en todo el mundo a medida que las infecciones diarias por coronavirus aumentan a niveles sin precedentes. Tanto Beijing como Melbourne, dos ciudades que pensaron que habían domesticado la curva de contagios, volvieron a imponer algunos controles, en medio de nuevos brotes. La ciudad de Lleida, en el noreste de España, reingresó a un bloqueo total. India volvió a poner en cuarentena al empobrecido estado de Bihar.

Y en todo Estados Unidos, funcionarios de ciudades como Los Ángeles, Houston y Miami han amenazado con pausar o dar marcha atrás con las reaperturas.

Para los residentes de Leicester, los nuevos decretos de cierre son un duro golpe, mientras ven a muchos de sus compatriotas británicos recobrar parte de la normalidad que solían disfrutar y dar por sentado.

“Parece ese episodio de ‘Los Simpson’ en el que ponen una cúpula de vidrio sobre Springfield”, expuso Gail Brown, copropietaria de Leicester Coffee House.

Más allá de la agitación económica, el brote aquí suscitó dudas sobre el obstinadamente desproporcionado efecto de la pandemia en las comunidades minoritarias y desfavorecidas de Gran Bretaña. Leicester contiene ambas características: según la organización benéfica Save the Children, la urbe se encuentra entre el 20% de las áreas más desfavorecidas del país, y aproximadamente la mitad de sus residentes son de grupos étnicos minoritarios.

Otras áreas con datos demográficos similares también están en el radar del gobierno con miras a nuevos bloqueos. Bradford, una ciudad donde casi el 40% de la población no es blanca, tiene la segunda tasa de infección más alta del país.

Eso no fue una sorpresa, señaló John Wright, epidemiólogo y director del Instituto Bradford para la Investigación en Salud. “Cuando todo esto comenzó, en febrero pasado, sabíamos que nos afectaría gravemente. Tenemos densidad de población y trabajadores con salarios más bajos. Cuanto más cerca estén, mayor es el riesgo de transmisión”, destacó.

Los residentes de ascendencia del sur de Asia, que a menudo tienden a vivir en hogares de ocupación múltiple y multigeneracionales -ya sea por necesidad o por elección-, están particularmente en riesgo, agregó. “Es un reflejo de las desigualdades estructurales”, comentó Wright.

Esas desigualdades se observan con claridad poco más de una milla fuera del centro de Leicester, en los deteriorados confines del edificio Imperial Building. Subiendo sus escaleras llenas de mugre se observan talleres de confección de prendas, escondidos detrás de puertas con candado.

El edificio es parte de la industria textil de la ciudad, que al parecer incluye unas 1.500 minifábricas que producen ropa a precios bajos para los minoristas en línea, incluida Boohoo, una empresa de moda pasajera valorada hasta hace poco en más de $6 mil millones de dólares.

Muchos culpan por las altas tasas de infección de Leicester a ese comercio, que según los funcionarios obliga a hasta 10.000 individuos -la gran mayoría inmigrantes- a trabajar en condiciones casi de esclavitud, e incluso lo hizo durante el bloqueo nacional.

Bashir, el arrendador del edificio, que sólo accedió a dar su nombre de pila, insistió en que las empresas en las instalaciones reanudaron sus actividades recién en junio, de acuerdo con las directrices del gobierno. No confirmó si todas habían suspendido las operaciones nuevamente, ante el nuevo decreto de cierre local. “El primer bloqueo fue terrible para los negocios aquí. Algunos de ellos recibieron una subvención, pero no todos, así que ahora, el segundo cierre parece un castigo. Están sufriendo más que antes”, dijo, y agregó que muchos propietarios de fábricas no estaban al tanto de las reglas.

Las autoridades afirman que no pueden detener a los infractores, a pesar de que el abuso es un secreto a voces.

“Hay fábricas de explotación; pagaban £2 o £3 [$2.50 o $3.75] por hora, y sabemos que ello sucede”, remarcó Adam Clarke, vicealcalde de Leicester. “Pero no tenemos autoridad legal para asegurarnos de que las personas allí estén trabajando bien y no contraigan COVID-19”. El funcionario agregó que el Ayuntamiento había intentado trabajar con las fuerzas del orden, pero se topó con una red desconcertante de agencias con diferentes jurisdicciones. El problema sigue sin resolverse, a pesar de la urgencia. “Lo que debemos hacer es asegurarnos de que nuestro sistema, demasiado fragmentado, se simplifique, y que los sistemas del gobierno trabajen para evitar que la situación actual se replique en el futuro”, enfatizó Clarke.

Pero incluso la frase “el futuro” suena complicada. El nuevo cierre local de actividades rige dentro de los límites de la ciudad de Leicester y no se extiende a los alrededores del condado de Leicestershire. Por ello, un extremo de una calle podría estar cerrado, mientras que el otro funciona con normalidad.

Los efectos dolorosos de la reclusión son evidentes en el centro de Leicester, un enclave tradicionalmente bullicioso. “Es un pueblo fantasma ahora. El 15 de junio abrimos todo, pero cuando anunciaron el cierre local fue un shock. No estábamos preparados”, reconoció Rakesh Parmar, el dueño de Ye Olde Sweet Shoppe, mientras señalaba tarros de dulces de colores brillantes.

La tienda ha estado en funcionamiento durante más de 80 años, 31 de ellos bajo la dirección de la familia de Parmar. Este hombre, de 37 años de edad, confió en los pedidos en línea para continuar con su actividad comercial, pero el volumen no está ni cerca del que solía ser. “Ya nos hemos perdido la Pascua, el Día de la Madre, el Eid”, expuso.

La historia era similar en Leicester Market, que durante siete siglos atrajo a innumerables comerciantes por ser el mercado cubierto más grande de Europa, según muchos lo definen. El sitio ahora se encuentra mayormente desierto, a excepción de algunos comerciantes que venden frutas y verduras. “En días normales, este lugar está lleno, pero ahora trabajamos 10 horas por nada. Simplemente no se justifica. Muchos comerciantes no ven la razón de hacerlo”, comentó Josh Lunn, un joven de 29 años que trabaja para el negocio de comercio de frutas y verduras de su abuelo.

“Salimos del bloqueo nacional y finalmente comenzamos a trabajar. Luego, en el momento en que Leicester reapareció en las noticias, todo se terminó de la noche a la mañana. El motor que se había puesto en marcha se detuvo de golpe”.

Para las autoridades aquí, es un revés que Leicester no puede permitirse. “Han tomado a la ciudad como ejemplo, y el daño ha sido aún mayor”, reconoció Clarke, el alcalde interino. “Es muy cruel, no sólo para mí, como funcionario electo, sino para aquellas personas con quienes he hablado. Sienten que la ciudad ha sido muy perjudicada”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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