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La extraña toma de la Embajada de Corea del Norte en España, que terminó con la fuga de un hombre de L.A

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La embajada de Corea del Norte en Madrid era un blanco fácil. Todo lo que se necesitó fueron armas de imitación, tarjetas de visita falsas y algo de astucia para que un grupo de activistas de derechos humanos tomara el sitio en la noche del 22 de febrero. Durante cuatro horas tomaron rehenes, rompieron fotografías de los fallecidos dictadores del país y se fugaron con un cargamento de electrónica y unidades de disco.

Más tarde escaparon haciéndose pasar por diplomáticos; se alejaron de la embajada en sus propios coches, con banderas de Corea del Norte.

El líder detrás de este audaz episodio fue Adrian Hong, de 35 años y residente de Los Ángeles, según documentos judiciales.

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Hong, uno de los defensores de los derechos humanos más célebres en Corea del Norte, participó de audiencias en el Congreso. Viajó por todo el mundo dando conferencias y escribió apasionados artículos de opinión. También fue invitado a una fiesta de Navidad en la Casa Blanca, donde él y su esposa posaron para una foto con el entonces presidente Obama y la primera dama Michelle Obama.

Para los partidarios de Hong, el incidente en la Embajada de Corea del Norte fue una extensión natural del trabajo de toda una vida a favor de los norcoreanos oprimidos, una causa digna que quizás llevó demasiado lejos. Su abogado lo describió como un ardid más que un ataque.

Pero el gobierno de Estados Unidos no lo ve de esa manera.

En respuesta a una solicitud de extradición del gobierno español, un magistrado de Estados Unidos emitió el mes pasado una orden de arresto contra Hong por cargos de robo e ingreso, robo con violencia e intimidación. Los agentes federales allanaron su apartamento en el centro de Los Ángeles, el pasado 18 de abril. Aunque el hombre no estaba en la casa, arrestaron a uno de sus supuestos cómplices, un ex infante de marina de 38 años, Christopher Philip Ahn, que está detenido sin fianza.

Hong está ahora fugitivo y es perseguido activamente por los alguaciles de Estados Unidos.

“Armado y peligroso”, advierte el letrero de su búsqueda, debajo de una foto de un hombre que parece más un estudiante graduado que un gángster, con una incipiente calvicie y una barba bien recortada.

En el pasado, Hong fue un favorito de los intransigentes dentro del gobierno de Estados Unidos, que apoyaban un cambio de gobierno en Corea del Norte. En más de una ocasión, pidió al Departamento de Estado que intervenga en operaciones diplomáticas delicadas para poner a salvo a los desertores norcoreanos.

La más dramática fue en 2017: después del asesinato de Kim Jong Nam, medio hermano del actual líder Kim Jong Un, Hong se jactó en su sitio web de haber ayudado a rescatar al hijo del fallecido, Kim Han Sol (varias personas familiarizadas con el caso, pero sin autorización para discutirlo públicamente, lo confirmaron).

Ahora, los partidarios de Hong aseguran que el gobierno de Trump lo está usando como chivo expiatorio por temor a que pueda socavar el acercamiento del presidente a Corea del Norte. No por casualidad, el gobierno podría querer disipar cualquier percepción de que el hombre orquestó la toma de la embajada, que tuvo lugar cinco días antes de una cumbre en Hanoi entre Kim y el presidente estadounidense.

“El Departamento de Estado quiere enviar un mensaje a los norcoreanos de que el gobierno de EE.UU no estuvo vinculado con el incidente de Madrid... y ese mensaje se ha convertido en un esfuerzo total para aplacar a Kim Jong Un”, consideró Sung-Yoon Lee, profesor en la Escuela de Derecho y Diplomacia Fletcher, de la Universidad de Tufts.

Uno de los muchos aspectos curiosos del caso es que Hong fue el primero en informar de su participación en el incidente de Madrid. Después de regresar de España, se contactó con el FBI y se reunió con agentes, el 27 de febrero, en Nueva York, para entregar los dispositivos electrónicos tomados de la embajada, según documentos judiciales.

“Obviamente, es alguien a quien le gusta hacer lo correcto para el gobierno de Estados Unidos, como lo demuestra el hecho de que entregara los materiales a los pocos días de regresar”, expuso Lee Wolosky, un abogado de Nueva York que lo representa. “Es extremadamente decepcionante que el gobierno estadounidense opte por hacer cumplir órdenes de arresto contra personas de Estados Unidos en base a dichos de testigos norcoreanos que no son creíbles conforme las circunstancias. Esto no tiene precedentes”, agregó.

Según la denuncia presentada por las autoridades españolas, Hong se había acercado a la embajada a principios de febrero, con una tarjeta de presentación que lo identificaba como Mathew Chao, socio gerente de Baron Stone Capital, con oficinas en Toronto y Dubai, Emiratos Árabes Unidos. Allí afirmó que quería organizar una reunión para discutir inversiones en Corea del Norte.

Cuando Hong regresó a la embajada, justo después de las 5 p.m, hora del cierre, fue recibido en el recinto cerrado por un jardinero. Hong recibió instrucciones de esperar en un banco, pero en cambio abrió la puerta para dejar entrar a sus cómplices, unas ocho personas en total, según una orden judicial española.

Estaban armados con palancas, cuchillos, cinta adhesiva y cadenas, y lo que la denuncia identifica alternativamente como “armas de fuego simuladas” y pistolas de airsoft (que disparan perdigones y se usan para juegos al estilo paintball).

Exactamente lo que sucedió durante las cuatro horas en la embajada está en disputa. Había unos siete norcoreanos en el sitio en ese momento: diplomáticos, empleados y sus familias. La denuncia española afirma que los activistas golpearon y amenazaron a los norcoreanos, atándolos con grilletes y cubriendo sus cabezas con bolsas de plástico.

Un video distribuido por el grupo de Hong muestra a alguien descolgando las fotografías de los líderes anteriores, Kim Il Sung y Kim Jong Il, y rompiéndolas con júbilo en el piso.

En un momento dado, según los registros de la corte, llevaron al encargado de negocios de Corea del Norte a una habitación en el sótano y trataron de persuadirlo para que huyera, algo que él rechazó. Su esposa y su hijo de ocho años se encerraron en otra habitación.

Mientras tanto, la esposa de otro diplomático norcoreano, al oír la conmoción abajo, escapó de la embajada saltando desde una terraza del segundo piso. Aunque se lesionó, pudo obtener ayuda.

La policía española llegó poco tiempo después. De acuerdo con la denuncia, Hong abrió la puerta y se disfrazó de diplomático colocándose una insignia de solapa roja, con el retrato de Kim Il Sung, exigida para todos los norcoreanos.

Atendió a la policía y les dijo que no había “ningún problema dentro de las instalaciones”, relata la denuncia.

Alrededor de las 9 de la noche, los activistas se retiraron. La mayoría de ellos se marchó en los autos oficiales de la Embajada de Corea del Norte, entre ellos un Mercedes-Benz, que la policía encontró más tarde cerca con el motor en marcha y las puertas abiertas. Hong llamó a un Uber desde una cuenta que había abierto bajo el alias Oswaldo Trump, según documentos judiciales.

Los partidarios de Hong afirman que el personal de Corea del Norte tenía motivos para exagerar el nivel de violencia utilizado, de modo de no ser castigados en Pyongyang por permitir que los activistas ingresaran a la embajada.

“A nosotros nos invitaron a la embajada y, contrariamente a lo que se dijo, nadie fue amordazado ni golpeado”, remarcó una declaración en el sitio web de Free Joseon, una organización fundada por Hong. “Por respeto a la nación anfitriona de España, no se utilizaron armas”.

Algunos de los viejos compatriotas de Hong en la lucha por los derechos humanos no están sorprendidos de que se haya vuelto una persona dudosa. “Parecía pensar que Corea del Norte nunca cambiaría mediante un ingenuo activismo por los derechos humanos y que habría un punto en el cual se necesitaría un vigoroso levantamiento”, expresó Kang Chol-hwan, un destacado desertor y autor norcoreano residente en Seúl. “Él es beligerante”.

Hong tiene antecedentes en artes marciales y dentro del activismo cristiano. Nació en México (y sigue siendo un ciudadano de ese país), hijo de misioneros surcoreanos. Su padre fue un destacado campeón de taekwondo, que fundó una escuela de artes marciales en Tijuana y utilizaba sus ingresos para financiar sus misiones. Un alumno brillante, Hong se graduó de la preparatoria en Chula Vista y estudió en Yale.

Siendo aún universitario, cofundó Liberty in North Korea (LiNK), para generar simpatía entre los estudiantes por esa nación, que estaba apenas recuperándose de una hambruna en la cual pereció hasta el 10% de la población. LiNK se extendió rápidamente a otros campus de la Ivy League y finalmente abrió 70 sedes.

“Hay 20 millones de personas en Corea del Norte. A la mayoría de la gente no le importó mucho y eso es lo que realmente lo incitó”, consideró Paul “PK” Kim, un comediante de Los Ángeles y cofundador de LiNK, quien recuerda haber soñado con la idea durante largas conversaciones en un café de Koreatown y en el dormitorio de Hong en Yale.

Después de graduarse en la universidad, Hong comenzó a trabajar en el noreste de China, a lo largo de la frontera de 800 millas con Corea del Norte, un terreno peligroso frecuentado por espías, contrabandistas y desertores.

En 2006, lideró una exitosa misión para rescatar a tres adolescentes hambrientos que se escondían en la ciudad china de Yanji. En unas memorias, “Under the Same Sky: From Starvation in North Korea to Salvation in America” (Bajo el mismo cielo: desde la hambruna en Corea del Norte hasta la salvación en EE.UU), Joseph Kim escribió acerca de cómo Hong los llevó a un centro comercial para comprarles ropa que los hacía parecer adolescentes seguidores del hip-hop: camisetas, pantalones estilo hipster, gorras de béisbol giradas de lado.

Luego, fingiendo que los refugiados eran estudiantes coreanos disfrutando de una aventura china, Hong los acompañó a un consulado de EE.UU en Shenyang, donde finalmente obtuvieron asilo en ese país.

Más tarde ese mismo año, otro rescate fue un espectacular fracaso. El Consulado de Estados Unidos en Shenyang se negó a aceptar a seis norcoreanos que Hong les entregó. Las autoridades chinas, que consideran que el transporte de refugiados es un delito, arrestaron a Hong y a dos mujeres estadounidenses que trabajaban con él. Todos fueron deportados después de una semana, pero el incidente desató inspecciones en sitios seguros y organizaciones benéficas en toda China.

“Esto causó estragos en el noreste chino. Toda una redada cayó sobre las personas que intentaban ayudar a los refugiados norcoreanos”, relató Tim Peters, un pastor de Seúl que trabaja con perseguidos. “Adrian no había pensado las cosas con claridad”.

La debacle en China tensó la relación de Hong con otros activistas, quienes pensaban que había sido demasiado imprudente y que exageraba su importancia. En 2008, dejó LiNK, la organización que había cofundado (la entidad, con sede en Long Beach, asegura que actualmente no tiene ningún vínculo con él).

Hong ya no se contentaba con rescatar a los refugiados norcoreanos; tenía un objetivo más ambicioso: el derrocamiento del gobierno norcoreano.

Así, viajó a Libia en 2012 para organizar una conferencia TEDX y discutir los levantamientos de la Primavera Árabe. “Fue inspirado por la revolución libia. Veía muchos paralelismos entre el régimen represivo de [Moammar] Kadafi y Corea del Norte”, señaló Mustafa Abushagur, ex viceprimer ministro de Libia, que quedó tan impresionado con Hong que aceptó formar parte de la junta asesora de su organización. “Él esperaba que su gente se rebelara”.

Con la esperanza de fomentar la revolución, Hong se reunió con todos los que podían ser útiles: desertores, funcionarios gubernamentales, académicos y conservadores acaudalados. Intentó reclutar a Kim Jong Nam, el medio hermano asesinado más tarde. Les dijo que estaba armando un gobierno provisional en el exilio, les solicitó su ayuda y, a veces, ofrecía cargos ministeriales.

Andrei Lankov, un académico de Corea del Norte que reside en Seúl, dijo que Hong solía insinuar que tenía poderosos patrocinadores, tal vez el gobierno de Estados Unidos, aunque muchos lo dudaban. “No lo tomé en serio, sonaba demasiado extraño”, expresó.

El incidente en Madrid marcó un salto significativa de todo lo que Hong había hecho antes, y tocó un nervio sensible en Pyongyang.

Los norcoreanos quedaron heridos por la deserción de varios de sus diplomáticos desplegados en Europa, y destruir los retratos es una blasfemia en el sistema político que considera a la dinastía Kim como sagrada.

Corea del Norte está renunciando al privilegio diplomático otorgado a las embajadas, que protege a sus funcionarios del sistema de justicia penal de un país anfitrión. Al no tener relaciones diplomáticas con Estados Unidos, concedió la investigación a España, un aliado de EE.UU y con acuerdo de extradición.

En un raro reconocimiento público del incidente, la Agencia Central de Noticias de Corea citó en marzo a una portavoz anónima del Ministerio de Relaciones Exteriores, que dijo que Pyongyang esperaba que el gobierno español “llevara a los terroristas y a sus manipuladores a la justicia, de conformidad con el derecho internacional pertinente”.

Hasta ahora, el único sospechoso arrestado ha sido Ahn, un residente de Chino Hills que prestó servicios en Irak. Otro ciudadano estadounidense que permanece en libertad es identificado como Sam Ryu, de 29 años, quien al parecer reside en el área de San Diego. Los otros sospechosos son ciudadanos de Corea del Sur, incluido uno que desertó de Corea del Norte.

En la comunidad unida de especialistas de Corea del Norte, Hong se volvió una figura polarizadora. Sus defensores argumentan que ha hecho más bien que mal, no sólo al rescatar a los desertores sino también al descubrir las dificultades financieras de Pyongyang. Se supone que los discos duros que entregó al FBI contienen información sobre cómo Corea del Norte lava dinero y adquiere ilegalmente los componentes para su programa de armas nucleares, según varios analistas especializados.

“No disculpo las incursiones dentro de las misiones diplomáticas, pero puedo entender -como alguien que trabaja en el campo de los derechos humanos- cómo [Hong] se frustró e hizo una transición hacia su lado más militante”, expuso Greg Scarlatoiu, director ejecutivo del Committee for Human Rights in North Korea, con sede en Washington.

Lankov, sin embargo, contraargumentó: “hasta donde sé, un ataque a una misión diplomática es considerado terrorismo. Fue algo brutal, estúpido, inmoral y contraproducente”.

Demick reportó desde Nueva York y Kim desde Seúl.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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